Capítulo 4
Me quedé helada, ¿quién coño se creía para humillarme? Ella que se arrastraba detrás de un hombre que no la quería.

Ella, que sin el corazón de mi hijo estaría muerta. ¡Cuánto la odio!

Apreté fuerte la taza, deseaba echarle el café en su repugnante rostro, pero me contuve… no era el momento, debía contenerme. Después de unos segundos, solté la taza, tomé la tarjeta bancaria y la deslicé suavemente hacia Isabella.

—Señora Morales, realmente está malinterpretando todo —dije con cara de inocencia—. Entre el señor Morales y yo solo existe una relación laboral. ¿Por qué tanta paranoia? ¿Acaso no confía en sí misma?

Isabella no esperaba mi resistencia y se quedó sin palabras. Su mirada se tornó gélida.

—¡María, más te vale tener cuidado! —agarró la tarjeta y se marchó furiosa.

Al salir de la cafetería, caminé sola por la calle, sumida en pensamientos. Isabella ya sospechaba de mí. ¿Qué hacer? Necesitaba conquistar a Antonio cuanto antes.

Pero... ¿cómo?

Mientras me debatía sin encontrar solución, el rugido repentino de un motor me sobresaltó. Al voltear, un camión se acercaba y una idea cruzó mi mente: La amada de Antonio, ¿No murió arrollada por un auto? Decidí jugármela, así que llamé a Antonio.

—María, ¿por qué no has venido a trabajar?

—¡Señor Morales! —sollocé, mi voz temblando como la de una gatita desamparada—. La señora Morales mandó secuestrarme y llevarme a una cafetería. Me arrojó una tarjeta bancaria a la cara, exigiéndome que me alejara de usted con ese dinero.

—Traté de explicarle que era un malentendido, pero no me creyó. Me amenazó... me dijo que tuviera cuidado...

—¿Cómo...?

Antes de terminar, fui interrumpida por el estridente rugido del camión.

Luego, mi grito atravesó el aire:

—¡Ahhh!

¡Bam! Mi cuerpo voló por los aires, el teléfono cayó y todo se oscureció. La voz de Antonio se fue desapareciendo:

—¡María! ¡María!

Desperté en el hospital. Inhalé bruscamente. Al intentar moverme, todo mi cuerpo dolía.

—No te muevas —una voz profunda resonó cerca, y un brazo fuerte rodeó mis delicados hombros.

Sentí su calor, y sorprendida alcé la mirada. Mis ojos se aguaron al ver a Antonio tan preocupado frente a mí.

—Señor Morales, ¡fue aterrador!, el camión se me vino encima, pensé que iba a morir —dije con voz trémula—. Su esposa no me dejará en paz.

—¡Señor Morales, estaba tan asustada!

—La señora Morales... seguramente no me dejará en paz.

Me aferré desesperadamente a su traje. Temerosa y vulnerable, logré despertar el instinto protector de Antonio, quien terminó acariciando mi rostro tan parecido al de su amor perdido:

—No lo permitiré. No dejaré que algo así vuelva a suceder por segunda vez.

Esa "segunda vez" era muy significativa para mí, ya que tratará de compensar el remordimiento por su amor perdido en mí, y eso me conviene para recuperar el corazón de mi hijo. Me lancé a sus brazos, abrazando su fornida cintura.

La respiración de Antonio se aceleró. Por fin había cedido a sus sentimientos. Su mano inquieta acarició mi cuello, justo en el momento en que, Isabella irrumpió en la habitación.
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