SEIKDespués de las patrullas matutinas, los guerreros y novatos nos dirigimos al comedor. En el camino, nos topamos con un grupo de hembras que parecían enfrascadas en una discusión. Como siempre, la hembra alborotadora estaba en el centro de la discordia. Alcancé a oír cómo Elisabeth llamaba ‘poca cosa’ a alguien con aire despectivo. Lo que más me llamó la atención fue que Aria, la destinataria del insulto, no pareció inmutarse; parecía acostumbrada a ese trato.No podía dejar que aquello escalara, así que tuve que intervenir antes de que la situación se convirtiera en un problema mayor. 'Las hembras siempre dan problemas', no pude evitar pensar.Cuando el grupo de hembras se dispersó. Nosotros nos disponiamos a irnos pero Elisabeth me llamó con una voz melosa, su tono cargado de intención. No queria detenerme pero tenía que hacerlo. Los machos al ver que se acercaba la hembra se retiraron, dejándonos intimidad.—Seik, hola. ¡Hace tiempo que no te veo!La miré serio, sin ganas de en
SEIKMe uní a los hombres lobo de mi manada mientras se dirigían hacia la arena de entrenamiento. Esta tarde teníamos una sesión especial con los cachorros que recién comenzaban su instrucción. Entre ellos estaba Marcus. '¿Cómo le estará yendo?'me pregunté, sin poder evitarlo.Al llegar a la arena, encontramos a algunos cachorros agrupados en pequeños círculos. Sin embargo, Marcus estaba apartado, de pie, con la mirada perdida en el horizonte. Había algo en su postura que me hizo pensar que no se sentía del todo parte del grupo, como si no encajara.Cuando los cachorros notaron nuestra presencia, se enderezaron de inmediato y nos ofrecieron el saludo formal, firmes y respetuosos. Sus movimientos rígidos dejaban claro cuánto nos admiraban, o quizás cuánto nos temían. Mi beta no perdió tiempo y dio las primeras órdenes.—Cachorros, a calentar.La arena cobró vida al instante. Por todo el campo de entrenamiento, pequeños de entre seis y quince años comenzaron a correr, saltar y realizar e
ARIAEstuve pensando toda la tarde en la escena que vi en el pasillo. Esta vez me costó más de lo habitual ponerme la máscara de indiferencia. Era lógico que el comandante tuviera mujeres, y supongo que las seguirá teniendo… después de todo, es un hombre lobo joven. Ni siquiera sé por qué estoy dándole tantas vueltas al asunto… ya sabía a lo que venía. Solo soy una pieza útil para mi manada, un instrumento para cumplir sus propósitos.Después de lo que me pareció una eternidad, un joven guerrero se acercó a mí para decirme que Seik me esperaba en su despacho. ‘¿Habrá pasado algo?’ La preocupación se apoderó de mí, y sin perder tiempo, salí rápidamente hacia él. Mis pasos eran apresurados, y mi mente no dejaba de especular. Estaba nerviosa.Cuando llegué, llamé a la puerta. La voz de Seik me invitó a pasar. Al entrar, lo encontré tranquilo, sentado tras su escritorio. Eso alivió un poco mi ansiedad, pero no del todo.—Siéntate —dijo con su tono usual, firme pero calmado.Obedecí y, s
SEIKLa hembra y el pequeño se marcharon. Mi mente divagó, otra vez. '¿Cuantas veces van ya?'.Recordé la escena que acababa de ocurrir, cuando el cachorro y la hembra estaban aquí. Ambos parecían… felices.Apoyé los codos en la mesa y me pasé una mano por el cabello. ‘¿Por qué vino a mi mente ese simple momento?. Adoptar al cachorro, no era gran cosa. Es algo necesario para el bienestar del pequeño. Nada más. Sin previo aviso, otra imagen se filtró en mis pensamientos…Gruñí en voz baja, frustrado conmigo mismo.‘Tenía mucho trabajo y aquí estoy, pensando en tonterías’. Se obligó a apartar el recuerdo y tomó uno de los informes apilados en su escritorio. Sus ojos recorrieron los detalles escritos con precisión, reportes recientes de los rastreadores y guerreros.Habían detectado movimientos preocupantes en las zonas cercanas a la zona irregular. Los informes hablaban de avistamientos de vampiros, además de rouges. Según el reporte, algunos lograron escapar, pero uno de ellos fue
