En poco más de cinco minutos llegaron a una pequeña casa de madera cerca de la playa. Ariadna observó el lugar, era pequeño, pero muy acogedor y todo estaba perfectamente ordenado. Había fotos por todos lados.
Alex ya estaba en la sala con un botiquín de primeros auxilios. Le entregó el botiquín a su amigo doctor luego de que ayudara a la chica a sentarse y él se quedó a una distancia prudencial. Alex le tenía miedo a la sangre y prefirió no arriesgarse a que su hematofobia se hiciera presente.
—Me llamo Jack Smith —Se presentó el doctor— Voy a revisarte ¿de acuerdo? —Ariadna asintió.
—Y tú, ve cambiarte esa ropa estás todo mojado —Dijo Jack a su amigo— y luego me dejas revisarte ese brazo.
—Estoy bien —dijo Alex, luego desapareció por un pasillo y entró a una habitación.
—Tú amigo no debería conducir, es un peligro. —musitó Ariadna. No le agradaban las personas irresponsables, pero en este caso ella misma lo había sido, debió de haberse detenido en un lugar seguro y esperar a que parara de llover.
—Lo siento, Alex venía un poco distraído. Tuvo un mal día. Que quede claro, no lo estoy excusando.
«Alex» —repitió ella en su mente. Así se llamaba el causante de que ella estuviera ahí.
—Yo también lo siento.
Unos minutos después Alex estaba de regreso, se sentó en el mismo sofá que ella y la observó antes de preguntar:
—¿Cómo está?
—Está bien. Solo fue el susto y este pequeño golpe —Respondió Jack mientras pasaba su pulgar por el borde de la pequeña cortadura. Alex frunció el ceño al ver ese gesto y sintió cierta incomodidad dentro de él, pero se las arregló para no demostrarlo— Te daré un analgésico para el dolor.
—Gracias. —Dijo ella — Creo que será mejor que me vaya.
—No deberías conducir tan pronto.
—Me siento bien, de verdad.
—Al menos espera a que deje de llover —Ariadna lo pensó un momento. Puede que él doctor tenga razón, pero no se sentía muy cómoda con ellos, sobre todo con el chico de ojos celeste y cabello castaño. Su mirada era tan penetrante como si quisiera ver más allá de lo que ella intentaba mostrar.
—Traeré algo para tomar —Dijo Alex.
—Creí que invitarías a la cena —Dijo su amigo.
—Está bien, ordenaré algo —Miró a la chica aún sentada en el sofá— ¿Qué prefieres? ¿Hamburguesas o pizza?
—Por mí no se molesten.
—Para nada es una molestia, además de verdad tengo hambre. Habíamos planeado pasar a comprar algo, venir acá y comer mientras mirábamos el partido de rugby. —explicó Jack.
—Entiendo, en ese caso, pizza estará bien.
—Buena elección —dijo Alex dándole un guiño.
—Yo iré a cambiarme también. —Jack la miró— Estás en tu casa, si este tipo se porta mal contigo, no dudes en decírmelo ¿está bien?
—¿Quién crees que soy? —Se defendió Alex. Jack lo ignoró y se fue dejándolos solos.
—Haré el pedido. —Alexander tomó su teléfono e hizo la llamada; mientras Ariadna seguía observando el lugar.
—Listo. La pizzería está muy cerca, no tardarán en llegar ¿Se te ofrece algo para tomar? —preguntó Alex.
—Un poco más de agua. —Él caminó hacia la cocina y ella lo siguió. Se sentó en la pequeña isla mientras lo miraba servirle un vaso con agua. Luego él se sentó frente ella.
—Por cierto, puedes llamarme Alex —Extendió su mano y esperó que ella la tomara.
—Aria —Dijo ella estrechando su mano. Ariadna optó por no decirle su nombre completo, sino la forma en como su familia y amigos suelen llamarla.
—¿Aria? ¿Ese es un nombre? Suena como parte de una mitología —Ella sonrió por qué él no estaba tan lejos de la verdad— Me gusta —Musitó él mirándola directamente a sus ojos y por unos segundos se perdió en su mirada.
—¿Ustedes son hermanos? —preguntó rompiendo el hechizo e ignorando el comentario sobre su nombre.
—Amigos.
—¿Y viven juntos, aquí?
