La cabaña cerca del lago que había alquilado Erik, su novio, era perfecta y romántica. Morgan no podía parar de sonreír, ansiosa por escucharlo llegar. No había aceptado tener intimidad con él hasta ahora que estaban cerca de terminar sus estudios en la universidad.
Las luces eran tenues y lo único que iluminaba el interior era la pálida luz de la luna. Terminó de beberse esa copa de vino que la esperaba con una nota donde Erik le pedía que se pusiera cómoda. De pronto unas manos envolvieron su cintura, se sentían calientes y erizaron su piel. Cerró los ojos en cuanto sintió un beso en su cuello. Esperaba que Erik le propusiera matrimonio antes de querer llevarla a la cama, pero después de sentir sus caricias ansiosas, no le importó saltarse ese paso.
Esos fuertes brazos la cargaron y la llevaron escaleras arriba, hacia la habitación principal, mientras llenaba de besos ansiosos el rostro de su novio, que permanecía escondido por la oscuridad de la noche.
Entre las sábanas, Erik no tuvo piedad de ella, ni siquiera por saber que era su primera vez, pero cuando el dolor se fue, Morgan siguió el ritmo que su amante le impuso hasta que, temblorosa y agotada, cayó en un sueño profundo, tan abrazador que, si no fuera por el cansancio, pensaría que estaba drogada.
***
A la mañana siguiente, el cuerpo le dolía, pero su sonrisa era grande, había pasado la noche con el hombre que amaba. Estiró su mano, aún somnolienta, buscando a su novio, pero no sintió el cuerpo de Erik, solo su calor en las sábanas. Un leve murmullo la alertó y se sentó sobre la cama, cubriendo su cuerpo con la sábana y con el cabello completamente alborotado. Tuvo un choque con la realidad. Se estremeció como si hubieran dejado caer sobre ella un cubo de agua fría.
Conteniendo la risa y con celular en mano, algunos de sus compañeros de la escuela se burlaban y la fotografiaban.
—¿Erik? —preguntó con un hilo de voz.
—Erik no está, bebé… —dijo el hombre cubierto de la cintura para abajo, el mismo que le arrancó su inocencia—, pero estuviste maravillosa.
—¿Theo? —Los ojos de Morgan se comenzaban a llenar de lágrimas y su labio inferior temblaba.
Todos explotaron en risas divertidas y estruendosas que taladraron sus oídos.
—Buenos días, «solecito». ¿Pasaste buena noche? ¿Lo disfrutaste? Theo es bueno dejando las piernas temblorosas, ¿no crees? —dijo Mía, regodeándose.
La historia entre ellas era muy sencilla, comenzaron la universidad como las mejores amigas, pero los celos y la rivalidad las hizo cometer imprudencias, ahora solo vivían para hacerse infelices, pero esta vez Mía había rebasado el límite.
Sujetando con una mano la sábana que cubría su cuerpo, Morgan salió de la cama, humillada y furiosa, tomó la lámpara a su lado y sin pensarlo dos veces la arrojó contra Mía, que entre risas y festejos no esperaba el golpe. La chica cayó al suelo y sus cómplices guardaron silencio, estaban sorprendidos de la reacción de Morgan.
El revuelo de la habitación cambió de sentido, ya no había risas, solo gritos de horror cuando vieron la protuberancia en la frente de Mía, y el caos se apoderó de todos cuando la puerta se volvió a abrir. Era Erik, apenado por haber llegado tarde.
La noche anterior recibió la visita de su poderoso y adinerado tío, quien lo había sentenciado. Ya había terminado la escuela, se había acabado la diversión y ahora tendría que trabajar, dejar el arte a un lado y tomarse la vida más en serio. Entre discusiones, Erik olvidó por completo la cita que tenía con Morgan y cuando quiso llamarla, ya era muy tarde y no contestaba.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —Pasó la mirada entre Morgan y los demás presentes, prestando especial atención en Theo, su amigo del equipo de natación que estaba semidesnudo igual que su novia con la cual llevaba cinco años juntos.
—¡¿Qué está ocurriendo?! —exclamó Mía desde el piso—. ¡Tu novia se revolcó con Theo! ¡Todos somos testigos!
»Queríamos sorprenderlos por el cumpleaños de Morgan y sabíamos que pasarían la noche aquí. —Señaló el pastel y los regalos. Todo estaba bien montado para dejar en mal a Morgan—. Jamás nos imaginamos que el hombre en la cama sería Theo.
