06

Me encuentro en la habitación preparándome para dormir. Hoy fue un día muy especial para mí, compartir esta tarde con Luciano fue mejor de lo que esperaba. Decido enviarle un W******p agradeciéndole por el día tan agradable de hoy, su respuesta no tarda en llegar con un emoji lanzando un beso.

Sonrío por eso, apago el móvil. Ya es tarde y mañana debo trabajar. Mis ojos pesan del sueño, así que no tardo mucho en caer inconsciente.

***

Ya estoy lista para ir a la empresa, hoy desperté sin necesidad de la alarma. Visto con una falda lápiz color crema, blusa de tela Pongee de color dorado y mis zapatos de tacón del mismo color.

Llego a la empresa unos minutos antes, paso por la cafetería del lugar a comprar unos pretzels con café, que decido comer en mi cubículo.

Sussan ya ha llegado y empezamos a charlar. Luca pasa por al lado sin siquiera saludar, algo que me parece extraño de su parte. ¿Qué le sucede? Pregunto un tanto curiosa.

Por fin he terminado de pintar y agregar detalles a los últimos diseños. El señor Mengoni me pidió que sea la encargada de crear la nueva colección de invierno, esta vez incluyendo ropa para damas y caballeros, así como sombreros y bolsos. Utilizando materiales como brocado, terciopelo, polar, algodón y estampados de jacquard, raya diplomática, lunares, tartán, cuadros escoceses y florales.

Me parece perfecta la idea de probar nuevas telas y combinarlas, hará que el diseño de las prendas sea único y de calidad.

Termino lo que me falta y recojo mis cosas para marcharme a casa. Mañana le mostraré al señor Mengoni los diseños terminados. Me dispongo a tomar mi camino cuando escucho voces que provienen de la sala de juntas. Mi lado curioso quiere saber a qué se debe el escándalo. Los empleados ya se han retirado y solo quedamos el señor Mengoni y yo.

Camino con sigilo para no hacer el menor ruido posible y no ser descubierta.

Asomo mi cabeza por la rendija de la puerta de vidrio, donde noto como los hermanos Mengoni discuten por algo. Agudizo mis oídos para poder escuchar lo que dicen, hablan de una chica. Se oye la voz de Luca más enfadada que la de su hermano, le ordena que no juegue con los sentimientos de la chica como ya ha hecho con otras. La incertidumbre por saber ¿De quién hablarán? me carcome.

Por otra parte, no puedo creer lo que acabo de oír. Luciano no se ve como ese tipo de hombre. Sin embargo, lo que logro escuchar a continuación me deja atónita y confundida al mismo tiempo.

La chica de la que hablan soy yo. Luca le replica con enfado que no soy como las demás chicas de su universidad que solo buscan un revolcón y ya. —No hagas lo mismo con ella– ordena con autoridad a su hermano, quien interroga —¿por qué crees que haré lo mismo?

—Porque he visto cómo la miras y tus planes porque ella conozca la casa de la playa. – Objeta Luca dejando a su hermano sin palabras. Para luego agregar —¿Crees que no te conozco?– pregunta al tiempo que da por terminada su conversación y camina hacia la salida.

¡Oh no, me van a descubrir! Digo alarmada buscando donde esconderme para no ser descubierta. Corro hacia la columna que se encuentra cerca de las escaleras que dirigen a los baños de damas. El corazón me late con prisa por la carrera veloz, lo que me pasa por metiche, me regaña mi subconsciente. En este momento, mi mente está en todo lo que dijo Luca de su hermano. ¿Seré otra de sus conquistas solo para un revolcón? ¿O será mentira lo que dijo Luca? Pero, ¿si no es así, por qué Luciano se quedó callado?

Con miles de preguntas sin responder, me marcho de la empresa, confirmando que los hermanos Mengoni ya han salido. Me apresuro para tomar un Uber, ya que no consigo taxis vacíos.

Llego a casa y desabrocho los tacones de un tirón, son una tortura, me quejo masajeando mis tobillos de forma circular. Me tumbo en el sillón de manera que mis pies queden en la repisa donde guardo las películas.

Todavía mi cabeza le da vueltas a lo de hace horas, necesito saber si es cierto todo lo que escuché. He decidido que hablaré con Luciano en persona y le preguntaré yo misma. No, no puedo hacer eso, sino se dará cuenta de que andaba husmeando y eso sería vergonzoso. Pero debo encontrar la manera de saber, y más si se trata de mí.

Levanto mi trasero del sillón para ir a tomar una ducha fría, con lo sudorosa que estoy no aguanto ni un minuto más con esta ropa.

__*

Me encontraba tan exhausta que de cena pedí a domicilio una pizza familiar de champiñones, con un vino italiano. Ahora estaba recostada en el sillón viendo una película en N*****x, comiendo palomitas de maíz.

Poco a poco los ojos se me van cerrando solos de lo cansada que estoy. Para no quedarme dormida en la sala, me obligo a levantarme e ir a mi habitación.

