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Mi Ladrona, Mi Esposa Contratada
Mi Ladrona, Mi Esposa Contratada
Por: Melanie Fraser
Capítulo 1: Lo He Perdido Todo

La brisa fría de diciembre azotaba los rostros húmedos por las lágrimas y el cielo gris por la tormenta que amenaza por caer sobre las cabezas de quienes están presente en el funeral de Arthur Grant, no eran rivales para que el acto fúnebre llegara a su fin.

Freya Grant, se vio de pie frente al agujero donde reposa el ataúd de su padre, mirándolo y deseando que se abriera y su padre saliera para abrazarla y consolarla como su novio lo estaba haciendo. El sentimiento de miseria domina cada fibra en ella, sus ojos rojos e hinchados no dejan de brotar lágrimas y su dolorido corazón no deja de sangrar con dolor por saber que el hombre que más la amó y cuidó no estará ya más.

Las personas la miran con lástima, pues Arthur era el único que protegía a su hija y por su crianza mimada la ha hecho blanco de su madrastra y hermanastra, no es un secreto para nadie que la mujer, ahora viuda de Arthur Grant, no le tenía mucho aprecio a la niña que crio desde que tenía ocho años.

―Deberíamos irnos a casa. ―Aconsejó Blane Douglas a su futura esposa. ―Ya ha terminado, Freya, hay que irnos. ―Insistió con tono meloso, pero Freya no le prestó atención, el dolor la tiene tan sumergida que su único deseo es permanecer frente a la tumba de su padre y llorar hasta quedarse dormida.

―Es mejor que le des tiempo. ―Flora miró a su cuñado. ―Ya sabes cómo es ella, jamás escucha. ―Se encogió de hombros en un acto de mala fe. ―Pronto lloverá. ―Blane miró a su novia y suspiró pesadamente.

―Amor, hay que irnos. ―Freya lo miró a los ojos y dedicándole una pequeña sonrisa, negó.

―Puedes irte con los demás. ―Susurró casi sin voz, sabe que su hermanastra desea verla sola, pero realmente ese es también su deseo ahora. ―Yo quiero quedarme un poco más. ―Arthur dudó en obedecerle, pero la mano fría de su cuñada lo convenció de lo contrario.

―Por favor, no tardes, ¿De acuerdo? ―Como el hombre amoroso que es, le dio un beso en la cabeza y se marchó con el resto de las personas para darle el tiempo que ella necesita. La brisa se ha vuelto más violenta y es seguro que caerá una torrencial tormenta.

Freya al verse sola, cayó de rodillas en el piso y gritó con todas sus fuerzas, ¿Cómo es posible que su padre muriera tan repentinamente dejándola en ese mundo que no conoce como debería? Su única pregunta no fue respondida, en ella no hay más que dolor y desolación.

―¿Por qué, papi? ―Preguntó con tristeza y dolor. ―¿Por qué me dejaste? ¿Ahora que voy a hacer sin ti? ―El dolor de su pecho le dificultó respirar con normalidad, por lo que tiró de su camisa en un intento desesperado por llevar un poco de aire a sus pulmones. ―Me duele papi. ―Hipó devastada. ―Me siento sola sin ti… ―Apretó la tierra con sus manos, con tanta ferocidad que sus dedos dolieron. Desgarradores gritos fueron hechos al viento y los ruegos al cielo, pero nada parecía calmarla ni adormecer su dolor.

Agotada, destruida, dolida y con ganas de no sentirse sola, Freya decidió montar a su auto y marcharse al piso de su novio, es el único que la entiende y es quien sabe como hacerla sentir mejor en ese momento de agonía que está viviendo.

Al llegar al edificio donde su novio vive, Freya fue directo a su piso, ella tiene llave y no necesita reportarse en la recepción ni avisarle a su novio para que abriera la puerta. A pasos lentos salió del ascensor y tras sacar la llave de su bolso, la introdujo a la cerradura y abrió la puerta.

El calor del lugar le sentó bien, pero el ruido que la recibió le dio un escalofrío que la estremeció. Aquellos ruidos ella sabía bien lo que eran, aunque jamás en la vida los había formulado.

El corazón de Freya inició a latir con fuerza, sus manos comenzaron a sudar y sus pies a temblar. Conforme da los pasos el ruido se intensifica, Freya llegó hasta la habitación de su novio y al abrir la puerta lo que se encontró la terminó de destruir.

―¡Freya! ―Blane detuvo sus movimientos, pero en su gesto no había culpa, es como si su llegada lo hubiera interrumpido en el mejor momento. Freya no supo como reaccionar, su novio se está follando a su hermanastra y al contrario de mostrarse avergonzado él está molesto.

―Blane. ―Logró formular su nombre. ―¿Qué haces? ―Preguntó en un susurro, no puede procesar lo que está pasando. Ella encontró al amor de su vida, a ese hombre que se comportó de la mejor manera follando con su hermanastra en la cama donde muchas veces habían dormido juntos.

