—¿Pensabas irte sin despedirte? —Levantó su mirada y se encontró con la de él. Tenía un brazo doblado por debajo de su cabeza y el otro descansaba sobre su abdomen. Le gustaba como se miraba con su cabello todo desarreglado y…
›› ¿Aria? —La llamó él al ver que ella no respondía, se había quedado observándolo como una boba y eso activó sus alarmas. ¿Qué carajos le estaba pasando? Nunca se había quedado tan deslumbrada al ver a alguien así de atractivo, ni siquiera cuando era una adolecente.
—Lo… lo siento —Se aclaró la garganta antes de continuar—, no quería despertarte.
—Entiendo —respondió él mientras se levantaba—, anoche me pasó lo mismo contigo, te mirabas tan cansada que me dio mucha pena despertarte. —Y no fue solo eso, si esa era la forma de pasar más tiempo con ella, no la iba a despertar. Se quedó observándola por un tiempo antes de llevarla en sus brazos y dejarla en la habitación donde él dormía cada vez que se quedaba en casa de Jack.
—Pero debiste hacerlo —dijo ella y esta vez se mostró molesta— no tenías por qué llevarme a una habitación.
—Solo quise ser amable, no podía dejarte aquí —Se defendió mientras señalaba el sofá.
—No debí quedarme, anoche tenía llegar a casa de mis padres —Esta vez se mostró preocupada.
—¿Eres casada? ¿Comprometida? —Preguntó de pronto. Eso mismo se había preguntado él, pero al no ver ningún anillo en su dedo, dedujo que no tenía ningún compromiso— Lo siento, no, no sabía…
—No, no lo estoy —respondió—. Pero mi familia me esperaba anoche. Deben de estar preocupados. Te agradezco, pero ya debo irme.
—Espera, toma al menos un café, prepararé algo rápido —Ofreció mientras se giraba para dirigirse a la cocina.
—No —respondió de inmediato—. De verdad no es necesario. Adiós —Musitó antes de darse media vuelta y caminar hacia la salida. Estaba por alcanzar la puerta cuando él la detuvo de su brazo.
—Aria, espera —Ella cerró sus ojos y tomó aire antes de darse la vuelta. Era difícil controlar sus pensamientos estando tan cerca de él. Sabía que lo mejor era salir de ahí, pero él se lo estaba poniendo muy difícil. Ella miró su mano que aún la sostenía. Alex hizo un esfuerzo por soltarla, lo menos que quería era asustarla, pero con lo que iba a decirle tal vez sea justo eso lo que suceda.
—Lo siento —Se disculpó— Aún no estoy listo para dejarte ir —No tenía idea que le estaba pasando con aquella chica que era una completa desconocida, pero en menos de veinticuatro horas, ya le había quitado el sueño y se sentía como un imán, atraído por ella.
—Alex…
—Quédate un poco más, por favor —pidió.
—No puedo… —Él dio un paso hacia ella y Aria retrocedió.
—¿Entonces, puedo verte otra vez? Me gustaría…
—Imposible, no vivo en esta ciudad, solo vine por un asunto familiar.
—Entonces… dame algo con lo que pueda recordarte.
—¿Algo? ¿Cómo qué? —Se dijo que hubiera sido mejor no preguntar. Alex dio otro paso y ella intentó alejarse nuevamente, pero la pared se lo impidió.
—Como esto —Dijo tomándola de su cintura y besándola en los labios sin que ella pudiera reaccionar. Una de sus manos presionó su cabeza para que ella no pudiera escapar.
Aria se quedó inmóvil sin saber qué hacer. Cerró sus ojos y se permitió sentir aquellos labios. Aún se estaba debatiendo por si corresponderle o no. Bueno, esa sería la única vez que lo vería y para ser sincera, sus labios se sentían tan bien sobre los de ella. Aria correspondió a su beso y se dejó llevar. Sus manos estaban sobre su pecho y los fue deslizando hasta su cuello.
Ese beso que empezó siendo delicado, se volvió más y más demandante y feroz.
Hace mucho que no besaba a nadie. Pensaba que tendría que pasar mucho tiempo para eso, incluso en algún momento pensó que jamás podría volver a estar así con otro hombre.
Nunca reconocería en voz alta todo lo que estaba sintiendo en ese momento y, lo peor es que le gustaba más de lo que creyó posible. Además, no recuerda haberse sentido de esa manera alguna vez. Su cuerpo se sentía caliente. Él pasaba sus manos en su espalda y cintura, se sentía como si sus manos tuvieran fuego que amenazaban con consumirla ahí mismo.
