Capítulo 28.

La tarde ya había caído y el sol comenzaba a hundirse en el Hudson cuando todos los que estaban reunidos en la sala de juntas iban concluyendo con sus asignaciones.

Hacia dos días que Lara Akerman había estado en la oficina con todo el esplendor de su dorada belleza para firmar los papeles del divorcio y luego había vuelto a Reino Unido en el más absoluto sigilo, tal y como había llegado. Porque al final la rubia socialité se había comportado de manera muy civilizada en la disolución de su matrimonio, y Emma tenía que darle crédito por eso. No tendría que lidiar con ella durante algún tiempo.

Bradley Suter, por otra parte, era alguien con quien sí debía tratar. La sangre le había bombeado con furia en las venas durante todo el día, sus nervios estaban a flor de piel y una sensación de excitación se le clavaba en el vientre como afiladas garras.

Habían trabajado uno al lado de la otra en el análisis del cierre de mes y las proyecciones para el siguiente, pero Emma hubiera querido n
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