Capítulo 2

En poco más de cinco minutos llegaron a una pequeña casa de madera cerca de la playa. Ariadna observó el lugar, era pequeño, pero muy acogedor y todo estaba perfectamente ordenado. Había fotos por todos lados.

Alex ya estaba en la sala con un botiquín de primeros auxilios. Le entregó el botiquín a su amigo doctor luego de que ayudara a la chica a sentarse y él se quedó a una distancia prudencial. Alex le tenía miedo a la sangre y prefirió no arriesgarse a que su hematofobia se hiciera presente.

—Me llamo Jack Smith —Se presentó el doctor— Voy a revisarte ¿de acuerdo? —Ariadna asintió.

—Y tú, ve cambiarte esa ropa estás todo mojado —Dijo Jack a su amigo— y luego me dejas revisarte ese brazo.

—Estoy bien —dijo Alex, luego desapareció por un pasillo y entró a una habitación.

—Tú amigo no debería conducir, es un peligro. —musitó Ariadna. No le agradaban las personas irresponsables, pero en este caso ella misma lo había sido, debió de haberse detenido en un lugar seguro y esperar a que parara de llover.

—Lo siento, Alex venía un poco distraído. Tuvo un mal día. Que quede claro, no lo estoy excusando.

«Alex» —repitió ella en su mente. Así se llamaba el causante de que ella estuviera ahí.

—Yo también lo siento.

Unos minutos después Alex estaba de regreso, se sentó en el mismo sofá que ella y la observó antes de preguntar:

—¿Cómo está?

—Está bien. Solo fue el susto y este pequeño golpe —Respondió Jack mientras pasaba su pulgar por el borde de la pequeña cortadura. Alex frunció el ceño al ver ese gesto y sintió cierta incomodidad dentro de él, pero se las arregló para no demostrarlo— Te daré un analgésico para el dolor.

—Gracias. —Dijo ella — Creo que será mejor que me vaya.

—No deberías conducir tan pronto.

—Me siento bien, de verdad.

—Al menos espera a que deje de llover —Ariadna lo pensó un momento. Puede que él doctor tenga razón, pero no se sentía muy cómoda con ellos, sobre todo con el chico de ojos celeste y cabello castaño. Su mirada era tan penetrante como si quisiera ver más allá de lo que ella intentaba mostrar.

—Traeré algo para tomar —Dijo Alex.

—Creí que invitarías a la cena —Dijo su amigo.

—Está bien, ordenaré algo —Miró a la chica aún sentada en el sofá— ¿Qué prefieres? ¿Hamburguesas o pizza?

—Por mí no se molesten.

—Para nada es una molestia, además de verdad tengo hambre. Habíamos planeado pasar a comprar algo, venir acá y comer mientras mirábamos el partido de rugby. —explicó Jack.

—Entiendo, en ese caso, pizza estará bien.

—Buena elección —dijo Alex dándole un guiño.

—Yo iré a cambiarme también. —Jack la miró— Estás en tu casa, si este tipo se porta mal contigo, no dudes en decírmelo ¿está bien?

—¿Quién crees que soy? —Se defendió Alex. Jack lo ignoró y se fue dejándolos solos.

—Haré el pedido. —Alexander tomó su teléfono e hizo la llamada; mientras Ariadna seguía observando el lugar.

—Listo. La pizzería está muy cerca, no tardarán en llegar ¿Se te ofrece algo para tomar? —preguntó Alex.

—Un poco más de agua. —Él caminó hacia la cocina y ella lo siguió. Se sentó en la pequeña isla mientras lo miraba servirle un vaso con agua. Luego él se sentó frente ella.

—Por cierto, puedes llamarme Alex —Extendió su mano y esperó que ella la tomara.

—Aria —Dijo ella estrechando su mano. Ariadna optó por no decirle su nombre completo, sino la forma en como su familia y amigos suelen llamarla.

—¿Aria? ¿Ese es un nombre? Suena como parte de una mitología —Ella sonrió por qué él no estaba tan lejos de la verdad— Me gusta —Musitó él mirándola directamente a sus ojos y por unos segundos se perdió en su mirada.

—¿Ustedes son hermanos? —preguntó rompiendo el hechizo e ignorando el comentario sobre su nombre.

—Amigos.

—¿Y viven juntos, aquí?

