Oliver Spyrou estaba ahí mismo, en la fondita de Lichita, con su traje de diseñador perfectamente cuidado. Se había cortado la barba incipiente, pero tenía uno de sus piercings en el labio. Tan exquisitamente delicioso... Su cabello color arena lo tenía bien peinado, esos ojitos preciosos del gris de una tormenta la miraban con intensidad. Solo a ella la miraba. Había extrañado esa mirada con una desesperación increíble...El aire se le quedó contenido en sus pulmones, no podía formular una palabra. Unas lágrimas traicioneras comenzaron a llenar sus ojos, pero se negó a dejarle ver cuánto lo extrañaba, cuánto le afectaba. Elissa tenía que ser firme y decidida, no iba a permitir que siguiera haciéndole más daño, de eso se aseguraría.—Soy su esposo. Oliver, el estúpido que fue tan idiota como para dejar ir a la mujer más importante de mi vida. Mi dulce, dulce Elissa... Te extrañe —respondió él sin dejar de mirarla fijamente.El pequeño corazón de Elissa dió saltitos de emoción. Ahí est
Aquel día todo estaba saliendo bien. Primero, se despertó y vió a su dulce esposa durmiendo a su lado después de una noche especialmente agitada. Habían celebrado el día del amor haciendo el amor, viendo películas cursis y comiendo lo que Amira les había preparado con dedicación. Luego, el presidente de una empresa de autos llamada "Helvra" había aceptado firmar la colaboración con Spyrou Corp. Harían un comercial que les beneficiaria a los dos, sobre las ventajas de asegurar tu auto Helvra con Spyrou Corp. Así que estaba sonriendo, recordando la noche anterior con Elissa, cuando escucho que la puerta se abría de par en par:—Ella salió —Fue todo lo que dijo.Oliver dejo de hacer lo que estaba haciendo en ese momento, y levantó la mirada de los papeles que debía firmar para la colaboración importante. Akram entró sin tocar, y estaba respirando agitadamente, como si hubiera corrido kilómetros.—¿Qué sucede? ¿Quién salió? —preguntó, confundido.Las cosas habían estado tranquilas los últ
—Ya pudimos averiguar quién pagó la fianza, señor. Alexei dejó de dar vueltas alrededor del cuarto, porque estaba tan malditamente nervioso que no podía hacer más que eso. Primero, porque el día anterior su madre tardo media hora en rendirse e irse de su casa. Le había sido difícil no abrirle la puerta, pero debía de ser fuerte. Su madre únicamente lo quería por el dinero que pudiera obtener, no por nada más. Y no permitiría que le siguiera haciendo daño a él ni a Oliver. Ya era hora de que ella lo supiese, lo mucho que le había afectado crecer así. Siempre tomaba decisiones por él: qué debía estudiar, dónde debía estudiar, los amigos que tendría o no... Su padre fue muy bueno con él. Aunque no vivía con ellos, cada vez que iba le hacía sentir querido, no como una "tarjeta de buena suerte", sino como eso, su hijo. Le enseñó a leer, a jugar básquet, le enseñó a quitarse la barba, le enseñó muchas cosas. Y cada vez que se iba, le decía lo orgulloso que estaba de ser su padre. Él le er
Miré el tatuaje detenidamente, y una sonrisa floja adornó mis labios. Era la primera vez que la veía; la acaricie con las yemas de mis dedos, bordeando el perímetro del dibujo en la piel de Oliver. Eran dos personas: Un hombre adulto con alas en la espalda, de la mano de un niño. El tatuaje era simple, las figuras contorneadas y rellenas con tinta negra. —¿Eres tú? —susurré, sintiendo una tristeza invadir mi pecho. No hablábamos mucho sobre esto, pero yo sabía cuánto él quería devolver el tiempo y conversar con su padre sobre todo lo que había pasado... Sabía que quería decirle que le perdonaba. Él asintió de espaldas a mí, podía sentir la tensión en su espalda, después de un año por fin me mostraba su más grande secreto. —Me lo hice a los dieciocho, cuando sufría por la presión que mi padre ponía en mí. Y al morir, hice que le agreguen unas alas. Suspiré. Acerqué mis labios a su espalda baja, y le dejé un beso fugaz. —Es una buena manera de guardar tributo. Estará contigo siempre
