07

Entro a la empresa y voy directo a la oficina del jefe, me tomó veinte minutos retirar la comida, el señor Mengoni debe tener hambre. Y ni hablar de mi estómago, gruñe haciendo que me apresure, acelero el paso para entregar el almuerzo al jefe y luego ir por algo a la cafetería.

Toco con cuidado la puerta de la oficina y escucho un "adelante", así que lo hago. El señor Mengoni lleva floja la corbata y su rostro se ve cansado y hambriento, me acerco a dónde está y hablo.

—Aquí está su comida señor– anuncio depositando las bolsas en su escritorio, su cara muestra alivio. Suelta un suspiro y deja lo que está haciendo, — Te agradezco enormemente Sarah, muero de hambre—. Bromea con una sonrisa.

—A la orden señor Mengoni— contesto y proceso a retirarme cuando me toma del brazo preguntando.

—¿Ya almorzaste?– interroga mirándome y soltando el agarre en mi brazo.

—Eh no señor, voy a eso– digo bajando la mirada.

—No es necesario, hay comida suficiente para los dos– dice.

Estoy por negarme cuando me interrumpe diciendo —No acepto un no por respuesta, aún no has almorzado por ir a retirar mi comida y no comeré todo esto solo. —Siéntate– ordena.

Sin replicar lo hago, el señor Mengoni saca la comida que huele delicioso inmediatamente mi estómago gruñe siendo escuchado por el hombre frente a mí. ¡Qué vergüenza!

La sangre sube a mis mejillas, siento mi cara arder, escucho como el señor Mengoni ríe por lo que acaba de pasar. Su risa fluye con ese tono ronco que atrae donde sea que lo haga.

—Tranquila Sarah, las mías gruñen peor– dice divertido.

Las comisuras de mis labios se estiran en una sonrisa, el señor Mengoni se dispone a sacar los envases con tiramisú y cubiertos. Va en busca de una botella de vino en su mini bar, las copas de vidrio se llenan de este exquisito vino.

Nos disponemos a engullir en silencio, bebo de mi copa y limpio con una servilleta mis labios con remilgos.

—La comida estaba deliciosa– rompe el silencio el señor Mengoni.— ¿Habías probado antes el tiramisú? — pregunta sacándome conversación.

—No, es la primera vez que lo pruebo. Y sí, realmente es delicioso—. Contesto satisfecha, sin agregar que es una comida muy cara que no podría costear.

—Sí, es mi favorita– comenta.

Claro que lo es, comida cara para un hombre rico, no me sorprende. Digo dentro de mí.

—Luciano me comentó que visitaron la playa fuera de la ciudad y que quedaste fascinada.

Sus palabras esconden algo que no logro descifrar, tal vez estoy exagerando pero algo me dice que tiene que ver con lo que sucedió ayer con su hermano.

Estoy nerviosa, retuerzo mis dedos con fuerza, el corazón me late más deprisa. La mirada del jefe está puesta sobre mí, esperando a que pronuncie palabra.

—Sí, es cierto. Nunca en mi vida había visto un lugar tan hermoso, es irreal—. Digo recordando.

—Supongo que Luciano te habló de cómo descubrimos ese lugar, no suele llevar a sus amigos allá.– ¿Están saliendo?

Su pregunta me descoloca, me mira de una manera que intimida, pero al mismo tiempo muestra interés.

—¿A qué se debe su pregunta señor? — cuestiono.

Camina con las manos en los bolsillos de su pantalón hacia la gran ventana, quedando de espaldas. Y vuelve a hablar— Conozco a mí hermano más de lo que se imagina, su interés repentino de querer venir a la empresa no es normal en él, ya no sale de fiesta como antes ni llega con diferentes chicas a su habitación— voltea a verme.

—No se a donde quiere llegar con esto señor Mengoni– respondo

— Luciano y yo apenas nos conocemos y sólo tenemos una amistad. — si ahora ya no se comporta como antes quiere decir que está madurando, pero yo no tengo nada que ver en eso.

Me estoy sintiendo incómoda con esta conversación, por lo que me levanto de la silla y voy guardando los envases de comida en la bolsa para tirarlos a la basura. Todo esto bajo la atenta mirada del jefe, quién no pronuncia más  palabra  y ayuda a recoger las cosas.

Quiero terminar rápido y marcharme de aquí, con brusquedad decido marcharme pero mis pies se enredan con los tacones y saco mis manos para que el rostro no impacte contra el suelo. Cosa que no sucede al sentir como el señor Mengoni me sostiene de la cintura, todo pasa tan rápido que mi corazón salta de mi pecho. 

