El calor de ese día estaba casi asfixiándola, y haciendo así que la camisa se le pegara al cuerpo como si no tuviera suficientes problemas ya con todas las cosas malas que le sucedían recientemente.
Buscar empleo era, sin lugar a dudas, la cosa en el mundo que más odiaba hacer. Pasar por un sin fin de pruebas, preguntas y personas para nunca jamás recibir una respuesta o si la recibías, era para agradecer tu pérdida de tiempo porque ya habían encontrado a alguien mejor calificado que tú.
Tenía una vida de porquería. A medio camino se quitó los tacones para seguir caminando descalza, no soportaba más el dolor que le daba caminar con esas armas mortales. Unas lágrimas se colaron por sus mejillas, las cuáles quitó rápidamente con el dorso de la mano con una frustración enorme. También odiaba mostrarse débil, era patético.
Su madre estaba enferma, muy enferma. Le habían diagnosticado un tumor en la cabeza que si bien era benigno, si que necesitaba ser extirpado con una urgencia enorme porque era una parte del cuerpo delicada, además los médicos no querían que eso avanzara a otro tipo de tumor, uno canceroso por ejemplo. Pero no eran de una familia adinerada.
Podían permitirse comer carne, ir al cine, no cocinar todos los días y cosas así. Pero una cirugía mayor costaba tanto como un coche; no podían pagarla, si los tratamientos ya consumían la mayor parte del dinero y no les quedaba nada más de valor que podrían vender.
Se dejó caer en la banca del parque, ya sin energías.
Estaba enojada con sus hermanas, sus tontas hermanas Aylin y Sandie. Ambas se habían deslindado de la responsabilidad al decir que ya tenían hijos y que no podían ayudarla económicamente. Solo habían buscado la manera de hacerla sentir mal, con sus comentarios odiosos tipo: "sigues viviendo con mamá, ¿Por qué no consigues el dinero tú?" Pero Elissa odiaba que por eso la responsabilidad recayera sobre sus hombros. Si bien sus hermanas iban a visitar a la madre de ellas y trataban de ayudarla en otras cosas, no había ninguna ayuda económica.
Amaba a su madre, más que a nada. Pero aquello la superaba en sobre manera, no tenía mucho que ofrecer, estudió negocios internacionales para jamás salir de México, todos la tomaban por una rubia tonta de la que no se podían fiar. Y con su falta de experiencia añadida, era un plus para mandarla a freír espárragos. Aunque había obtenido el trabajo de editora en la editorial Izmar, no le dejaban libros tan importantes y siempre llegaba un supervisor para evaluarlo finalmente. No confiaban en sus capacidades.
Observó a los niños jugando en el parque, deseando ser otra vez una niña, sin aquella carga pesada sobre los hombros, desempleada y arruinada. Deseó volver a tener esa mente inocente y pura, que creía en Barbie. Creía que podía ser lo que quisiera ser
Recordó con amargura que a pesar de haber estudiado algo diferente, pensó que podía ser una editora exitosa. Pero la habían cambiado por una editora más "competente" que no tuviera contratiempos como tener una madre enferma.
Pues al carajo. Necesitaba un trabajo de tiempo completo que no justificara su despido con estupideces, que no fuera porque en realidad querían una compañera más guapa y fácil a la que llevarse a la cama sin que ésta se resista y acepte encantada su acoso laboral.
Aquellos manos largas podían sacar la basura de su casa.
Sintió su teléfono vibrar en el bolso, el cual estaba totalmente arrugado y parecía concordar con su estado de ánimo. Saco el móvil, viendo que quien llamaba era Erica, su amiga. Forzó su mejor sonrisa para sonar alegre al contestar.
—¡Erica! —exclamó, fingiendo felicidad.
—¡Elissa! ¡Hola! ¿Cómo estás? —inquirió ella.
Hablaron unos segundos sobre su madre y su falta de empleo. Aquello le molestaba, no quería atosigar a su amiga con los problemas que tenía encima. Erica volvió a ofrecerle ayuda.
—No, no. Y te agradezco la intención, pero jamás me aprovecharía de que tienes un marido millonario y que tienes un gran trabajo. Eres una de mis mejores amigas, no tienes porqué resolverme la vida. Además, estoy segura que pronto consigo algo —dijo, con toda la positividad que fue capaz de reunir.
—Entiendo, Elissa. Yo quería también decirte sobre el bautizo de Zarek, sabes que estás invitada y… Quisiera que conozcas a un amigo de Alistaír.
Elissa frunció el ceño, eso sí que era raro.