—¿Morgan? —Erik retrocedió herido, sintiendo el peso del anillo de compromiso en su bolsillo, como una pesada roca.
—No les creas… No es cierto… Yo… —¿Cómo podía explicar lo que a simple vista era obvio? Los ojos se le llenaron de lágrimas al notar la decepción en el hombre que amaba.
—Te traicionó, Erik… —agregó Mía y le arrebató a uno de los presentes el teléfono para mostrarle las fotos que confirmaban sus palabras—. Ante las pruebas me remito.
Erik desvió la mirada, dolido y asqueado, decidió salir de la cabaña con la poca dignidad que aún le quedaba. La noche anterior estuvo a punto de rechazar su lugar en la compañía de su familia solo para quedarse al lado de Morgan, pero ahora se daba cuenta que iba a cometer un grave error.
Al percibir los silenciosos pasos de su novia, se detuvo en seco y volteó abruptamente para enfrentarla.
—¡¿Cómo pudiste?! ¡Después de cinco años juntos! ¡Esto era para siempre, Morgan! —exclamó furioso, apretando los dientes y con los ojos llorosos—. ¡Te amaba!
—No quise hacerlo… Yo… me equivoqué… —No podía explicar lo que no podía comprender.
—¡¿Te equivocaste?! ¿Te es tan fácil confundirme? —preguntó Erik y sacó la pequeña caja de terciopelo, mostrándole ese hermoso anillo que había conseguido para ella—. Después de cinco años juntos, ¿aún no puedes distinguir mis besos ni mis caricias?…
Las lágrimas cayeron de las mejillas de Morgan al ver el anillo. Cubrió su boca queriendo callar sus lamentos. Estaba destrozada, adolorida física y mentalmente, deseaba desaparecer.
—…Hay cosas que no se pueden perdonar —continuó Erik con el corazón roto—. ¡Perdoné tus apatías, tus olvidos y tu aparente falta de interés! ¡Te creí cuando juraste lo complicado que era para ti amar y acepté la frialdad con la que me llegabas a tratar!, pero me fuiste infiel, me traicionaste… y eso ya excede mi tolerancia. Adiós, Morgan.
De esa forma es que Erik subió a su elegante auto, dejándola en la puerta de la cabaña que él había alquilado, con una sábana como única cobertura para su cuerpo, mientras el grupo de estudiantes veían y grababan todo, sabiendo que incendiarían las redes al subir cada prueba de la traición de Morgan. Efectivamente, esa broma había ido muy lejos.
***
Faltaban pocos días para la graduación y el suplicio terminaría. Morgan se sentía miserable y cada vez que veía a Erik, su corazón se retorcía dolorosamente. Cuando intentaba acercarse a él, este se alejaba, aparentando que no la veía, que ni siquiera existía, pero su rostro era una máscara de dolor.
—Fue lo mejor… Erik no era para ti —dijo Mía cuando notó el anhelo en los ojos de Morgan al ver a su exnovio a lo lejos—. Pertenece a una familia con bastante poder que no hubiera visto bien su unión. No hay nada que le puedas ofrecer, solo vergüenza.
Sin pensarlo dos veces, Morgan tomó por el cuello a Mía y la puso contra la pared, iracunda.
—Todo es tu culpa… ¡Theo y tú me hicieron esto!
—Yo no te obligué a que te entregaras a Theo —agregó Mía divertida—. Ahora suéltame si no quieres que te suspendan en temporada de exámenes, y pases un semestre más en esta miserable escuela para que todos te sigan señalando con el dedo, como la puta que no pudo cerrar las piernas y que humilló a un hombre tan importante como Erik Lindberg.
La mano de Morgan se relajó, dejando que Mía se fuera pavoneándose victoriosa. Había logrado su objetivo y Morgan no podía hacer nada.
