Mayhem
El día se me hace eterno.
Las clases en la universidad pasan como un borrón sin sentido. No puedo concentrarme. Los profesores hablan y yo asiento, tomo notas mecánicamente, pero mi mente está en otra parte. O más bien, en otra persona.
Zayn.
Desde que lo vi esta mañana en la cocina, con esa expresión entre irritación y deseo mal contenido, mi cabeza no ha dejado de girar en torno a él. Me obsesiona la forma en que me miró, el modo en que su mandíbula se tensó, su tono de voz, la manera en que casi gruñó mi nombre como si quisiera advertirme de algo.
Advertirme de él.
Pero lo que Zayn no entiende es que a mí no me asustan las advertencias. Nunca lo han hecho.
Cuando termino mis clases, salgo del campus con mi mejor amiga, Camille. Ella habla sobre algún problema con su novio, pero apenas la escucho. Me limito a asentir y hacer ruidos de afirmación cuando parece que espera una respuesta. En mi cabeza, la única pregunta que realmente importa es: ¿dónde está Zayn ahora?
Lo busco en la casa cuando llego, pero no está. Mi padre tampoco. La casa se siente extrañamente vacía sin su presencia. Pero el aire sigue cargado con la esencia que dejó esta mañana. Respiro hondo, sintiendo la adrenalina burbujeando en mi interior.
Me doy una ducha rápida y me pongo un vestido ligero, de esos que parecen inocentes pero insinúan más de lo que muestran. Camino descalza por la casa, la madera fría bajo mis pies. Abro la nevera, saco una botella de agua y bebo un sorbo, apoyándome en la encimera mientras pienso.
Zayn está luchando contra algo que ya perdió.
Puedo verlo en su mirada, en sus gestos contenidos, en la manera en que intenta mantenerse firme, pero su autocontrol está resquebrajándose. Puedo sentirlo, verlo. Y si hay algo que disfruto, es jugar con fuego.
El sonido de la puerta principal me saca de mis pensamientos. Mi corazón salta en anticipación cuando escucho pasos firmes en la entrada.
Me enderezo, dejando la botella en la encimera justo cuando Zayn aparece en la cocina.
Está vestido con un traje impecable, sin corbata, la camisa ligeramente desabrochada en el cuello. Parece cansado, pero sus ojos oscuros se clavan en mí con una intensidad que hace que se me erice la piel.
—¿Otra vez en la cocina? —su voz es baja, controlada, pero hay algo más debajo. Algo que trata de ocultar.
Sonrío, inclinando la cabeza con fingida inocencia.
—Es mi casa, ¿recuerdas? Me gusta estar aquí.
—Haces que sea difícil olvidarlo.
Su mirada desciende por mi cuerpo antes de que se obligue a apartarla. Pero ya lo vi. Ya vi cómo me miró, aunque fuera por un segundo.
Juego con la botella de agua en mis manos, deslizando los dedos sobre el plástico mientras lo observo.
—¿Cómo estuvo tu día? —pregunto casualmente.
Zayn exhala y se pasa una mano por el cabello.
—Largo.
Camina hacia la nevera y saca una cerveza. La abre con facilidad y toma un trago antes de apoyarse contra la isla de la cocina. Me estudia en silencio.
—Tu padre no está —digo, como si eso no fuera obvio.
—Lo sé. Me dijo que tenía una cena de negocios.
—Así que estamos solos.
Su mandíbula se tensa. Lo disfruto más de lo que debería.
—Mayhem…
Me alejo de la encimera y camino lentamente hacia él.
—¿Sí?
—No juegues conmigo.
Mi sonrisa se amplía.
—¿Quién dijo que estoy jugando?
Zayn se endereza, su altura imponiéndose sobre mí, su presencia llenando el espacio entre nosotros. Su aroma, una mezcla de colonia y algo más masculino, me envuelve.
—Eres un problema —dice en voz baja.
Levanto una ceja.
—¿Lo soy?
