De pronto un ruido estruendoso avisó que la puerta había sido abierta. Apenas fueron capaces de levantar la mirada cuando Ivar entró furioso al cuarto.
—Tío Ivar… —Kyrie quería encontrar fuerzas para defender a su amiga, pero solo bastó una mirada fría de su tío para que se sintiera insignificante.
—Afuera… —exigió Ivar con los dientes apretados.
—Pero, tío…
—Está bien, Kyrie… —dijo Morgan entendiendo el aprieto en el que se encontraba su amiga—. Supongo que tenemos que hablar.
En silencio y cabizbaja, Kyrie abandonó la habitación, con temor de que algo ma
Morgan despertó libre y enérgica. Aún le dolía su brazo, pero su ánimo era el mejor, como si nada la pudiera detener. Podría devorar el mundo entero en su plato de cereal. Incluso se levantó temprano para acompañar a Kyrie y correr con ella, pero a medio camino ya estaba arrojando los pulmones por la boca y pidiendo piedad. ¿Era el presagio de su futuro?Llegó a las oficinas del Registro Civil y expuso su caso. Cuando el hombre que la recibió escuchó de quien se quería divorciar, se puso nervioso, las manos le temblaban y rebuscaba en los papeles.—¿Usted es Morgan Turner? —preguntó ansioso, jalándose el cuello de la camisa.—Sí, ¿hay algún problema? —Morg
Morgan le pagó a un chico por su sudadera, al ofrecerle más de lo que en verdad valía, este aceptó con facilidad. Con la cabeza cubierta por el gorro, compró un par de cajas de tinte temporal y se pintó el cabello dentro de los baños de una farmacia. Cuando salió del lugar, ahora era rubia. No se sentía cómoda, pero sabía que sería suficiente para pasar desapercibida. Se plantó frente a la tienda de Elliot, recordando sus palabras. Le había ofrecido su ayuda, pero no estaba segura de querer pedírsela. Estaba cansada de deberle favores a hombres poderosos. Siguió con su camino fuera del centro comercial y llegó hasta un refugio para gente sin hogar, porque ahora eso era. Cuando le preguntaron su nombre, tuvo que mentir, no le sorprendería que también la echaran por petición de Ivar si sabían quién era en verdad. Mostró su moretón, que ahora tenía manchas
—Suéltame… —dijo Morgan viéndolo fijamente mientras este apretaba su mano en torno a su muñeca.—Come… —agregó el hombre empujando la sopa hacia ella, ladeando el plato y haciendo que parte del contenido caliente cayera sobre su falda.Morgan quiso levantarse de un brinco, la sopa le quemaba los muslos, pero el hombre la volvió a sentar a la fuerza delante de él.—¡¿A dónde vas?! ¡¿Crees que después de lo del club dejaré que vuelvas a humillarme?! —gritó furioso—. Comerás conmigo y después saldremos juntos de aquí.«Hay un límite para todo… ¿Cuál es ese l&
Morgan salió con un pequeño morral y lista para dirigirse al convento. Pensar en volverse monja no era del todo descabellado. Después de Ivar, ya no tenía ganas de volver a tener alguna clase de relación con un hombre.—¡Morgan! —Kyrie corrió hacia ella con todas sus fuerzas, no podía contener su emoción y le brincó encima, haciendo que ambas cayeran al piso.—¿Kyrie? ¿Qué haces aquí? —preguntó Morgan sorprendida.—¡Pavel me… ¿trajo?! —Kyrie volteó buscando al mercenario, pero este había desaparecido—. Bueno, eso no importa…Se levantó, sacudiendo sus pantalones mientr
—¡Deténganse! —exclamó un tercer hombre acercándose con paso firme. Era el jefe de seguridad. Vio con horror a Morgan que tenía la frente llena de sudor por el sufrimiento—. Métanla a la oficina, que se ponga cómoda, y llamen a un doctor. ¿Está bien, señora Haugen?—¿Señora Haugen? En poco tiempo ya no lo será… —dijo Cristina con el ceño fruncido, indignada por ser ignorada—. Saquen a esta mujer como si fuera un perro, entre más dolor sufra en el proceso, mejor. Tiene que aprender a que no puede entrar así a este edificio.El jefe de seguridad se acercó con precaución hacia Morgan, liberándola de los dos hombres que la habían sometido y torturado. La tomó con gentileza
Cuando por fin Ivar estaba solo en la oficina con Morgan, no pudo evitar tomarla en brazos como si fuera un bebé. La acurrucó contra su pecho y acarició su rostro, viéndola con atención. No era la mujer más hermosa que había conocido, pero si era única. Descontrolaba todo en él.Siempre se había jactado de mantener en control sus emociones, de ser frío ante cualquier circunstancia, pero con ella perdía la cabeza, podía explotar iracundo y al momento siguiente sonreír con sinceridad. Lo volvía loco en muchos sentidos.Pegó su frente a la de ella, inhalando su dulce aroma y besó tiernamente sus labios. De pronto se sentía como un adolescente, con el estómago lleno de mariposas y el corazón latiendo desbocado. Los suaves
—Mencionaste hace tiempo que solicitarías el divorcio, conmigo o sin mí, y que lo resolverías muy fácil después de mostrar tus moretones… ¿Cómo te fue con eso? —preguntó Ivar divertido vaciando un puñado de sales de lavanda en el agua.—¡Eres tan insoportable! —exclamó Morgan furiosa—. ¡Por tu culpa no lo logré! Mencionar tu nombre hizo temblar a los abogados. ¡¿Qué clase de CEO eres?!—Uno respetable que no está dispuesto a divorciarse, eso es todo… —contestó con una amplia sonrisa. No recordaba lo divertido que era hacerla enojar—. Reniega todo lo que quieras, acude a donde sea, si yo no quiero, no nos divorciamos, así de simple. Ahora… quítate la rop
—¿Cómo sé que ese bebé no es del hombre con el que todos dicen que engañaste a Erik? —preguntó Ivar frunciendo el ceño, sentado frente a la cama donde Morgan, con las piernas cruzadas y el rostro sumergido en la prueba de embarazo, permanecía. —Porque no soy estúpida… —respondió molesta—. Esa vez tomé una pastilla de emergencia y un par de semanas después me hice una prueba de embarazo. Salió negativa.—¿Por qué no hiciste lo mismo esta vez? —¡Porque esas pastillas no son dulces! ¡Son solo para emergencias, su nombre lo dice! —exclamó clavando sus hermosos y angustiados ojos miel en Ivar—. Ni siquiera tuve tiempo de hacerme una prueba, en el albergue no tuve oportunidad, tampoco privacidad o dinero, pero eso lo deberías de saber, tú me orillaste a llegar ahí…Ivar se levantó de la silla y comenzó a caminar por la habitación, arrepentido del pasado y preocupado por el futuro, pero de algo estaba seguro en ese momento: quería al bebé.—…Tú dijiste que no tenías intenciones de tener un