—Señor López, por favor, perdóneme —seguía suplicando el calvo.Gabriel se levantó con el rostro frío, mirándolo como si ya estuviera muerto:—Te metiste con ella, mereces morir.—No quiero volver a verlo —ordenó a sus subordinados.—Sí, señor.El subordinado agregó:—Antonio se pasó de la raya. ¿Deberíamos decírselo a la señorita Blanco?Gabriel dudó un momento y negó con la cabeza:—No. Esta suciedad no merece llegar a sus oídos. Ella me tiene a mí para el resto de su vida, la protegeré completamente y no dejaré que sufra ningún daño más.Salí corriendo tambaleante. No pude contenerme más y me acurruqué abrazándome, llorando desconsoladamente.Vaya con Antonio, que tanto hablaba de casarse conmigo. ¡Qué ciega estuve! ¡Ni siquiera pude distinguir entre una persona y un perro!Y Gabriel...—Tonta, eres una tonta... —después de llorar un rato, sonreí.Mi corazón se sentía cálido. Resultaba que yo, María, también le importaba a alguien.Me levanté lentamente, me sequé las lágrimas y mi m
No tenía muchas cosas, solo una maleta después de empacar lo básico. Gabriel llevaba la maleta en una mano y sostenía la mía con la otra mientras caminábamos hacia afuera. Caminando hombro con hombro, nos sonreímos mutuamente. Después de esta noche, cuando estuviéramos al otro lado del océano, podríamos comenzar una nueva vida. ¡Qué maravilloso!Pensando en esto, mi sonrisa se hacía cada vez más amplia. Pero antes de que pudiera florecer por completo, fue interrumpida por una explosión ensordecedora.Me estremecí del susto. Gabriel se puso serio y me atrajo rápidamente hacia su pecho, protegiéndome con cuidado.La puerta de la mansión había sido volada. Entre el polvo y el humo, Antonio, vestido con un traje negro de alta costura, entró lentamente seguido por un grupo de asesinos.Su mirada se posó en nuestras manos entrelazadas y sus ojos se entrecerraron peligrosamente, emanando una intensa sed de sangre.—María, ven aquí —ordenó entre dientes.—No iré —lo rechacé directamente—. Anto
Antes de desmayarme, creo que vi a Antonio corriendo hacia mí, alzándome en brazos mientras gritaba asustado:—¡María! ¡María!Me pareció gracioso que alguien tan frío y despiadado como él pudiera sentir miedo.Caí enferma, viviendo en una neblina confusa. Aun así, Antonio me mantuvo encerrada, temiendo que escapara.Tres días después, mientras dormitaba, alguien me sacudió bruscamente. Era Carmen.—Zorra, ¿crees que puedes seducir a mi hijo? —me miró con desprecio—. Ya me encargué de la original, y tú solo eres un reemplazo. No te conoces tu lugar.¿La original? ¿El amor platónico de Antonio?—¿Tú planeaste el accidente de auto de esa mujer? —pregunté con voz quebrada.—Así es —Carmen ni se molestó en ocultarlo, sonriendo fríamente—. ¿Tienes miedo? María, si quieres vivir, aléjate.Pero apenas la escuchaba, mi corazón se hundió en la tristeza. Todo había sido culpa de esta vieja. Antonio culpó a Gabriel por la muerte de su amor, pero Gabriel era inocente. ¡Los López eran completamente
En una clínica clandestina, mi niño de seis años temblaba, llamándome desesperadamente y, con lágrimas en los ojos, les suplicaba que lo dejaran ir, que su mami lo esperaba en casa. Pero esas personas crueles, lo pusieron en la mesa de operaciones sin siquiera usar anestesia.Destrozada por el dolor, sostuve mi teléfono viendo el video que un desconocido me envió.Soy huérfana y madre soltera. A los dieciocho años, trabajaba en un club exclusivo. En una sala VIP, un cliente se aprovechó de mí. No pude ver su rostro. Ocho meses después, nació mi hijo.Él solía abrazarme fuerte y decirme con su dulce voz: Mami, no temas. Cuando yo crezca, te protegeré.Mi hijo era todo mi mundo.Detesto a Isabella, y para lograr mi objetivo, me enfoqué en Antonio, su esposo. Isabella estaba perdidamente enamorada de él, pero Antonio amaba a otra persona. A pesar de eso, aparentaban ser una pareja perfecta.Por eso, sin importar cuánto se esforzara Isabella, nunca tuvo una verdadera oportunidad.Pero un d
