Dios mío. ESTUVE ESPERANDO POR ESTE MOMENTO TANTO TIEMPO. AH. Lo siento... es que la historia de estos dos apenas empieza ;)
Narrador. —Ven, entra, corazón. Es lo menos que puedes hacer por mí después de salvar tu vida... Las palabras de Diego hacen molestar a Fabiola. «¿Siempre tiene que decir algo que lo arruine todo verdad?», piensa. Sacude la cabeza y lo mira fijamente. —O sea que me salvaste solo porque sabías que tendrías oportunidad de cobrar un favor más tarde, ¿no? —¿Un favor? —Diego gime de nuevo sintiendo la presión en su miembro aumentar. Está hirviendo como un demonio por dentro y hacer esto frente a ella solo aumenta su placer—. Cariño, no te estoy pidiendo un favor. Solo te estoy dando un empujoncito. —Se ríe—. Tú quieres estar aquí mojadita conmigo, dulzura... —Su mirada llena de lujuria recorre todo el cuerpo inmóvil de la pelinegra mientras aumenta su pajeo—. Por eso esos preciosos senos están así de listos para mí. Y puedo apostar, a que si cierro esta regadera, y me dejas tocar ese clítoris tuyo, no nos hará falta más agua... Cuando el piloto ve los ojos dilatados de Fabiol
Narra Fabiola. Se me detiene el corazón unos segundos al escuchar las palabras de Diego. ¿QUE DANILO QUÉ? Me acerco al ojimiel, sintiendo cómo el deseo, el éxtasis y la locura que siento por él, se desvanece en instantes. —¿Cómo carajos te atreves a decirme algo así? —le grito, sintiendo mi cabeza estallar, y lo empujo con fuerza—. ¿Crees que haciéndome creer algo como eso voy a correr a tus brazos? ¡Eres un idiota! Esto está mal. Todo está mal. Comienzo a buscar mi ropa de forma desesperada mientras él camina de un lado a otro, sin saber qué tontería decir. Jamás pensé que podría caer tan bajo para intentar convencerme de seguir. Soy una estúpida. Me dejé llevar por el deseo que siento por él y esto estuvo a punto de convertirse en algo sin reversa de no haber sido por el recuerdo de Danilo; mi dulce Danilo, profesando su amor hacia mí y este anillo de compromiso. Me hice una promesa de Jamás faltarle. Me hice una promesa de no caer en Diego. Y me siento la peor basura del mu
Maldigo una y otra vez mientras salgo de la habitación con estrellas doradas y entro a mi habitación para darme una ducha. Mientras el agua cae en mi cuerpo no dejo de pensar en las traviesas manos de mi amante. La forma en que ella juega conmigo me ha vuelto loco una vez más. Supe desde el momento en que la vi entrando a mi oficina, que volvería a caer por ella sin poder evitarlo. —Hijo, dios te bendiga, ¿cómo te sientes? —me saluda mamá en la cocina, ofreciéndome una taza de café, la cual tomo. —Uhmm, bien —miento. La culpa que siento por traicionar a Fabiola de esta manera cuando estuve siéndole fiel hasta cierto punto, tampoco me ha dejado dormir. —Me alegra —suspira, revolviendo su café—. Yo no pude dormir. La discusión con tu hermana ayer me tiene preocupada —expresa, y toma mi mano—. Dime, hijo, ¿qué vamos a hacer si Giselle le dice la verdad a Fabiola? ¡Algo terrible puede pasar! Sacudo la cabeza, preocupado también. Porque resulta que ayer, cuando mi madre enfrentó a G
Narra Fabiola. En el momento en que Diego se despertó, yo me encontraba duchada y comida, frente a su cama, sentada en la silla, pensando en la forma correcta de reclamarle el haberme mentido con tanta malicia. Su mentira solo me hacía pensar que era un idiota manipulador y posesivo que no podía soportar que mi amor y compromiso estuviera con su hermano y no con él, como su orgullo de hombre deseaba que fuera. —¿Estás bien? —me preguntó recostando su espalda de la cama, frotándose los ojos—. Gracias por cuidar de mí, sentí que iba a morir... —Habría preferido... —murmuré en baja voz, llena de molestia. Diego se echó a reír. —Auchs. —Se llevó una mano al pecho fingiendo estar dolido—. De haberme querido muerto no te habrías preocupado tanto. —Ya te dije —murmuré mirándolo fijamente, sintiendo irritación. Mi molestia era tan elevada que, por un momento, temí que en lugar de estar caliente por eso, estuviera prendida en fiebre de nuevo. Lo cual era fatal porque eso implica
