Capítulo 4

—¿Alex? —volvió a llamarlo. Él se sentía avergonzado por que ella lo mirara de esa forma.

—Sí. —respondió al fin. Ella estaba deslizando sus dedos entre sus cabellos sin ser consiente de ese gesto, contrario a él que, sí se había dado cuenta de sus caricias y se concentró en el movimiento de sus dedos y eso lo relajó.

Había pensado en no disculparse, al final fue culpa de él por no dejarla ir cuando se lo pidió. Pero el verlo así, tan indefenso, se sintió culpable. Un hombre fuerte siendo derribado de esa forma, de seguro no le haría nada bien a su orgullo.

—Lo siento. —dijo ella. Él no respondió nada. Cuando se sintió mejor intentó levantarse, pero ella lo detuvo.

—¿Seguro que puedes caminar?

—Sí —respondió. Ella le ayudó a levantarse. Se dirigió al baño, lavó su rostro y mojó sus cabellos.

—¿Necesitas que te ayude en algo más? —preguntó por cortesía cuando volvieron a la sala.

Él le sonrió.

—Puedes ayudarme a darme una ducha —respondió.

—Ja, en tus sueños. —al parecer él ya estaba mucho mejor.

—Los sueños que tuve anoche los hice realidad cuando te besé hace un momento.

—Ayer parecías que no matabas ni una mosca ¿Este es tu verdadero yo?

—Anoche estaba preocupado por ti, no soy alguien sin sentimientos. Pero tampoco soy ciego, eres muy bella y no puedo evitar sentirme atraído por ti. Deberías compensarme por esto —dijo señalando sus labios—, me gustaría volver a verte, lo digo en serio —Alex caminó hacia ella.

—No te acerques —Dijo ella.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo?

Quizás debería ser él quien temiera de ella, pero no podía explicar esa atracción que sentía por ella, aun después de lo que le había hecho.

—Claro que no —mintió. Y no era solo de él de quien temía, sino de ella misma, de no ser capaz de resistirse a él y se sentía mal el solo pensar que algo más podría pasar entre ellos, era como si estuviera traicionando a su gran amor.

—No parece. Pero tranquila, no te haré nada. No soy de los que toman a una mujer a la fuerza. Más bien, me gusta verlas disfrutar cada vez que…

—No me interesa —Lo interrumpió ella. Él sonrió. Era posible que él no fuera capaz de eso. Ella había dormido en su cama y él la había respetado. Aria se inclinó para tomar su bolso y su chaqueta que habían quedado tirados en el piso. —Adiós —volvió a despedirse. Caminó hasta la puerta.

—Te volveré a encontrar mi diosa.

—Eso lo dudo. —Dijo luego de girarse hacia él.

—Y cuando lo haga, terminaremos lo que empezamos: Serás mía.

—Jamás —Lo miró sobre su hombro antes de decir—: No vuelvas a cruzarte en mi camino. —Terminó de salir y cerró de un portazo.

—Ese fue el destino, preciosa —Musitó, pero ya estaba solo en medio de la sala.

****

Ariadna detuvo su camioneta frente a la casa de sus padres. Apoyó su cabeza en el asiento y cerró sus ojos. En cuanto saliera de su auto deberá olvidar todo lo de la noche anterior y esta mañana. Alex solo había pasado por su vida como una pequeña ráfaga de viento queriéndola sacar de su zona de confort, eso era todo.

Pues su mente le estaba jugando una mala broma; ya que no había dejado de reproducir como una película el momento en el que se había besado con Alex. Y hablando de olvidarse de todo, era lo menos que estaba haciendo.

El sonido de otro auto la sacó de sus pensamientos. Se bajó de la camioneta para encontrarse con su padre y su esposa bajando del auto.

—Llegaste —Musitó su padre.

—Hola, papá —Se acercó a él para darle un abrazo y un beso. Lo mismo hizo con su madrastra, ella se mostró más expresiva y alegre por su presencia.

—Te esperábamos anoche —Dijo Emma.

—Lo sé, lo siento. Tuve un inconveniente ¿Pero ustedes de donde vienen a esta hora? —Preguntó cambiando de tema.

—Del hospital.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasó? —Ella se mostró preocupada por ambos.

—Tu padre no se sentía bien anoche y…

—No fue nada —intervino su padre— Solo estoy cansado.

—Papá —Ella tomó su mano— Debes cuidar…

—No me digas que debo hacer. Mi hija mayor se va de casa y ni siquiera se toma la molestia…

—¡Brian! —Lo regañó su esposa— No le hables así a nuestra hija. Disculpa a tu padre cariño, él está un poco estresado.

Ariadna sabía que su padre aún estaría resentido con ella por haberse marchado de casa y de la ciudad. Había esperado que pronto se le pasara y la comprendiera, al parecer no ha sido así, aun después de tanto tiempo. Al menos Emma si la entendía y trataba de darle su espacio. Aunque no era su verdadera madre siempre la ha tratado como si lo fuera.

Su padre no dijo nada más.

›› Será mejor que entremos y tengamos un buen desayuno —Propuso Emma, y ambos asintieron. Como siempre ella era la que los mantenía a todos en armonía. Desde que se casó con su padre cuando Ariadna tenía cinco años, Emma ha sido su madre también.

—¿A dónde están los chicos? —Preguntó Ariadna.

