Mes y medio pasó desde que Freya se le entregó a Alastahir, desde que vive bajo el mismo techo que ese hombre amargado. No la deja salir de casa, la mantiene encerrada y pasándole a cuantas mujeres puede por la cara para después meterse a su habitación y exigirle tener sexo.Si bien no pasa hambre ni frío, se siente atrapada y muy triste por la vida que está llevando. Su esposo la trata como si fuera un mueble más y está bien, después de todo ella está ahí para darle un hijo y para lograr eso debe acostarse con él siempre que así lo desea, pero es duro lo que está pasando.―No estoy de humor. ―Alastahir frunció el ceño, está deseoso de ella y obtendrá lo que quiere. ―Por favor. ―Susurró al escucharlo cerrar la puerta.Alastahir la miró detalladamente, ella está frente a la ventana y la luz la hace ver mucho más hermosa de lo que es. No entiende lo que le pasa, trae mujeres a su antojo, pero ninguna lo hace sentir tan pleno como la niña frente a él.―Quiero hacer el amor. ―Dejó en claro
El silencio es brutal e incómodo para Archie, ver a su jefe mirar fijamente por la ventanilla, ignorando todos los esfuerzos de Freya en iniciar una conversación, le da bastante pena. La chica es dulce, alegre y ocurrente, si no conociera a la perfección a su jefe diría que realmente no le interesa, pero esa manera de actuar no dice más que lo mucho que está sintiendo por ella. ―Cuando lleguemos no quiero que digas una sola palabra. ―Freya lo miró, ya se había dado por vencida. ―Deja que el doctor hable todo lo que quiera y después saldremos de ese lugar, ¿Lo entiendes? ―El ceño fruncido de Freya no le gustó. ―Si entablas conversación con el doctor, si le haces preguntas estúpid4s, si me desobedeces, juro por Dios que te vas a arrepentir. ―Freya miró a Archie, pero no recibió nada a cambio, así que decidió no llevarle la contraria al amargado a su lado. ―Caballeros, hora de ayudar al jefe. ―Gordon y Donald bajaron del auto para ayudar a su jefe a llegar a la silla de ruedas. Una vez
―No quiero ir a terapia. ―La voz gruesa hizo sentir bien a Freya, ese gruñón la tiene loca. ―Tenemos que ir, hoy es la primera cita. ―Abrió los ojos para mirarlo a la cara. ―Me lo prometiste, Ivor. ―Alastahir no sonrió, desde que supo su segundo nombre no deja de llamarlo así. ―Llegaste demasiado tarde para mi gusto, debería castigarte. ―Freya alzó las cejas, no le gusta ni un poco que esté trabajando en un bar. ―Castígame después de que salgamos de la terapia. ―Sonrió divertida. ―Mejor cuando llegue del trabajo, me encanta que me despiertes, así como lo has hecho hoy. ―Alastahir gruñó. ―Debería no dejarte ir a trabajar más nunca. ―Se apartó de ella, antes moría por pasar tiempo con él y ahora solamente piensa en ese maldit0 trabajo. ―Alístate, si no estás abajo en media hora no iré a ningún lado, aunque me ruegues. ―Freya se sentó en la cama y suspiró, odia que él siempre se ponga de malhumor con facilidad. ―Mi Lord. ―Lo llamó una vez estuvo en la silla de ruedas. Alastahir no l
Nuevamente la vida le arrebata todo, un hogar, la seguridad y la calidez de personas con las que se había encariñado. Freya está desbastada, el saber que Alastahir no quiere verla ni en pintura por mas que ella se esfuerce, la destruye. ¿Cómo puede él ser tan cruel después de haber tenido un acercamiento? ¿Cómo es que decidió echarla ahora que se embarazó? Por supuesto él no la deja decir media palabra y no le ha podido contar lo del embarazo. Alastahir sigue enojado con él mismo por no ser capaz de defender y proteger a esa pelirroja que se metió en su corazón de una manera tan profunda y rápida. No puede mirarse al espejo sin sentirse patético e inútil por esa condición en la que está. ¿Acaso merece él que Freya se esfuerce por demostrarle que lo ama sin importar nada? ¿Merece él que Freya se quede escuchando sus gritos y aguantando sus malos tratos como respuesta a su amor por él? Por supuesto no merece nada de eso. ―Señorita, es mejor que no vaya. ―Dianela la miró implorante, le
Ginebra, quien ya conocía a Freya por las tantas fotos en las revistas, sonrió realmente sorprendida, en persona se parecen aún más. Ahora entiende por qué Alastahir la aceptó en su casa solo un mes después de que lo abandonara.―Hola. ―Ginebra se mostró amable. ―¿Trabajas aquí? ―Freya no podía formular palabra, son exactamente iguales.―Eh… no… digo sí. ―Sonrió conteniendo las lágrimas. ―Pero ya voy de salida. ―Ginebra, quien se pintó el cabello de rojo gracias a los consejos de su amiga, se lo acomodó.―Oh, entiendo. ―Soltó una risita nerviosa. ―Soy Ginebra, he venido porque espero el hijo de Alastahir. ―Freya se sintió morir, si no estuviera agarrada a la puerta, seguramente se hubiera caído de nalgas. ―Nos peleamos y yo me fui, pero la verdad es que lo amo y sé que él a mí también. ―Acarició su vientre de dieciséis semanas. ―¿Crees que puedo entrar? ―Con el corazón en la garganta y una sonrisa en sus labios para disimular su dolor, se echó a un lado y la dejó pasar.―Por supuesto.