—¿Amigo? Oh, no, espero no estén haciendo de casamenteros porque sabes lo que opino de eso... —empezó a contradecir.
Erica gimió con frustración al otro lado de la línea.
—Ya lo sé, cariño. No es eso, quiero que conozcas a Oliver porque será el padrino. Y es probable que tenga un trabajo para ti —añadió como quien no quiere la cosa.
—¿Es un amigo millonario como Alistaír? No sé qué podría aportar —negó con la cabeza aunque sabía que Erica no podía verla—. Soy una editora. Una aburrida editora que para los hombres no es nada más que una falda con piernas.
Su amiga rió un poco.
—Sabes que eres una falda con piernas lista y eficiente, solo que no te ha mirado el hombre correcto —afirmó convencida—. Es por eso que debes venir y conocer el trabajo que Oliver tiene para ti, es una gran oportunidad, ¿No crees? Tiene que ver con lo que estudiaste, imagina eso en tu currículum
Elissa cerró los ojos, vencida. Claro que entendía lo bueno que eso le vendría para su historial laboral, necesitaba un empleo rápido. Y si tenía relación con lo que estudió, seguro podría conseguir luego un mejor trabajo.
—Estaré ahí y hablaré con él —aceptó finalmente.
Luego, fue a casa. El lugar estaba silencioso y triste, desde que su madre se quedaba internada en el hospital, sus hermanas se habían ido cada una con sus esposos y su padre estaba en la milicia tratando de mandarles dinero con el servicio que hacía, la casa estaba tan desolada que sintió como la soledad se le metía hasta los huesos. Otra vez, inútiles lágrimas llegaron a arruinarlo todo, porque no pudo parar de llorar por la miserable vida que tenía.
Cuando terminó la escena tonta que se había montado sola, se preparó unos chilaquiles. Y se los comió sola en la sala, viendo «Los hechiceros de Waverly Place», deseando poder hacer lo mismo, agitar una varita y acabar con sus problemas.
Después tomó un baño, pensando en lo que usaría al día siguiente. El bautizo tendría lugar en un salón ahí en México, cerca de la casa de la abuela de Erica. Querían que ella estuviera más tranquila en su país natal, así que la fiesta iba hacia ella. Recordó lo divertido que había sido en el pasado, cuando todas vivían cerca y se veían todos los días para jugar.
Ahora Melinda iba de mochilera por el mundo, y Erica estaba casada y tenía el trabajo de sus sueños. Se sintió tan… absurda, tan vacía. Era un cascarón vacío. Todo lo bonito de su vida se estaba extinguiendo. Paso toda la tarde tan triste, que para la noche se le revolvió el estómago imaginar cenando sola nuevamente. Así que decidió comer fuera.
Se vistió con una sencilla falda amarilla a cuadros, un top verde. Elissa no era sexi, no trataba de serlo, no le importaba serlo. Así que no le sorprendió que al verse al espejo, el conjunto no combinara en lo absoluto.
Bufó, con un encogimiento de hombros.
—Elissa Sandoval, ¿Qué estás haciendo con tu vida?
Ese día en especial, viendo a parejas besarse mientras caminaba por las calles, le hizo pensar en su nula vida amorosa. Ella no era virgen, y no había perdido su virginidad con un hombre, sino de otro modo. Pero en las siguientes ocasiones tuvo sexo casual en el club al que iba, era conocido porque allí solamente podías ir una vez por semana, jamás más de dos veces. Esto para variar las personas con las que se podía tener un encuentro sin ataduras, seguro y respetuoso.
Nadie sabía de eso, y le daría muchísima vergüenza. Pero recurría al sexo cuando su vida caía en picada, le encantaba olvidarse de sus problemas y perderse entre las sábanas con un hombre… o una mujer. Elissa era bisexual. No se negaba a los placeres de ambos sexos. Y eso era algo que tampoco nadie sabía.
Llego al club y mostró su tarjeta, la cual indicaba que la última vez que había asistido era hacia dos semanas. Le marcaron ese día y la dejaron entrar. Dentro era cómodo e íntimo. Podías comer en el pequeño restaurante que había, ir a las piscinas, a las canchas... Realmente el dueño se había esmerado en hacerlo un lugar divertido.
Primero cenó comida china, la cual era la más deliciosa de la zona, había que admitir. Y después fue al bar, que estaba en el cuarto consiguiente. Era un lugar grande, había una bola disco en el techo, las paredes eran de piedra natural negras que daban un aspecto rústico, el piso era de cerámica gris. Todo daba un aire privado, preciso para lo que se buscaba.