El calor de ese día estaba casi asfixiándola, y haciendo así que la camisa se le pegara al cuerpo como si no tuviera suficientes problemas ya con todas las cosas malas que le sucedían recientemente.Buscar empleo era, sin lugar a dudas, la cosa en el mundo que más odiaba hacer. Pasar por un sin fin de pruebas, preguntas y personas para nunca jamás recibir una respuesta o si la recibías, era para agradecer tu pérdida de tiempo porque ya habían encontrado a alguien mejor calificado que tú.Tenía una vida de porquería. A medio camino se quitó los tacones para seguir caminando descalza, no soportaba más el dolor que le daba caminar con esas armas mortales. Unas lágrimas se colaron por sus mejillas, las cuáles quitó rápidamente con el dorso de la mano con una frustración enorme. También odiaba mostrarse débil, era patético.Su madre estaba enferma, muy enferma. Le habían diagnosticado un tumor en la cabeza que si bien era benigno, si que necesitaba ser extirpado con una urgencia enorme por
Elissa dejó salir el aire lentamente por sus pulmones. Le encantaba aquel jueguito de seducción, y sentía las manos masculinas calientes contra la piel descubierta de su abdomen. Todavía no veía su rostro, pero y están casi segura de que iba gustarle definitivamente. —Eso depende de si me gustas o no. Entonces se dió la vuelta con curiosidad, para encontrarse con el hombre más condenadamente guapo que había visto en la vida. Se quedó estática, viendo sus ojos grises, como si dentro se estuviera librando una tormenta. Eran tan bonitos. Tenía una sensual boca, unas espesas pestañas que hacían parecer que traía delineador. Pero claro que no tenía, era una belleza natural impresionante. Su cabello castaño ni siquiera estaba peinado, estaba de lado como si solo hubiera pasado los dedos y ya, lo que le confería un aspecto salvaje. Era alto, fibroso y bien vestido. «Jesús, María y José...», gimió para sí. Estaba para envolverlo en un regalo de navidad, ser egoísta y quedártelo para ti nad
Aunque no hacía frío, Oliver sí que sentía que los huesos se le helaban. Por primera vez en su vida no supo cómo reaccionar a algo, y ya había pasado por muchas cosas en su vida como para que algo así lo afectase tanto.Cerró los ojos, no quería que el abogado fuera testigo de su pérdida de control.Quentin Spyrou sí que sabía hacer un gran final, incluso desde la muerte le hacía la vida imposible. Respiro lentamente para tratar de calmar sus pensamientos. El abogado de la familia le había dado una noticia que jamás en su vida se hubiera imaginado. No de la persona tan recta que siempre le recordaba de mantener las apariencias. Que siempre juzgó su actuar tan impulsivo. No de quien le calzó y le vistió.Hipócrita. Eso es lo que era, ¡Un maldito hipócrita!Su padre, Quentin Spyrou, tenía otra familia. Una familia secreta a la que mantuvo al margen durante poco más de veinte años, engañando a su madre, a él mismo y a sus hermanos. Engañó a todo el mundo y nadie se dió cuenta hasta que m
El vestido que llevaba puesto no le gustaba en lo más mínimo, denotaba que era muy delgada, y sí, que aunque tenía unas ligeras curvas poco le faltaba para ser una tabla con piernas. Además, ese día en especial se sentía pésimo, la resaca no ayudaba en lo absoluto, dudaba verse como una rosa fresca y llena de rocío; simplemente tenía apariencia de la pesadilla andante de cualquier persona.Elissa tenía un particular gusto, cuando estaba tan deprimida solía beber mientras leía El Castillo Ambulante para volver a romperse por dentro. En ese libro encontraba emociones disparejas, y precisamente por eso es que se lo leía, para echarle más leña al fuego. En otras ocasiones podía leer Sing me to sleep, El dador de recuerdos, Anillo del hechicero, pero en aquél fin de semana deseó algo más ligero.Esa mañana se había encontrado con sus amigas para arreglarse juntas: Melinda ya estaba en México, al igual que Erica, Irina y Narin. Habían platicado, reído y pasado momentos agradables. Pero Elis