Con lo que no contaba Mía era que Morgan tenía las piernas bastante largas. Se abrazó del cuello de Ivar y pateó el celular que salió volando, haciendo una parábola hasta caer en uno de los tazones con ponche.
—¡Mi teléfono! —gritó Mía iracunda.
—¡Ja! ¡Pobre estúpid@! —se burló Morgan divertida y entre risas.
—¡Morgan! —exclamó Ivar. Ni siquiera Harold le había hecho alguna vez un espectáculo tan infantil.
—¿Lo siento? —inquirió Morgan apenada, con el rostro de Ivar tan cerca que se sonrojó—. ¿Cómo puedo sentir remordimiento si me ves con esos hermosos ojos
—Te noto más tranquilo, relajado…Ivar permanecía con la mirada perdida. Había visitado a su psicóloga, una vieja amiga que lo apoyó cuando perdió a Esme. Gracias a ella no se había sumido en la desesperación.—…Aunque me indigna un poco que no me dieras la buena nueva —agregó Ariana mostrando la primera plana de un periódico relativamente viejo. En él se veía el baile de beneficencia, enfocando a Ivar y Morgan cuando se habían dado ese beso ante todos.—¿Qué quieres que te diga? –preguntó Ivar y resopló.—¡Esto es un gran avance! —exclamó Ariana agitando el periódico
—¿Es por mi visita a la oficina o por llevarme los bocetos? —preguntó inocentemente Morgan, no entendía la reacción de Ivar.—¡¿Quién carajos te dio permiso de llevarte esos documentos de la oficina?! ¡¿Con qué derecho?! —exclamó Ivar iracundo—. ¿Por qué tardaron? —preguntó a Pavel.—El señor Elliot Wagner nos retrasó… —respondió sobándose la barbilla. Aún le dolía el golpe—. Quiso evitar que sacara a la señorita Morgan de ahí.—¿Elliot? —preguntó Ivar iracundo y volteó hacia Morgan—. Te dije explícitamente que no te acercaras a él.
—Si estás dispuesto a tratarme como un maldit0 perro… ¿Qué más te da dejarme regresar sola a la casa? —dijo Morgan zafándose del agarre de Ivar y retrocediendo—. ¿Te da miedo que los demás sepan que dejaste a tu mujer al lado del camino? ¿No quieres que hablen mal de ti? De eso siempre se ha tratado, ¿no? De lo que los demás digan.—No me importa lo que digan de mí… —agregó Ivar iracundo—. Haz lo que quieras.Entró al auto y Pavel, fingiendo no estar sorprendido por la situación, tomó su lugar en el asiento del conductor y aceleró, dejando a Morgan atrás.Cuando el auto se alejó lo suficiente, Ivar hizo que Pavel se detuviera.
De pronto un ruido estruendoso avisó que la puerta había sido abierta. Apenas fueron capaces de levantar la mirada cuando Ivar entró furioso al cuarto.—Tío Ivar… —Kyrie quería encontrar fuerzas para defender a su amiga, pero solo bastó una mirada fría de su tío para que se sintiera insignificante.—Afuera… —exigió Ivar con los dientes apretados.—Pero, tío…—Está bien, Kyrie… —dijo Morgan entendiendo el aprieto en el que se encontraba su amiga—. Supongo que tenemos que hablar.En silencio y cabizbaja, Kyrie abandonó la habitación, con temor de que algo ma
Morgan despertó libre y enérgica. Aún le dolía su brazo, pero su ánimo era el mejor, como si nada la pudiera detener. Podría devorar el mundo entero en su plato de cereal. Incluso se levantó temprano para acompañar a Kyrie y correr con ella, pero a medio camino ya estaba arrojando los pulmones por la boca y pidiendo piedad. ¿Era el presagio de su futuro?Llegó a las oficinas del Registro Civil y expuso su caso. Cuando el hombre que la recibió escuchó de quien se quería divorciar, se puso nervioso, las manos le temblaban y rebuscaba en los papeles.—¿Usted es Morgan Turner? —preguntó ansioso, jalándose el cuello de la camisa.—Sí, ¿hay algún problema? —Morg
Morgan le pagó a un chico por su sudadera, al ofrecerle más de lo que en verdad valía, este aceptó con facilidad. Con la cabeza cubierta por el gorro, compró un par de cajas de tinte temporal y se pintó el cabello dentro de los baños de una farmacia. Cuando salió del lugar, ahora era rubia. No se sentía cómoda, pero sabía que sería suficiente para pasar desapercibida. Se plantó frente a la tienda de Elliot, recordando sus palabras. Le había ofrecido su ayuda, pero no estaba segura de querer pedírsela. Estaba cansada de deberle favores a hombres poderosos. Siguió con su camino fuera del centro comercial y llegó hasta un refugio para gente sin hogar, porque ahora eso era. Cuando le preguntaron su nombre, tuvo que mentir, no le sorprendería que también la echaran por petición de Ivar si sabían quién era en verdad. Mostró su moretón, que ahora tenía manchas
—Suéltame… —dijo Morgan viéndolo fijamente mientras este apretaba su mano en torno a su muñeca.—Come… —agregó el hombre empujando la sopa hacia ella, ladeando el plato y haciendo que parte del contenido caliente cayera sobre su falda.Morgan quiso levantarse de un brinco, la sopa le quemaba los muslos, pero el hombre la volvió a sentar a la fuerza delante de él.—¡¿A dónde vas?! ¡¿Crees que después de lo del club dejaré que vuelvas a humillarme?! —gritó furioso—. Comerás conmigo y después saldremos juntos de aquí.«Hay un límite para todo… ¿Cuál es ese l&
Morgan salió con un pequeño morral y lista para dirigirse al convento. Pensar en volverse monja no era del todo descabellado. Después de Ivar, ya no tenía ganas de volver a tener alguna clase de relación con un hombre.—¡Morgan! —Kyrie corrió hacia ella con todas sus fuerzas, no podía contener su emoción y le brincó encima, haciendo que ambas cayeran al piso.—¿Kyrie? ¿Qué haces aquí? —preguntó Morgan sorprendida.—¡Pavel me… ¿trajo?! —Kyrie volteó buscando al mercenario, pero este había desaparecido—. Bueno, eso no importa…Se levantó, sacudiendo sus pantalones mientr