Tocó tres veces la puerta de Erik, de manera pausada. La escuela ya había terminado y Morgan no planeaba quedarse a la graduación. Había comprado ya su boleto de avión, y estaba lista para largarse del país y comenzar desde cero, pero aún tenía algo que hacer, un último intento por salvar la vida que tenía y no abandonar todo. La puerta se abrió lentamente y cuando estaba dispuesta a comenzar a suplicar, el estómago se le retorció. Era Mía quien había abierto, usando solo la camisa de Erik y ofreciéndole una sonrisa amplia. —¿Qué haces aquí, Turner? —preguntó divertida y se recargó en el marco de la puerta—. ¿No ves que estamos festejando? ¡Oh! ¡Déjame adivinar! ¡Vienes a suplicar su perdón! ¡Mírame y dime si crees que aún tienes posibilidad!—¿Quién es? —preguntó Erik con el torso desnudo y sosteniendo la sábana a la altura de su cintura, confirmando que había tenido intimidad con Mía—. Vuelve a la cama, no me hagas ir por… ti.Se detuvo sorprendido al ver a Morgan en la puerta, co
Durante todo el camino, Debbie quiso justificar su comportamiento, incluso inculpando al millonario con el que se había revolcado, pero solo lograba aumentar el odio de Ivar hacia ella. —Por favor, no se enoje conmigo. Claramente era una trampa, le echó algo a mi bebida —decía Debbie entre sollozos cuando Ivar detuvo el auto justo frente a la entrada de su casa.—Bájate… —pidió iracundo.—Por favor, señor Haugen, déjeme explicarle…—¡Qué te bajes! ¡¿No entiendes?! —exclamó perdiendo la paciencia y abrió la puerta del lado de Debbie para después arrojarla sin importarle que se lastimara—. ¡Estás despedida! ¡Ni se te ocurra regresar a la oficina! ¡¿Entendiste?!De inmediato pisó el acelerador a fondo, dejando a esa mujer conflictiva llorando desconsolada en el asfalto. ***Sin prestar atención a su entorno, Morgan atravesó las puertas del aeropuerto, chocando con algo más duro que su cabeza y cayendo al suelo. Cuando pudo enfocar al hombre con el que chocó, la mandíbula se le desencaj
Debajo de la lluvia y con su celular sonando insistentemente, Morgan visitó el cementerio, el único lugar donde nadie la agrediría. Con las pocas monedas que le quedaban en la bolsa, compró flores que repartió en la tumba de Esme y de su padre. Las lágrimas se hicieron pasar por gotas de lluvia que caían en su rostro. Por primera vez en toda su vida se sentía sola. Cuando traspasó las puertas del camposanto, revisó su celular, era Erik quien llamaba. De nuevo se sentía miserable y dudaba en contestar. Tragó saliva y acercó el teléfono a su oído.—¿Morgan? ¿Dónde estás? Theo me dijo que saliste de la ciudad… —dijo sin ocultar su preocupación. Pese a sus esfuerzos por querer olvidarla, su corazón seguía gritando su nombre—. Solo… quiero saber si estás bien. Esa sensación en el pecho, ese atisbo de esperanza, comenzó a envenenarla. Quería decirle que lo extrañaba, que lo necesitaba, que la perdonara, que Mía le había tendido una trampa, pero al pensar en esa mujer, de nuevo la visualiz
—Hola, guapa… —dijo un hombre ebrio y desagradable acercándose a la barra donde Morgan esperaba a Kyrie—. Oye… con todo respeto, eres hermosa…Morgan se mantuvo en silencio, viendo al hombre con repulsión y buscando un escape.—…¿Cómo te llamas? No seas mala… pásame tu número —insistió el borracho acercándose más a ella, pero esta se levantó del banco, alejándose—. No te asustes, no te haré nada… que tú no quieras, «suertudota».—Tus dotes como seductor son impresionantes, pero no me convencen. Déjame en paz —pidió Morgan con el ceño fruncido, pero nerviosa. —Estás bien bonita, con todo respeto, ¿tienes novio? —Sí, tengo novio y no tardará en llegar, sería bueno que te fueras porque es muy celoso —agregó Morgan creyendo que sería suficiente para alejarlo. —¿Ah sí? ¿Dónde está? ¿Te dejó solita aquí? —preguntó sospechando que Morgan mentía. —Fue al baño… Ahora, déjame en paz si no quieres que cuando regrese le pida que te de una golpiza… —¿En serio? ¿Eso hará? —Se acercó más—. No t
