Elissa dejó salir el aire lentamente por sus pulmones. Le encantaba aquel jueguito de seducción, y sentía las manos masculinas calientes contra la piel descubierta de su abdomen. Todavía no veía su rostro, pero y están casi segura de que iba gustarle definitivamente.
—Eso depende de si me gustas o no.
Entonces se dió la vuelta con curiosidad, para encontrarse con el hombre más condenadamente guapo que había visto en la vida. Se quedó estática, viendo sus ojos grises, como si dentro se estuviera librando una tormenta. Eran tan bonitos. Tenía una sensual boca, unas espesas pestañas que hacían parecer que traía delineador. Pero claro que no tenía, era una belleza natural impresionante. Su cabello castaño ni siquiera estaba peinado, estaba de lado como si solo hubiera pasado los dedos y ya, lo que le confería un aspecto salvaje. Era alto, fibroso y bien vestido.
«Jesús, María y José...», gimió para sí. Estaba para envolverlo en un regalo de navidad, ser egoísta y quedártelo para ti nada más.
—¿Y bien? ¿Pasé la prueba? —le pregunto, en sus ojos había una chispa de burla. Su mirada paseaba por el cuerpo delgado y mal vestido de Elissa. Juró una maldición mental por haber elegido ese día para vestirse pésimo.
Ella asintió, embobada.
—Y como veinte pruebas más, Lobito —señaló, relamiéndose el labio superior que de repente estaba seco—. ¿Nos vamos?
No hubo nada más que decir, se fueron inmediatamente del lugar. Él la llevaba de la mano, tan rápido que le costaba seguirle el paso porque no era tan alta, pero demonios si no sentía la misma necesidad de llegar pronto a un lugar más privado. Él la guío a un auto, al que ni siquiera le echó un vistazo, solamente se metieron y comenzaron a besarse dentro, una pasión desenfrenada los dominaba. Como si una fuerza inexistente estuviera jalando unos hilos para mantenerlos pegados.
—¿Te va bien cualquier hotel? —le preguntó el hombre después de separarse para tomar aire.
Ella asintió, y Lobito comenzó a manejar. Le daba gracia llamarlo así, tal vez hubiera sido mejor dar los hombres reales.
Llegaron a un hotel que quedaba al final de la ciudad, y pidieron una habitación. Inmediatamente entraron, dieron rienda suelta a lo que querían hacer.
—Nunca te había visto —dijo Elissa, quitándose la falda.
Él se estaba quitando el saco y la camisa.
—Soy extranjero, vine por algo importante aquí en México. Y me alegro, porque así te he conocido, ricura —respondió, mirándola con tal intensidad que su corazón se puso a marchar como loco, le temblaban las manos—. Quiero besarte entera.
Elissa asintió, en acuerdo.
Él pareció darse por satisfecho con aquella respuesta porque sin más vacilación inclinó la cabeza para tomar sus labios. Beso tras beso la excitación de ella fue en aumento, y cuando la lengua de él acarició la suya una ráfaga de calor la sacudió.
Mientras exploraba cada rincón de su boca, su lobo le deslizó una mano por el costado. Cuando las yemas de sus dedos le rozaron el muslo mientras subía las manos lentamente, un escalofrío de placer le recorrió la espalda, y tuvo que recordarse que tenía que respirar. La mano de él continuó subiendo por su cuerpo hasta llegar a la curva de un seno, y frotó el pezón con el pulgar a través de la tela, haciéndola sentir acalorada.
Incapaz de permanecer quieta, alzó las manos un poco para que le fuera más fácil quitarle el top. Quería sentir sus manos en todo su cuerpo y quería sentir ambas pieles juntas.
Él la despojó del top con un movimiento limpio y lo arrojó al suelo. Entonces ambos se quedaron en ropa interior, se miraron con deseo, admirando el cuerpo contrario. Caminaron lentamente a la cama, presa y cazador. Elissa se acostó.
Luego, cuando se inclinó sobre ella, la agradable sensación de estar piel contra piel, inflamó todavía más el deseo de Elissa. Recorrió su torso y su abdomen con las manos, sintiendo el poder que vibraba en su interior. Le encantaba su cuerpo; le encantaba el contraste entre sus formas esculpidas y las curvas de su cuerpo femenino.