Alex soltó sus labios solo para besar su cuello. A ella se le escapó un gemido y Alex volvió a capturar su boca, luego pasó a su cuello otra vez. Tomó su rostro entre sus manos y bajó la intensidad de sus besos para que pudieran respirar. Dejó sus frentes unidas mientras sus alientos se mezclaban con sus respiraciones agitadas.
—¿Ya puedo… irme? —Preguntó con su voz entrecortada y su corazón acelerado. Alex negó con la cabeza.
—Ese beso fue demasiado increíble como para dejarlo así nada más ¿No crees? —Se miraron directamente a los ojos. Ella abrió su boca para decir algo, pero Alex ahogó su voz con otro beso.
Aria intentó alejarse, aun cuando sabía que eso era imposible. Él era alto y fuerte, si acaso ella podía llegar a sus hombros, no podría quitárselo de encima, aunque quisiera. Y no quería.
Sin dejar de besarla Alex la llevó hasta el sofá. No está segura como fue que terminó recostada con él encima de ella, todo lo que podía explicar era que: otra vez se había dejado llevar por ese excitante hombre que se le había atravesado en su camino.
Sintió las yemas de sus dedos rosar su piel por debajo de su blusa. Soltó un gemido que él se tragó cuando acarició uno de sus senos y aunque se sentía placentero no podía simplemente ceder al deseo y al placer que sentía su cuerpo, no debía. Pero si debía hacer algo para evitar lo que estaba a punto de suceder. Estaba segura que después se arrepentiría si se dejaba llevar aún más.
Alex acarició una de sus piernas y fue en ese momento que Aria mordió su labio inferior. Con un gruñido Alex se separó de ella. Aprovechó para empujarlo, se levantó lo más rápido que pudo y se alejó de él.
—Ni creas que vas a obtener algo más —Dijo ella mientras acomodaba su ropa y su cabello.
—Pero te han gustado mis besos. Aun puedo sentir tu cuerpo estremecerse entre mis brazos. —Él saboreó el sabor metálico de la sangre que salía de su labio, pero no importaba, había valido la pena, aunque al ver una gota de sangre en sus dedos hizo que se sintiera mareado y no podía evitarlo, eso no era bueno.
Entrelazó sus manos apoyando su cabeza en ellas. Tenía que resistir, solo era un poco de sangre nada más.
«Sangre» —repitió en su mente.
—No suenes tan confiado —dijo ella recordándole su presencia.
—¡Maldición! —Casi gritó él. Se dejó caer de espalda sobre el sofá y cerró sus ojos, su hematofobia se estaba siendo presente, aunque algunas veces podía controlarla, no siempre era posible y, por desgracia esta sería una de ellas.
Aria pudo darse cuenta de que algo no estaba bien con él, estaba pálido y sudaba.
—Oye ¿estás bien? —preguntó.
—Déjame, vete —musitó molesto— ¡carajo! debo llamar a Jack.
Ariadna se acercó a él, tocó su frente, estaba frío y sudaba. Él ni se inmutó con su tacto.
—Mi teléfono —susurró él.
Ella miró por todos lados. Localizó el dispositivo en una esquina del sofá, lo tomó y luego se acercó a él.
—Lo llamaré por ti —dijo ella. Buscó en los contactos y marcó sin pensarlo.
—Ya sé, quieres que te lleve el desayuno —dijo la voz de Jack del otro lado de la línea.
—Hola, soy Aria —dijo ella.
—Oh, hola ¿estás bien? —preguntó recordando el accidente y el golpe que ella se había dado en la cabeza la noche anterior. Si se sentía mal era muy probable que tendría que llevarla al hospital para hacerle un chequeo más completo.
—Sí, sí. Es Alex. Estábamos conversando y de pronto empezó a sentirse mal.
—¿Mal? Él es la persona más sana que conozco a menos que… espera, ¿se hizo alguna herida? —Aria inmediatamente vio la pequeña cortadura en su labio inferior— ¿Aria?
—Eh… sí él se hizo una pequeña cortadura.
—Alex tiene hematofobia. Eso es miedo a la sangre —explicó él.
—¿Entonces, que hago?
—¿Aún está consciente?
—Sí, creo.
—Mantén sus piernas más alto que su cabeza y trata de distraerlo.
