Narra Danilo. Intento marcar una vez más el número de mi hermana Giselle pero me envía directamente al buzón. Mis nervios se han disparado y solo he podido tomar café desde este medio día, cuando un par de horas después de mi hermana irse, le escribió un mensaje a papá. “Papá, estoy perdida, y creo que me están siguiendo”. Mi padre llegó a casa cuando yo me encontraba aturdido ante la idea de perder para siempre a Fabiola, y después de preguntarnos si Giselle había llegado a casa, nos mostró el mensaje. Mi madre y yo mentimos al decir que ella no había llegado; pero el mensaje era claro. Ella estaba en peligro. Y no puedo sentirme más culpable de lo que me siento, por no haber hecho algo para detener que mi madre la corriera. De haber hecho algo ella estaría en su habitación sin dirigirme la palabra, pero a salvo. No he dejado de recordar todo de ella; desde que era una pequeña bravucona y algo rebelde; su insistencia en querer peinarme y hacerme moños en el cabello como
Narra Giselle.En cuanto escuchamos la puerta de la casa abrirse, veo a Diego y mamá dirigirse a la sala.Papá me abraza una vez más y luego comienza a revolver la mezcla de pancakes para mí; ya que lo primero que me preguntó fue si ya he cenado algo.Suspiro al ver a mi padre cocinando. Me fui de casa sin pensar en mi padre y verlo ahora y pensar lo muy preocupado que estaría por mí, me parte el corazón. Rubén, es el mejor padre del mundo. Un ser humano que siempre está dispuesto a ayudar a los demás. Un hombre que pecó por amar a la mujer incorrecta. Y no lo digo solo porque mi madre fue esposa de mi tío Roberto primero, sino porque, después de todos estos años, ella no ha sabido apreciar al buen hombre que la eligió por encima de su hermano.Siempre he sabido que la relación de mis padres no es como los cuentos de hadas. No es un secreto para nadie que mi madre es bastante caprichosa, nada humilde y obsesionada con las compras, mientras que mi padre es un hombre trabajador, con en
Narra Danilo. —Detente —me pide Fabiola, cuando nos encontramos a unas cuadras del vecindario de la casa de mis padres. Respiro profundo mientras suelto el volante una vez que apago el auto. La noche es más oscura de lo normal y la brisa que entra por las ventanas solo agregan más tensión a este terrorífico momento. Tengo miedo de perderla. Mi corazón late lleno de ansias porque, si no logro convencerla de perdonarme, no sólo perderé a la futura madre mis hijos, sino que mi familia se verá destruida cuando el señor Luis sin dudar nos exponga y quite nuestra casa. La razón por la que jamás acudimos a mi padre para solucionar los problemas, es porque él siempre ha sido muy cauteloso con sus acciones cuando se trata de dinero. No es un hombre derrochador ni mucho menos uno que se meta en problemas financieros. Así que hablarle de los problemas de mamá y todo lo que eso envolvía, significaba el fin de su relación. Me giro para detallar a mi prometida. Tiene el cabello envuelto en una
Narra Fabiola. Cuatro días después de mi torbellino de emociones, me encuentro en casa de Aitana tomando té, contándole todo lo que sucedió; desde mi momento íntimo con Diego, la verdad de Danilo, y, finalmente mi ruptura con él y nuestro compromiso. —Es él —comento a mi amiga cuando ella da un vistazo al teléfono que vibra sobre la mesa de mármol. Danilo no ha parado de buscarme y llamarme queriendo arreglar las cosas. El día siguiente a nuestro encuentro en el auto le dije que por favor tomara mi decisión en serio, que no había vuelta atrás; sin embargo, él se rehúsa. Anteayer duró todo el día en su auto fuera de mi casa, y aunque mi padre, al enterarse de nuestra ruptura y las razones superficiales, le pidió que se fuera, él no lo hizo; solo se tomaba "descansos" y volvía en cuestión de minutos mientras me llamaba. Luego llegó el anochecer y se tuvo que marchar al entender que no saldría a hablar con él. Ayer, mi padre me llevó para un trabajo a domicilio, y cuando salí de la c
Narra Fabiola. —Dios mío, Fabiola, no puedo creer lo que veo. ¡Lo siento mucho! Te juro que no sabía que ellas estarían aquí y... ¡Dios mío! —Aitana toma mi mano y la aprieta haciendo que mis ojos vidriosos se posen en ella—. Vámonos. No tienes que estar aquí, además, no es tan importante. Limpio la lágrima traicionera que corre por mi mejilla y trato de sonreírle a mi amiga quien luce demasiado culpable y apenada. Ver a Diego aquí besando a Sheila me ha dejado sin aliento unos segundos, y luego, el corazón bombeando dolorido. Nuestro último beso pasa por mi mente una y otra vez, con su rostro seductor, guapo y enamorado de mí. Él no está enamorado de mí. Un hombre enamorado no besa a otra como él lo acaba de hacer. Siento todo el malestar en mi pecho. Como si mi caja torácica se cerrara lentamente dejando a mi pobre corazón sin espacio para respirar. Me limpio cada lágrima que sale, y cuando me doy cuenta, solo estoy siendo arrastrada por Aitana por toda la sala para irnos.