–Voy a besar y a acariciar cada centímetro de tu cuerpo –murmuró él contra su piel mientras sus labios descendían por su cuello, beso a beso–. Está piel blanca tuya es exquisita. Toda tú lo eres… thea mu.
Aquél término desconocido le hizo suspirar.
Cuando los labios del masculinos llegaron a la curva de su seno y se cerraron sobre el sensible pezón, se le cortó el aliento.
Sostuvo la cabeza de él con ambas manos mientras lo succionaba y lo lamía. Incapaz de contenerse, un tímido gemido de placer escapó de su garganta. La estaba volviendo loca y estaba disfrutando de cada instante, era innegable la atracción sexual entre ellos dos.
–¿Te gusta esto, Caperucita? –le preguntó mientras sus labios bajaban por su estómago, depositando en su piel un reguero de besos.
–Sí... sí...
Él trazó con un dedo el elástico de sus braguitas.
–¿Quieres que pare?
–No, no te lo perdonaré nunca –jadeó ella sin aliento. La suave risa del hombre hizo que su alma vibrara, igual que la cuerda de un instrumento.
–Cariño, yo tampoco quiero parar. Quiero disfrutarte largo y tendido...
Ella le creyó, estaba tan desesperada por su toque, que casi rogaba que lo hiciera, jamás había tenido tremendas ansias por un poco de placer, eso la dejó sorprendida.
Cuando deslizó la mano dentro de sus braguitas, Elissa levantó las caderas y él se deshizo en cuestión de segundos de la minúscula prenda, que fue a unirse con la demás ropa en el suelo. El corazón le martilleaba contra las costillas mientras esperaba a que la tocase, y en el momento en que su mano finalmente cubrió sus suaves rizos púbicos e introdujo los dedos entre ellos para acariciarla con una ternura exquisita, sintió que no podía más.
—Por favor… –le suplicó, alargando el brazo para tocarlo a él también. Quería más; quería que llenase ese vacío que amenazaba con consumirla–. Te necesito... Ahora.
Estaba suplicando por aquello, con un gruñido, el hombre fue a hacer exactamente lo que le había pedido.
Él se quitó los boxers y volvió a colocarse sobre ella. El vientre palpitó en respuesta a su erección, que notaba apretándose contra su delicado muslo, sintiendo así la humedad de ambas partes íntimas por el deseo que estaban experimentando. Se colocó un preservativo, y se colocó en medio de sus piernas, rozando su centro con lo que podía liberar su más primitivo deseo. Era definitivamente largo y ancho, perfecto para Elissa. Sintió que se humedecía con el solo tacto.
—¿Te cuidas con algo? —le preguntó.
La nube de deseo que tenía en la cabeza, apenas le permitió murmurar algo coherente.
—Parches.
Eso fue suficiente para él, que inmediatamente la hizo suya. Un fuego abrasador estaba apoderándose de ella, como una espiral de calor, mientras respondía con abandono a cada una de sus embestidas, perdió la noción del tiempo, solo sentía. Se aferró a sus anchos hombros, y los músculos de su interior se contrajeron en torno al miembro de él. El tiempo pareció detenerse mientras la tensión en su interior iba in crescendo, y de pronto se liberó en forma de oleadas de placer que reverberaron hasta su alma. El sonido de carne contra carne resonó en todo el cuarto, seguido se gemidos, súplicas y grititos. Elissa lo estaba disfrutando en grande. Cerrando los ojos, ella emitió un gemido de satisfacción, por fin había encontrado su tan esperada liberación.
Momentos después el hombre profirió un intenso gruñido, y Elissa lo sintió tensarse dentro de sí al llegar él también al orgasmo.
Durante la noche se entregaron a la pasión, que no se calmó ni con una segunda vez… Y cuando él dormía, finalmente exhausto después de las horas que compartieron en la cama, recogió sus cosas apresuradamente, se vistió con la ropa que estaba tirada en el piso, en la completa oscuridad. Y se marchó en silencio cual ladrón. Llegó a su casa tan cansada que solamente se metió entre las sábanas para perderse en el mundo de los sueños, aunque ciertamente antes de lograrlo pensó en la maravillosa noche que acababa de pasar con aquél desconocido.