Las manos del jefe todavía están   sujetas a mis caderas, su tacto depositado en la zona se desplaza en forma de vórtice a través de mi piel. Subo la vista encontrándome un par de ojos azules como el cielo que muestran preocupación.

— ¿Estás bien?– su aliento choca en mi rostro estamos tan cerca que tan sólo con un movimiento nuestros labios se rozarían. Estamos a escasos centímetros de que ocurra un beso, y ya mi pulso vuela colosal. Pero nuestra burbuja es explotada por un toque en la puerta, no sé si ocurre en el momento menos idóneo o si me salva de esto que nos sucede y no se cómo describirlo. Finalmente, me escabullo de los brazos de Luca, quién no dice nada, solo carraspea. Se aparta de mí, su ausencia me debilita, por otro lado pudo respirar aliviada. 

—Adelante — lo escucho decir

Es la secretaria de Camile, informando que Gianna ha llegado quien sin esperar respuesta entra con su usual  contoneo de caderas. Rodeando con sus brazos al jefe de forma posesiva como si marcara territorio y me siento fuera de lugar al presenciar cuando ella se pone de puntillas y la da un beso arrebatador, demasiado subido de tono. Pienso que deberían de ir a otro lado y no andar haciendo ese tipo de escenas en público. No sé que me sucede, pero verlos ha hecho que se aloje dentro de mí un volcán de celos, arde, quema y finalmente me ata un nudo en la garganta. 

Salgo de allí lo más rápido que mis piernas me lo permiten, ya he presenciado suficiente por hoy. Me queda claro que el señor Mengoni es inalcanzable ya pertenece a otra quien sin duda alguna está a su altura.

***

Sussan vino después del trabajo a mí apartamento porque no pudimos vernos en la cafetería  como acordamos, trajo comida china para cenar. Sentadas en el comedor de la cocina, le cuento a Sussan lo que sucedió hoy con el jefe y la discusión que tuvieron los hermanos Mengoni.

—Amiga creo que Luca tiene razón, le gustas a Luciano. Nada más date cuenta como te mira, sin embargo ¿qué le importa al señor Mengoni si tú le gustas a su hermano?

Las palabras de Sussan me dejan pensando y vienen a mi mente las veces que he estado cerca de Luciano, su mirada hacia mí, su sonrisas coqueta y todo el interés por que vaya a conocer la casa de la playa. Pero si es así ¿por qué debería preocuparme por gustar de Luciano? 

Sussan se marcha debido que ya es tarde, por lo cual se despide con un abrazo y baja las escaleras. La veo partir y le gritó que me escriba al llegar a su casa, no queda muy lejos de aquí pero igual me aseguro de que llegue bien. Entro al apartamento cerrado la puerta tras de mí, mañana es sábado por lo tanto puedo dormir hasta tarde viendo películas en N*****x.

La pantalla del móvil se enciende con un W******p de Luciano, lo tomo y leo lo que dice.

— Hola linda, espero estés bien, te escribo para informarte que mañana partiremos temprano a la casa de la playa, pasaré por ti a las 7:00, avísame si podrás ir.

Leo el mensaje y pienso en responderle que no podré ir, buscando una excusa que no consigo inventar. Luciano es buen chico pero últimamente estoy dudando de seguir conociéndonos, no quiero confundir sus sentimientos si no voy a corresponderle. Sin embargo viene a mi mente la escena de hoy donde creí que me besaría con el señor Mengoni, suspiro al recordar. Por otra parte el beso seductor de Gianna y el jefe me golpea como un balde de agua fría, no tengo porqué ser la chica que está colada por su jefe y este no muestra ningún interés.

Acepto ir con Luciano para la casa de la playa, no pierdo nada con ir. Al contrario, obtendré un fin de semana donde disfrutaré y no me quedaré encerrada y deprimida. Respondo a Luciano diciéndole que me encantaría pasar el fin de semana con ellos, es decir sus amigos de universidad incluidas las chicas de estos.

Busco la ropa que llevaré mañana y la guardo en un pequeño bolso de playa, dos bañadores que resaltan mi figura pero no revelan demasiado, mi sombrero, gafas de sol, protector solar, caftán o túnica de corte suave y largo hasta el tobillo, abierto delante y con las mangas largas y anchas. La tela es muy ligera de seda, se puede vestir abierto, encima del bañador, o cerrado con una especie de cinturón. Con todo listo para mañana, me voy a la cama y abrazo mi almohada hasta perderme en la oscuridad de la inconsciencia.

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