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El momento de la verdad

Ancel:

Cuando Rose me llamó para decirme lo que pasaba, juro que mi corazón se detuvo. Sabía que sentía algo por esa mujer, pero no que tan fuerte era. Las palabras se desmayó y hospital fueron suficiente para ponerme como loco de la preocupación, no supe cómo llegue al hospital, sólo necesitaba saber cómo estaba.

Si bien lo que tenía no era tan grave, no pude calmarme hasta que no estuvo en la cama, tuve que tocar su rostro durante un rato para darme cuenta que estaba bien.

En la casa había querido contratar una enfermera pero ella se había negado, así que cancelé todo para cuidarla, la amaba, nunca había experimentado aquello y era aterrador pero también se sentía bien.

Edith:

- Estoy bien mis niños ‒me habían dado de alta por la tarde, al ser una cirugía menor, no había mucho por lo que quedarme, así que ya en casa mis pequeños se habían enterado de lo que pasó y estaban asustados, me abrazaban suave por las piernas.

- Luc y yo te vamos a cuidar junto a papá ‒mi pequeño asiente con énfasis, los miro con amor.

- Ya le notifique al director, dijo que volvieras cuando estes mejor ‒asiento y le dedico una sonrisa en agradecimiento a Rose‒, la noticia ya está en internet, ¿quieres hacer algo?

- Sí, dame mi teléfono ‒ella asiente y me lo extiende, lo desbloqueo, abro la cámara y grabo un pequeño mensaje explicando la situación y agradecimiento por su preocupación, también que los mantendría informados, se lo extiendo a Rose y ella lo publica en todas las redes sociales.

- Hijos míos, dejen que mami descanse ‒dice mi madre suave, le asiento sonriendo.

- Voy a dormir un ratito y los veo al despertar, ¿sí? ‒acaricio sus cabezas, ellos asienten, besan mis mejillas antes de bajarse con cuidado de la cama y salir de la habitación‒. ¿Estás bien? No has dicho ni una palabra ‒Ancel parecía una estatua recargada contra la pared.

- Estuve aterrado ‒se pone derecho y camina hacia mí‒, nunca he tenido miedo en mi vida Edith, me rio del miedo, pero cuando Rose dijo que estabas en el hospital ‒niega sonriendo quizás algo maniaco‒, mi puto mundo se vino abajo, se me cruzaron los peores escenarios y no pude mantener la calma ‒con cuidado se acomoda a mi lado‒, y se me cruzo la idea de encerrarte y mantenerte segura ‒acaricia mi mejilla‒, pero serías un pajarillo en una jaula de oro y morirías, y esa idea era más aterradora ‒junta su frente con la mía‒ que cualquier otra cosa, Edith ‒dice serio, su mirada parecía más tranquila‒, ¿sabes lo que te estoy ofreciendo en este momento? ‒niego suave‒. Mi corazón, pongo en tus manos mi oscuro y retorcido corazón, te estoy dando la posibilidad de destruirme, de liquidarme por completo, así que por favor, se cuidadosa de ahora en adelante porque no puedo protegerte de todo ‒bajo la vista queriendo llorar, en realidad la culpa era mía, durante más de un año no había ido al doctor para mi chequeo, así que esos pequeños fibromas se habían hecho grandes hasta llegar a este resultado.

- Lo siento, sé que los asuste ‒me abraza suave mientras lloro bajo.

- De ahora en adelante, me tendrás sobre ti recordándote sobre ir al doctor, no importa si te fastidio ‒rio bajo mientras niego.

Odessa:

Como fue algo muy sencillo, a los tres días había vuelto al set de grabación, claro que no haría escenas que implicaran mucho esfuerzo físico, así que grababa escenas de oficina o donde visitaba el lugar donde murió la chica, también una escena en el cementerio.

- Lamento tener que hacerles filmar de nuevo en aquel lugar cuando me recupere al cien ‒los miro atenta.

- No te preocupes, no lo hiciste a propósito, todos nos asustamos mucho ‒se habían mostrado muy comprensivos y me ayudaban mucho.

- Por todo eso, quise traerles algo de comer, llegará pronto ‒había hablado con el director y estuvo de acuerdo‒, espero les guste, es un pequeño bufete ‒como si los hubiese invocado, el encargado se acercó a mí.

Todos nos acercamos al pequeño carrito para servirnos, yo había optado por puré de papa y un pollo en salsa de tomate.

- Edith ‒me congelo al oír aquella voz, mi tenedor cae en mi plato y me giro a verlo algo rígida‒, mi querida Edith ‒frunzo el ceño con disgusto‒, mi amada Edith.

- Señor Miller ‒digo lo más calmada que puedo, no quería hacer un escándalo‒, ¿en qué puedo ayudarlo? ‒podía sentir la tensión en el aire, nadie se movía viendo la escena.