Me duermo tan profundo que se me olvida cubrirme con las cobijas, caigo rendida sin más.

__*

Doy vueltas en la cama, ya es la mañana y debo ir a trabajar, sin embargo estoy nerviosa por lo que pasó ayer. No sé disimular delante de otros cuando quiero averiguar algo, justo hoy tengo que mostrarle los diseños al señor Mengoni. Pido a Dios que no sea tan obvia con mi cara para que no se percate de este nerviosismo que me sacude de los pies a la cabeza.

Con desgana me levanto de la cama para ir a ducharme, me relajo en la ducha y aún así es temprano, llegaré a tiempo al trabajo. Minutos después estoy lista, hoy me coloqué un vestido pichi color crema sin mangas con un escote redondo, recto. Y mis zapatos de tacón del mismo color.

Guardo en mi bolsa unas donas rellenas de chocolate y vainilla, tomo mi café mientras camino para tomar un taxi.

Cinco minutos después estoy en la empresa para empezar mi labor, veo a Susan llegar y voy hacia ella.

—Amiga– saludo al verla rodeándola en un abrazo, que me devuelve con cariño y efusividad. —Tengo que contarte algo– digo en cuanto nos separamos.

Sussan me mira con curiosidad y pregunta — ¿Qué sucede?

—Te contaré en el almuerzo– contesto de vuelta, recibiendo un —está bien– de mi amiga.

Nos vamos a nuestros respectivos cubículos en cuanto vemos llegar al señor Mengoni, quien saluda a todos y se encierra en su oficina.

Busco los bocetos sin terminar y me pongo a trabajar en ellos. Así pasa la mañana hasta que es la hora de almorzar y decido ir a la oficina del jefe para mostrarle los diseños terminados. Doy un suave toque con los nudillos a la puerta de vidrio, recibo como respuesta un adelante.

El señor Mengoni se encuentra cabizbajo firmando unos papeles hasta que levanta la vista y me ve, dejando a un lado el montón de papeles.

—¿Si?– dice al verme.

—Los diseños de invierno están terminados, me gustaría que pueda revisarlos y me diga si debo cambiar algo— contesto depositando la carpeta en su escritorio.

El señor Mengoni ojea lo que hay dentro y a decir por su cara creo que le ha gustado.

—Están excelentes Sarah, solo quisiera que agregues colores claros y que los estampados sean más grandes. Por lo menos un poco más— menciona — así como este– agrega señalando el diseño que está en la otra página de la carpeta.

—Está bien– respondo al haber captado lo que quiere el señor Mengoni.

—Bueno, si no tienes más que decir puedes retirarte a comer— habla mirándome.

Asiento con la cabeza y voy a la salida cuando vuelve a hablar deteniéndome. Regreso la mirada hacia él.

—Sarah ¿podrías hacerme el favor de comprar comida en el restaurante cerca de la plaza Navona? Unos espaguetis a la carbonara —pregunta y explica al mismo tiempo —. Es que mi secretaria está de reposo y con este montón de papeles por firmar me será imposible ir por ella.

Quisiera negarme, porque también tengo trabajo por hacer, ni siquiera he comido. Sin embargo, algo me impulsa a no declinar, y no solo es porque me lo pide mi jefe. Suspiro hondo, acabo asintiendo.

—Sí, no tengo ningún problema, iré ahora mismo, ¿necesitas otra cosa? —inquiero.

Pero la verdad es que deseo que niegue con la cabeza. No tendré tiempo de comer, ¿por qué rayos sigo disponiendo de mi corto tiempo?

—No, eso es todo, Sarah —dice mirándome de una forma extraña, esa potencia de sus orbes me recorre en forma de espiral y me siento un poco cohibida.

Aparto la mirada y salgo rápido de la oficina, voy por mi móvil y me dirijo hacia el elevador pulsando el primer piso. Mis tripas gruñen, este voraz apetito que tengo me marea.

Me deslizo por el asiento de cuero negro del auto y le indico al chófer la dirección del restaurante, en menos de cinco minutos llego al lugar. Le pago y bajo del taxi, un enorme restaurante se encuentra frente a mí, es uno de los más caros de la ciudad Roma.

Ingreso al lugar que me impacta con su elegancia, tanto lujo por doquier me descoloca. Este tipo de ambientes son los que no acostumbro, por otro lado el señor Mengoni suele frecuentar muchas veces. No es para menos, tiene tanto dinero que pude darse el lujo de comer en estos caros restaurantes.

Una mujer de ojos rasgados me atiende, le pido lo que ha ordenado mi jefe, apenas nombrar al señor Mengoni la expresión de su rostro cambia a una más cariñosa.

Que el nombre del italiano haya surtido un efecto distinto en ella me conduce a la idea de que no es más que otra que babea por él.

Me entrega el pedido y me doy cuenta de que es mucha comida para una sola persona, el señor Mengoni sí que traga. Bueno, es un hombre, debe ser por eso, pienso.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo