—¿Cómo supiste? —preguntó Morgan una vez que entraron al auto. Necesitaba distraer la mente de Ivar que parecía demasiado ansioso.
—Me llamó Kyrie… —agregó Ivar cerrando los ojos con fuerza—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Hubieras venido por iniciativa propia?
—Claro… Ahora me debes un favor… —La idea iluminó su rostro. Volteó hacia Morgan mientras esta conducía, y su mirada descendió hacia el borde de su vestido, descansando tentadoramente a mitad de su tierno y blanco muslo. Ver su piel le causaba pequeños infartos y su pantalón comenzaba a apretar.
—¿Eso quiere decir que me vas a cobrar esto? —preguntó indignada.
—Negocios son negocios… Tú misma lo dijiste… —dijo Ivar y posó su mano en el muslo de ella, metiendo
—¿Es hora de dejarte ir, Esme? —le preguntó al listón antes de darle un beso y presionarlo contra su frente. Lo guardó con delicadeza en su lugar y de nuevo prestó toda su atención a la frágil mujer que dormía en el colchón. Se inclinó lentamente y la besó, apenas haciendo presión con sus labios, alimentándose de su calor y saciándose con esa boca torpe que se movía entre sueños, respondiendo inconscientemente a sus pasiones. Ivar se levantó de la cama con el cuerpo irradiando calor y la sangre bombeando con fuerza. Esa bestia deseosa de carne tierna y femenina gritaba dentro de él por salir de nuevo, rasguñando sus entrañas y exigiendo regresar a la cama y tomar a Morgan el resto de la noche, pero prefirió regresar al baño y esta vez darse una ducha fría antes de quedarse a dormir en la bañera, con la puerta cerrada y tentado a ponerle llave. Era
—Ah… ¿Tío? —preguntó Kyrie entrando a la oficina de Ivar. Parecía un conejito asustado—. ¿Me querías ver? —Necesito que lleves a Morgan a comprarse un vestido… —dijo fríamente sin levantar la mirada de sus documentos. —¿Un vestido? —preguntó Kyrie confundida. —Sí, salgan a dar una vuelta, vayan por un café… compren maquillaje, yo qué sé… Ivar sabía que Morgan no se encontraba cómoda en la villa, lo más seguro es que permanecería encerrada en la habitación evitando a toda costa a Sigurd, y no tenía intenciones de que su nueva condición exclusiva como esposa se volviera un completo suplicio. —…La fiesta de compromiso de Erik será mañana y Morgan necesita ropa y accesorios adecuados. Confío en que harán una buena elec
—Si su esposo es el señor Haugen, ¿qué hace comprando en esta tienda? Debería de estar en alguna sucursal de Artika. Es claro que esto es un intento de estafa —dijo la señorita preocupada, viendo con desconfianza al par de chicas.—¡Basta! ¡Regrésenme la tarjeta, nos iremos de aquí de inmediato! —exclamó Morgan furiosa.—Lo siento, es imposible, primero debemos de verificar que…—¿Qué es lo que está ocurriendo? —Una voz varonil atrajo la atención de todos.Un hombre apenas más joven que Ivar, pasó entre sus trabajadoras, con sus cabellos castaños peinados hacia atrás y sus hermosos y grand
—Si le pedía el favor a Betty, de seguro amenazarías con despedirla —agregó Ivar satisfecho, viendo al pequeño Harold subir con la comida.—Eso tenlo por seguro… —agregó Sigurd pinchando el filete con odio—, pero supongo que hay que ver el lado positivo. De esta forma Harold comprenderá la responsabilidad detrás de una mascota. Mientras Cristina contenía su risa, Ivar apretaba los puños, molesto por las palabras de su padre. ***Cuando Ivar subió las escaleras, se asomó a la habitación de Harold quien se preparaba para dormir.—¿Se comió todo? —preguntó al entrar, ayudando al pequeño a levantar un par de juguetes y arropándolo.—Sí, le dije que, si no se lo acababa, tú la ibas a regañar muy feo —agregó Harold escondiéndose entre las cobijas.—Bien… Ese es mi muchacho —contestó Ivar acariciando los rizos rubios de su hijo.—Pero… no la regañes, papá —dijo Harold apenado—. Estaba como triste… o eso creo.—No lo haré —dijo Ivar con media sonrisa.—¿Me lo juras? —Te lo juro —agregó ant
—Si querías casarte con alguien solo para decirle qué hacer y qué no hacer, te hubieras unido a Cristina, ella parece más dócil… —refunfuñó Morgan. Ivar se acercó un poco más, hipnotizado por su belleza, y acarició su mejilla con una ternura tan profunda e intensa que le robó el aliento a Morgan. Al verla tan hermosa y delicada con ese vestido, incluso se olvidó de lo que estaba reclamando. «Mi pequeña fiera», pensó con media sonrisa. «Tan rebelde como atractiva». —¿Quién eres tú y qué hiciste con Ivar? —preguntó Morgan retrocediendo y con las mejillas encendidas. Sabía cómo responder a sus regaños y reclamos, pero no a sus caricias. —No te acerques a Elliot… No confío en él. —Ivar extendió su mano hacia ella, esperando con paciencia a que la tomara. —Supongo que… está bien —respondió Morgan con el corazón latiéndole en la garganta y tomó la mano de Ivar, se sentía más cálida que de costumbre. Era como si su naturaleza nórdica hiciera que su piel fuera normalmente fría, pero ah
Con lo que no contaba Mía era que Morgan tenía las piernas bastante largas. Se abrazó del cuello de Ivar y pateó el celular que salió volando, haciendo una parábola hasta caer en uno de los tazones con ponche.—¡Mi teléfono! —gritó Mía iracunda.—¡Ja! ¡Pobre estúpid@! —se burló Morgan divertida y entre risas.—¡Morgan! —exclamó Ivar. Ni siquiera Harold le había hecho alguna vez un espectáculo tan infantil.—¿Lo siento? —inquirió Morgan apenada, con el rostro de Ivar tan cerca que se sonrojó—. ¿Cómo puedo sentir remordimiento si me ves con esos hermosos ojos
—Te noto más tranquilo, relajado…Ivar permanecía con la mirada perdida. Había visitado a su psicóloga, una vieja amiga que lo apoyó cuando perdió a Esme. Gracias a ella no se había sumido en la desesperación.—…Aunque me indigna un poco que no me dieras la buena nueva —agregó Ariana mostrando la primera plana de un periódico relativamente viejo. En él se veía el baile de beneficencia, enfocando a Ivar y Morgan cuando se habían dado ese beso ante todos.—¿Qué quieres que te diga? –preguntó Ivar y resopló.—¡Esto es un gran avance! —exclamó Ariana agitando el periódico
—¿Es por mi visita a la oficina o por llevarme los bocetos? —preguntó inocentemente Morgan, no entendía la reacción de Ivar.—¡¿Quién carajos te dio permiso de llevarte esos documentos de la oficina?! ¡¿Con qué derecho?! —exclamó Ivar iracundo—. ¿Por qué tardaron? —preguntó a Pavel.—El señor Elliot Wagner nos retrasó… —respondió sobándose la barbilla. Aún le dolía el golpe—. Quiso evitar que sacara a la señorita Morgan de ahí.—¿Elliot? —preguntó Ivar iracundo y volteó hacia Morgan—. Te dije explícitamente que no te acercaras a él.