Alastahir suspiró pesadamente, tener relaciones con Ginebra no es lo mismo que estar con Freya, esa pelirroja sabia muy bien lo que hacía. Mirando a la mujer a su lado, se sintió culpable de pensar en otra. ―¿Por qué te veo tan pensativo? ―Ginebra frunció el ceño, siempre es más de lo mismo, no se imaginó encontrar un iceberg. ―Bichito, ¿Por qué siento que este último mes las cosas no van tan bien como me gustarían? ―Alastahir se sentó. ―¿Ya olvidaste que me abandonaste? ―La miró con esa frialdad con la que jamás la había visto, se siente resentido. ―Estás a prueba, Ginebra, bien lo sabes. ―Apartó la mirada y soltó el aire por la nariz. ―Además, no puedo dejar de pensar en como terminé las cosas con Freya. ―El solo nombre enervó la sangre de Ginebra. ―No deberías estar pensando en esa mujer. ―Furiosa se levantó de la cama. ―¡Me dijiste que no te habías enamorado de ella! ―Lo señaló dolida. ―¿Qué pasa? ¿Ahora quieres dejar nuestra relación de años y nuestra futura familia por una mu
Ginebra molesta por la interrupción, miró al hombre apuesto frente a ella con superioridad, ¿Quién se cree él que es para meterse en lo que no le importa? ―Hasta donde tengo entendido tú no estás en la conversación. ―La ira en esos ojos ocasionó gracia en el desconocido. ―Pero no voy a perder el tiempo contigo. ―Se centró en Freya quien aun se acaricia la mejilla por el repentino e inesperado golpe que recibió. ―Te lo he dejado claro, mantén tu distancia o lo pagarás muy caro. ―Tras echarle una mirada despectiva a ambos, se marchó contoneando sus caderas. ―Gracias por defenderme. ―Los ojos acuosos de Freya llamaron la atención del hombre. ―Aunque no debió hacerlo. ―Le sonrió con dulzura. ―Una bella dama como usted no debería ser agredida por su propia familia. ―Freya negó. ―Aun con el parecido puedo asegurarle que no tenemos la misma sangre. ―Soltó el aire. ―Por favor, déjeme invitarle un trago como pago, ¿Qué está bebiendo? ―El hombre enarcó una ceja, la ternura que esa chica des
―Es un buen hombre. ―Dianela le sonrió con picardía. ―En las ultimas dos semanas te he visto sonreír muchísimo, eso tiene mucho que ver ¿No? ―Freya miró a la mujer divertida, es la mas feliz por la buena relación que tiene con Cedrick. ―Vale, tenemos una buena conexión, pero solo somos amigos. ―Le volvió a aclarar la situación. ―Salimos de comida, nos vemos en el bar y él nos visita, pero es solamente como amigos, ¿Lo entiende señora casamentera? ―Dianela carcajeó. ―Ese hombre se ha enamorado de ti y con razón. ―La miró orgullosa. ―Eres una buena chica, hermosa y dulce, ¿Qué hombre no caería a tus pies? ―Alastahir Archibald. ―Le recordó amargamente. ―Al hombre que se acercó a mí en esa cena solo para que yo admirara lo bien que está con su mujer embarazada. ―¿No lo has escuchado? ―Freya negó. ―¿No crees que si trata de hablar contigo es por algo? Cariño. ―La obligó a que la mirara. ―Escucha lo que tiene para decirte, ¿No crees que es lo mejor? ―No, por supuesto que no es lo mejor