Bailo un rato sola en medio, tratando de pescar algún interesado o interesada en pasar la noche con ella. No tuvo que esperar mucho, pues de pronto unas manos firmes y grandes la agarraron por la cintura.
—¿Sin nombres reales? —preguntó la voz, con un timbre ronco y sedoso. Era un hombre.
Ella asintió.
—Dime Caperucita —susurró.
El hombre rió.
—Me encantas, Caperucita. Yo seré tu Lobo.
Elissa curvo una media sonrisa.
—¿En serio crees eso? Yo era una carnada, y tú has caído en la trampa —explicó, moviendo las caderas al ritmo de la música.
—Touché. Entonces, Lobita, ¿tienes planes esta noche además de bailar tan sensualmente? —preguntó contra su oído—. Porque yo no.
Elissa dejó salir el aire lentamente por sus pulmones. Le encantaba aquel jueguito de seducción, y sentía las manos masculinas calientes contra la piel descubierta de su abdomen. Todavía no veía su rostro, pero y están casi segura de que iba gustarle definitivamente. —Eso depende de si me gustas o no. Entonces se dió la vuelta con curiosidad, para encontrarse con el hombre más condenadamente guapo que había visto en la vida. Se quedó estática, viendo sus ojos grises, como si dentro se estuviera librando una tormenta. Eran tan bonitos. Tenía una sensual boca, unas espesas pestañas que hacían parecer que traía delineador. Pero claro que no tenía, era una belleza natural impresionante. Su cabello castaño ni siquiera estaba peinado, estaba de lado como si solo hubiera pasado los dedos y ya, lo que le confería un aspecto salvaje. Era alto, fibroso y bien vestido. «Jesús, María y José...», gimió para sí. Estaba para envolverlo en un regalo de navidad, ser egoísta y quedártelo para ti nad
Aunque no hacía frío, Oliver sí que sentía que los huesos se le helaban. Por primera vez en su vida no supo cómo reaccionar a algo, y ya había pasado por muchas cosas en su vida como para que algo así lo afectase tanto.Cerró los ojos, no quería que el abogado fuera testigo de su pérdida de control.Quentin Spyrou sí que sabía hacer un gran final, incluso desde la muerte le hacía la vida imposible. Respiro lentamente para tratar de calmar sus pensamientos. El abogado de la familia le había dado una noticia que jamás en su vida se hubiera imaginado. No de la persona tan recta que siempre le recordaba de mantener las apariencias. Que siempre juzgó su actuar tan impulsivo. No de quien le calzó y le vistió.Hipócrita. Eso es lo que era, ¡Un maldito hipócrita!Su padre, Quentin Spyrou, tenía otra familia. Una familia secreta a la que mantuvo al margen durante poco más de veinte años, engañando a su madre, a él mismo y a sus hermanos. Engañó a todo el mundo y nadie se dió cuenta hasta que m
El vestido que llevaba puesto no le gustaba en lo más mínimo, denotaba que era muy delgada, y sí, que aunque tenía unas ligeras curvas poco le faltaba para ser una tabla con piernas. Además, ese día en especial se sentía pésimo, la resaca no ayudaba en lo absoluto, dudaba verse como una rosa fresca y llena de rocío; simplemente tenía apariencia de la pesadilla andante de cualquier persona.Elissa tenía un particular gusto, cuando estaba tan deprimida solía beber mientras leía El Castillo Ambulante para volver a romperse por dentro. En ese libro encontraba emociones disparejas, y precisamente por eso es que se lo leía, para echarle más leña al fuego. En otras ocasiones podía leer Sing me to sleep, El dador de recuerdos, Anillo del hechicero, pero en aquél fin de semana deseó algo más ligero.Esa mañana se había encontrado con sus amigas para arreglarse juntas: Melinda ya estaba en México, al igual que Erica, Irina y Narin. Habían platicado, reído y pasado momentos agradables. Pero Elis
Llegaron muy rápido en el avión privado de Oliver. Literalmente nada más durmió, comió, vio televisión y volvió a dormirse para descubrir que ya estaban en Atenas, el lugar donde él vivía. Debía admitir que todo fue bastante más tranquilo de lo que se imaginaba que sería, porque para empezar despedirse de México no se le hizo tan complicado. Luego del bautizo se despidió de sus amigas, todas ellas felices porque Elissa había encontrado trabajo y deseándole suerte. Excepto Erica, que la llevo a un lado para advertirle: —Sé que ya estás grande y tomas tus propias decisiones, solamente te pido que tengas cuidado. Oliver Spyrou es un conocido mujeriego, no permanece mucho tiempo con la misma mujer, te pido que lo pienses dos veces antes de entregarlo tu corazón —ella la había abrazado con fuerza—. Sabes que eres como una hermana para mí, y me mataría que alguien te hiciera daño. Pero Elissa le había dado una sonrisa tranquilizadora (que no sentía, pero tenía que hacerlo) y le había aseg