Al final, consiguió exactamente lo que quería: se olvidó de sus problemas.
Pero había ganado otros más difíciles de solucionar.
Aunque no hacía frío, Oliver sí que sentía que los huesos se le helaban. Por primera vez en su vida no supo cómo reaccionar a algo, y ya había pasado por muchas cosas en su vida como para que algo así lo afectase tanto.Cerró los ojos, no quería que el abogado fuera testigo de su pérdida de control.Quentin Spyrou sí que sabía hacer un gran final, incluso desde la muerte le hacía la vida imposible. Respiro lentamente para tratar de calmar sus pensamientos. El abogado de la familia le había dado una noticia que jamás en su vida se hubiera imaginado. No de la persona tan recta que siempre le recordaba de mantener las apariencias. Que siempre juzgó su actuar tan impulsivo. No de quien le calzó y le vistió.Hipócrita. Eso es lo que era, ¡Un maldito hipócrita!Su padre, Quentin Spyrou, tenía otra familia. Una familia secreta a la que mantuvo al margen durante poco más de veinte años, engañando a su madre, a él mismo y a sus hermanos. Engañó a todo el mundo y nadie se dió cuenta hasta que m
El vestido que llevaba puesto no le gustaba en lo más mínimo, denotaba que era muy delgada, y sí, que aunque tenía unas ligeras curvas poco le faltaba para ser una tabla con piernas. Además, ese día en especial se sentía pésimo, la resaca no ayudaba en lo absoluto, dudaba verse como una rosa fresca y llena de rocío; simplemente tenía apariencia de la pesadilla andante de cualquier persona.Elissa tenía un particular gusto, cuando estaba tan deprimida solía beber mientras leía El Castillo Ambulante para volver a romperse por dentro. En ese libro encontraba emociones disparejas, y precisamente por eso es que se lo leía, para echarle más leña al fuego. En otras ocasiones podía leer Sing me to sleep, El dador de recuerdos, Anillo del hechicero, pero en aquél fin de semana deseó algo más ligero.Esa mañana se había encontrado con sus amigas para arreglarse juntas: Melinda ya estaba en México, al igual que Erica, Irina y Narin. Habían platicado, reído y pasado momentos agradables. Pero Elis
Llegaron muy rápido en el avión privado de Oliver. Literalmente nada más durmió, comió, vio televisión y volvió a dormirse para descubrir que ya estaban en Atenas, el lugar donde él vivía. Debía admitir que todo fue bastante más tranquilo de lo que se imaginaba que sería, porque para empezar despedirse de México no se le hizo tan complicado. Luego del bautizo se despidió de sus amigas, todas ellas felices porque Elissa había encontrado trabajo y deseándole suerte. Excepto Erica, que la llevo a un lado para advertirle: —Sé que ya estás grande y tomas tus propias decisiones, solamente te pido que tengas cuidado. Oliver Spyrou es un conocido mujeriego, no permanece mucho tiempo con la misma mujer, te pido que lo pienses dos veces antes de entregarlo tu corazón —ella la había abrazado con fuerza—. Sabes que eres como una hermana para mí, y me mataría que alguien te hiciera daño. Pero Elissa le había dado una sonrisa tranquilizadora (que no sentía, pero tenía que hacerlo) y le había aseg
Oliver estaba empezando a encontrar incómodo sentir que de alguna manera podía herir a Elissa, quizás no eran amigos o pareja, pero esa vez que compartieron juntos la cama, fue demasiado... intensa, de alguna manera se sentía especial. Él usualmente no catalogaba sus relaciones sexuales por "especiales", pero lo cierto es que así es como lo había sentido con Elissa. Lo cierto es que con ella todo eran tan distinto que sería un ciego si no fuese capaz de notarlo a la primera. Existía una química potente cada vez que estaban cerca, su cuerpo clamaba por ella, y sin embargo, no podía darle rienda suelta a todo lo que quería hacer con ella. En primer lugar, el trabajo que tenían. En segundo lugar, Erica lo mataría si llegaba a hacerle daño. En tercer lugar, Oliver solía huir de ese tipo de emociones. Cerró sus ojos, y negó con la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos innecesarios para poder concentrarse en su cita, la chica fue al baño, estaban a punto de irse al motel al que s
