Capítulo 2: El Robo

―¡No me interesa! ―Gritó de malhumor, haciendo notar que no hará caso a lo que le dicen. ―Yo les pago a ustedes para que me sirvan, así que no lo repetiré. ―Los miró amenazante. ―¡Sáquenme de este maldit0 aeropuerto y llévenme a mi mansión ya mismo! ―Los hombres se miraron entre ellos, pero Archie, el asistente personal de Alastahir intervino.

―Es mejor obedecer al señor Archibald. ―Los hombres asintieron. ―Este año no habrá viajes. ―Alastahir no paró de gruñir, sentirse una carga es lo más vergonzoso que puede experimentar.

Es un hombre de metro noventa, corpulento, fuerte y aun así deben arrastrarlo en esa condenada silla de ruedas mientras las mujeres lo miran con atención, como si fuera un cachorrito que diera lástima. ¿Cómo sería él capaz de viajar al caribe para pasar navidad? No soportaría estar anclado en esa silla de ruedas mientras otros hombres se llevan la atención de las mujeres. Nadie le prestaría atención por su condición.

―No quiero llamadas. ―Miró directamente a Archie. ―No quiero visita y no quiero a los del personal en mi casa, ¿Lo has entendido? ―Archie se mostró confuso.

―Pero señor, ¿Acaso piensa quedarse solo? ―Su pregunta enfureció a Alastahir, saber que nadie lo cree capaz de valerse por sí mismo solamente alimenta su odio y el resentimiento que tiene en contra de todos y de todo.

―¿Acaso me crees incapaz de quedarme solo y valerme por mí mismo? ―Archie tragó salivo con dificultad por el tono y aquella mirada gélida que su jefe le dedica.

―Perdón señor, yo…

―Eres un estúpid0 que consideras dependo siempre de ti. ―La tomó con él como siempre. ―Mi casa está acondicionada para mi maldit4 condición. ―Endureció más el gesto. ―¿Seguirás cuestionando mis órdenes o también debo despedirte por inepto? ―Archie negó inmediatamente.

―En cuanto lleguemos a casa, reuniré al personal para explicarle la situación. ―Alastahir desvió la mirada a la ventanilla, es de noche y hace muchísimo frío por la torrencial tormenta que cayó horas antes.

―¿Surtiste el minibar? ―Preguntó sin mirarle.

―Señor, no creo prudente que se embriague todos los días. ―Dio su opinión a pesar de que eso lo sentenciaría. ―Debería escuchar al doctor y visitar a un psicólogo para que trabaje en esa depresión y…

―¡No me interesa lo que digas! ―Vociferó más enojado que antes. ―Te he dicho siempre que tus opiniones no me importan. Estás aquí para callarte, escucharme y obedecer mis órdenes. ―Archie bajó la mirada. ―No confundas las cosas entre nosotros, no somos amigos. ―Sus palabras le dolieron al joven, realmente lo considera su amigo, ha trabajado para él hace más de cinco años. ―¡Maldit4 sea! ―Gruñó por los dolores musculares que no para de darle.

―Señor…

―No me toques. ―Lo detuvo antes de que pudiera ayudarlo. ―No soy un débil que necesita ayuda siempre que le duele las estúpid4s piernas. ―Lo miró con odi0, depender de los demás es un infierno, nadie debe preocuparse por él porque él puede solo. ―Odi0 esto, ¡Maldit0s dolores! ―Gritó golpeándose las piernas con fuerza, la frustración como siempre lo domina cuando no puede hacer nada.

―Hemos llegado. ―Archie decidió informarle. ―¿Está mejor? ¿Le gustaría ir a la clínica?

―¿Y para qué quiero yo ver a ese inútil que tengo por doctor? ―Bufó. ―Bájenme de aquí, quiero estar en mi casa solo sin que un montón de inútiles actúen como si no pudiera hacer las cosas yo solo. ―Archie con un gesto de cabeza ordenó a los hombres ayudar a su jefe.

Como siempre, ser ayudado a sentarse en la silla, lo puso de un humor insoportable y no paró de ofender a todo el que se le cruzaba por el camino. Detesta depender de los demás, eso siempre lo odiará y no dejará de repetírselo una y otra vez.

―Iré a reunir al personal para que se marchen a su casa. ―Archie lo miró por unos segundos, quiere hacerle entender que no debería quedarse solo en casa, pero ¿Cómo podría hacer él eso?

―¿Qué me miras? Has lo que dijiste de una buena vez. ―Alastahir fue directo a las escaleras para subirlas en su silla eléctrica.

Archie suspiró profundamente, un mes pasó desde que su jefe sufrió ese espantoso accidente y quedó incapacitado. Un mes desde que el hombre se ha vuelto un total ogro, si bien era imponente y era el terror de todos solo por su presencia, ahora es un auténtico monstruo despiadado.

―¿Cómo es posible que se quede solo? ―Una de las mucamas miró con asombro a Archie. ―Él no puede cocinarse, ¿Qué sucede si le da calambres, o se cae? ―Archie suspiró, es asombroso como se preocupan por él a pesar de ser como es.

―Eso no es de nuestra incumbencia. ―Le aclaró. ―El jefe quiere estar solo y nosotros no tenemos más opción que obedecer, es mejor hacerlo o ya saben cómo se pone. ―La mayoría ni siquiera cuestionó, simplemente tomaron sus caminos para recoger sus cosas y marcharse a sus hogares. Cualquier lugar es mejor que esa lujosa casa llena de silencio y depresión.