—No. Yo vivo en Pyes Pa, con mi padre y hermano.
—¿Y tu madre? —Él la miró y guardó silencio— Lo siento, no quise hacer tantas preguntas.
—No te preocupes. Mi madre murió hace un tiempo.
—Lo lamento mucho.
—¿Y tú?
—¿Yo que?
—¿Tienes Padres? ¿hermanos?
—Sí, padres y dos hermanos adolecentes.
—Oh, eso debe ser muy divertido.
—Lo es, aunque para la edad que tienen, diría que son muy maduros.
—¿Aún no pones el partido? Ya está por comenzar — dijo Jack apareciendo y caminando hacia la sala. Tomó el control del televisor.
El sonido de una motocicleta les dijo que su pizza había llegado. Alex se levantó en seguida y fue a abrir la puerta.
— ¿Vamos? —preguntó él. Ella asintió. Le dio una mano para ayudarla a bajar de la silla. Sintió una corriente recorrer por su mano y lo soltó de inmediato.
Jack, ya estaba muy cómodo en el sofá individual, por lo que ella no tuvo más opción que sentarse en el sofá largo y Alex junto a ella. Luego de acomodar la caja y los refrescos le ofreció uno a ella y la invitó a tomar un trozo de pizza.
Durante los siguientes minutos se encontró observando el partido de un deporte del cual entendía muy poco. Lo que había aprendido había sido gracias a su hermano menor.
Alex y Jack hacían sus propios comentarios como si fueran unos profesionales en el tema. Ella solo se limitó a observarlos.
Unos minutos después un teléfono celular empezó a sonar. Jack frunció el ceño al ver que era el de él. Su turno en el hospital había terminado hace un par de horas. Pero tenía un paciente muy especial y su salud era un poco delicada.
—Debo irme —Anunció colocándose de pie.
—¿Pasó algo? —Preguntó Alex imitándolo.
—Un paciente —Fue lo único que explicó— Lo siento, pero tendré que dejarlos.
—Está bien, no te preocupes.
—Tu… —Dijo mirándola.
—Aria.
—Aria, fue un gusto conocerte y cuídate mucho. —Él extendió su mano y ella la tomó.
—Igualmente y gracias por todo —Dijo con sinceridad.
—Si es necesario llévala a su casa. No quiero darme cuenta que algo malo le pasó a mi paciente. —los tres sonrieron.
—No se preocupe doctor —bromeó Alex.
Ambos se quedaron mirándolo hasta que desapareció por la puerta. Él parecía ser una buena persona que amaba su profesión. Si no fuera porque nunca más lo volvería a ver, creería que tal vez, solo tal vez podrían haber sido amigos.
—Si no quieres ver el partido podemos ver otra cosa —Propuso él.
—No, está bien así.
—¿Segura? No quiero que te sientas aburrida —No dejó que respondiera—Mejor pondré una película— Ella no dijo nada porque la verdad, le daba igual.
Pero no pasó mucho tiempo para que ambos estuvieran riendo con lo comentarios y las escenas divertidas. La película estaba terminando cuando Aria se quedó dormida, dejándose vencer por el cansancio y el efecto de los analgésicos que había tomado antes.
—¿Aria? —La llamó Alex, pero no obtuvo ninguna respuesta.
Cuando despertó ya había amanecido, pero eso no la sorprendió tanto como el hecho de que se encontraba en una habitación desconocida. La cama no era tan grande, tenía una ventana a su derecha y entraba mucha luz a través de ella. Su mente se aclaró en ese momento y recordó todo lo sucedido la noche anterior. Se había quedado dormida y nunca llegó a casa de su padre.
Se sentó rápidamente y un ligero dolor de cabeza la azotó. Miró su cuerpo, al menos tenía la ropa en su lugar. Se colocó los zapatos y tomó su chaqueta de cuero y su bolso antes de salir de la habitación. Caminó en silencio hasta llegar a la sala, ahí encontró a Alex dormido en el sofá. Lo primero en lo que pensó fue en que esa sería la oportunidad para salir de ahí y escapar.
«Eso sería muy descortés de tu parte» —Le dijo su subconsciente; y tenía razón, estaba pensando en escapar como si fuera una ladrona.
Observó una libreta en una mesita y decidió dejarle una nota. Aún estaba escribiendo cuando su voz la sorprendió.