- Ya me divorcié de Jane, podemos estar juntos de nuevo, por favor, dame una oportunidad esposa, ¿recuerdas que te gustaba que te llamará así? ‒hago una mueca al recordar eso, de verdad que tenía la realidad bien alterada, sí, alguna vez me gustó eso porque pensé que me estaba dando mi lugar, pero la realidad era que él lo decía de manera despectiva.

- Su divorcio no es asunto mío señor Miller, y lo que dice es el pasado ‒digo con desinterés, no tenía caso hablar con este lunático.

- Sé que me equivoqué, pero seré mejor ‒intenta sujetar mi mano y la aparto casi con brusquedad.

- Señor Miller, por favor, estoy trabajando ‒sentía la rabia en mi interior, estas son las cosas que no quería para mi carrera.

- Haré lo que me digas, sólo por favor ‒intento moverme cuando se pone de rodillas, se abraza a mi pierna.

- Suéltame Duncan, basta ‒me sentía desesperada ya que no podía hacer mucho esfuerzo, cuando menos me doy cuenta, Jacob se había acercado para quitarlo‒. Nunca volvería con alguien como tú, ¿lo entiendes? Jamás te voy a perdonar, por tu culpa mi bebé murió, jamás estaría con alguien así ‒había alzado la voz, pero la verdad es que había llegado a mi límite y no quería que algo de lo que dijera o hiciera fuese malinterpretado‒. Además, ya estoy con alguien más ‒su cara se pone pálida, niega retorciéndose en los brazos de Jacob.

- Mientes, mientes, lo dices para herirme, tú me amas sólo a mí, no puedes amar a nadie que no sea yo ‒ruedo los ojos ante su narcisismo.

- Dios Duncan, ¿acaso te escuchas? ‒niego irritada‒, mira, me importa un rábano si me crees o no, estoy con alguien ahora y no me interesa volver ahora ni nunca, NUNCA ‒resalto la palabra‒. Jacob, hazme el favor de sacarlo de aquí ‒estaba irritada al mil por cierto, su actitud o bueno, todo de él en general me eran desagradables.

Lo escucho gritar mientras es arrastrado por Jacob, suspiro y todos parecen descongelarse.

- ¿Estás bien? ‒se acercan para preguntarme, asiento intentando sonreír.

- Sí, sí, tranquilos ‒muerdo mi labio, no los culpaba por no interceder, había sido todo tan repentino, además, seguro estaban desconcertados por todo el drama, no sabía si habían visto la entrevista con Tatiana o sabían algo, debió ser muy impactante.

Ahora, me preocupaba la respuesta de Ancel, sabía que Jacob le informaba de todo y esto no sería la excepción, se iba a volver loco.

Al parecer no fue el único que se volvió loco, alguien había grabado lo que pasó y ahora todo el mundo lo sabía, claro que se habían sorprendido de verme enojada ya que no solía mostrar esa parte de mí, pero la gente me justificaba diciendo que cualquiera que supiera un poco de todo lo que pasé a manos de ese tipo, no habría podido mantenerse en calma en todo momento. Lo que también estaban murmurando es quién era la persona con la que estaba, era gracioso ver sus teorías y las supuestas pruebas.

- Eres mala por reírte de ellos ‒dice Ancel mientras besa mi cuello, había costado mucho calmarlo.

- Es que es muy gracioso ‒sacaban cada cosa, ponían en la lista a personas que sólo había visto una vez o que había saludado, poniendo cosas como: mira cómo se ven o, mira su lenguaje corporal.

- Lo es, menos este ‒alza su teléfono y me muestra un video en el que hablan de nosotros, usaban las fotos del desfile de modas.

¿Podría ser el famoso empresario? Miren cómo la ve aquí.

Sí, podría ser, además se ven muy bien.

- Dicen que todos me ven así ‒rio negando, lo beso suave aun sonriendo.

- Pero no mienten, si te veo así ‒comienza a besar mi rostro con amor.

- Ancel ‒digo suave, él se detiene y me mira atento‒, ya no quiero que sea un secreto ‒lo veo abrir los ojos grandes por la sorpresa‒, no voy a decirte que no tengo miedo todavía, pero he pasado tanto tiempo viviendo con él que ya no quiero más eso.

- No voy a decepcionarte, ni a ellos ‒señala su teléfono, rio bajo. Tomo mi teléfono que uso como Odessa, abro la cámara y nos hago una foto mientras besa mi mejilla, en ella estaba sonriendo con felicidad.

Abro I* y la cuelgo ahí con la leyenda: si me ven feliz, con los ojos brillantes y perdida en el amor, déjenme, aquí es donde quiero estar.

Presiono enviar y lo bloqueo, pronto todo estallaría.

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