La mucama esperó a que todos sus compañeros se fueran, Alastahir siempre ha sido su amor prohibido y no piensa dejarlo solo. ¿Quién lo ayudará a ir a la ducha? ¿Quién le ayudará a vestirse? ¿Cómo se alimentará si él ni siquiera sabe cocinar? Ella es incapaz de dejarlo a su suerte.

Alastahir bajó nuevamente a planta baja, lo único que desea es emborracharse y olvidar lo miserable y solitaria que se ha vuelto su vida. Todas las personas que lo rodeaban, las mujeres hermosas que morían por estar con él y esos amigos que se suponían lo respetaban se apartaron de él sin más.

Ahora entiende lo solo que está y le repugna verse en una silla de ruedas, ni una sola mujer aceptaría estar con él, no por amor, todas se sacrificarían en acostarse con él solo por los lujos y la buena vida que les puede dar, pero ¿Para qué tener una mujer así? De esa es que ha tenido toda la vida y no está dispuesto a ello.

―Se… señor. ―Alastahir giró su silla para mirar de frente a la mujer. ―Yo… yo no quiero dejarlo solo. ―Alzó la cabeza para así mirar esos ojos azules intensos. ―Por favor, permítame quedarme con usted. ―La lastima en su mirada, la sonrisa hipócrita y toda ella lo enfureció.

―Quiero que te largues de mi casa, ¡Estás despedida! ―La joven quedó estupefacta por su reacción. ―¿Crees que necesito de tu lástima para estar bien? ¡No me interesa tu supuesta preocupación! ―Inició a andar en su dirección. ―Lárgate de aquí y no vuelvas más, ¡Yo soy Alastahir Archibald, el Lord del clan Archibald y no necesito de la lástima de nadie! ―La chica realmente asustada por cómo va hacia ella, salió corriendo de esa casa decidida a no volver más.

Freya miró por la ventanilla del auto, muere de hambre, está cansada y triste, no tiene a donde ir y tampoco sabe a dónde la llevan esos hombres. Es de madrugada, se nota que la noche está fría y algo en ella le grita que está en peligro, pero sin importar lo que pasaría, tomó el valor para mirar a la cara a los hombres.

―¿A dónde me llevan? ―El conductor la miró por el retrovisor y sintió lástima por la desdicha de esa chica dulce que va en el asiento del pasajero.

―No podemos decirle. ―Le respondió al cabo de unos segundos.

―Por favor, no me hagan daño. ―Su voz quebrada y esa súplica ablandó el corazón de los hombres. ―Yo no sé qué hacer, no tengo nada, ella se quedó con todo. ―Sollozó. ―Me arrebató mi bolso, miró sus manos vacías. Los hombres cruzaron mirada y decidieron detener el auto.

―La señora la envió a asesinar. ―El tipo que va en el asiento del copiloto se giró para mirarla. ―Hemos visto que ha pasado por muchas cosas, la dejaremos aquí. ―Miró, a su alrededor, la verdad es que están en medio de la nada. ―Pero debe prometernos que se ocultará muy bien, ¿De acuerdo? ―Freya asintió una y otra vez.

―Juro que jamás me volverán a ver. ―Los hombres le abrieron la puerta.

―Huya lejos, corra sin mirar atrás y no vuelva jamás. ―Freya miró a su alrededor, pesarosa y aterrada por lo que le esperaba, pero aun así obedeció, ella corrió sin mirar atrás.

No importaba el hombre, el cansancio o el dolor en su pecho, ella corrió hasta que sus pies no dieron más. Por primera vez siente real que está sola, por primera vez en su vida está desprotegida y desesperada.

A punto de rendirse, llegó frente a una casa lujosa con las puertas abiertas, ella, en medio de la calle, mira esa puerta y en lo único que puede pensar es en que no tiene dinero para comer, vestir o pagar un alquiler por tan solo un mes.

Con el corazón enloquecido en su pecho y la desesperación actuando por ella, decidió caminar hacia el enorme patio de la lujosa casa, no pensó en la posibilidad de que hubiera perros o los propietarios, ella solo pensaba en su necesidad.

Al entrar, toda la casa estaba apagada, es como si nadie viviera ahí. El silencio sepulcral la tensó, el ambiente tenebroso le quitó la respiración, pero aun así siguió adentrándose a la casa, al ver las escaleras, subió, las cosas de valor siempre están en las habitaciones.

Recorriendo habitación por habitación, finalmente llegó a una enorme y espaciosa, el olor a perfume de los costosos inundó sus fosas nasales. Quizás ya habían entrado a robar y por eso encontró la puerta abierta, pero no perdió las esperanzas, rebuscó en los cajones del gavetero y cuando no vio nada, se metió al enorme closet. Todo ahí era un paraíso, esa mansión es incluso más grande que la de ella.

―¿Quién eres tú y que haces en mi casa? ―Freya quien había encontrado una preciosa gema, giró rápidamente al escuchar esa voz grave tras de ella. ―¿Qué haces con eso en la mano? ―Presa del pánico y aprovechando que el hombre está en sillas de ruedas, corrió fuera de la habitación dejando los gritos furiosos del tipo atrás y con ello salió de esa casa. Ahora tiene una joya, podrá sobrevivir unos días y marcharse aún más lejos para que ese hombre no la encuentre.

―¡Quiero que vengan aquí ahora! ¡Han robado la joya que ha pertenecido a mi familia desde el año 1700! ―Ordenó a sus hombres. ―¡Esa joya es invaluable!

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