—¿Pensabas irte sin despedirte? —Levantó su mirada y se encontró con la de él. Tenía un brazo doblado por debajo de su cabeza y el otro descansaba sobre su abdomen. Le gustaba como se miraba con su cabello todo desarreglado y…›› ¿Aria? —La llamó él al ver que ella no respondía, se había quedado observándolo como una boba y eso activó sus alarmas. ¿Qué carajos le estaba pasando? Nunca se había quedado tan deslumbrada al ver a alguien así de atractivo, ni siquiera cuando era una adolecente.—Lo… lo siento —Se aclaró la garganta antes de continuar—, no quería despertarte.—Entiendo —respondió él mientras se levantaba—, anoche me pasó lo mismo contigo, te mirabas tan cansada que me dio mucha pena despertarte. —Y no fue solo eso, si esa era la forma de pasar más tiempo con ella, no la iba a despertar. Se quedó observándola por un tiempo antes de llevarla en sus brazos y dejarla en la habitación donde él dormía cada vez que se quedaba en casa de Jack.—Pero debiste hacerlo —dijo ella y est
—¿Alex? —volvió a llamarlo. Él se sentía avergonzado por que ella lo mirara de esa forma.—Sí. —respondió al fin. Ella estaba deslizando sus dedos entre sus cabellos sin ser consiente de ese gesto, contrario a él que, sí se había dado cuenta de sus caricias y se concentró en el movimiento de sus dedos y eso lo relajó.Había pensado en no disculparse, al final fue culpa de él por no dejarla ir cuando se lo pidió. Pero el verlo así, tan indefenso, se sintió culpable. Un hombre fuerte siendo derribado de esa forma, de seguro no le haría nada bien a su orgullo.—Lo siento. —dijo ella. Él no respondió nada. Cuando se sintió mejor intentó levantarse, pero ella lo detuvo.—¿Seguro que puedes caminar?—Sí —respondió. Ella le ayudó a levantarse. Se dirigió al baño, lavó su rostro y mojó sus cabellos.—¿Necesitas que te ayude en algo más? —preguntó por cortesía cuando volvieron a la sala.Él le sonrió.—Puedes ayudarme a darme una ducha —respondió.—Ja, en tus sueños. —al parecer él ya estaba m
Alexander condujo poco más de veinte minutos desde Mount Maunganui hasta Pyes Pa. —Buenos días, señor —Lo saludó el guarda de seguridad en la entrada principal de la compañía de su familia. Alexander contestó con la misma cortesía— Lo siento mucho señor, su padre dio órdenes de no dejarlo entrar. —¿Qué? —Disculpe señor Alexander. Solo cumplo las ordenes de su padre. —No puedo creerlo —Aquello debía ser una broma. A la distancia Alexander miró a su hermano bajar de su auto e ingresar al edificio. Mientras él seguía en el portón principal discutiendo con los de seguridad. Tomó su teléfono y marcó el número de padre, su padre no le respondió, era de esperarse. Se hizo a un lado y estacionó cerca de la entrada. Era una suerte que aún hubiera personal ingresando a esa hora de la mañana. Esperó a que las puertas se abrieran mientras simulaba que hablaba por teléfono. Un auto estaba ingresando y no lo pensó dos veces, Alex aprovechó para entrar corriendo antes de que las puertas se cer
Ariadna había pasado una tarde agradable junto a sus hermanos. Ahora estaba en el despacho de Brian. Conocía a su padre y sabía cuándo algo le preocupaba.—¿Papá, que sucede? —Preguntó. Algo le decía que ese día no terminaría bien.—He tomado la decisión de casarte —Respondió así de la nada. Tenía muchas cosas en mente que decirle a su hija, pero en el último segundo optó por ir al grano. Ya había hablado muchas veces con ella sobre dejar ir el pasado y continuar con su vida. Ella aún era muy joven, con un gran futuro, pero parecía como si estuviera muerta en vida, su luz se había apagado y eso le partía el corazón.—¿De qué está hablando?—El mes que viene, te casaras con el hijo de Robert Green —Hace apenas media hora había recibido la llamada de Robert, confirmándole que su hijo había aceptado el compromiso.Ambos padres por razones diferentes querían que sus hijos formaran una familia.—Eso no explica nada —Ariadna se colocó de pie— Esto es una broma ¿Verdad?—No bromearía de esta
