Un sin número de emociones se juntaron en su estómago, y negó de prisa y en silencio, sus mejillas ardían al mirar aquel lugar, quizás, en un momento dado estarían ella y Caleb viviendo juntos allí…siendo marido y mujer…avergonzada, negó nuevamente.
—A ordenar todo esto, Leia… hay mucho trabajo que hacer— se dijo y comenzó a caminar hacia el comedor.
No podía permitirse pensar de más las cosas, decidió que estaba en el camino correcto, y sobre él seguiría; estaba más que cómoda con Caleb, con ese lugar en el que viviría y con ella misma, solo era cuestión de acostumbrarse a todo ello, y todo estaría bien.
—No toques eso— regañó con notorio fastidio el joven pelinegro al ir conduciendo su coche por la ciudad.
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—Eso significa que…— dijo el moreno y se dio media vuelta para volver a verla a la cara —que…—¡Wow, Leia! — llegó Aubrey hablando emocionado, dejando a un pelinegro a punto de acariciar el rostro de la pelinegra y a la misma, paralizada viéndolo hacerlo —¡la casa sí que es impresionante!¡es pequeña pero realmente bonita! – dijo el niño con demasiado ánimo.La cobriza sonrió y mira a Aubrey de prisa al salir de esa atmósfera tensa que se había creado.—Si… es bonita, ¿de verdad te lo parece a ti? – cuestiono la cobriza decidiendo ignorar las palabras que le acaba de decir y las que estuvo a punto de decir James.James dejó escapar el aliento despacio al ver al confianzudo chiquillo tomar del vaso de gaseosa que Leia todavía no
Ella volvió a enmudecer y terminó por asentir, el moreno se giró y solo alzó una mano a modo de despedida antes de rodear su auto y subir a él.—Cielos— mencionó la joven al perder el aliento, mientras giraba y cerraba la puerta.La duda de no estar haciendo lo correcto picó en su cabeza, aun así, siguió firme, sin saber exactamente por qué.Tragó saliva y con ello, sus dudas…estaba dando un gran paso.—¡Aubrey! — alzó la voz para llamar al niño que había perdido de vista —¿tienes hambre? – le pregunto.—¡Nooo!— gritó el pequeño desde la segunda planta y Leia sonrió al seguir su voz.—Bien— dijo y sonrió —¿te parece si te muestro la casa
—Entonces, ¿ya conoces tu horario? — preguntó el rubio que terminaba de instalar el televisor que recién les había llegado.Habían pasado un par de horas y en ese momento Aubrey había entrado a tomar una ducha, ya estaba anocheciendo.Leia apoyó su codo en la rodilla, y recargó su rostro en su mano al verlo, ella estaba sentada en un sofá de la sala.—Sí, había pensado en ir, pero preferí llamar y pedir que me lo enviaran a mi correo — explicó al verlo encender el televisor — tendré tiempo de atender un poco a Aubrey por la mañana ¿Tú? ¿a qué hora inician tus clases? – pregunto la cobriza.—Antes del mediodía— informó el joven al acercarse a ella y darle la mano para obligarla a levantarse.
Una vez afuera, se encontró con un rubio al teléfono, lo observó mientras él hablaba, ya se había acomodado su cabello y su voz fría con ese tono soberbio, estremecieron su piel, dios, le gustaba tanto.Leia portaba solo un largo blusón gris que cubría apenas un par de centímetros bajo su trasero, el mismo caía de uno de sus hombros, cepilló su cabello, entendió que la llamada era otra vez con asuntos relacionados a su empresa, le dio la espalda pretendiendo no escuchar, ella veía a la cama y él, había estado de pie frente al balcón.Caleb resopló frustrado.—Que Alfred se encargue, él es el encargado de esos asuntos— ordenó al hombre del otro lado de la línea y vio de medio lado a Leia comenzar a preparar la cama —Lo sé, pero ahora no puedo encargarme—
Una sonrisa curvó los labios sensuales de esa altiva y fría pelinegra.La lluvia caía otra vez en el exterior de ese solitario departamento que habitaba, su larga cabellera lacia y negra parecía brillar por el agua que había recorrido su cuerpo luego de esa ducha nocturna.Estiró su mano y tomó ese sobre blanco, que había recibido en esa clínica por la mañana y que bien podría representar su boleto a la felicidad y comodidad eterna…—Tienes que ser muy inteligente, Emireth— se dijo y mordió su labio mientras jugaba con él en su mano.Lo sentía por Leia.La mañana los había encontrado desnudos y enredados en una cálida manta, Leia se abrazaba ligeramente a la almohada sobre la cuál descansaba y el joven de cabello rubio se abrazaba a ella
—Lo único que me faltaba — se quejó el pelinegro al recibir un texto por parte de Erick, informándole que el entrenador del equipo había citado a un entrenamiento nocturno — Maldita sea — dijo y continuó conduciendo por esas angostas calles que lo llevarían a la casa de Leia.El día era nublado y pequeñas y casi invisibles gotas de agua se pegaban al parabrisas de su auto y éste no les prestó atención, no cuando al llegar a su destino, se encontró con el auto deportivo y de colección de cierto ojiazul que lo hacía rabiar, y no con el coche mal gastado de Leia.—¿Qué mierdas hace este imbécil aquí? — se preguntó molesto al salir de su coche y cerrar el mismo de un portazo.Sus pasos fueron firmes y de prisa, Se adentró a falta de puerta principal y
—¿Qué? –—Las llaves de su auto— repitió por tercera vez un hombre al ofrecerle el objeto — El señor Caleb me ordenó traerlo a esta dirección — dijo y confirmó que era el lugar correcto —… ¿es usted Loughty Leia? — terminó por preguntar ante el asombro de la joven.—S-si… soy yo, pero… ¿qué le hicieron a mi auto? — preguntó con sorpresa al salir a la calle y verlo.—Hicimos lo que pudimos — confesó el hombre con pinta de mecánico — Realmente es un auto antiguo… descontinuado, insistimos al joven que sería mejor sustituirlo por un modelo reciente, pero él insistió reparar este — confesó el hombre.Leia entonces lo volteó a ver y mientras él le estiraba l
Horas después, Leia había presentado cada una de sus materias, tener un solo bloque de clases, con su respectivo descanso para comer, era pesado, pero era preferible a tener que volver por la tarde a la universidad.Apenas había logrado concentrarse en sus clases y había evitado ver a Caleb en la universidad, para su fortuna tampoco se encontró con James, todavía no sabía si Aubrey había logrado disimular el hecho de que Caleb dormía con ella o no, le preocupaba, aunque sabía que no debería.Su estómago fue presa de un cosquilleo nervioso y dejó el lapicero sobre el escritorio donde había estado trabajando con sus tareas.—No me estoy concentrando— mencionó y cerró la cortina del balcón de la que era su habitación, encendió el reproductor de música de su portátil v