SEIK Me metí a la ducha absorto en mis pensamientos. El agua caliente ayudaba a relajar mis músculos, pero mi mente seguía atrapada en los eventos del día. Salí del baño, me até una toalla a la cintura y empecé a secarme el cabello con otra más pequeña. Estaba muy cansado. Cuando apenas terminé de frotar el cabello, alguien llamó a la puerta. Sin pensar demasiado, abrí. Para mi sorpresa, era ella. Por un momento, se quedó congelada en el umbral, como si no supiera si entrar o salir corriendo. Su mirada pasó rápidamente de mi rostro al resto de mi cuerpo. Poco a poco sus mejillas adquirieron un tono rosado. Se armó de valor y dijo: —Buenas noches, comandante. Estoy aquí para... —empezó a decir con un tono un tanto atropellado. La interrumpí, haciendo un gesto con la mano. —No te quedes en el pasillo. Entra.—ordené, sin pensar demasiado. Pareció dudar, pero finalmente obedeció, dio un paso al interior de mi dormitorio. Su postura era rígida, como si estar en mi habitación la p
SEIK Ella asintió lentamente, y por primera vez levantó la mirada del todo, dejando que nuestros ojos se encontraran en un choque cargado de tensión. —Vi tu cuerpo, y no me pasó desapercibido... —susurró, tan bajo que por un momento pensé que lo había imaginado. El calor subió desde su cuello hasta sus mejillas, pero en su mirada no había arrepentimiento, solo un deseo innegable que estaba empezando a arrastrarme con ella. 'M*****a sea'. Mi cuerpo parecía tener voluntad propia. Sin perder más tiempo la besé con ímpetu. Tenía muchas ganas de hacerlo… Mis manos tiraron de ella por los brazos y la estampé contra la pared. La observé unos segundos… me fijé en su cuerpo apretado...sus curvas... ’Quiero tenerla’, pensé. —Comandante… —susurró ella, con la voz temblorosa, insegura. —Hembra… —respondí con firmeza, cortando cualquier formalidad entre nosotros—. No me llames por mi título. No ahora.—Mi mano le tocó la cintura y apreté. — Si...—dijo muy lentamente. —Y otra cosa… si
ARIAEsta mañana decidí darme una vuelta por la arena de entrenamiento. Quería ver cómo estaba Marcus y, de paso, satisfacer mi curiosidad sobre cómo entrenan los hombres lobo de la manada Sombra Nocturna.La arena de entrenamiento estaba más bulliciosa de lo que esperaba. El sonido de los golpes secos y las pisadas rápidas llenaba el ambiente, acompañado por las risas nerviosas de los más jóvenes, creando un caos casi contagioso. Avancé con pasos cautelosos, sintiendo cómo las miradas me seguían desde distintos puntos.Los cachorros y jóvenes entrenaban con intensidad bajo la supervisión de guerreros más experimentados. Entre ellos, distinguí a Marcus, quien, al verme, alzó una mano con entusiasmo.—¡Hermana! —gritó con una sonrisa amplia y sincera, como si mi presencia fuera lo mejor que le había pasado en todo el día.Respondí con una leve inclinación de cabeza, tratando de no llamar la atención. Sin embargo, pronto noté que el resto de los cachorros no compartían su entusiasmo. Sus
ARIAEl sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos cálidos mientras caminaba por los terrenos de la manada Sombra Nocturna. Mi mente no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido desde que llegué aquí.Miré hacia la arena de entrenamiento, donde los guerreros entrenaban con movimientos rápidos y decididos. Una extraña mezcla de envidia y admiración me invadió. Quería ser como ellos, fuerte, capaz de defenderme."Quizás debería intentarlo", me dije, cruzándome de brazos mientras observaba a los guerreros. La idea de pedirle permiso al comandante flotó en mi cabeza, pero la rechacé casi al instante. Era extraño cómo me miraba últimamente, como si estuviera estudiando cada uno de mis movimientos.Caminé hacia el comedor, con la mente aún llena de dudas y preguntas sin respuesta.Estaba comiendo cuando Melia apareció de la nada, su energía habitual brillando en su rostro.—Aria, tengo una idea —dijo, como si se le hubiera ocurrido la mejor de las soluciones.—¿Qué idea?