—No, no hay espacio —dijo Ivar rodeando el auto, dejando desconcertada a la hermosa mujer del pórtico.—¿De qué hablas? ¿Quién es ella? ¿Por qué…?—Vete en tu auto… —respondió Ivar sin darle mucha importancia y entrando al Maybach. —No funciona, parece que se ahoga cada vez que quiero echarlo a andar y huele mucho a gasolina —dijo la mujer asomándose por la ventana del piloto, haciendo a un lado a Morgan. —Ese no es mi problema, tuviste que llamar al mecánico en cuanto comenzó a fallar —dijo Ivar sin dignarse a voltear hacia ella—. Usa otro del garaje, pídele a Betty las llaves del Audi. —Ivar… —¡Morgan! ¡¿Qué carajos estás esperando?! ¡¿Qué te meta al auto de la mano?! —exclamó furioso. Morgan torció los ojos y sintió que la cabeza le punzaba. —Con su permiso —dijo apenada teniendo que quitar a la chica de la ventana para poder abrir la puerta—. Dígale a su mecánico que revise las bujías, tal vez sea necesario cambiarlas. Con una sonrisa apenada, entró al auto y salieron de la
—¡¿Qué te pasa?! —exclamó Morgan levantándose del suelo, sacudiéndose la tierra de su falda y fingiendo que no le dolía ese tobillo que se le acababa de torcer. —¡¿Qué me pasa?! ¡¿Qué te pasa a ti?! ¡¿Por qué me robaste mi lugar en la empresa?! —volvió a gritar Debbie. Su voz era igual que arrastrar las patas de una silla o rasguñar una pizarra, y le reventaba los tímpanos a Morgan.—¿De qué estás hablando? Yo no te quité nada… —agregó harta, no quería soportar los reclamos de su hermanastra, así que comenzó a andar por la acera.—Yo era la secretaria del señor Haugen… —«Eras» —interrumpió Morgan.—Cuando me dijeron que habías tomado mi lugar, confirmé que nunca me has visto como tu familia… ¡No tienes corazón!—¡Tienes razón! ¡Nunca te he visto como mi familia! ¡Solo tengo una hermana y está muerta! Si me preguntan, tú te puedes ir a la mierd@ —agregó Morgan apretando el paso—. Además, por algo te corrieron de ahí.El rumor llegó rápidamente a Morgan, aunque ella no sabía la identi
—¿Por qué no la despediste? —preguntó Cristina indignada. —Eso es algo que a ti no te importa… —contestó Ivar. Él nunca le debía explicaciones a nadie y menos a su cuñada.—¿Harás lo mismo que con esa Debbie? ¿Esperarás a que haga algo lo suficientemente grotesco para que te dé motivos para correrla? —Volteó hacia él, de brazos cruzados.—¿No tienes trabajo qué hacer? —preguntó evasivo. —Erik Lidberg regresará en unos días… La noticia tomó por sorpresa a Ivar. ¿Qué no había sido él quien habló con Erik para que se tomara la vida más en serio?—¿Cuál es el problema con eso? —preguntó absorto en los documentos frente a él. —Al parecer ha decidido casarse. ¿Sabes lo que eso significa?—¿Qué arruinará su vida? Bien dicen que el matrimonio es como un ataúd y cada hijo es un clavo… —contestó Ivar con media sonrisa. —Papá dice que su futura esposa le metió la idea en la cabeza de apoderarse de la empresa, quitarte del camino y quedarse con todo… —dijo Cristina acercándose al escritorio,
Cuando Ivar llegó a la oficina, se sorprendió de ver a Morgan, escribiendo insistente en su computadora y revisando por ratos la lista de pendientes. —¿Por qué llegaste tan temprano? —preguntó levantando una ceja.—¿Quién le dijo que llegué temprano? Tal vez ni siquiera regresé ayer a casa… —dijo Morgan sin despegar la mirada de su pantalla—. Que poca atención le presta a sus empleados, señor Haugen. —Suelo ignorar a los que son contestones y hostiles…—Es entendible… No toleramos nuestros defectos cuando están en otra persona…Ivar torció los ojos y entró a su despacho, sabía que sería una pelea que nunca acabaría. Morgan tenía la habilidad de responder a cada uno de sus comentarios con la misma carga de sarcasmo y hostilidad que él. Aun así, cuando cerraba la puerta dejando atrás a esa secretaria odiosa, no podía evitar sonreír divertido de su ingenio. Sobre el escritorio había una pila de documentos ordenados. Eran los encargos de Morgan ya resueltos y listos para ser firmados.
