Capítulo 11
Justo en ese momento, la presión que sentía sobre mí desapareció repentinamente. Era Antonio. Él había llegado con sus hombres.

Agarró con fuerza a ese matón que me tenía sometida y lo arrojó violentamente contra la pared.

¡Bam!

El matón impactó contra la pared y luego se desplomó en el suelo, vomitando sangre.

Me encontré sentada, hecha un ovillo y con el rostro empapado en lágrimas, abrazando mis rodillas contra el pecho.

¡Una imagen verdaderamente lastimera!

Antonio se acercó y, con gesto protector, cubrió mis hombros con su saco.

—No tengas miedo, María. Ya estoy aquí —susurró con voz ronca mientras me estrechaba entre sus brazos, su mentón rozando suavemente mi cabeza.

Yo sabía que vendría. Era inevitable que apareciera después de mi llamada donde le pedí terminar nuestra relación.

Y llegó justo a tiempo.

Envuelta en su abrazo, el calor de su cuerpo fue calmando poco a poco el miedo que me había invadido.

Para entonces, los hombres de Antonio ya habían sometido a todos los pandill
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