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4 | Juego de paciencia

Mayhem

El día se me hace eterno.

Las clases en la universidad pasan como un borrón sin sentido. No puedo concentrarme. Los profesores hablan y yo asiento, tomo notas mecánicamente, pero mi mente está en otra parte. O más bien, en otra persona.

Zayn.

Desde que lo vi esta mañana en la cocina, con esa expresión entre irritación y deseo mal contenido, mi cabeza no ha dejado de girar en torno a él. Me obsesiona la forma en que me miró, el modo en que su mandíbula se tensó, su tono de voz, la manera en que casi gruñó mi nombre como si quisiera advertirme de algo.

Advertirme de él.

Pero lo que Zayn no entiende es que a mí no me asustan las advertencias. Nunca lo han hecho.

Cuando termino mis clases, salgo del campus con mi mejor amiga, Camille. Ella habla sobre algún problema con su novio, pero apenas la escucho. Me limito a asentir y hacer ruidos de afirmación cuando parece que espera una respuesta. En mi cabeza, la única pregunta que realmente importa es: ¿dónde está Zayn ahora?

Lo busco en la casa cuando llego, pero no está. Mi padre tampoco. La casa se siente extrañamente vacía sin su presencia. Pero el aire sigue cargado con la esencia que dejó esta mañana. Respiro hondo, sintiendo la adrenalina burbujeando en mi interior.

Me doy una ducha rápida y me pongo un vestido ligero, de esos que parecen inocentes pero insinúan más de lo que muestran. Camino descalza por la casa, la madera fría bajo mis pies. Abro la nevera, saco una botella de agua y bebo un sorbo, apoyándome en la encimera mientras pienso.

Zayn está luchando contra algo que ya perdió.

Puedo verlo en su mirada, en sus gestos contenidos, en la manera en que intenta mantenerse firme, pero su autocontrol está resquebrajándose. Puedo sentirlo, verlo. Y si hay algo que disfruto, es jugar con fuego.

El sonido de la puerta principal me saca de mis pensamientos. Mi corazón salta en anticipación cuando escucho pasos firmes en la entrada.

Me enderezo, dejando la botella en la encimera justo cuando Zayn aparece en la cocina.

Está vestido con un traje impecable, sin corbata, la camisa ligeramente desabrochada en el cuello. Parece cansado, pero sus ojos oscuros se clavan en mí con una intensidad que hace que se me erice la piel.

—¿Otra vez en la cocina? —su voz es baja, controlada, pero hay algo más debajo. Algo que trata de ocultar.

Sonrío, inclinando la cabeza con fingida inocencia.

—Es mi casa, ¿recuerdas? Me gusta estar aquí.

—Haces que sea difícil olvidarlo.

Su mirada desciende por mi cuerpo antes de que se obligue a apartarla. Pero ya lo vi. Ya vi cómo me miró, aunque fuera por un segundo.

Juego con la botella de agua en mis manos, deslizando los dedos sobre el plástico mientras lo observo.

—¿Cómo estuvo tu día? —pregunto casualmente.

Zayn exhala y se pasa una mano por el cabello.

—Largo.

Camina hacia la nevera y saca una cerveza. La abre con facilidad y toma un trago antes de apoyarse contra la isla de la cocina. Me estudia en silencio.

—Tu padre no está —digo, como si eso no fuera obvio.

—Lo sé. Me dijo que tenía una cena de negocios.

—Así que estamos solos.

Su mandíbula se tensa. Lo disfruto más de lo que debería.

—Mayhem…

Me alejo de la encimera y camino lentamente hacia él.

—¿Sí?

—No juegues conmigo.

Mi sonrisa se amplía.

—¿Quién dijo que estoy jugando?

Zayn se endereza, su altura imponiéndose sobre mí, su presencia llenando el espacio entre nosotros. Su aroma, una mezcla de colonia y algo más masculino, me envuelve.

—Eres un problema —dice en voz baja.

Levanto una ceja.

—¿Lo soy?

Sus ojos oscuros se clavan en los míos. Durante un segundo, creo que va a hacer algo, que va a romper esa barrera autoimpuesta, que va a ceder. Pero en el último momento, Zayn da un paso atrás, como si el espacio físico pudiera ayudarlo a recuperar el control.

—Sí. Lo eres.

Me cruza de brazos, fingiendo una expresión pensativa.

—Bueno, supongo que deberías alejarte de mí, entonces.

Zayn exhala con frustración, pasándose una mano por la cara.

—No eres tan fácil de evitar, Mayhem.

—¿No? —me acerco un poco más. —Entonces tal vez no deberías intentarlo.

—Mierda.

Su mirada oscila entre mis labios y mis ojos. Un silencio cargado de tensión se instala entre nosotros. Siento cada centímetro de mi piel en llamas. Siento que si no hace algo, voy a volverme loca.

Pero entonces, Zayn suelta un resoplido y sacude la cabeza.

—No. No voy a hacer esto.

La decepción se arrastra por mi pecho, pero la cubro con una sonrisa.

—Eres más fuerte de lo que pensaba.

—No lo soy. Por eso me voy.

Deja la botella de cerveza sobre la isla y se aleja antes de que pueda detenerlo. Me quedo ahí, sintiendo la adrenalina corriendo por mis venas. Sabiendo que esta lucha interna que tiene no durará para siempre.

Porque lo vi. Vi cómo sus manos se cerraban en puños, cómo sus pupilas se dilataron, cómo su cuerpo entero se tensó cuando estuve cerca.

Zayn está resistiéndose, pero no por mucho tiempo.

Y yo puedo esperar.

Porque este juego apenas comienza.

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