—¿Qué haces aquí tan noche? ¿Nadie te dijo que es peligroso? —preguntó Ivar acercándose muy a su pesar. No podía ignorar ese instinto protector cuando veía a una damisela en peligro—. En cuanto llegue mi chofer, te llevo a tu casa.—¡Ya quisieras! —exclamó Morgan—. Estoy esperando a alguien. No me interesa tu oferta.Ivar apretó los dientes y entrecerró los ojos. «¿Espera a su novio?», la idea le revolvió el estómago. «A mí, ¿qué me importa?».—¡Cómo quieras! Debe de ser muy bueno ese tipo como para esperarlo a mitad de la noche —dijo molesto.—Para tu información, estoy esperando a mi jefe, un viejecito insoportable y gruñón. —O por lo menos eso era lo que ella imaginaba. «¿Por qué le estoy dando explicaciones a este hombre?», se indignó. «¡¿Por qué tarda tanto en salir el idiota de Haugen?! ¡¿Dónde está ese señor?!». Sacó su teléfono y llamó mientras le daba la espalda a Ivar. Se rehusaba a seguir tolerándolo.De pronto el ruido de un teléfono sonando la hizo voltear lentamente, su
—No, no hay espacio —dijo Ivar rodeando el auto, dejando desconcertada a la hermosa mujer del pórtico.—¿De qué hablas? ¿Quién es ella? ¿Por qué…?—Vete en tu auto… —respondió Ivar sin darle mucha importancia y entrando al Maybach. —No funciona, parece que se ahoga cada vez que quiero echarlo a andar y huele mucho a gasolina —dijo la mujer asomándose por la ventana del piloto, haciendo a un lado a Morgan. —Ese no es mi problema, tuviste que llamar al mecánico en cuanto comenzó a fallar —dijo Ivar sin dignarse a voltear hacia ella—. Usa otro del garaje, pídele a Betty las llaves del Audi. —Ivar… —¡Morgan! ¡¿Qué carajos estás esperando?! ¡¿Qué te meta al auto de la mano?! —exclamó furioso. Morgan torció los ojos y sintió que la cabeza le punzaba. —Con su permiso —dijo apenada teniendo que quitar a la chica de la ventana para poder abrir la puerta—. Dígale a su mecánico que revise las bujías, tal vez sea necesario cambiarlas. Con una sonrisa apenada, entró al auto y salieron de la
—¡¿Qué te pasa?! —exclamó Morgan levantándose del suelo, sacudiéndose la tierra de su falda y fingiendo que no le dolía ese tobillo que se le acababa de torcer. —¡¿Qué me pasa?! ¡¿Qué te pasa a ti?! ¡¿Por qué me robaste mi lugar en la empresa?! —volvió a gritar Debbie. Su voz era igual que arrastrar las patas de una silla o rasguñar una pizarra, y le reventaba los tímpanos a Morgan.—¿De qué estás hablando? Yo no te quité nada… —agregó harta, no quería soportar los reclamos de su hermanastra, así que comenzó a andar por la acera.—Yo era la secretaria del señor Haugen… —«Eras» —interrumpió Morgan.—Cuando me dijeron que habías tomado mi lugar, confirmé que nunca me has visto como tu familia… ¡No tienes corazón!—¡Tienes razón! ¡Nunca te he visto como mi familia! ¡Solo tengo una hermana y está muerta! Si me preguntan, tú te puedes ir a la mierd@ —agregó Morgan apretando el paso—. Además, por algo te corrieron de ahí.El rumor llegó rápidamente a Morgan, aunque ella no sabía la identi
—¿Por qué no la despediste? —preguntó Cristina indignada. —Eso es algo que a ti no te importa… —contestó Ivar. Él nunca le debía explicaciones a nadie y menos a su cuñada.—¿Harás lo mismo que con esa Debbie? ¿Esperarás a que haga algo lo suficientemente grotesco para que te dé motivos para correrla? —Volteó hacia él, de brazos cruzados.—¿No tienes trabajo qué hacer? —preguntó evasivo. —Erik Lidberg regresará en unos días… La noticia tomó por sorpresa a Ivar. ¿Qué no había sido él quien habló con Erik para que se tomara la vida más en serio?—¿Cuál es el problema con eso? —preguntó absorto en los documentos frente a él. —Al parecer ha decidido casarse. ¿Sabes lo que eso significa?—¿Qué arruinará su vida? Bien dicen que el matrimonio es como un ataúd y cada hijo es un clavo… —contestó Ivar con media sonrisa. —Papá dice que su futura esposa le metió la idea en la cabeza de apoderarse de la empresa, quitarte del camino y quedarse con todo… —dijo Cristina acercándose al escritorio,