Narrador. Tras despedirse de las personas encargadas de la cabaña y agradecer toda su atención y cuidado, Fabiola y Diego son llevados al terminal. Toda la ruta en un silencio sepulcral, en donde a veces las lágrimas traicioneras de la pelinegra son las protagonistas. —¿Quieres que vayamos a la capital en un avión o nos vamos por carretera? —le cuestiona Diego, preocupado por el estado de ánimo de la mujer. Se siente mal por ella; furia e impotencia por todo el dolor que le ha causado su estúpido hermano. Y le duele aún más saber que en algún momento, él mismo le rompió el corazón de esta manera, y aún peor, porque fue la primera vez para ella. Diego quisiera hacer todo lo posible para no verla sufrir nunca más. Sin embargo, ha tomado la decisión de que, si ella se lo pide, él se alejará. Pues no quiere ser la causa de sus molestias, no quiere que su relación se base en los sentimientos del pasado, y que no puedan estar más de doce horas en sana paz. Fabiola sube la mirada, limpiá
Narrador.Pues si hay algo que Fabiola quiere hacer, es olvidar por un momento la herida en su corazón, ¿y qué mejor que un paseo en avioneta? Juntos se dirigen al aeropuerto de la ciudad. Y una vez allí, Diego no se tarda en charlar con uno de sus viejos amigos del curso, Andrés, el cual además de guardar sus pertenencias, no se niega a cederle su avioneta una hora.Diego se coloca el equipo de seguridad una vez que está dentro de la pequeña avioneta, y con una sonrisa ayuda a la pelinegra a hacerlo también.—Gracias —expresa ella, y Diego sabe que no lo ha dicho solo por ayudarla a ponerse el equipo.El entusiasmo del piloto se eleva cuando su amigo le da señales desde la pista para que avance. Y en cuestión de segundos se encuentran en los aires.Fabiola observa cómo cada que suben más, las casas, los edificios y todo se vuelve más pequeño, y quisiera que eso mismo pueda hacer su corazón. Tener la capacidad de alejar y hacer pequeño este dolor que siente.Le duele saber que Danilo
Narra Danilo. Intento marcar una vez más el número de mi hermana Giselle pero me envía directamente al buzón. Mis nervios se han disparado y solo he podido tomar café desde este medio día, cuando un par de horas después de mi hermana irse, le escribió un mensaje a papá. “Papá, estoy perdida, y creo que me están siguiendo”. Mi padre llegó a casa cuando yo me encontraba aturdido ante la idea de perder para siempre a Fabiola, y después de preguntarnos si Giselle había llegado a casa, nos mostró el mensaje. Mi madre y yo mentimos al decir que ella no había llegado; pero el mensaje era claro. Ella estaba en peligro. Y no puedo sentirme más culpable de lo que me siento, por no haber hecho algo para detener que mi madre la corriera. De haber hecho algo ella estaría en su habitación sin dirigirme la palabra, pero a salvo. No he dejado de recordar todo de ella; desde que era una pequeña bravucona y algo rebelde; su insistencia en querer peinarme y hacerme moños en el cabello como
Narra Giselle.En cuanto escuchamos la puerta de la casa abrirse, veo a Diego y mamá dirigirse a la sala.Papá me abraza una vez más y luego comienza a revolver la mezcla de pancakes para mí; ya que lo primero que me preguntó fue si ya he cenado algo.Suspiro al ver a mi padre cocinando. Me fui de casa sin pensar en mi padre y verlo ahora y pensar lo muy preocupado que estaría por mí, me parte el corazón. Rubén, es el mejor padre del mundo. Un ser humano que siempre está dispuesto a ayudar a los demás. Un hombre que pecó por amar a la mujer incorrecta. Y no lo digo solo porque mi madre fue esposa de mi tío Roberto primero, sino porque, después de todos estos años, ella no ha sabido apreciar al buen hombre que la eligió por encima de su hermano.Siempre he sabido que la relación de mis padres no es como los cuentos de hadas. No es un secreto para nadie que mi madre es bastante caprichosa, nada humilde y obsesionada con las compras, mientras que mi padre es un hombre trabajador, con en