ARIA Unos murmullos y risas me despertaron. Entreabrí los ojos y vi a Meliá y Marcus mirándome desde una esquina del dormitorio. Sus sonrisas traviesas delataban que planeaban algo. Cuando me incorporé, Melia cambió su expresión y anunció: —Hoy es el día. Vamos a desayunar con Marcus y después empezaremos a arreglarnos. Marcus la miró confundido. —¿Qué? Pero si apenas son las nueve de la mañana y la ceremonia es a las siete de la tarde. —Aria, tenemos muchas cosas que hacer —replicó Melia con un tono que no admitía réplica. —¿No estás siendo un poco dramática? —le respondí incrédula. Bufó, cruzándose de brazos, y dio una palmada para apresurarnos. —¡Manos a la obra! No había forma de contradecirla, así que me dejé llevar. Fuimos a una peluquería donde una mujer loba extrovertida llamada Eva nos atendió. Me sorprendió que me tratara con amabilidad, algo poco habitual en las hembras fuera del círculo cercano al Alfa. Era evidente que a ella no le importaban las políticas de
SEIKEstaba esperando en el gran salón de festejos. A pesar de intentar mantener una postura firme, mis manos evidenciaban mi nerviosismo al apretar y soltar el borde de mi fajín. Mi padre, de pie frente a mí, me observaba con una expresión burlesca, disfrutando de mi incomodidad.El salón era imponente. Las altas paredes de piedra, adornadas con tapices que contaban la historia de nuestra manada, reflejaban la luz de los candelabros colgantes. Las velas, colocadas en grandes apliques de hierro forjado, proyectaban sombras danzantes que llenaban el espacio con un aire solemne, casi místico. Las mesas, aún vacías pero perfectamente dispuestas, estaban cubiertas con manteles blancos y decoradas con centros de ramas verdes y flores silvestres que evocaban la conexión de nuestra manada con la naturaleza.El suave murmullo de los invitados llegando a lo lejos me hacía sentir cada vez más ansioso. Respiré hondo, intentando calmar los latidos de mi corazón. Mi padre, que no dejaba pasar la
ARIAEl ambiente cambió, adoptando una atmósfera aún más solemne. Los miembros de la manada se movieron con un propósito renovado, y el Alfa hizo un gesto hacia el centro del salón, donde se había dispuesto un altar más grande, adornado con símbolos de nuestra especie. —Ahora, procederemos con la ceremonia de unión de Aria y el pequeño Marcus a nuestra manada.—La voz del Alfa resonó y todos los ojos se volvieron hacia él.Fue en ese momento cuando el pequeño Marcus, que había permanecido en silencio a un lado, se acercó. Con paso firme y decidido, se dirigió hacia el altar, llevando en sus manos una pequeña daga ceremonial.El murmullo entre los miembros de la manada se detuvo cuando lo vieron avanzar. Marcus se detuvo frente al altar, sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y respeto. Sin vacilar, le hizo una reverencia al Alfa y después al comandante. De pronto sentí el peso real de lo que Marcus y yo íbamos a hacer. Cuando la ceremonia termine ya no seremos miembros de la m
SEIKDesde mi lugar, podía ver a los jóvenes de la manada riendo y bromeando entre ellos, llenos de energía y despreocupación. Los más pequeños corrían alrededor de las mesas, jugando a atrapar sombras bajo la luz de las velas y soltando risas contagiosas que llenaban el aire. En una esquina, Melia y Aria estaban sentadas juntas, compartiendo una bandeja de dulces.Yo estaba junto a los guerreros, compartiendo una jarra de vino tinto, cuando mi padre, el Alfa, se acercó. Su presencia era imponente, pero sus ojos llevaban un brillo travieso, algo común en él. Mientras los demás hablaban de las últimas patrullas y estrategias, yo apenas podía concentrarme. Mis ojos volvían, una y otra vez, hacia Aria. Ella estaba al otro lado del salón, riendo con Melia mientras compartían dulces.Mi padre no tardó en notarlo. Se inclinó ligeramente hacia mí, con una sonrisa que mezclaba burla y picardía.—No paras de mirarla, hijo. Al menos disimula un poco, o van a pensar que no puedes esperar a term
