Zayn
Los Ángeles huele a recuerdos.
No importa cuántos años hayan pasado, cuántas mujeres haya tenido, cuántos tragos haya bebido para olvidar. La ciudad sigue teniendo el mismo aroma a nostalgia, a una vida que dejé atrás cuando pensé que nunca volvería.
Pero aquí estoy.
Mi jet privado aterriza en LAX a las siete de la noche. Afuera, la brisa es cálida, con ese toque húmedo que se cuela en la piel como una caricia. La terminal está llena de gente, rostros desconocidos que no significan nada para mí. Camino con paso firme, el sonido de mis zapatos resonando sobre el suelo de mármol pulido. He vuelto a casa, aunque nunca la consideré del todo mía.
Afuera, un chofer me espera con el auto encendido. Subo sin decir palabra y observo por la ventana el paisaje cambiante de la ciudad. Luces de neón, rascacielos iluminados, el tráfico interminable de Sunset Boulevard. La ciudad ha cambiado, pero en el fondo sigue siendo la misma. Una jungla de concreto donde el dinero compra todo, menos el tiempo.
Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi chaqueta. Lo saco sin apuro y veo el mensaje de Jared.
Jared: Bienvenido de vuelta, cabrón. La cena sigue en pie. Ocho en punto. No llegues tarde.
Sonrío para mí mismo. Jared Carter. Mi mejor amigo, mi hermano de otra vida. No lo veo en casi cinco años, pero sigue hablándome como si hubiéramos estado juntos ayer. No ha cambiado. Me pregunto si algo más lo ha hecho.
El auto se detiene frente a un lujoso complejo de departamentos en Beverly Hills. Mi nueva residencia. No me molesto en desempacar. Lo harán por mí. Tengo otros planes esta noche.
Cuando llego a casa de Jared, la puerta está abierta. La risa se filtra desde el interior, acompañada por el aroma de carne asada y bourbon. Entro sin llamar y lo veo en la terraza, con una copa en la mano y una sonrisa en el rostro.
—Por fin te dignas a aparecer, hijo de puta.
—No me he ido tanto tiempo.
Jared suelta una carcajada y me jala para un abrazo rápido, dándome una palmada en la espalda con demasiada fuerza.
—Cinco años es una maldita eternidad. Si no fuera porque veo tu jodida cara en revistas de negocios, habría pensado que habías muerto en Nueva York.
Me rio y acepto la copa que me ofrece.
—Ya sabes cómo es. Negocios, mujeres, más negocios.
—Y ahora estás aquí. ¿Para quedarte?
Tomo un sorbo del bourbon antes de contestar.
—Quizá. Todavía no lo decido.
—Bueno, al menos esta noche no hay trabajo, sólo whisky y buena compañía.
Entonces la veo.
No la reconozco de inmediato. Al principio, es solo una figura moviéndose dentro de la casa, el reflejo de la luz sobre un vestido negro que se ciñe a un cuerpo que no debería haber crecido tanto.
Luego se gira. Y el mundo se detiene.
Mayhem.
La hija de Jared.
La niña que solía corretear por la casa, con los zapatos de tacón de su madre y risueños ojos oscuros.
Pero no es una niña ahora.
M****a.
Mayhem Carter es una mujer. Una mujer que no debería mirarme como lo hace en este momento. Con esos ojos llenos de reconocimiento, con ese destello de algo más.
—Zayn.
Su voz es suave, aterciopelada, con una seguridad que no debería tener. Se acerca con la cabeza en alto, el cabello cayéndole sobre los hombros en ondas oscuras. Sus labios se curvan en una sonrisa mientras me extiende la mano.
La tomo, porque no tengo otra opción.
Es sólo un apretón de manos. Pero juro que siento un maldito cortocircuito recorrer mi piel.
—Mayhem.
—Has tardado en volver.
Su comentario no tiene doble intención, pero la forma en que lo dice hace que mi mente divague a lugares donde no debería.
—El tiempo pasa rápido.
Ella ladea la cabeza, estudiándome con una expresión que me inquieta.
—No para todos.
Jared aparece a nuestro lado y rodea a su hija con un brazo protector.
—No puedo creerlo, hermano. ¿Recuerdas cuando era solo una enana que no te dejaba en paz?
Asiento, pero no me atrevo a decir nada. Porque ahora, Mayhem no es una enana.
Ahora es un problema.
La cena transcurre entre risas y conversaciones sobre viejos tiempos. Jared habla de su cadena de restaurantes, de su vida sin su esposa, de cómo ha intentado criar a Mayhem solo. Yo finjo que escucho, pero cada maldito segundo soy consciente de la presencia de su hija a mi lado.
Ella no es una de esas niñas que se esconden en la sombra de su padre. No. Mayhem es fuego, es seguridad, es una tormenta esperando por arrasar con todo a su paso. Y cada vez que su risa suena, cada vez que su pierna roza la mía bajo la mesa, siento que algo dentro de mí se rompe un poco más.
Al final de la noche, Jared se despide primero. Dice que está cansado y nos deja a solas en la terraza.
Mayhem se queda en silencio, jugando con la copa en sus manos. Luego, me mira con una expresión que no debería estar dirigida a un hombre como yo.
—Tú también has cambiado.
No respondo de inmediato.
Ella se inclina un poco hacia adelante, los codos sobre la mesa, los labios entreabiertos en una expresión que es puro reto.
—Pensé que serías más frío. Que no te importaría nada volver aquí.
—Y ¡bam!, aquí estoy.
Ella sonríe. Una sonrisa lánguida, peligrosa.
—Sí. Aquí estás.
Mayhem se levanta primero, alisándose el vestido antes de mirarme una última vez.
—Nos veremos pronto, Zayn.
