MÁS DECEPCIONES

Daphne

Me limpio las lágrimas y tomo una gran bocanada de aire. Me tiemblan las manos y siento que tengo un gran vacío en el estómago. Debo volver a la habitación así esté muriéndome de miedo para enfrentarlo. Me froto los dedos con manía y me doy cuenta de que en realidad no me arrancó el anillo como pensé en un principio.

Intento quitármelo, pero por alguna razón se ha atorado en mi dedo. El jalón que sentí de su parte en la habitación debió ser su vago esfuerzo por sacarlo de mi mano.

Todavía no puedo ver bien sin mis lentes, así que me pierdo un poco en el pasillo intentando volver. Dejé hasta mi celular en el cuarto. Todas mis cosas en realidad.

Tanteo con las manos la pared hasta que creo llegar de vuelta al camarote que alquilé. Sigue diciendo 609 tal y como lo vi hace poco, aunque me parece extraño que los números parecen haberse movido de alguna manera.

Empujo la puerta sin pedir permiso, ya no me importa si ese hombre me grita o cree que soy una mentirosa y una mujerzuela.

Lo primero que noto es que la habitación se ve diferente a la que acabo de abandonar hace un momento. No hay velas eléctricas donde las había dejado, la cama está en otra posición; y, sobre todo, hay una pareja en ella, haciendo el amor.

Casi me devuelvo con las mismas que entré pensando que me he vuelto a equivocar de sitio, sin embargo, algo me hace quedarme estática en el lugar. De pronto mi corazón se acelera en un tamborileo incesante, siento que tengo ganas de vomitar, o que me voy a morir en ese mismo momento.

Ese perfume, esa silueta, su cabello; lo reconocería incluso sin lentes.

—¿Josh?

—¡Daphne! —exclama, pese a que no me parece que realmente esté sorprendido.

—Pero qué… ¡¿qué demonios significa esto?! —Levanto la voz sin importarme nada. No me interesa quién pueda escucharnos.

—Ya era hora de que lo supiera —comenta la mujer a su lado.

Josh se levanta de la cama y se cubre. Siento un gran nudo en la garganta que amenaza con hacerme llorar de nuevo. No puede ser que me esté pasando todo esto justo ahora.

—¿Por qué Josh? ¿por qué? —grito llena de furia.

—Ay Daphne, yo te pedí terminar —se excusa.

Me acerco a él y comienzo a golpearlo en el pecho. Sé que no le estoy causando ningún daño, pero desearía que pudiera lastimarlo físicamente, porque es obvio que su maldito corazón de hielo no sufrirá ningún daño.

—¡¿Por qué?! ¡¿No te basta con abandonarme?! ¿Tenías que traer a tu… amante al crucero que te regalé? ¿Por eso no apareciste en todo el día? ¿Por qué demonios jugaste conmigo así? —Suelto todas las preguntas sin darle opción a responder alguna.

No logro entender cómo es que el hombre que juraba profesarme su amor haya sido capaz de hacerme tanto daño. ¿Tan poca cosa soy que no merezco ni un poco de consideración?

Soy incapaz de controlar las lágrimas desbordantes que quieren salir de mis ojos. Mi vista se nubla aún más y las dejo correr por mis mejillas.

—¿Qué me reclamas a mí? ¡Mírate! Traes la ropa al revés y el cabello revuelto, seguramente te has acostado con alguien más aquí.

—¿Qué? —A pesar de que lo que dedujo es cierto, no tiene sentido que haya llegado a esa conclusión.

—Eres patética. En serio Daphne, estoy tan decepcionado de ti.

Sus palabras me hieren, son como cuchillos que se clavan uno tras otro en mi corazón. El dolor que siento dentro de mí es demasiado grande como para soportarlo.

La amante con la que está se pone un poco de ropa y una bata de seda color hueso. La bata que se supone que debería ponerme yo. Esta es la verdadera habitación 609, y todo este tiempo el hombre desconocido había tenido razón. He sido yo la que se metió donde no debía.

—¿Por qué me dices todas estas cosas? ¿Por qué me tratas así de repente?

—¿De repente? Daphne por favor, tengo demasiado tiempo intentando romper contigo, pero tú simplemente no captas las señales. ¿No te has dado cuenta de que solo te llamaba cuando necesitaba dinero o una sirvienta que limpiase gratis mi casa?

Sollozo tratando de aguantarme las lágrimas. Quiero morirme en ese mismo momento. ¡Dios mío! He sido tan estúpida, ¿cómo no pude darme cuenta antes de quién es este tipo de verdad?

—No puedes hacerme esto, ¡no puedes! Me dijiste que me amabas, Josh, hice todo por ti, todo te lo di, ¿y así me pagas? ¿Yo me merezco esto?

—De verdad eres la persona más ingenua que conozco. Pero es culpa de tu ridículo padre, que te hizo creer en absurdos cuentos de hadas.

La amante de mi novio; o más bien, del desconocido que tengo en frente y creí conocer alguna vez; se pone delante de él y me empuja con brusquedad.