Narra Diego. Tener contacto con su piel mientras su mirada me demuestra que no le soy indiferente, me debilita aún más. El alcohol en mi sistema comenzó a hacer efecto desde el momento en que la vi hablarle de esa forma a Brianna, demostrando la rabia interna hacia la morena por haber estado con el idiota de Danilo. Su dolor por ello me hace sentir tan mal, porque si le duele tanto lo que estuvo haciendo mi hermano, ¿cómo es que pudo dormir con él esa noche y continuar con el matrimonio como si nada? Las preguntas me daban vueltas en la cabeza mientras la veía bailar con un sujeto desconocido. ¿Tanto lo ama como para perdonarlo a él y no a mí?, ¿por qué él y no yo?, ¿acaso no le he demostrado que la amo? Estos últimos días he estado en un estado de descontrol total, asistiendo a fiestas en las que no soy invitado solo para beber gratis, dejarme tocar y besar por mujeres que en cierto grado de embriaguez he podido confundirlas con mi pelinegra favorita. Sin embargo, cada que ha ll
Narra Fabiola. Me sentí completamente orillada, abrumada, tras la propuesta de Diego. Sin embargo, no era como estar orillada a un precipicio con fondo infinito, era más bien como estar orillada a caer en una caja llena de emociones desconocidas. Desconocidas porque, era consciente de que mis sentimientos por Danilo no habían desaparecido, y los de Diego estaban ahí, latentes; y no podía imaginar cómo podría sentirme ante ese choque de emociones si tan solo le dijera que sí a Diego. ¿Acaso no sería irresponsable con mi propio corazón? Estaría intentando reemplazar mis sentimientos respecto a Danilo con la presencia y encantos de Diego. Aunque era evidente para mi corazón, sentimientos y sistema nervioso, que el piloto nunca había dejado de ser mi otra mitad. Estaba segura. No había dejado a Danilo solo por su engaño; lo había dejado por mi primer amor, pero eso no significaba que sería capaz de olvidarme tan rápido de mi historia con su hermano para ir corriendo a los brazos del
Narra Diego. —¿Señor Monsalve? —me pregunta un hombre extraño, así que lo examino y elevo una ceja al notar su teléfono tendido en la mano—. Conteste. Quiero reclamar y decirle a este idiota que no puede ordenarme nada, menos si es un desconocido, pero cuando escucho la voz del otro lado, siento un peso sobre mis hombros. —Hola, mi querido amigo Diego —dice Sergio, y después de soltar un exhalo le respondo. —Perdí mi teléfono —le explico—. No pude avisarte que te habían hecho la transferencia y yo... —Admito que debo disculparme, tío —expresa con un tono que no me gusta. ¿Disculparse?, ¿por qué? —¿Por qué?, ¿el que debe disculparse no soy yo? —cuestiono y miro con algo de vacilación al hombre que está frente a mí. Me causa un poco de terror porque ahora que sé que es "hombre de Sergio", sabe exactamente dónde estoy, y es capaz de hacerme cualquier cosa si hago una estupidez. La voz clara y ronca de Sergio me advierte que lo que voy a escuchar no será bonito. —Ya que no sabía