—Está bien —se despidió y colgó.
Aria hizo lo que el doctor le recomendó. Subió las piernas de Alex en una pila de almohadas. Luego se arrodilló a su lado con el botiquín de primeros auxilios que encontró. Limpió su labio e hizo presión.
—Alex ¿Te sientes mejor? —preguntó ella un rato después. Él no respondió.
—¿Alex? —volvió a llamarlo. Él se sentía avergonzado por que ella lo mirara de esa forma.—Sí. —respondió al fin. Ella estaba deslizando sus dedos entre sus cabellos sin ser consiente de ese gesto, contrario a él que, sí se había dado cuenta de sus caricias y se concentró en el movimiento de sus dedos y eso lo relajó.Había pensado en no disculparse, al final fue culpa de él por no dejarla ir cuando se lo pidió. Pero el verlo así, tan indefenso, se sintió culpable. Un hombre fuerte siendo derribado de esa forma, de seguro no le haría nada bien a su orgullo.—Lo siento. —dijo ella. Él no respondió nada. Cuando se sintió mejor intentó levantarse, pero ella lo detuvo.—¿Seguro que puedes caminar?—Sí —respondió. Ella le ayudó a levantarse. Se dirigió al baño, lavó su rostro y mojó sus cabellos.—¿Necesitas que te ayude en algo más? —preguntó por cortesía cuando volvieron a la sala.Él le sonrió.—Puedes ayudarme a darme una ducha —respondió.—Ja, en tus sueños. —al parecer él ya estaba m
Alexander condujo poco más de veinte minutos desde Mount Maunganui hasta Pyes Pa. —Buenos días, señor —Lo saludó el guarda de seguridad en la entrada principal de la compañía de su familia. Alexander contestó con la misma cortesía— Lo siento mucho señor, su padre dio órdenes de no dejarlo entrar. —¿Qué? —Disculpe señor Alexander. Solo cumplo las ordenes de su padre. —No puedo creerlo —Aquello debía ser una broma. A la distancia Alexander miró a su hermano bajar de su auto e ingresar al edificio. Mientras él seguía en el portón principal discutiendo con los de seguridad. Tomó su teléfono y marcó el número de padre, su padre no le respondió, era de esperarse. Se hizo a un lado y estacionó cerca de la entrada. Era una suerte que aún hubiera personal ingresando a esa hora de la mañana. Esperó a que las puertas se abrieran mientras simulaba que hablaba por teléfono. Un auto estaba ingresando y no lo pensó dos veces, Alex aprovechó para entrar corriendo antes de que las puertas se cer
Ariadna había pasado una tarde agradable junto a sus hermanos. Ahora estaba en el despacho de Brian. Conocía a su padre y sabía cuándo algo le preocupaba.—¿Papá, que sucede? —Preguntó. Algo le decía que ese día no terminaría bien.—He tomado la decisión de casarte —Respondió así de la nada. Tenía muchas cosas en mente que decirle a su hija, pero en el último segundo optó por ir al grano. Ya había hablado muchas veces con ella sobre dejar ir el pasado y continuar con su vida. Ella aún era muy joven, con un gran futuro, pero parecía como si estuviera muerta en vida, su luz se había apagado y eso le partía el corazón.—¿De qué está hablando?—El mes que viene, te casaras con el hijo de Robert Green —Hace apenas media hora había recibido la llamada de Robert, confirmándole que su hijo había aceptado el compromiso.Ambos padres por razones diferentes querían que sus hijos formaran una familia.—Eso no explica nada —Ariadna se colocó de pie— Esto es una broma ¿Verdad?—No bromearía de esta
Al entrar a la casa, el alivio en el rostro de Emma al verla, la recibió. Sabía que estaría preocupada por ella. Después de salir del hospital en aquella ocasión, sus padres no querían perderla de vista, ellos temían que ella sucumbiera al dolor e intentara quitarse la vida. No lo iba a negar, lo pensó. Quería también acabar con su sufrimiento, pero ella era la culpable y lo justo era que sufriera.Logró convencer a sus padres que no intentaría ninguna locura.—¿Cariño, estás bien? —Preguntó Emma.—Mamá, no te preocupes. Solo fui a caminar y aproveché para comprar algunas cosas que necesito —Dijo levantando unas bolsas que sostenía en sus manos—¿Dónde está papá?—Ayudando a tú hermano con su tarea —Ariadna sonrío. No importaba cuanto trabajo tuviera o que tan cansado estaba su padre, él siempre dedicaba tiempo a sus hijos— ¿Te sirvo la cena?—Iré a mi habitación primero a darme un baño —Se dio un baño rápido y luego de colocarse algo cómodo, bajó al primer piso. Su madre le sirvió una
