Debajo de la lluvia y con su celular sonando insistentemente, Morgan visitó el cementerio, el único lugar donde nadie la agrediría. Con las pocas monedas que le quedaban en la bolsa, compró flores que repartió en la tumba de Esme y de su padre. Las lágrimas se hicieron pasar por gotas de lluvia que caían en su rostro. Por primera vez en toda su vida se sentía sola.
Cuando traspasó las puertas del camposanto, revisó su celular, era Erik quien llamaba. De nuevo se sentía miserable y dudaba en contestar. Tragó saliva y acercó el teléfono a su oído.
—¿Morgan? ¿Dónde estás? Theo me dijo que saliste de la ciudad… —dijo sin ocultar su preocupación. Pese a sus esfuerzos por querer olvidarla, su corazón seguía gritando su nombre—. Solo… quiero saber si estás bien.
Esa sensación en el pecho, ese atisbo de esperanza, comenzó a envenenarla. Quería decirle que lo extrañaba, que lo necesitaba, que la perdonara, que Mía le había tendido una trampa, pero al pensar en esa mujer, de nuevo la visualizó en la puerta del departamento de Erik y se sintió estúpida queriendo buscar una oportunidad donde no la había.
No solo colgó la llamada sin haber dicho ni una sola palabra, sino que terminó por bloquear el número de Erik. Lo mejor sería desconectarse por completo de él y de su pasado. No deseaba seguir sufriendo, tenía que concentrarse en lo que tenía que hacer, lamentablemente en ese momento, no estaba aplicando esa concentración en su andar y sin fijarse cruzó la calle cuando el semáforo estaba en verde.
El chirrido de las llantas la hizo despertar de sus lamentaciones, pegó un brinco y el carro negro que estaba a punto de atropellarla se detuvo a centímetros de sus rodillas. El corazón le latía en la garganta y se quedó congelada.
—¡Te dije que la próxima vez que te pusieras en mi camino, no te tendría paciencia! —exclamó el conductor saliendo del auto, furioso, apretando los dientes y dedicándole la mirada más iracunda de su repertorio.
—¡¿Tú?! —Morgan se sorprendió al ver al hombre del aeropuerto. Llevaba un traje negro que lo hacía ver como un ejecutivo de alta jerarquía y su auto no parecía haber costado menos de veinte millones.
—¡Quítate del camino! ¡No ves el semáforo! —gritó Ivar y tocó el claxon—. ¿Por qué no te atropellé cuando tuve la oportunidad?
—¡¿Quién te hizo tanto daño como para que seas tan amargado?! ¡¿De qué te sirve ser guapo si tienes una actitud de mierd@?! —Morgan gritó lo que se le vino a la mente—. ¡Jód3te!
Pateó con todas sus fuerzas la carrocería y cuando notó como el metal se hundió, se arrepintió.
—¡¿Qué carajos hiciste?! ¡Una sola llanta vale más que tu miserable vida! —dijo Ivar viendo su auto con horror. Era su favorito, el más caro de su colección y ahora estaba arruinado. Cuando volteó hacia Morgan, esta retrocedía, tentada a correr—. No te atrevas… ¡¿Cómo planeas pagarme?!
Morgan giró sobre sus talones, dispuesta a huir, pero de nuevo no había puesto atención a su entorno, el semáforo aún no cambiaba de color y un auto a toda velocidad se precipitó hacia ella.
Todo ocurrió en cámara lenta, apenas fue consciente del claxon cuando algo la arrolló, pero no era el auto el que la había golpeado. No sabía cómo ocurrió, pero ese hombre furioso y arrogante la tenía entre sus brazos, no solo la había quitado del camino de ese auto, sino que la había protegido de la caída. Ahora ella estaba sobre él, con ambas manos sobre su pecho, sintiendo la rigidez de sus músculos debajo de la camisa y la fuerza de sus brazos que contenían su cuerpo.
—Demonios… —dijo completamente sonrojada y viéndolo debajo de ella—. Lo siento… perdón…
Se revolvió entre los brazos de Ivar hasta soltarse, este apenas logró sentarse cuando ella ya estaba tomando su maleta y corriendo lejos del lugar, apenada y sin ganas de enfrentarlo.
—Tuve que dejar que te atropellaran… —dijo Ivar levantándose y sacudiéndose. De nuevo vio la abolladura de su auto y resopló furioso—. M*****a loca.
***
—Tu único y gran error fue no llamarme en cuanto llegaste —dijo Kyrie, la mejor amiga de Morgan mientras le ofrecía una toalla para secar su cabello—. ¿Te hiciste algo?
