Me convertí en la amante de hombre poderoso para vengar a mi hijo
Me convertí en la amante de hombre poderoso para vengar a mi hijo
Por: Yola
Capítulo 1
En una clínica clandestina, mi niño de seis años temblaba, llamándome desesperadamente y, con lágrimas en los ojos, les suplicaba que lo dejaran ir, que su mami lo esperaba en casa. Pero esas personas crueles, lo pusieron en la mesa de operaciones sin siquiera usar anestesia.

Destrozada por el dolor, sostuve mi teléfono viendo el video que un desconocido me envió.

Soy huérfana y madre soltera. A los dieciocho años, trabajaba en un club exclusivo. En una sala VIP, un cliente se aprovechó de mí. No pude ver su rostro. Ocho meses después, nació mi hijo.

Él solía abrazarme fuerte y decirme con su dulce voz: Mami, no temas. Cuando yo crezca, te protegeré.

Mi hijo era todo mi mundo.

Detesto a Isabella, y para lograr mi objetivo, me enfoqué en Antonio, su esposo. Isabella estaba perdidamente enamorada de él, pero Antonio amaba a otra persona. A pesar de eso, aparentaban ser una pareja perfecta.

Por eso, sin importar cuánto se esforzara Isabella, nunca tuvo una verdadera oportunidad.

Pero un día, el amor verdadero de Antonio sufrió un terrible accidente automovilístico. ¡La escena fue devastadora!

Antonio, después de varias semanas de aislamiento y sin esperanza alguna, aceptó el matrimonio arreglado con Isabella y se casaron.

¿Qué amor podría surgir de un matrimonio así?

Me di cuenta del gran parecido que yo tenía con ese antiguo amor, así que ingresé en el grupo Morales como secretaria de Antonio y una noche en que bebió mucho, me pidió que lo recogiera. Vi una oportunidad. Dudosa, me detuve frente al Club Oasis, el mismo donde hace seis años atrás sufrí aquél incidente. Todo lo bueno y lo malo comenzó en este lugar.

Me armé de valor y entré. Lo encontré en un reservado, sentado y con una mano cubriéndose los ojos. Obviamente ebrio.

Al oírme, se quitó la mano y entornó los ojos para mirarme. El alcohol le acentuaba lo atractivo que era. Cuando salimos el gerente del lugar nos miró como sorprendido de vernos juntos. Aunque parecía querer decir algo, se contuvo.

En la habitación de los Morales, acosté a Antonio y me incliné amablemente para aflojarle la corbata. —Señor Morales, permítame ayudarlo para que esté más cómodo —dije con voz suave.

Mis dedos rozaron sutilmente su cuello. Lo noté tenso y, cuando alzó la mirada, rodó sus ojos al escote de mi blusa, agitándose de inmediato, velando sus ojos.

Me acerqué más, aparentando inocencia, y puse mi mano en su frente con dulzura. —¿Qué sucede, señor Morales? No se ve bien.

—¿Bebió demasiado? ¿Se siente mal?

Nuestros cuerpos estaban cerca. Podía sentir cómo su temperatura aumentaba.

Pronto, su mano se deslizó bajo mi blusa y murmuró: —Yulia...

¡Yulia era su antiguo amor! Sonreí internamente y seguí actuando.

—Señor Morales, no... —fingí resistirme, poniendo mis manos suavemente sobre su pecho.

Antonio espabiló al oírme, pero en ese momento se oyeron pasos que venían acercándose por el pasillo. Era Isabella.
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