Josh no lo impide, no interviene tampoco. El hombre que alguna vez pensé que sería mi verdadero amor, mi príncipe azul de brillante armadura, ahora está revelando su rostro real; mostrándome el monstruo que es en realidad.

—Lárgate ahora. Estás arruinando nuestra velada romántica —dice con una carcajada.

—Vete por favor —pide Josh secundándola.

—Esta es mi habitación —digo en un hilo de voz. Creo que la he perdido de tantas emociones bombardeando mi cuerpo esta noche.

—No me importa, te tiraré por la borda si es necesario —amenaza la tipa. Josh la pone detrás de él, como si deseara protegerla, y me empuja una y otra vez hasta sacarme al pasillo.

De pronto siento una presencia a mi lado, volteo para ver de quien se trata y con mi vista borrosa ya adaptándose a estar sin lentes, lo reconozco enseguida.

Mi desgracia solo aumenta a cada segundo que pasa. El desconocido con quien me he acostado está allí frente a mí, mi ex novio y su amante, presenciando la escena y cómo me empujaban.

—¿Qué está pasando aquí? —cuestiona con un tono de voz grave y serio.

—No te metas amigo, sigue tu camino —advierte Josh.

—¿Quién te crees que eres para empujarla de esa manera?

Lo miro con asombro, no espero que sea precisamente él quien me defienda del desgraciado de mi ex.

—¿Quién te crees que eres tú para meterte en un asunto privado? —ataca Josh.

El desconocido lo toma por la bata que trae puesta y lo acerca a su rostro mientras lo mira desafiante.

—Claramente no sabes quién soy yo.

—¡Suéltalo! —interviene la amante.

El hombre no se espera más, le da un golpe directo en la mandíbula que lo hace caer al suelo. La mujer pega un grito y corre a auxiliarlo.

—¡Qué salvaje! —recrimina.

Josh se acaricia la cara. Un hilo de sangre le corre por el labio. Yo estoy completamente en shock, me he quedado de pie ahí presenciando todo sin hacer nada.

—Venga conmigo —me dice el desconocido.

Toma mi brazo con un poco de fuerza y me lleva hacia el lado contrario del pasillo, mientras nos alejamos de esos dos. Volteo para mirar a mi antiguo novio, que todavía sigue en el suelo con el ceño fruncido revisándose la cara para comprobar que no le ha roto la mandíbula.

No entiendo qué es lo que está pasando, de pronto siento que estoy viendo mi vida en cámara lenta, o como en esos programas de televisión donde a la protagonista le pasan las peores cosas del mundo; no obstante, esta es la realidad, y mi realidad es la peor de todas.

El desconocido me lleva hasta la habitación que reconozco como la que pensé que era la mía. Ahora que mis ojos se han adaptado mejor, miro bien la puerta, el número seis del “609” se había caído, y parecía un nueve.

Deseo que la tierra me trague en ese mismo momento. Llevo las manos a mi rostro y gimo en un sollozo incontrolable. Sé muy bien que le debo estar dando una lástima terrible a este hombre, pero no puedo contener más lo que siento.

—No finja más, sus métodos de manipulación no afectarán mis decisiones empresariales —dice con rudeza.

—No estoy fingiendo, ¿no ve lo que acaba de pasar? Yo… yo… —Las palabras son incapaces de salir de mi boca ya. Mi llanto es incontrolable y sonoro. Escucho al sujeto suspirar con frustración y eso me hace sentir todavía más tonta y despreciable—. Si tanto le fastidio, ¿por qué me salvó?

—Necesito eso —responde señalando el anillo en mi dedo—. Creí habérselo quitado.

Intento jalar con brusquedad el anillo sin importarme si me hago daño. Me cuesta un poco y mi dedo queda enrojecido, pero logro sacarlo de mi dedo.

—Ahí tiene —espeto y busco alejarme de allí, pero él me detiene.

—Espere. Saque sus cosas de mi habitación.

—¿Ah?

Mis cosas, nuestras cosas. Todo lo que había traído para Josh ahora son un condenado recordatorio de la peor noche de mi vida. No me interesa nada de lo que está allí.

—Puede tirar todo a la borda si desea, no quiero nada. —Me enjugo las lágrimas como puedo. Él vuelve a suspirar y se saca un pañuelo de tela para entregármelo.

—Tenga. No llore más ¿sí? Me irrita.

—Como es a usted a quien le han robado su virginidad, y su novio —replico. Uso el pañuelo para limpiarme la cara. Debo verme horrible, hinchada y patética.

—¿También boto esto? —cuestiona sosteniendo mi celular entre sus dedos. Se lo arranco de mala gana y lo apego contra mi pecho. Es lo único que rescataría.

—Es todo lo que conservaré. Arroje lo demás.

Me doy media vuelta para alejarme ahora sí, no obstante, él vuelve a sujetarme del brazo y me jala por el pasillo que está en frente.

—Acompáñeme a la cubierta.

El pánico se apodera de mí, ¿es que acaso me arrojará a mí también del barco?

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