—¿De qué hablas? —preguntó Morgan agotada.
—Tal vez son ideas, pero te ves diferente… Supongo que después de cinco años de no vernos, era obvio que eso pasaría —contestó Kyrie entre risas—. ¡Vamos! ¡Todo estará bien!
—Necesito conseguir un trabajo, no puedo vivir en tu departamento toda la vida…
—Pues… yo no tengo problemas con que lo hagas. Es suficientemente grande para las dos, pero si quieres conseguir empleo, te puedo ayudar.
—Busco algo sencillo, que no llame mucho la atención —dijo Morgan cabizbaja. Tenía miedo de un alto perfil, sabía que en el momento en que sobresaliera no tardaría en aparecer algún detractor con las fotos de ese día en la cabaña.
—¿Qué te parece secretaria? —preguntó Kyrie emocionada.
El tío de Kyrie, Ivar Haugen, necesitaba de una secretaria después de que la última le diera problemas y claramente no era un trabajo fácil, el mal genio de ese hombre repelía hasta al alma más paciente, pero Kyrie tenía fe en que la personalidad agradable de Morgan sería suficiente.
***
Al día siguiente Morgan se presentó con un agradable traje sastre y el cabello recogido. La entrevistadora parecía muy exigente. Respondió cada pregunta con facilidad y confianza. Cuando regresó al departamento de Kyrie, solo le quedó esperar ansiosa la llamada de la reclutadora.
—¡El puesto es mío! —exclamó Morgan en cuanto colgó—. Tendré tres meses de prueba.
—Sí, es lo máximo que ha tolerado mi tío a otra persona que no lleve su sangre —dijo Kyrie resoplando.
—Solo logras asustarme con esos comentarios —agregó Morgan apretando el teléfono contra su pecho.
—Es un hombre algo difícil, pero si eres comprometida con el trabajo y haces todo con esmero, no te molestará ese viejo gruñón —quiso consolarla—. Ahora… ¿A dónde quieres ir de fiesta?
—¿Ir de fiesta?
—Sí, tenemos que festejar que te dieron el trabajo y conozco el lugar indicado. —Sonrió con malicia.
***
El club era sofisticado y lleno de luces neón y humo. Aunque Morgan no solía visitar esos lugares, era pintoresco ver la clase de personas que asistían. Ella había decidido portar una blusa holgada blanca que resaltaba con la luz negra y un short de mezclilla acompañado de un par de botas negras a media pantorrilla. Su atuendo era modesto y poco llamativo a comparación de Kyrie y el resto de la gente que entraba ahí.
No tuvieron que hacer fila, pues Kyrie era reconocida en toda la ciudad, su familia tenía gran impacto por su poder y la manera tan habilidosa en la que su tío ganaba dinero. Morgan estaba ansiosa por conocer a ese señor y comenzar a trabajar con él. ¿Qué tan difícil podría ser?
***
—Estás loco si crees que te voy a pagar alguna clase de indemnización… —dijo Ivar desde el palco donde se veía la pista de baile.
—¡Tu secretaria me causó mala fama! ¡Ahora mi esposa quiere divorciarse de mí! —exclamó el hombre desesperado, caminando de un lado para otro mientras peinaba su cabello hacia atrás.
—Yo no te obligué a meterte entre sus piernas. Ya hice suficiente con despedirla como para soportar tus lloriqueos. Sé responsable de tus acciones y acepta el castigo —agregó Ivar molesto por la cobardía del hombre—. Si me permites, tengo cosas más importantes que hacer que escucharte.
Dándole la espalda e ignorando su palabrería, bajó del palco, pasando por un lado de la pista de baile. Todas las mujeres cercanas lo veían con asombro y deseo, llamándolo y guiñándole el ojo, pero Ivar solo quería salir de ahí, se sentía agotado de tratar con gente.
De pronto una discusión llamó su atención, un hombre estaba molestando a una chica en la barra, su vestimenta era muy diferente al resto de las mujeres del lugar, no tan provocativa ni llamativa, pero mostrando un par de piernas largas y tersas que de pronto sintió la necesidad de acariciar. Cuando su mirada se levantó hasta su rostro, no pudo evitar sonreír complacido.