Sus ojos oscuros se clavan en los míos. Durante un segundo, creo que va a hacer algo, que va a romper esa barrera autoimpuesta, que va a ceder. Pero en el último momento, Zayn da un paso atrás, como si el espacio físico pudiera ayudarlo a recuperar el control.
—Sí. Lo eres.
Me cruza de brazos, fingiendo una expresión pensativa.
—Bueno, supongo que deberías alejarte de mí, entonces.
Zayn exhala con frustración, pasándose una mano por la cara.
—No eres tan fácil de evitar, Mayhem.
—¿No? —me acerco un poco más. —Entonces tal vez no deberías intentarlo.
—Mierda.
Su mirada oscila entre mis labios y mis ojos. Un silencio cargado de tensión se instala entre nosotros. Siento cada centímetro de mi piel en llamas. Siento que si no hace algo, voy a volverme loca.
Pero entonces, Zayn suelta un resoplido y sacude la cabeza.
—No. No voy a hacer esto.
La decepción se arrastra por mi pecho, pero la cubro con una sonrisa.
—Eres más fuerte de lo que pensaba.
—No lo soy. Por eso me voy.
Deja la botella de cerveza sobre la isla y se aleja antes de que pueda detenerlo. Me quedo ahí, sintiendo la adrenalina corriendo por mis venas. Sabiendo que esta lucha interna que tiene no durará para siempre.
Porque lo vi. Vi cómo sus manos se cerraban en puños, cómo sus pupilas se dilataron, cómo su cuerpo entero se tensó cuando estuve cerca.
Zayn está resistiéndose, pero no por mucho tiempo.
Y yo puedo esperar.
Porque este juego apenas comienza.
MayhemEl día siguiente pasa en un estado de inquietud latente. Mi cuerpo sigue recordando la forma en que Zayn me miró anoche, la tensión en su voz, el deseo reprimido que casi podía tocarse en el aire. Pero no cedió. No todavía.Y eso solo me hace querer más.Necesito hablar con alguien. Necesito desahogarme antes de que esta obsesión me vuelva loca. Así que, en cuanto salgo de la universidad, arrastro a Camille a nuestro café favorito en West Hollywood.Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, y ella me mira con el ceño fruncido mientras revuelve su café con demasiada energía.—Okay, ¿qué demonios te pasa? Has estado distraída todo el día y, para ser honesta, es irritante.Dudo por un segundo, pero luego decido que no puedo guardármelo más. Me inclino sobre la mesa y bajo la voz.—Es Zayn.Camille deja la cuchara y parpadea.—¿Zayn? ¿El mejor amigo de tu papá? ¿Ese Zayn?Asiento, mordiéndome el labio. Sus ojos se agrandan antes de que su boca se curve en una sonrisa incrédula.
MayhemNo puedo dejar de sonreír.Lo vi. Vi la forma en que Zayn luchaba contra sí mismo anoche en la parrillada. Vi cómo me miraba, cómo intentaba resistirse. Vi la guerra en sus ojos, la frustración en su mandíbula tensa, la manera en que sus manos se apretaban en puños cuando me acerqué demasiado.Y lo mejor de todo es que sé que está perdiendo la batalla.Me recuesto en mi cama, mirando el techo, repasando cada interacción, cada roce, cada palabra. Me encanta cómo se esfuerza en fingir que no me desea, que esto no lo está consumiendo tanto como a mí. Pero su cuerpo lo delata. Su respiración, su postura, la forma en que su voz se vuelve más grave cuando dice mi nombre.Cierro los ojos y dejo que mi mente vuele. Imagino qué pasaría si, en lugar de alejarse anoche, hubiera cedido. Si me hubiera tomado por la cintura, me hubiera arrastrado a la oscuridad del jardín y me hubiera besado hasta dejarme sin aliento.Dios, lo quiero. Lo quiero de una manera que es peligrosa, adictiva, prohi