—En casa de mi hermana, de ahí se irán a la escuela. —Tenía dos hermanos menores, Liam de quince años y Lillie de once. Ambos eran muy apegados a ella. Sus hermanos eran los únicos con quienes podía sentir un poco de paz en su corazón.

—Supongo que vendrán después de clases. —No los había visto desde hace más de un mes. Eran ellos los que iban a visitarla algunos fines de semanas hasta Cambridge. Y no quería irse sin antes verlos y abrazarlos.

—Por supuesto. Les haré un delicioso almuerzo. —Aria sonrió.

—Gracias, mamá. —A Emma siempre se le hinchaba el pecho de orgullo cada vez que ella la llamaba de esa manera. La primera vez había sido cuando estaban en una actividad en su escuela. Emma había llorado de la emoción por escucharla decirle a sus compañeros que ella era su madre.

—¿De que querías hablar, padre? —Preguntó.

—Será mejor que vayamos hablar a mi despacho —Respondió Brian, pero antes de que Ariadna se colocara de pie, su madre habló.

—Ahora no, Brian necesitas descansar. Hablaran después —Miró a su hija— Cariño, puedes descansar también. Tu habitación está lista.

Si no fuera por la salud de su padre, hubiera insistido en hablar de una vez con él. Pero ellos habían ignorado el tema de porque estaban en el hospital. Algo le decía que no era simplemente estrés por el trabajo.

Ariadna fue hasta su habitación. No había estado ahí desde hace mucho tiempo, pero todo permanecía a como ella lo recordaba. Se dio un baño tomándose su tiempo y luego de colocarse algo cómodo, se recostó en la cama.

*****

Alexander se preparó como todos los días para ir a la oficina, aun después de que su padre le dijera el día anterior que ya no sería parte de su empresa. Si alguien se merecía dirigir la compañía de su familia después de su padre, era él. Y no iba a permitir que nadie lo hiciera a un lado, ni siquiera su propio padre. Si su madre estuviera viva, le diría que no debe darse por vencido. Cuando se trata de lograr algo, ella siempre lo animaba a esforzarte más por alcanzar su meta.

Estaba terminando su desayuno, cuando su amigo Jack, llegó. Parecía como si no hubiera dormido en toda la noche y probablemente así fue.

—Esta ya parece tu casa —Se quejó Jack. Alex sabía que él solo bromeaba.

—Buenos días a ti también. —respondió mientras le servía una taza de café.

—¿Todo bien? —Cuestionó Alexander.

—Nada tan grave y lo mismo de siempre.

—No estoy seguro si entendí tus claves.

—Olvídalo ¿Cómo te fue con la chica? ¿Por qué llamó desde tu teléfono? ¿Qué hacía aun aquí? —Preguntó con curiosidad.

—Esas son muchas preguntas. Pero te lo resumiré porque ya debo ir a la oficina. Durmió aquí y me mordió cuando nos estábamos besando. —Tomó sus llaves y salió de la cocina antes de que su amigo reaccionara.

—¿Qué? ¿Durmió… ¿Se besaron? —Cuestionó Jack, interponiéndose en su camino.

—Y también me mordió, mira —dijo señalando sus labios— Pensé que me desmayaría frente a ella, cuando sentí la sangre y… —Jack empezó a reírse a carcajadas.

—Te parece gracioso ¿Verdad?

—Por supuesto que lo es —respondió sin dejar de reír. Él también se puso a reír. Nunca antes le había pasado algo parecido.

Jack dejó de reírse y se puso serio.

—¿Dijiste que irás a trabajar? Pero tu padre te despidió ayer.

—Lo sé, espero que no lo dijera en serio. Sin embargo, intentaré convencerlo de que soy el indicado para este trabajo. No puede echarme así nada más; soy su hijo.

—No solo puede, sino que ya lo hizo.

—No estás ayudando. Mejor me voy.

—Oye ¿Qué es eso? —cuestionó Jack señalando un objeto en el piso cerca de donde estaba parado Alex.

—¿Qué? —Se inclinó y lo tomó— ¿La cartera de una mujer? ¿Será de Aria?

—Sin duda. No he traído a ninguna mujer recientemente y eso no estaba ahí ayer.

Sin poder con la curiosidad Alex abrió la pequeña cartera. Lo primero que vio fue la identificación. Al leer el nombre completo se quedó en shock.

—¿De quién es? —Su amigo no esperó que respondiera tomó la cartera de sus manos.

—¿Ariadna Kelly Fowler? Ese es el verdadero nombre de Aria. ¿Kelly? ¿Ella es…

—Es ella. —Alex caminó hasta el sofá y se dejó caer— Es la mujer con la que mi padre quiere que me case. La hija de Brian Kelly.

—El señor Kelly, es mi paciente —musitó Jack sin darse cuenta que lo decía en voz alta.

—¿Tú paciente?

—¿Ah? sí, pero no puedo decirte nada más, lo siento amigo. Es confidencial.

—Está bien —De todas formas, podía averiguarlo si quisiera.

—¿Y ahora qué harás con Aria… Ariadna?

—¿A qué te refieres?

—Rechazaste el compromiso. Ahora es muy probable que ella se vaya a casar con algún otro miembro de tu familia.

Alex volvió a colocarse de pie, le arrebató la cartera de las manos antes de caminar de prisa hacia la puerta.

—Espera ¿A dónde vas? —Jack no obtuvo respuesta porque Alex salió de la casa— ¿Y ahora, que bicho le picó?

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