Oliver estaba empezando a encontrar incómodo sentir que de alguna manera podía herir a Elissa, quizás no eran amigos o pareja, pero esa vez que compartieron juntos la cama, fue demasiado... intensa, de alguna manera se sentía especial. Él usualmente no catalogaba sus relaciones sexuales por "especiales", pero lo cierto es que así es como lo había sentido con Elissa. Lo cierto es que con ella todo eran tan distinto que sería un ciego si no fuese capaz de notarlo a la primera. Existía una química potente cada vez que estaban cerca, su cuerpo clamaba por ella, y sin embargo, no podía darle rienda suelta a todo lo que quería hacer con ella. En primer lugar, el trabajo que tenían. En segundo lugar, Erica lo mataría si llegaba a hacerle daño. En tercer lugar, Oliver solía huir de ese tipo de emociones. Cerró sus ojos, y negó con la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos innecesarios para poder concentrarse en su cita, la chica fue al baño, estaban a punto de irse al motel al que s
Los siguientes días Elissa y Oliver estuvieron poniéndose de acuerdo para todo, él le contó sus funciones y de qué iba el negocio tan importante que tenía que cerrar, también le explicó cómo le gustaba que se hicieran las cosas: rápido, eficiente y productivo. También pasaron mucho tiempo juntos, cosa que era agradable para Elissa, no era difícil sentirse bien a su lado, él era divertido y amable. Pero, por otro lado... Le era difícil concentrarse a su lado. Era una perfecta distracción, en medio de un lugar hermoso, un hombre hermoso y poderosamente sensual, ella que no tenía a otro hombre cerca con el cual satisfacer sus deseos. También estaba esa noche que no podía olvidar. ¿Era difícil porque sabía el tremendo placer del que era capaz de darle, o porque simplemente lo deseaba y punto? Se hacía esa pregunta, pero ya estaba segura de la respuesta. Se le complicaba no sentir nada porque lo deseaba como el infierno, sabía de lo que era capaz y por eso lo deseaba, pero era mucho más. O
Al día siguiente, estaban almorzando en un silencio casi aterrador. Ella no había tenido ganas de hablar, y él parecía que tampoco, así que seguían comiendo la ensalada de pollo que la cocinera les había preparado. El desayuno había sido similar, solamente se habían concentrado en el trabajo. Elissa estaba tratando obsesivamente de no pensar ni por un segundo en el día anterior, pero ¿adivinen qué? Le resultaba una misión imposible. Cerraba los ojos, y veía la espalda de Oliver. Respiraba, y veía su cosa en esa mujer. Tomaba agua, y lo oía gruñir. Ya había contado hasta mil, pensaba en el final de un libro ir jamás pudo terminar de entender ni leyendo veinte reseñas distintas.Hiciese lo que hiciese, pensaba en ese momento justo.Estaba probando un gran bocado de pan dulce cuando Oliver por fin dijo algo.—Nos viste —anunció, como una afirmación.Elissa se atragantó con el pan en la garganta, tosió fuertemente y bebió agua rápidamente. Sus ojos escocieron por el pequeño dolor que le p
De repente se encontró imaginando a la chica del día anterior haciendo lo mismo y ella casi sentía que se desinflaba como un globo con aquel triste pensamiento. Cada que pensamientos así en los momentos menos indicados le llegaban, tenía muchísimas ganas de pegarse un cabezazo contra la pared. «Es solo sexo, es solo sexo. ¿Qué más da si tiene otras? No es como si con los del club que me he acostado yo hubiera sido la única... Es pura pasión, no haya nada serio sucediendo aquí... ¿cierto?», se repetía mentalmente una y otra vez, tratando de convencerse a sí misma. Elissa era abierta de mente, no creía mucho en eso de "amigos con derecho exclusivos". Algo contrario a lo que leía en aquellos libros románticos, contrario al tipo de relación que esperaba tener algún día; lo cierto es que ya tenía una mente totalmente abierta a cualquier posibilidad, poco a poco iba aprendiendo más y más lo que debía o no esperar. ¿Una relación de verdad con aquél sexy, poderoso y caliente griego? Eso tend