Mayhem No puedo dejar de sonreír. Lo vi. Vi la forma en que Zayn luchaba contra sí mismo anoche en la parrillada. Vi cómo me miraba, cómo intentaba resistirse. Vi la guerra en sus ojos, la frustración en su mandíbula tensa, la manera en que sus manos se apretaban en puños cuando me acerqué demasiado. Y lo mejor de todo es que sé que está perdiendo la batalla. Me recuesto en mi cama, mirando el techo, repasando cada interacción, cada roce, cada palabra. Me encanta cómo se esfuerza en fingir que no me desea, que esto no lo está consumiendo tanto como a mí. Pero su cuerpo lo delata. Su respiración, su postura, la forma en que su voz se vuelve más grave cuando dice mi nombre. Cierro los ojos y dejo que mi mente vuele. Imagino qué pasaría si, en lugar de alejarse anoche, hubiera cedido. Si me hubiera tomado por la cintura, me hubiera arrastrado a la oscuridad del jardín y me hubiera besado hasta dejarme sin aliento. Dios, lo quiero. Lo quiero de una manera que es peligrosa, adictiva,
ZaynLos Ángeles huele a recuerdos.No importa cuántos años hayan pasado, cuántas mujeres haya tenido, cuántos tragos haya bebido para olvidar. La ciudad sigue teniendo el mismo aroma a nostalgia, a una vida que dejé atrás cuando pensé que nunca volvería.Pero aquí estoy.Mi jet privado aterriza en LAX a las siete de la noche. Afuera, la brisa es cálida, con ese toque húmedo que se cuela en la piel como una caricia. La terminal está llena de gente, rostros desconocidos que no significan nada para mí. Camino con paso firme, el sonido de mis zapatos resonando sobre el suelo de mármol pulido. He vuelto a casa, aunque nunca la consideré del todo mía.Afuera, un chofer me espera con el auto encendido. Subo sin decir palabra y observo por la ventana el paisaje cambiante de la ciudad. Luces de neón, rascacielos iluminados, el tráfico interminable de Sunset Boulevard. La ciudad ha cambiado, pero en el fondo sigue siendo la misma. Una jungla de concreto donde el dinero compra todo, menos el ti
MayhemLa noche no debería estar tan cargada de electricidad. No debería estar acostada en mi cama con el corazón latiéndome contra las costillas, la piel caliente y la mente girando en un solo nombre.Zayn.Mierda.Nunca pensé que el simple hecho de que regresara removería tantas cosas en mí. Me pasé la cena fingiendo que todo estaba bien, sonriendo como si no sintiera su presencia quemándome la piel con cada mirada, con cada palabra dicha en su tono bajo y rasposo. Pero en el fondo, todo en mí estaba alerta. Cada célula de mi cuerpo, cada pensamiento en mi cabeza, cada latido de mi corazón, todo estaba enfocado en él.Lo vi. Lo vi realmente. No como el amigo de mi padre, no como el hombre mayor que solía ignorarme cuando era niña. Lo vi como lo que es ahora: un hombre demasiado peligroso, demasiado atractivo, demasiado tentador para mi propio bien.Me doy la vuelta en la cama, mi almohada ya no es cómoda, las sábanas se sienten pesadas, y todo lo que puedo hacer es cerrar los ojos y
ZaynNo debería estar aquí.No debería haber entrado a la casa de Jared tan temprano en la mañana, pero la invitación a desayunar era una excusa válida. No debería haberme encontrado con Mayhem en la cocina, vestida de esa manera, descalza, con el cabello húmedo y esa sonrisa que me está jodiendo la cabeza.Maldición.Me paso una mano por el rostro, intentando sacudirme el efecto que ha dejado en mí, pero sigue ahí. Ese vestido suelto, esos shorts que apenas cubrían lo necesario. Y lo peor de todo: la forma en que me miró.Como si supiera exactamente qué está haciendo. Como si estuviera probándome.Aún puedo oler su perfume en el aire. Algo dulce y fresco, algo que se me quedó impregnado en la piel.Tengo que largarme de aquí.Pero justo cuando estoy por salir al jardín, Jared aparece por la puerta trasera con dos tazas de café en la mano. Me extiende una y se sienta en una de las sillas de la terraza.—¿Ya desayunaste? —pregunta con tono casual, como si mi mundo no estuviera desmoron