—Te encontré…
—Hola, guapa… —dijo un hombre ebrio y desagradable acercándose a la barra donde Morgan esperaba a Kyrie—. Oye… con todo respeto, eres hermosa…Morgan se mantuvo en silencio, viendo al hombre con repulsión y buscando un escape.—…¿Cómo te llamas? No seas mala… pásame tu número —insistió el borracho acercándose más a ella, pero esta se levantó del banco, alejándose—. No te asustes, no te haré nada… que tú no quieras, «suertudota».—Tus dotes como seductor son impresionantes, pero no me convencen. Déjame en paz —pidió Morgan con el ceño fruncido, pero nerviosa. —Estás bien bonita, con todo respeto, ¿tienes novio? —Sí, tengo novio y no tardará en llegar, sería bueno que te fueras porque es muy celoso —agregó Morgan creyendo que sería suficiente para alejarlo. —¿Ah sí? ¿Dónde está? ¿Te dejó solita aquí? —preguntó sospechando que Morgan mentía. —Fue al baño… Ahora, déjame en paz si no quieres que cuando regrese le pida que te de una golpiza… —¿En serio? ¿Eso hará? —Se acercó más—. No t
—¿Qué haces aquí tan noche? ¿Nadie te dijo que es peligroso? —preguntó Ivar acercándose muy a su pesar. No podía ignorar ese instinto protector cuando veía a una damisela en peligro—. En cuanto llegue mi chofer, te llevo a tu casa.—¡Ya quisieras! —exclamó Morgan—. Estoy esperando a alguien. No me interesa tu oferta.Ivar apretó los dientes y entrecerró los ojos. «¿Espera a su novio?», la idea le revolvió el estómago. «A mí, ¿qué me importa?».—¡Cómo quieras! Debe de ser muy bueno ese tipo como para esperarlo a mitad de la noche —dijo molesto.—Para tu información, estoy esperando a mi jefe, un viejecito insoportable y gruñón. —O por lo menos eso era lo que ella imaginaba. «¿Por qué le estoy dando explicaciones a este hombre?», se indignó. «¡¿Por qué tarda tanto en salir el idiota de Haugen?! ¡¿Dónde está ese señor?!». Sacó su teléfono y llamó mientras le daba la espalda a Ivar. Se rehusaba a seguir tolerándolo.De pronto el ruido de un teléfono sonando la hizo voltear lentamente, su
—No, no hay espacio —dijo Ivar rodeando el auto, dejando desconcertada a la hermosa mujer del pórtico.—¿De qué hablas? ¿Quién es ella? ¿Por qué…?—Vete en tu auto… —respondió Ivar sin darle mucha importancia y entrando al Maybach. —No funciona, parece que se ahoga cada vez que quiero echarlo a andar y huele mucho a gasolina —dijo la mujer asomándose por la ventana del piloto, haciendo a un lado a Morgan. —Ese no es mi problema, tuviste que llamar al mecánico en cuanto comenzó a fallar —dijo Ivar sin dignarse a voltear hacia ella—. Usa otro del garaje, pídele a Betty las llaves del Audi. —Ivar… —¡Morgan! ¡¿Qué carajos estás esperando?! ¡¿Qué te meta al auto de la mano?! —exclamó furioso. Morgan torció los ojos y sintió que la cabeza le punzaba. —Con su permiso —dijo apenada teniendo que quitar a la chica de la ventana para poder abrir la puerta—. Dígale a su mecánico que revise las bujías, tal vez sea necesario cambiarlas. Con una sonrisa apenada, entró al auto y salieron de la
—¡¿Qué te pasa?! —exclamó Morgan levantándose del suelo, sacudiéndose la tierra de su falda y fingiendo que no le dolía ese tobillo que se le acababa de torcer. —¡¿Qué me pasa?! ¡¿Qué te pasa a ti?! ¡¿Por qué me robaste mi lugar en la empresa?! —volvió a gritar Debbie. Su voz era igual que arrastrar las patas de una silla o rasguñar una pizarra, y le reventaba los tímpanos a Morgan.—¿De qué estás hablando? Yo no te quité nada… —agregó harta, no quería soportar los reclamos de su hermanastra, así que comenzó a andar por la acera.—Yo era la secretaria del señor Haugen… —«Eras» —interrumpió Morgan.—Cuando me dijeron que habías tomado mi lugar, confirmé que nunca me has visto como tu familia… ¡No tienes corazón!—¡Tienes razón! ¡Nunca te he visto como mi familia! ¡Solo tengo una hermana y está muerta! Si me preguntan, tú te puedes ir a la mierd@ —agregó Morgan apretando el paso—. Además, por algo te corrieron de ahí.El rumor llegó rápidamente a Morgan, aunque ella no sabía la identi