Brian y Ariadna entraron a otra oficina un poco más grande.—El joven Alexander aceptó tus términos —Dijo su padre.—¿Tan rápido? —Ella pensó que él lo iba a pensar más tiempo antes de firmar o que refutaría alguna de sus condiciones— Al parecer les urge poner sus manos en nuestra producción —dijo, no había otra explicación.—Aunque este matrimonio sea de esta forma, lo han tomado con mucha seriedad. Para Robert, este negocio es importante, pero también lo es el que su hijo forme una familia.—No me digas. Por eso ambos se pusieron de acuerdo.—Así es. Tenemos nuestros motivos para ver a nuestros hijos casados. Además, no podemos negar qué, si logramos colocarnos en el mercado de Europa tendremos grandes beneficios económicos, prestigio y podremos aportar a la economía de nuestro país cuando esta cooperativa crezca más.—Eso es muy ambicioso.—Puede ser, pero no es solo eso hija, y lo sabes. El precio con el que nos pagan en este continente no es el justo para la calidad de nuestra fr
Llegó a las escaleras y empezó a descender. Emma se había adelantado. En medio de la sala la figura de tres hombres la recibió, uno era su padre y el que estaba a su lado tenía más o menos la de edad de él, eso significaba que el joven que estaba de espalda era Alexander Green. Detuvo sus pasos a falta de un escalón porque creyó saber de quien se trataba, pero lo descartarlo de inmediato, eso no podía ser.Esperó a que su padre la mirara, porque la valentía que tenía se le había esfumado en cuanto pensó en la posibilidad de que fueran la misma persona.—Hija —Dijo al fin su papá— Ven —su padre extendió su mano hacia ella.En ese momento Alexander se dio la vuelta y descubrió que no se había equivocado, era él, Alex, el hombre que había conocido hace unos días y con el que se había besado. Las imágenes con las que había luchado para borrar de su memoria volvieron con más ímpetu.Su padre caminó hasta ella para tomar su mano y llevarla hasta el centro de la sala. Ninguno de los dos podí
En cuanto entraron al comedor, todas las miradas se posaron en ellos. —¿Todo bien? —preguntó Robert. Alexander no respondió dándole la oportunidad de que ella lo hiciera. Ariadna asintió antes de ir a su lugar para sentarse. Alexander la siguió y corrió el asiento para ella, luego tomó lugar a su lado. Él aprovechó el silencio para disculparse con los padres de ella por lo que había dicho, estaba claro que no fue para nada educado menos caballeroso de su parte, pero lo había dicho en un momento desesperado para que ella no intentara escapar de él. Los siguientes minutos no se habló de mucho, hasta que Emma decidió preguntar por la boda. —Me haré cargo de todo —respondió Alexander. Ya que sería algo pequeño, pensó que no tendría ningún problema en organizarlo. Ariadna, siguió comiendo sin prestarles mucha atención. —¿Qué opinas cariño? —preguntó su madre. —No tengo ningún problema con eso —No pensaba poner su atención en algo que no le traía ninguna ilusión. Ya lo había hecho un
—Ella puede hacerse cargo de ese trabajo —Dijo volviendo al tema principal de aquella reunión, como si en un segundo se hubiera olvidado de lo que estuvo a punto de pasar. Pero en el fondo tenía un lío con el cual lidiaría después, o tal vez no y seguirá ignorando lo que sentía cuando estaba cerca de él. Ambos posaron su mirada en la recién llegada y Nyree no entendió de lo que hablaban. Su amiga tenía la capacidad suficiente para hacerse cargo de la publicidad de la cooperativa. Nyree había dejado de trabajar en marketing solo por alejarse de su ex novio. Eso la llevó a tomar el puesto que tenía en la compañía de los Kelly, pero ahora tendría la oportunidad de volver a trabajar en lo que tanto le gustaba. Ariadna sirvió tres tazas de café mientras discutían la idea. Al inicio Nyree había puesto algunos obstáculos para aceptar. Pero luego bastó con unas palabras de Alexander para convencerla. Quizás debió sentirse resentida con su amiga por aceptar así de rápido con él, pero tambié