ARIA Al principio, el anuncio de Seik me tomó completamente por sorpresa. Nunca imaginé que lo haría de esa forma, tan directa y frente a toda la manada. Pero cuando vi las reacciones de todos y escuché las palabras que había dicho, algo dentro de mí se relajó. No podía negar que, a pesar de que fue inesperado, me sentí... bien. Una sonrisa genuina empezó a dibujarse en mi rostro, iluminando mi expresión casi sin darme cuenta. Seik me devolvió la sonrisa, y en ese momento sentí algo más que bienestar: una cálida sensación de ' pertenencia'. Era como si, de repente, todos los miedos y dudas que había cargado al llegar aquí comenzaran a desvanecerse, poco a poco... Por primera vez, me sentí apoyada. Si algo llegara a sucederme, sabía que Seik se encargaría de Marcus, que estaría ahí para protegerlo como si fuera suyo. Esa seguridad era suficiente para calmar mis peores temores. La mayoría de los miembros de la manada estaban de acuerdo con la adopción, y aunque aún quedaban algunas
MELIAEstoy realmente contenta de que mi hermano Seik se haya casado con Aria. Aunque sea un matrimonio político, sé que mi hermano jamás habría aceptado si no estuviera de acuerdo. Nadie puede obligarlo a nada.Cuando vi a Aria por primera vez, supe que era la adecuada para él. No era como esas otras mujeres lobo que solo se interesaban por el estatus dentro de la manada. En cuanto hablé con ella, me di cuenta de que era sincera y, lo más importante, que no me juzgaba. No como lo han hecho otras cambiaformas. Con Aria me siento cómoda, como si pudiera ser yo misma sin temor a sus opiniones.Desde el principio, vi en ella un apoyo, esa conexión femenina que necesitaba desesperadamente. Aunque intenta ocultarse detrás de una máscara de indiferencia, puedo notar cómo poco a poco empieza a abrirse conmigo y con los demás.En el banquete de bodas la llamé "hermana" y vi cómo se ruborizaba. Fue adorable, y no pude evitar sonreír al recordarlo. Pero ese momento feliz se desvaneció rápidam
ROBERTOCuando la vi, mi corazón se detuvo. Melia estaba en el suelo, encogida sobre sí misma, con los ojos cerrados y su rostro pálido como la luna. Su respiración era irregular, como si estuviera luchando por mantenerse a flote en un océano invisible.El tiempo pareció congelarse.—¡Melia! —grité, pero no hubo respuesta.Me arrodillé a su lado, con las manos temblorosas, sin saber qué hacer. Por un momento, el miedo me paralizó. Su cuerpo temblaba ligeramente, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía escapar.‘¿Qué le está pasando?’.‘A esto se refería Seik cuando me dijo que su hermana no estaba bien de salud desde lo que le pasó hace cuatro años’.Un torrente de pensamientos invadió mi mente. ¿Estaba sufriendo? ¿Estaba muriendo? El miedo se apoderó de mí con una intensidad que no recordaba haber sentido antes.‘No. No voy a dejar que te pase nada’.—Melia… —murmuré, mi voz quebrándose mientras colocaba una mano en su frente. Melis estaba fría, demasiado fría
SEIK Las hembras veteranas se acercaron a mí y, en un susurro, me informaron que mi compañera me esperaba en el dormitorio. El rugido del banquete seguía resonando a mis espaldas mientras cruzaba el largo pasillo hacia el dormitorio. Las risas, los cánticos, el chocar de las copas... todo parecía tan distante, como si estuviera escuchando desde el otro lado de un abismo. Era extraño. Nunca antes había sentido esta tensión recorriendo mi cuerpo. ‘¿Por qué estoy nervioso?’. Era una pregunta absurda. Soy Seik, el comandante de la manada de Sombra Nocturna, un guerrero que ha enfrentado batallas donde la muerte estaba siempre al acecho. He derramado sangre, he tomado decisiones difíciles sin dudar, he liderado a hombres bajo las peores circunstancias. Pero ahora, mientras mis pasos resonaban en la piedra del pasillo, mis manos estaban ligeramente húmedas, y mi respiración, aunque estable, se sentía pesada. El eco de mis zapatos contra el suelo parecía amplificar cada pensamiento en