—¿Por qué no la despediste? —preguntó Cristina indignada. —Eso es algo que a ti no te importa… —contestó Ivar. Él nunca le debía explicaciones a nadie y menos a su cuñada.—¿Harás lo mismo que con esa Debbie? ¿Esperarás a que haga algo lo suficientemente grotesco para que te dé motivos para correrla? —Volteó hacia él, de brazos cruzados.—¿No tienes trabajo qué hacer? —preguntó evasivo. —Erik Lidberg regresará en unos días… La noticia tomó por sorpresa a Ivar. ¿Qué no había sido él quien habló con Erik para que se tomara la vida más en serio?—¿Cuál es el problema con eso? —preguntó absorto en los documentos frente a él. —Al parecer ha decidido casarse. ¿Sabes lo que eso significa?—¿Qué arruinará su vida? Bien dicen que el matrimonio es como un ataúd y cada hijo es un clavo… —contestó Ivar con media sonrisa. —Papá dice que su futura esposa le metió la idea en la cabeza de apoderarse de la empresa, quitarte del camino y quedarse con todo… —dijo Cristina acercándose al escritorio,
Cuando Ivar llegó a la oficina, se sorprendió de ver a Morgan, escribiendo insistente en su computadora y revisando por ratos la lista de pendientes. —¿Por qué llegaste tan temprano? —preguntó levantando una ceja.—¿Quién le dijo que llegué temprano? Tal vez ni siquiera regresé ayer a casa… —dijo Morgan sin despegar la mirada de su pantalla—. Que poca atención le presta a sus empleados, señor Haugen. —Suelo ignorar a los que son contestones y hostiles…—Es entendible… No toleramos nuestros defectos cuando están en otra persona…Ivar torció los ojos y entró a su despacho, sabía que sería una pelea que nunca acabaría. Morgan tenía la habilidad de responder a cada uno de sus comentarios con la misma carga de sarcasmo y hostilidad que él. Aun así, cuando cerraba la puerta dejando atrás a esa secretaria odiosa, no podía evitar sonreír divertido de su ingenio. Sobre el escritorio había una pila de documentos ordenados. Eran los encargos de Morgan ya resueltos y listos para ser firmados.
—¿Quieres una esposa de mentira a la que puedas abandonar cuando gustes? Ese es mi precio… Quiero los bocetos y el hermoso auto de quien se volverá mi exesposo —agregó Morgan orgullosa, dichosa de verlo molesto.—Eres abusiva, manipuladora, carroñera… —dijo Ivar en un susurro inclinándose hacia ella, pero sin lograr intimidarla. Morgan sabía que tenía el control de la situación.—¿Ivar? —preguntó Sigurd cuando estuvo lo suficientemente cerca.—Es un trato —susurró Ivar antes de voltear a hacia su padre y tomar de la mano a Morgan.—Pero qué encantadora señorita traes a tu lado —agregó Sigurd y Cristina no tardó en torcer la mirada.—Es solo la odiosa y fracasada secretaria de Ivar —dijo Cristina viendo a Morgan con desprecio. —¿Cómo dijiste? —preguntó Morgan fingiendo inocencia—. ¡Ejem!… Soy su esposa. Levantó su mano adornada con el anillo de matrimonio, dejando a Cristina sin palabras.—¿Esposa? —preguntó Sigurd con el ceño fruncido.—Nos casamos hoy en la mañana… —respondió Ivar
—¡Qué tú y mi tío, ¿qué?! —exclamó Kyrie intentando no escupir su café. A la hora de la comida había decidido buscar a su amiga. Había visto las imágenes en las noticias y la reconoció por el vestido. Tenían mucho que hablar. —Lo que oíste, puedes comenzar a llamarme «tía Morgan» —agregó divertida. —No lo pienso hacer… —dijo Kyrie aún escéptica y horrorizada.—Descuida, es solo para que lo dejen en paz… Solo será por un tiempo —agregó Morgan mientras hacía girar su taza de café sobre la mesa, con incertidumbre.—¿Solo por un tiempo? Siempre y cuando no se enamoren…—Como si eso fuera posible. —Morgan torció los ojos—. Es insoportable.Después de un silencio que ambas parecían disfrutar, una voz las interrumpió.—Morgan, ¿qué haces aquí? Este no es un lugar para gente como tú. —Era Debbie viendo a ambas mujeres con desprecio—. Ahora entiendo, mientras tu amiga te pague todo, no necesitas preocuparte. —Si este no es un lugar para gente como yo, que tengo empleo, no me imagino que se