Los siguientes días Elissa y Oliver estuvieron poniéndose de acuerdo para todo, él le contó sus funciones y de qué iba el negocio tan importante que tenía que cerrar, también le explicó cómo le gustaba que se hicieran las cosas: rápido, eficiente y productivo. También pasaron mucho tiempo juntos, cosa que era agradable para Elissa, no era difícil sentirse bien a su lado, él era divertido y amable. Pero, por otro lado... Le era difícil concentrarse a su lado. Era una perfecta distracción, en medio de un lugar hermoso, un hombre hermoso y poderosamente sensual, ella que no tenía a otro hombre cerca con el cual satisfacer sus deseos. También estaba esa noche que no podía olvidar. ¿Era difícil porque sabía el tremendo placer del que era capaz de darle, o porque simplemente lo deseaba y punto? Se hacía esa pregunta, pero ya estaba segura de la respuesta. Se le complicaba no sentir nada porque lo deseaba como el infierno, sabía de lo que era capaz y por eso lo deseaba, pero era mucho más. O
Al día siguiente, estaban almorzando en un silencio casi aterrador. Ella no había tenido ganas de hablar, y él parecía que tampoco, así que seguían comiendo la ensalada de pollo que la cocinera les había preparado. El desayuno había sido similar, solamente se habían concentrado en el trabajo. Elissa estaba tratando obsesivamente de no pensar ni por un segundo en el día anterior, pero ¿adivinen qué? Le resultaba una misión imposible. Cerraba los ojos, y veía la espalda de Oliver. Respiraba, y veía su cosa en esa mujer. Tomaba agua, y lo oía gruñir. Ya había contado hasta mil, pensaba en el final de un libro ir jamás pudo terminar de entender ni leyendo veinte reseñas distintas.Hiciese lo que hiciese, pensaba en ese momento justo.Estaba probando un gran bocado de pan dulce cuando Oliver por fin dijo algo.—Nos viste —anunció, como una afirmación.Elissa se atragantó con el pan en la garganta, tosió fuertemente y bebió agua rápidamente. Sus ojos escocieron por el pequeño dolor que le p
De repente se encontró imaginando a la chica del día anterior haciendo lo mismo y ella casi sentía que se desinflaba como un globo con aquel triste pensamiento. Cada que pensamientos así en los momentos menos indicados le llegaban, tenía muchísimas ganas de pegarse un cabezazo contra la pared. «Es solo sexo, es solo sexo. ¿Qué más da si tiene otras? No es como si con los del club que me he acostado yo hubiera sido la única... Es pura pasión, no haya nada serio sucediendo aquí... ¿cierto?», se repetía mentalmente una y otra vez, tratando de convencerse a sí misma. Elissa era abierta de mente, no creía mucho en eso de "amigos con derecho exclusivos". Algo contrario a lo que leía en aquellos libros románticos, contrario al tipo de relación que esperaba tener algún día; lo cierto es que ya tenía una mente totalmente abierta a cualquier posibilidad, poco a poco iba aprendiendo más y más lo que debía o no esperar. ¿Una relación de verdad con aquél sexy, poderoso y caliente griego? Eso tend
Elissa sintió que el corazón se le detenía, literalmente. Alzó las cejas, sorprendida, y abrió la boca para decir algo, aunque no sabía qué decir. Oliver acababa de decirle que se casaran y tuvieran un hijo, eso no podía ser cierto, ¿Verdad? Al menos no en el universo en que estaban en ese momento, trató de calmar a su atolondrado corazón que no entendía de lógica y seguía latiéndole como loco en el pecho. —Sé lo que parece, Elissa, pero tienes que escucharme. —Él la miró con cautela, temiendo su reacción. —Tiene que ser una broma, ¿Cierto? Digo, ja, ja, no fue divertido en mi absoluto, Spyrou —espetó y le dirigió una mirada iracunda, no quería bromas de ese tipo, y lo peor, que, aunque fueran una broma le causaran tremendo revoltijo de emociones. Oliver acarició su pierna con el dedo índice, Elissa sabía que no debería, pero sintió un exquisito placer recorrerle las venas. Tuvo que cerras los ojos y respirar profundo para no caer en sus encantos, y levantarse de la cama. Dejó que