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Capítulo 4: El CEO necesita una nueva secretaria. 

Debajo de la lluvia y con su celular sonando insistentemente, Morgan visitó el cementerio, el único lugar donde nadie la agrediría. Con las pocas monedas que le quedaban en la bolsa, compró flores que repartió en la tumba de Esme y de su padre. Las lágrimas se hicieron pasar por gotas de lluvia que caían en su rostro. Por primera vez en toda su vida se sentía sola. 

Cuando traspasó las puertas del camposanto, revisó su celular, era Erik quien llamaba. De nuevo se sentía miserable y dudaba en contestar. Tragó saliva y acercó el teléfono a su oído.

—¿Morgan? ¿Dónde estás? Theo me dijo que saliste de la ciudad… —dijo sin ocultar su preocupación. Pese a sus esfuerzos por querer olvidarla, su corazón seguía gritando su nombre—. Solo… quiero saber si estás bien. 

Esa sensación en el pecho, ese atisbo de esperanza, comenzó a envenenarla. Quería decirle que lo extrañaba, que lo necesitaba, que la perdonara, que Mía le había tendido una trampa, pero al pensar en esa mujer, de nuevo la visualizó en la puerta del departamento de Erik y se sintió estúpida queriendo buscar una oportunidad donde no la había. 

No solo colgó la llamada sin haber dicho ni una sola palabra, sino que terminó por bloquear el número de Erik. Lo mejor sería desconectarse por completo de él y de su pasado. No deseaba seguir sufriendo, tenía que concentrarse en lo que tenía que hacer, lamentablemente en ese momento, no estaba aplicando esa concentración en su andar y sin fijarse cruzó la calle cuando el semáforo estaba en verde. 

El chirrido de las llantas la hizo despertar de sus lamentaciones, pegó un brinco y el carro negro que estaba a punto de atropellarla se detuvo a centímetros de sus rodillas. El corazón le latía en la garganta y se quedó congelada.

—¡Te dije que la próxima vez que te pusieras en mi camino, no te tendría paciencia! —exclamó el conductor saliendo del auto, furioso, apretando los dientes y dedicándole la mirada más iracunda de su repertorio.

—¡¿Tú?! —Morgan se sorprendió al ver al hombre del aeropuerto. Llevaba un traje negro que lo hacía ver como un ejecutivo de alta jerarquía y su auto no parecía haber costado menos de veinte millones. 

—¡Quítate del camino! ¡No ves el semáforo! —gritó Ivar y tocó el claxon—. ¿Por qué no te  atropellé cuando tuve la oportunidad? 

—¡¿Quién te hizo tanto daño como para que seas tan amargado?! ¡¿De qué te sirve ser guapo si tienes una actitud de mierd@?! —Morgan gritó lo que se le vino a la mente—. ¡Jód3te! 

Pateó con todas sus fuerzas la carrocería y cuando notó como el metal se hundió, se arrepintió.

—¡¿Qué carajos hiciste?! ¡Una sola llanta vale más que tu miserable vida! —dijo Ivar viendo su auto con horror. Era su favorito, el más caro de su colección y ahora estaba arruinado. Cuando volteó hacia Morgan, esta retrocedía, tentada a correr—. No te atrevas… ¡¿Cómo planeas pagarme?! 

Morgan giró sobre sus talones, dispuesta a huir, pero de nuevo no había puesto atención a su entorno, el semáforo aún no cambiaba de color y un auto a toda velocidad se precipitó hacia ella. 

Todo ocurrió en cámara lenta, apenas fue consciente del claxon cuando algo la arrolló, pero no era el auto el que la había golpeado. No sabía cómo ocurrió, pero ese hombre furioso y arrogante la tenía entre sus brazos, no solo la había quitado del camino de ese auto, sino que la había protegido de la caída. Ahora ella estaba sobre él, con ambas manos sobre su pecho, sintiendo la rigidez de sus músculos debajo de la camisa y la fuerza de sus brazos que contenían su cuerpo.

—Demonios… —dijo completamente sonrojada y viéndolo debajo de ella—. Lo siento… perdón… 

Se revolvió entre los brazos de Ivar hasta soltarse, este apenas logró sentarse cuando ella ya estaba tomando su maleta y corriendo lejos del lugar, apenada y sin ganas de enfrentarlo. 

—Tuve que dejar que te atropellaran… —dijo Ivar levantándose y sacudiéndose. De nuevo vio la abolladura de su auto y resopló furioso—. M*****a loca.