Entré en pánico y, aunque también estaba empapada, insistí en apartar la mano de Antonio. —Señor Morales, su esposa viene... su mano... —susurré alarmada.Este, recordó entonces que me tenía agarrada una teta, así que retiró su mano de inmediato. —Lo siento, la confundí con otra persona, ¡mejor váyase, señorita Blanco!¡¿Este quiere que me vaya? ¿Qué salga frente a ella? ¡Ni loca! Me invadió el pánico. Le agarré la mano y angustiada le dije:—Señor Morales, su esposa no debe verme salir de aquí ahora, no quiere a ninguna mujer cerca de usted, si salgo así, malinterpretará todo. ¡No quiero morir! Antonio, se puso nervioso, la palabra morir pareció haberle traído dolorosos recuerdos. Miró a su alrededor buscando un escondite para mi agraciado cuerpito, pero un “Click” sonó y la puerta se abrió.Era Isabella, quien al enterarse que Antonio estaba ebrio pensó que tendría una oportunidad, así que se había arreglado especialmente para la ocasión. Recién bañada, con su cabello ondulad
—¡Alto! ——Antonio alzó la voz enojado—. Isabella, no hagas que te desprecie más.Esas palabras, paralizaron a Isabella. Una mezcla de indignación, humillación y resentimientos enrojecieron sus ojos y, aunque se dio por vencida, antes de salir de la habitación declaró:—En esta vida, la única señora Morales seré yo, Isabella. ¡Ninguna otra mujer puede siquiera soñarlo!Dicho esto, dio media vuelta intentando mantener la compostura y se alejó tambaleándose.Cuando confirmé que Isabella realmente se había ido, no pude evitar sentir cierta decepción. Pero no había prisa, el tiempo estaba de mi lado y le esperaban sorpresas aún más interesantes.Antonio se levantó inmediatamente de la cama, poniendo distancia entre nosotros. Yo también me puse de pie junto a la cama.De espaldas a mí, su voz sonaba algo molesta:—¡Sal de aquí! Tu posición es solo...Pero no pudo terminar la frase porque yo salí huyendo en carreras. Antonio se quedó perplejo. Al voltear y verme correr como una conejita, sus
Me quedé helada, ¿quién coño se creía para humillarme? Ella que se arrastraba detrás de un hombre que no la quería. Ella, que sin el corazón de mi hijo estaría muerta. ¡Cuánto la odio! Apreté fuerte la taza, deseaba echarle el café en su repugnante rostro, pero me contuve… no era el momento, debía contenerme. Después de unos segundos, solté la taza, tomé la tarjeta bancaria y la deslicé suavemente hacia Isabella.—Señora Morales, realmente está malinterpretando todo —dije con cara de inocencia—. Entre el señor Morales y yo solo existe una relación laboral. ¿Por qué tanta paranoia? ¿Acaso no confía en sí misma?Isabella no esperaba mi resistencia y se quedó sin palabras. Su mirada se tornó gélida.—¡María, más te vale tener cuidado! —agarró la tarjeta y se marchó furiosa.Al salir de la cafetería, caminé sola por la calle, sumida en pensamientos. Isabella ya sospechaba de mí. ¿Qué hacer? Necesitaba conquistar a Antonio cuanto antes.Pero... ¿cómo?Mientras me debatía sin encontrar so
—¡Ah! —me escondí asustada detrás de Antonio, como una cervatilla asustada.—¿Qué haces aquí? —el deseo se desvaneció del rostro de Antonio mientras miraba fríamente a Isabella.Me protegía firmemente tras él. Al ver esta escena, Isabella casi enloquece de rabia, apretando los puños.—¡María! ¡Zorra...!Su furia era incontenible.El rostro de Antonio se ensombreció y su voz heló la sangre:—Isabella, discúlpate con María inmediatamente.Isabella no esperaba que Antonio ni siquiera intentara salvar las apariencias. Palideció y su voz se volvió estridente:—¿Por qué debería disculparme con esta zorra? ¡Claramente está seduciéndote sin vergüenza...!—¡Cállate! —la interrumpió Antonio bruscamente—. ¿Esta es la educación que te dieron los López?—Discúlpate, ¿me oíste?A través del hueco entre el cuerpo de Antonio, observé fríamente el rostro contorsionado de Isabella.Aunque mis ojos brillaban con provocación, mis palabras salieron temblorosas y entrecortadas:—Señor Morales, es mi culpa,