―Esa mojigata no hace más que siempre ser una inoportuna. ―Flora, sin pizca de vergüenza por su desnudez, bajó de la cama y la miró de frente. ―¿Creías que Blane te amaba? ―La pregunta fue acompañada por una risa de burla. ―Ni un solo hombre con sus cinco sentidos estaría con una mojigata como tú. ¿Acaso creías que él te era fiel? ―Carcajeó divertida. ―Nadie espera a la luna de miel para entregarse a un hombre. ―Rodó los ojos.

―Blane… ―Freya sollozó realmente dolida por las palabras de su hermanastra. ―¿Por qué? Nosotros íbamos a casarnos... ―Quiso saber.

―Porque nunca te amé. ―Se encogió de hombros a la vez que se abrazó a Flora. ―Eres aburrida, una niña consentida y solo salía contigo porque tu padre me tenía en una buena posición, pero ya no es necesario ocultarte las cosas. ―Besó los labios de Flora. ―¿Cierto, amor? ―Freya se estremeció al escucharle decir ese apelativo a su hermana y no a ella.

―Así es. ―Flora agrandó la sonrisa. ―Blane y yo nos casaremos en un mes, pues estamos esperando un bebé y la que sería tu boda realmente será mía. ―Freya se llevó las manos a la boca y ahogó un grito. ―Me parece increíble que dieras por hecho el amor de Blane hacia ti. ―La recorrió con la mirada. ―Pálida, pelirroja, con esas imperfectas pecas, esa manera de vestir igual a la de una niña. ―Dio un paso al frente y la empujó con fuerza, así provocando que Freya cayera al piso. ―Eres fea, detestable y das pena, lárgate y no vuelvas más, no eres nadie ni tienes nada. ―Las miradas de burlas rompieron todo en Freya, el dolor se volvió tan brutal que la humillación simplemente la destruyó por completo.

Contrariada, con las imágenes de lo que acaba de presenciar y las palabras de Flora y Blane resonando en su cabeza, Freya corrió para salir del piso y marcharse a su casa. ¿Cómo es posible que el hombre al que ella amaba y con quien pensaba hacer su vida la traicionara de esa manera y con su hermana?

―No, por favor… mi auto no. ―Susurró al ver como una grúa se lleva su auto. ―Por favor… por favor, no… ―Intentó detenerla, pero la repentina lluvia se lo complicó todo.

Empapada, destrozada y humillada, llegó a la mansión donde había crecido y la misma que mantiene todos los momentos felices que vivió con su padre. Gabriella, se paró en medio del recibidor y miró a Freya con asco, está empapada, con los ojos hinchados, la nariz roja y hecha un desastre como siempre.

―¿Qué haces aquí? ―Freya en medio de su dolor, la miró, confundida. ―Ya no vives aquí, no eres bienvenida a esta casa. ―Con un gesto de mano ordenó a los hombres sacarla. ―No tienes nada, no eras más que una carga para tu padre. ―La miró con asco. ―Todo me pertenece a mí, así que lárgate de mi casa y no te vuelvas a aparecer nunca más, huérfana.

―No, por favor. ―Freya se arrodilló. ―Se lo suplico, no me saque de mi hogar. ―Gabriella alzó el mentón. ―Blane me engañó con Flora, mi padre murió, por favor… no me deje sin nada. ―La miró implorante, lloró, rogó y pidió con desesperación, Freya como nunca se humilló. Ya no soportaría algo más, ella no sobreviviría sola en el mundo.

―Mi hija y yo somos las verdaderas Grant, soy la viuda de Arthur y la única heredera que existe. ―Con el pie la obligó a sentarse en el piso. ―Lárgate de mi propiedad y no vuelvas más. No eres mi hija y no pienso tenerte cerca. ―Freya negó una y otra vez, desesperada por como su perfecta vida se desmoronó de manera repentina y dolorosa.

En medio de sus gritos, de sus ruegos y sus súplicas, Freya fue sacada de su lujosa casa a la fuerza y montada a un auto. El miedo pronto se sumó a los miles de emociones que estaba sintiendo, no tenía idea de a donde la llevarían, ni siquiera le habían permitido empacar.

Lo tenía todo a sus pies, era feliz, tenía un padre que lo daba todo por ella, un novio amoroso el cual no la dejaba sola y le demostraba que ella era lo más importante en su vida, una madrastra que si bien no la toleraba le permitía vivir con su padre y ahora lo ha perdido todo en un abrir y cerrar de ojos.

Su padre murió, su novio la engañó con su hermanastra y ahora ahí está ella en medio de un asiento trasero de un auto mirando la puerta abierta por donde salió a rastras porque su madrastra le ha gritado a la cara que no es dueña de nada y que ahora deberá marcharse porque no es su hija.

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