—No. Yo vivo en Pyes Pa, con mi padre y hermano.

—¿Y tu madre? —Él la miró y guardó silencio— Lo siento, no quise hacer tantas preguntas.

—No te preocupes. Mi madre murió hace un tiempo.

—Lo lamento mucho.

—¿Y tú?

—¿Yo que?

—¿Tienes Padres? ¿hermanos?

—Sí, padres y dos hermanos adolecentes.

—Oh, eso debe ser muy divertido.

—Lo es, aunque para la edad que tienen, diría que son muy maduros.

—¿Aún no pones el partido? Ya está por comenzar — dijo Jack apareciendo y caminando hacia la sala. Tomó el control del televisor.

El sonido de una motocicleta les dijo que su pizza había llegado. Alex se levantó en seguida y fue a abrir la puerta.

— ¿Vamos? —preguntó él. Ella asintió. Le dio una mano para ayudarla a bajar de la silla. Sintió una corriente recorrer por su mano y lo soltó de inmediato.

Jack, ya estaba muy cómodo en el sofá individual, por lo que ella no tuvo más opción que sentarse en el sofá largo y Alex junto a ella. Luego de acomodar la caja y los refrescos le ofreció uno a ella y la invitó a tomar un trozo de pizza.

Durante los siguientes minutos se encontró observando el partido de un deporte del cual entendía muy poco. Lo que había aprendido había sido gracias a su hermano menor.

Alex y Jack hacían sus propios comentarios como si fueran unos profesionales en el tema. Ella solo se limitó a observarlos.

Unos minutos después un teléfono celular empezó a sonar. Jack frunció el ceño al ver que era el de él. Su turno en el hospital había terminado hace un par de horas. Pero tenía un paciente muy especial y su salud era un poco delicada.

—Debo irme —Anunció colocándose de pie.

—¿Pasó algo? —Preguntó Alex imitándolo.

—Un paciente —Fue lo único que explicó— Lo siento, pero tendré que dejarlos.

—Está bien, no te preocupes.

—Tu… —Dijo mirándola.

—Aria.

—Aria, fue un gusto conocerte y cuídate mucho. —Él extendió su mano y ella la tomó.

—Igualmente y gracias por todo —Dijo con sinceridad.

—Si es necesario llévala a su casa. No quiero darme cuenta que algo malo le pasó a mi paciente. —los tres sonrieron.

—No se preocupe doctor —bromeó Alex.

Ambos se quedaron mirándolo hasta que desapareció por la puerta. Él parecía ser una buena persona que amaba su profesión. Si no fuera porque nunca más lo volvería a ver, creería que tal vez, solo tal vez podrían haber sido amigos.

—Si no quieres ver el partido podemos ver otra cosa —Propuso él.

—No, está bien así.

—¿Segura? No quiero que te sientas aburrida —No dejó que respondiera—Mejor pondré una película— Ella no dijo nada porque la verdad, le daba igual.

Pero no pasó mucho tiempo para que ambos estuvieran riendo con lo comentarios y las escenas divertidas. La película estaba terminando cuando Aria se quedó dormida, dejándose vencer por el cansancio y el efecto de los analgésicos que había tomado antes.

—¿Aria? —La llamó Alex, pero no obtuvo ninguna respuesta.

Cuando despertó ya había amanecido, pero eso no la sorprendió tanto como el hecho de que se encontraba en una habitación desconocida. La cama no era tan grande, tenía una ventana a su derecha y entraba mucha luz a través de ella. Su mente se aclaró en ese momento y recordó todo lo sucedido la noche anterior. Se había quedado dormida y nunca llegó a casa de su padre.

Se sentó rápidamente y un ligero dolor de cabeza la azotó. Miró su cuerpo, al menos tenía la ropa en su lugar. Se colocó los zapatos y tomó su chaqueta de cuero y su bolso antes de salir de la habitación. Caminó en silencio hasta llegar a la sala, ahí encontró a Alex dormido en el sofá. Lo primero en lo que pensó fue en que esa sería la oportunidad para salir de ahí y escapar.

«Eso sería muy descortés de tu parte» —Le dijo su subconsciente; y tenía razón, estaba pensando en escapar como si fuera una ladrona.

Observó una libreta en una mesita y decidió dejarle una nota. Aún estaba escribiendo cuando su voz la sorprendió.

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