—¿Quieres una esposa de mentira a la que puedas abandonar cuando gustes? Ese es mi precio… Quiero los bocetos y el hermoso auto de quien se volverá mi exesposo —agregó Morgan orgullosa, dichosa de verlo molesto.—Eres abusiva, manipuladora, carroñera… —dijo Ivar en un susurro inclinándose hacia ella, pero sin lograr intimidarla. Morgan sabía que tenía el control de la situación.—¿Ivar? —preguntó Sigurd cuando estuvo lo suficientemente cerca.—Es un trato —susurró Ivar antes de voltear a hacia su padre y tomar de la mano a Morgan.—Pero qué encantadora señorita traes a tu lado —agregó Sigurd y Cristina no tardó en torcer la mirada.—Es solo la odiosa y fracasada secretaria de Ivar —dijo Cristina viendo a Morgan con desprecio. —¿Cómo dijiste? —preguntó Morgan fingiendo inocencia—. ¡Ejem!… Soy su esposa. Levantó su mano adornada con el anillo de matrimonio, dejando a Cristina sin palabras.—¿Esposa? —preguntó Sigurd con el ceño fruncido.—Nos casamos hoy en la mañana… —respondió Ivar
—¡Qué tú y mi tío, ¿qué?! —exclamó Kyrie intentando no escupir su café. A la hora de la comida había decidido buscar a su amiga. Había visto las imágenes en las noticias y la reconoció por el vestido. Tenían mucho que hablar. —Lo que oíste, puedes comenzar a llamarme «tía Morgan» —agregó divertida. —No lo pienso hacer… —dijo Kyrie aún escéptica y horrorizada.—Descuida, es solo para que lo dejen en paz… Solo será por un tiempo —agregó Morgan mientras hacía girar su taza de café sobre la mesa, con incertidumbre.—¿Solo por un tiempo? Siempre y cuando no se enamoren…—Como si eso fuera posible. —Morgan torció los ojos—. Es insoportable.Después de un silencio que ambas parecían disfrutar, una voz las interrumpió.—Morgan, ¿qué haces aquí? Este no es un lugar para gente como tú. —Era Debbie viendo a ambas mujeres con desprecio—. Ahora entiendo, mientras tu amiga te pague todo, no necesitas preocuparte. —Si este no es un lugar para gente como yo, que tengo empleo, no me imagino que se
—Te tira una cubeta de agua fría y, ¿tú deseas su cariño? —preguntó Ivar sin levantar la mirada hacia ella—. ¿Eres masoquista? Eso me haría entender por qué sigues en este trabajo pese a cómo te trato. —Creo que, si sigo en este trabajo, es por sádica… Más bien el masoquista es otro —respondió cruzada de brazos y ladeando su cadera de esa manera tan seductora que Ivar no podía ignorar—. Quisiera llevarme bien con Harold y que… —No es necesario, preferiría que te siga odiando… —agregó Ivar levantando su mirada fría y profunda, esa que la congelaba hasta los huesos—. Cuando te vayas le será más fácil, incluso se volverá motivo de júbilo. Entre más te odie, mejor. —Claro… ¿cómo no lo pensé? —contestó Morgan, de nuevo sintiendo ese retortijón en su corazón. Le era difícil recordar su papel. *** Esa tarde salió antes que Ivar, dejándolo trabajar junto a Cristina que mantenía un aire de victoria por quedarse con él. Morgan tenía una encomienda más importante y fuera del trabajo, pas
—¿A dónde crees que vas? —preguntó Sigurd en cuanto vio a Morgan bajar las escaleras. Llevaba un encantador vestido floral informal y botas amarillas de trabajo que le daban una apariencia campesina. Su belleza era adornada por inocencia y sencillez. Aun así, Sigurd no se confiaba y sabía que debajo de esa apariencia había una arpía de dientes afilados. —Saldré, regreso en un par de horas. Dudo mucho soportar más tiempo —dijo Morgan. —¿Mi hijo sabe? —No, pues estaba muy ocupado en el trabajo con Cristina —agregó Morgan con una sonrisa forzada. —Una buena mujer se queda al lado de su hombre en cualquier circunstancia y Cristina es una buena mujer —agregó Sigurd con orgullo—. Ella era mi primera opción para Ivar. —Ahora entiendo su frustración. —Morgan negó con la cabeza sintiendo lástima por él—. Lo bueno es que ya somos adultos y sabemos que no siempre podemos obtener lo que queremos. —Me alegra que estés consciente de eso, niña… —Auch… Bien bajado ese balón —agregó Morgan d