—¿A dónde crees que vas? —preguntó Sigurd en cuanto vio a Morgan bajar las escaleras. Llevaba un encantador vestido floral informal y botas amarillas de trabajo que le daban una apariencia campesina. Su belleza era adornada por inocencia y sencillez. Aun así, Sigurd no se confiaba y sabía que debajo de esa apariencia había una arpía de dientes afilados. —Saldré, regreso en un par de horas. Dudo mucho soportar más tiempo —dijo Morgan. —¿Mi hijo sabe? —No, pues estaba muy ocupado en el trabajo con Cristina —agregó Morgan con una sonrisa forzada. —Una buena mujer se queda al lado de su hombre en cualquier circunstancia y Cristina es una buena mujer —agregó Sigurd con orgullo—. Ella era mi primera opción para Ivar. —Ahora entiendo su frustración. —Morgan negó con la cabeza sintiendo lástima por él—. Lo bueno es que ya somos adultos y sabemos que no siempre podemos obtener lo que queremos. —Me alegra que estés consciente de eso, niña… —Auch… Bien bajado ese balón —agregó Morgan d
Ivar tomó a Morgan por la cintura con suavidad, acercándola a su cuerpo, y la besó, robándole el aliento, derritiéndola entre sus brazos, haciéndola perder la fuerza y cargando todo su peso con facilidad. —Disculpa la tardanza… —dijo contra sus labios una vez que el beso terminó. Sus ojos turquesa la hipnotizaron. —¿Morgan? —preguntó la señora Esther viendo tan enternecedor gesto, sorprendida por el cariño con el que ese hombre sujetaba a su nieta entre sus brazos—. ¿No piensas presentarme a tu esposo? Morgan en un estado de sedación, perdiendo todos sus sentidos e incluso la voz, solo veía directo a los ojos a Ivar, quien le ofreció una sonrisa arrogante y victoriosa, satisfecho por haber cegado su fuerza de voluntad y su consciencia. Era delicioso tener a esa fiera rebelde e insoportable, dócil ante él, lo hacía sentir fuerte e indestructible. Ivar llevó de la mano a Morgan hasta la mesa, mientras todos contenían el aliento ante su presencia y Debbie rabiaba en silencio, con ga
—¿Cómo supiste? —preguntó Morgan una vez que entraron al auto. Necesitaba distraer la mente de Ivar que parecía demasiado ansioso. —Me llamó Kyrie… —agregó Ivar cerrando los ojos con fuerza—. ¿Por qué no me lo dijiste? —¿Hubieras venido por iniciativa propia? —Claro… Ahora me debes un favor… —La idea iluminó su rostro. Volteó hacia Morgan mientras esta conducía, y su mirada descendió hacia el borde de su vestido, descansando tentadoramente a mitad de su tierno y blanco muslo. Ver su piel le causaba pequeños infartos y su pantalón comenzaba a apretar. —¿Eso quiere decir que me vas a cobrar esto? —preguntó indignada. —Negocios son negocios… Tú misma lo dijiste… —dijo Ivar y posó su mano en el muslo de ella, metiendo
—¿Es hora de dejarte ir, Esme? —le preguntó al listón antes de darle un beso y presionarlo contra su frente. Lo guardó con delicadeza en su lugar y de nuevo prestó toda su atención a la frágil mujer que dormía en el colchón. Se inclinó lentamente y la besó, apenas haciendo presión con sus labios, alimentándose de su calor y saciándose con esa boca torpe que se movía entre sueños, respondiendo inconscientemente a sus pasiones. Ivar se levantó de la cama con el cuerpo irradiando calor y la sangre bombeando con fuerza. Esa bestia deseosa de carne tierna y femenina gritaba dentro de él por salir de nuevo, rasguñando sus entrañas y exigiendo regresar a la cama y tomar a Morgan el resto de la noche, pero prefirió regresar al baño y esta vez darse una ducha fría antes de quedarse a dormir en la bañera, con la puerta cerrada y tentado a ponerle llave. Era
—Ah… ¿Tío? —preguntó Kyrie entrando a la oficina de Ivar. Parecía un conejito asustado—. ¿Me querías ver? —Necesito que lleves a Morgan a comprarse un vestido… —dijo fríamente sin levantar la mirada de sus documentos. —¿Un vestido? —preguntó Kyrie confundida. —Sí, salgan a dar una vuelta, vayan por un café… compren maquillaje, yo qué sé… Ivar sabía que Morgan no se encontraba cómoda en la villa, lo más seguro es que permanecería encerrada en la habitación evitando a toda costa a Sigurd, y no tenía intenciones de que su nueva condición exclusiva como esposa se volviera un completo suplicio. —…La fiesta de compromiso de Erik será mañana y Morgan necesita ropa y accesorios adecuados. Confío en que harán una buena elec
—Si su esposo es el señor Haugen, ¿qué hace comprando en esta tienda? Debería de estar en alguna sucursal de Artika. Es claro que esto es un intento de estafa —dijo la señorita preocupada, viendo con desconfianza al par de chicas.—¡Basta! ¡Regrésenme la tarjeta, nos iremos de aquí de inmediato! —exclamó Morgan furiosa.—Lo siento, es imposible, primero debemos de verificar que…—¿Qué es lo que está ocurriendo? —Una voz varonil atrajo la atención de todos.Un hombre apenas más joven que Ivar, pasó entre sus trabajadoras, con sus cabellos castaños peinados hacia atrás y sus hermosos y grand
—Si le pedía el favor a Betty, de seguro amenazarías con despedirla —agregó Ivar satisfecho, viendo al pequeño Harold subir con la comida.—Eso tenlo por seguro… —agregó Sigurd pinchando el filete con odio—, pero supongo que hay que ver el lado positivo. De esta forma Harold comprenderá la responsabilidad detrás de una mascota. Mientras Cristina contenía su risa, Ivar apretaba los puños, molesto por las palabras de su padre. ***Cuando Ivar subió las escaleras, se asomó a la habitación de Harold quien se preparaba para dormir.—¿Se comió todo? —preguntó al entrar, ayudando al pequeño a levantar un par de juguetes y arropándolo.—Sí, le dije que, si no se lo acababa, tú la ibas a regañar muy feo —agregó Harold escondiéndose entre las cobijas.—Bien… Ese es mi muchacho —contestó Ivar acariciando los rizos rubios de su hijo.—Pero… no la regañes, papá —dijo Harold apenado—. Estaba como triste… o eso creo.—No lo haré —dijo Ivar con media sonrisa.—¿Me lo juras? —Te lo juro —agregó ant
—Si querías casarte con alguien solo para decirle qué hacer y qué no hacer, te hubieras unido a Cristina, ella parece más dócil… —refunfuñó Morgan. Ivar se acercó un poco más, hipnotizado por su belleza, y acarició su mejilla con una ternura tan profunda e intensa que le robó el aliento a Morgan. Al verla tan hermosa y delicada con ese vestido, incluso se olvidó de lo que estaba reclamando. «Mi pequeña fiera», pensó con media sonrisa. «Tan rebelde como atractiva». —¿Quién eres tú y qué hiciste con Ivar? —preguntó Morgan retrocediendo y con las mejillas encendidas. Sabía cómo responder a sus regaños y reclamos, pero no a sus caricias. —No te acerques a Elliot… No confío en él. —Ivar extendió su mano hacia ella, esperando con paciencia a que la tomara. —Supongo que… está bien —respondió Morgan con el corazón latiéndole en la garganta y tomó la mano de Ivar, se sentía más cálida que de costumbre. Era como si su naturaleza nórdica hiciera que su piel fuera normalmente fría, pero ah