Al entrar a la casa, el alivio en el rostro de Emma al verla, la recibió. Sabía que estaría preocupada por ella. Después de salir del hospital en aquella ocasión, sus padres no querían perderla de vista, ellos temían que ella sucumbiera al dolor e intentara quitarse la vida. No lo iba a negar, lo pensó. Quería también acabar con su sufrimiento, pero ella era la culpable y lo justo era que sufriera.Logró convencer a sus padres que no intentaría ninguna locura.—¿Cariño, estás bien? —Preguntó Emma.—Mamá, no te preocupes. Solo fui a caminar y aproveché para comprar algunas cosas que necesito —Dijo levantando unas bolsas que sostenía en sus manos—¿Dónde está papá?—Ayudando a tú hermano con su tarea —Ariadna sonrío. No importaba cuanto trabajo tuviera o que tan cansado estaba su padre, él siempre dedicaba tiempo a sus hijos— ¿Te sirvo la cena?—Iré a mi habitación primero a darme un baño —Se dio un baño rápido y luego de colocarse algo cómodo, bajó al primer piso. Su madre le sirvió una
Brian y Ariadna entraron a otra oficina un poco más grande.—El joven Alexander aceptó tus términos —Dijo su padre.—¿Tan rápido? —Ella pensó que él lo iba a pensar más tiempo antes de firmar o que refutaría alguna de sus condiciones— Al parecer les urge poner sus manos en nuestra producción —dijo, no había otra explicación.—Aunque este matrimonio sea de esta forma, lo han tomado con mucha seriedad. Para Robert, este negocio es importante, pero también lo es el que su hijo forme una familia.—No me digas. Por eso ambos se pusieron de acuerdo.—Así es. Tenemos nuestros motivos para ver a nuestros hijos casados. Además, no podemos negar qué, si logramos colocarnos en el mercado de Europa tendremos grandes beneficios económicos, prestigio y podremos aportar a la economía de nuestro país cuando esta cooperativa crezca más.—Eso es muy ambicioso.—Puede ser, pero no es solo eso hija, y lo sabes. El precio con el que nos pagan en este continente no es el justo para la calidad de nuestra fr
Llegó a las escaleras y empezó a descender. Emma se había adelantado. En medio de la sala la figura de tres hombres la recibió, uno era su padre y el que estaba a su lado tenía más o menos la de edad de él, eso significaba que el joven que estaba de espalda era Alexander Green. Detuvo sus pasos a falta de un escalón porque creyó saber de quien se trataba, pero lo descartarlo de inmediato, eso no podía ser.Esperó a que su padre la mirara, porque la valentía que tenía se le había esfumado en cuanto pensó en la posibilidad de que fueran la misma persona.—Hija —Dijo al fin su papá— Ven —su padre extendió su mano hacia ella.En ese momento Alexander se dio la vuelta y descubrió que no se había equivocado, era él, Alex, el hombre que había conocido hace unos días y con el que se había besado. Las imágenes con las que había luchado para borrar de su memoria volvieron con más ímpetu.Su padre caminó hasta ella para tomar su mano y llevarla hasta el centro de la sala. Ninguno de los dos podí
En cuanto entraron al comedor, todas las miradas se posaron en ellos. —¿Todo bien? —preguntó Robert. Alexander no respondió dándole la oportunidad de que ella lo hiciera. Ariadna asintió antes de ir a su lugar para sentarse. Alexander la siguió y corrió el asiento para ella, luego tomó lugar a su lado. Él aprovechó el silencio para disculparse con los padres de ella por lo que había dicho, estaba claro que no fue para nada educado menos caballeroso de su parte, pero lo había dicho en un momento desesperado para que ella no intentara escapar de él. Los siguientes minutos no se habló de mucho, hasta que Emma decidió preguntar por la boda. —Me haré cargo de todo —respondió Alexander. Ya que sería algo pequeño, pensó que no tendría ningún problema en organizarlo. Ariadna, siguió comiendo sin prestarles mucha atención. —¿Qué opinas cariño? —preguntó su madre. —No tengo ningún problema con eso —No pensaba poner su atención en algo que no le traía ninguna ilusión. Ya lo había hecho un