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La pantalla de mi móvil se enciende notificando que ha llegado un mensaje, lo tomo para ver quién es y se trata de Luciano. Quedamos en salir a conocer un lugar no muy conocido en la ciudad. Ya llegó, así que salgo del apartamento a prisa para no hacerlo esperar.

Lo veo recostado en un Audi A6 Avant color plateado, está vestido con un bermuda verde militar y camiseta blanca, zapatos deportivos del mismo color.

Levanta la mirada del suelo y me mira sonriente. Se acerca con pasos seguros hacia donde estoy.

—Hey preciosa– suelta al verme para luego besar mis dos mejillas. Me ruborizo sin saber por qué, agacho la cabeza—.Hola– murmuro.

Luciano abre la puerta de copiloto para que pueda subir, agradezco con una sonrisa, recibiendo un guiño de parte de este. Rodea el auto para luego arrancar por la carretera abarrotada de automóviles.

Empieza a sonar "Ovunque tu sia" de L'Ultimo, la melodía hace el recorrido más placentero.

Una vez llegado al lugar, luego de diez minutos de camino, Luciano aparca el auto y bajamos de él. La vista es increíble, estamos en un lugar fuera de la ciudad, donde se puede ver la playa azul como el cielo.

— ¡Wow! es hermoso este lugar –chillo deslumbrada por la increíble vista que se aprecia desde donde estamos. Luciano toma mi mano para sacarme de mi asombro, rio por lo bajo.

—La mayoría de las personas no conocen este sitio, Luca y yo lo descubrimos una vez que nos desviamos por este camino, estábamos pasados de copas –comenta soltando mi mano.

Enfoco mi vista nuevamente en este magnífico lugar que parece un paraíso, todo está limpio y el agua es tan cristalina que se ve todo lo que hay bajo ella. Desabrocho mis sandalias hundiendo los pies en el agua, hago esto bajo la atenta mirada de Luciano.

Él me mira divertido y procede a hacer lo mismo, invitándome a sentarme en la arena junto a él. Me ofrece una golosina de sandía, acepto y la meto en mi boca degustando el dulce en mi paladar.

—Mi hermano está muy contento con tu trabajo, me lo mostró y tienes mucho talento, Sarah– menciona viéndome de reojo.

— ¿De dónde aprendiste?– pregunta con curiosidad.

—Mi madre– respondo–. Desde pequeña veía cómo sus ojos brillaban al hacer lo que amaba, diseñar. Eso llamó mi atención por la moda y todo lo relacionado al diseño–. Respondo con nostalgia.

—Ah, seguiste los pasos de tu madre, eso es muy lindo. Me imagino lo orgullosa que debe de sentirse por todo lo que has hecho. ¿Vives con ella? – pregunta.

Un nudo se forma en mi garganta, trago con dificultad. Hablar de este tema me trae recuerdos que duelen. Pero Luciano se ve buen tipo, es el único al que le he tomado confianza rápido. Nunca me había pasado esto con el sexo opuesto.

Aclaro mi garganta antes de hablar.–eh no, ella falleció.– contesto con una sonrisa, aunque el gesto no llega a mis ojos.

—L-lo, lo siento, no fue mi intención hacerte sentir incómoda.– expresa con pesar en su voz.

—Tranquilo no pasa nada, aún me cuesta hablar de ello.– termino diciendo.

—Entiendo. Me sucedió lo mismo cuando mi padre murió, fue difícil hablar a otros del tema. Me hace tanta falta– murmura soltando un suspiro.

—Debió ser difícil para ti y tu hermano, estaban pequeños cuando sucedió– expreso viéndolo.— ¿Cómo le hicieron para superar ese dolor?– interpreto más para mí misma que para él.

—El dolor sigue intacto, solo que aprendes a vivir con él. Sin embargo, hubo días en los que el dolor resultaba ser una estocada, rasgando cada fibra de mi piel. Contamos con la ayuda de muchos seres queridos que se preocuparon por nosotros. Luca, desde que ocurrió ese incidente, no volvió a ser el mismo, incluso llegué a pensar que recuperaría esas ganas de vivir.

—Y tú, ¿cómo lo tomaste?– quiero saber.

—La verdad es que Luca hizo todo lo que pudo para que yo pudiera lograr tener una vida normal. Gracias a él, tuve una infancia que cualquier niño desearía tener– explica varado en los recuerdos, la nostalgia tácita en sus ojos azul zafiros que vagamente conecta conmigo.

En todo momento lo escucho taciturna, no me atrevo a decir una sola palabra porque temo arruinar este momento en que Luciano confía en mí al punto de hablarme de su pasado.

Admiro que pese a tener una niñez tan dura, se haya forjado este hombre que tengo al frente. Lejos de lucir fragmentado por acontecimientos antaños, el hermano de mi jefe conserva esa vivaz forma de ser.

Cambiamos de tema para quitar la tristeza del ambiente, así pasamos la tarde entre anécdotas y carcajadas. Por lo que me ha contado, es un chico travieso, muy carismático.

El sol se va ocultando por el horizonte, el ocaso pintado de rosa y naranja es el panorama más hermoso que he visto. Me da paz.

Decidimos marcharnos antes de que anochezca, aún así el cielo va tornándose oscuro. El viento ondea mi vestido y la brisa helada eriza mis bellos del brazo.

Ya subidos al auto, Luciano enciende el motor y nos marchamos del lugar, levantando los cáducos que deja a su paso el otoño, crujiendo bajo los neumáticos.

La carretera se encuentra vacía, las miles de estrellas colman una noche clara. Al mirar esas lucecitas centelleantes, noto que no todas tienen el mismo color e intensidad.

¿Por qué algunas se ven blancas y otras azules, amarillas o rojas? ¿Y por qué centellean? Recuerdo que le pregunté una vez a papá mientras observábamos la noche estrellada.

Las estrellas están encerradas en gigantescos hornos nucleares que generan descomunales cantidades de energía. Esta viaja hacia las capas exteriores y luego es irradiada al espacio principalmente en forma de luz visible y rayos infrarrojos. Las estrellas más calientes son azules, mientras que las más frías son rojas.

Mi padre era amante de las estrellas, y ahora yo también lo soy. Me gusta apreciar las noches cubiertas por ellas.

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