***

—Tu único y gran error fue no llamarme en cuanto llegaste —dijo Kyrie, la mejor amiga de Morgan mientras le ofrecía una toalla para secar su cabello—. ¿Te hiciste algo? 

—¿De qué hablas? —preguntó Morgan agotada. 

—Tal vez son ideas, pero te ves diferente… Supongo que después de cinco años de no vernos, era obvio que eso pasaría —contestó Kyrie entre risas—. ¡Vamos! ¡Todo estará bien!

—Necesito conseguir un trabajo, no puedo vivir en tu departamento toda la vida…

—Pues… yo no tengo problemas con que lo hagas. Es suficientemente grande para las dos, pero si quieres conseguir empleo, te puedo ayudar.

—Busco algo sencillo, que no llame mucho la atención —dijo Morgan cabizbaja. Tenía miedo de un alto perfil, sabía que en el momento en que sobresaliera no tardaría en aparecer algún detractor con las fotos de ese día en la cabaña. 

—¿Qué te parece secretaria? —preguntó Kyrie emocionada. 

El tío de Kyrie, Ivar Haugen, necesitaba de una secretaria después de que la última le diera problemas y claramente no era un trabajo fácil, el mal genio de ese hombre repelía hasta al alma más paciente, pero Kyrie tenía fe en que la personalidad agradable de Morgan sería suficiente. 

***

Al día siguiente Morgan se presentó con un agradable traje sastre y el cabello recogido. La entrevistadora parecía muy exigente. Respondió cada pregunta con facilidad y confianza. Cuando regresó al departamento de Kyrie, solo le quedó esperar ansiosa la llamada de la reclutadora. 

—¡El puesto es mío! —exclamó Morgan en cuanto colgó—. Tendré tres meses de prueba. 

—Sí, es lo máximo que ha tolerado mi tío a otra persona que no lleve su sangre —dijo Kyrie resoplando. 

—Solo logras asustarme con esos comentarios —agregó Morgan apretando el teléfono contra su pecho.

—Es un hombre algo difícil, pero si eres comprometida con el trabajo y haces todo con esmero, no te molestará ese viejo gruñón —quiso consolarla—. Ahora… ¿A dónde quieres ir de fiesta?

—¿Ir de fiesta? 

—Sí, tenemos que festejar que te dieron el trabajo y conozco el lugar indicado. —Sonrió con malicia. 

***

El club era sofisticado y lleno de luces neón y humo. Aunque Morgan no solía visitar esos lugares, era pintoresco ver la clase de personas que asistían. Ella había decidido portar una blusa holgada blanca que resaltaba con la luz negra y un short de mezclilla acompañado de un par de botas negras a media pantorrilla. Su atuendo era modesto y poco llamativo a comparación de Kyrie y el resto de la gente que entraba ahí. 

No tuvieron que hacer fila, pues Kyrie era reconocida en toda la ciudad, su familia tenía gran impacto por su poder y la manera tan habilidosa en la que su tío ganaba dinero. Morgan estaba ansiosa por conocer a ese señor y comenzar a trabajar con él. ¿Qué tan difícil podría ser?

***

—Estás loco si crees que te voy a pagar alguna clase de indemnización… —dijo Ivar desde el palco donde se veía la pista de baile. 

—¡Tu secretaria me causó mala fama! ¡Ahora mi esposa quiere divorciarse de mí! —exclamó el hombre desesperado, caminando de un lado para otro mientras peinaba su cabello hacia atrás.

—Yo no te obligué a meterte entre sus piernas. Ya hice suficiente con despedirla como para soportar tus lloriqueos. Sé responsable de tus acciones y acepta el castigo —agregó Ivar molesto por la cobardía del hombre—. Si me permites, tengo cosas más importantes que hacer que escucharte. 

Dándole la espalda e ignorando su palabrería, bajó del palco, pasando por un lado de la pista de baile. Todas las mujeres cercanas lo veían con asombro y deseo, llamándolo y guiñándole el ojo, pero Ivar solo quería salir de ahí, se sentía agotado de tratar con gente.

De pronto una discusión llamó su atención, un hombre estaba molestando a una chica en la barra, su vestimenta era muy diferente al resto de las mujeres del lugar, no tan provocativa ni llamativa, pero mostrando un par de piernas largas y tersas que de pronto sintió la necesidad de acariciar. Cuando su mirada se levantó hasta su rostro, no pudo evitar sonreír complacido.

—Te encontré…

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