La veo entrar a la casa, moviéndose con la confianza de alguien que sabe exactamente el efecto que provoca.
Cuando finalmente me quedo solo, respiro hondo y paso una mano por mi rostro.
Esto es un problema.
Un problema que no puedo permitirme.
Pero, por primera vez en años, algo en mi interior me dice que no podré evitarlo.
MayhemLa noche no debería estar tan cargada de electricidad. No debería estar acostada en mi cama con el corazón latiéndome contra las costillas, la piel caliente y la mente girando en un solo nombre.Zayn.Mierda.Nunca pensé que el simple hecho de que regresara removería tantas cosas en mí. Me pasé la cena fingiendo que todo estaba bien, sonriendo como si no sintiera su presencia quemándome la piel con cada mirada, con cada palabra dicha en su tono bajo y rasposo. Pero en el fondo, todo en mí estaba alerta. Cada célula de mi cuerpo, cada pensamiento en mi cabeza, cada latido de mi corazón, todo estaba enfocado en él.Lo vi. Lo vi realmente. No como el amigo de mi padre, no como el hombre mayor que solía ignorarme cuando era niña. Lo vi como lo que es ahora: un hombre demasiado peligroso, demasiado atractivo, demasiado tentador para mi propio bien.Me doy la vuelta en la cama, mi almohada ya no es cómoda, las sábanas se sienten pesadas, y todo lo que puedo hacer es cerrar los ojos y
ZaynNo debería estar aquí.No debería haber entrado a la casa de Jared tan temprano en la mañana, pero la invitación a desayunar era una excusa válida. No debería haberme encontrado con Mayhem en la cocina, vestida de esa manera, descalza, con el cabello húmedo y esa sonrisa que me está jodiendo la cabeza.Maldición.Me paso una mano por el rostro, intentando sacudirme el efecto que ha dejado en mí, pero sigue ahí. Ese vestido suelto, esos shorts que apenas cubrían lo necesario. Y lo peor de todo: la forma en que me miró.Como si supiera exactamente qué está haciendo. Como si estuviera probándome.Aún puedo oler su perfume en el aire. Algo dulce y fresco, algo que se me quedó impregnado en la piel.Tengo que largarme de aquí.Pero justo cuando estoy por salir al jardín, Jared aparece por la puerta trasera con dos tazas de café en la mano. Me extiende una y se sienta en una de las sillas de la terraza.—¿Ya desayunaste? —pregunta con tono casual, como si mi mundo no estuviera desmoron
MayhemEl día se me hace eterno.Las clases en la universidad pasan como un borrón sin sentido. No puedo concentrarme. Los profesores hablan y yo asiento, tomo notas mecánicamente, pero mi mente está en otra parte. O más bien, en otra persona.Zayn.Desde que lo vi esta mañana en la cocina, con esa expresión entre irritación y deseo mal contenido, mi cabeza no ha dejado de girar en torno a él. Me obsesiona la forma en que me miró, el modo en que su mandíbula se tensó, su tono de voz, la manera en que casi gruñó mi nombre como si quisiera advertirme de algo.Advertirme de él.Pero lo que Zayn no entiende es que a mí no me asustan las advertencias. Nunca lo han hecho.Cuando termino mis clases, salgo del campus con mi mejor amiga, Camille. Ella habla sobre algún problema con su novio, pero apenas la escucho. Me limito a asentir y hacer ruidos de afirmación cuando parece que espera una respuesta. En mi cabeza, la única pregunta que realmente importa es: ¿dónde está Zayn ahora?Lo busco e
MayhemEl día siguiente pasa en un estado de inquietud latente. Mi cuerpo sigue recordando la forma en que Zayn me miró anoche, la tensión en su voz, el deseo reprimido que casi podía tocarse en el aire. Pero no cedió. No todavía.Y eso solo me hace querer más.Necesito hablar con alguien. Necesito desahogarme antes de que esta obsesión me vuelva loca. Así que, en cuanto salgo de la universidad, arrastro a Camille a nuestro café favorito en West Hollywood.Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, y ella me mira con el ceño fruncido mientras revuelve su café con demasiada energía.—Okay, ¿qué demonios te pasa? Has estado distraída todo el día y, para ser honesta, es irritante.Dudo por un segundo, pero luego decido que no puedo guardármelo más. Me inclino sobre la mesa y bajo la voz.—Es Zayn.Camille deja la cuchara y parpadea.—¿Zayn? ¿El mejor amigo de tu papá? ¿Ese Zayn?Asiento, mordiéndome el labio. Sus ojos se agrandan antes de que su boca se curve en una sonrisa incrédula.
MayhemNo puedo dejar de sonreír.Lo vi. Vi la forma en que Zayn luchaba contra sí mismo anoche en la parrillada. Vi cómo me miraba, cómo intentaba resistirse. Vi la guerra en sus ojos, la frustración en su mandíbula tensa, la manera en que sus manos se apretaban en puños cuando me acerqué demasiado.Y lo mejor de todo es que sé que está perdiendo la batalla.Me recuesto en mi cama, mirando el techo, repasando cada interacción, cada roce, cada palabra. Me encanta cómo se esfuerza en fingir que no me desea, que esto no lo está consumiendo tanto como a mí. Pero su cuerpo lo delata. Su respiración, su postura, la forma en que su voz se vuelve más grave cuando dice mi nombre.Cierro los ojos y dejo que mi mente vuele. Imagino qué pasaría si, en lugar de alejarse anoche, hubiera cedido. Si me hubiera tomado por la cintura, me hubiera arrastrado a la oscuridad del jardín y me hubiera besado hasta dejarme sin aliento.Dios, lo quiero. Lo quiero de una manera que es peligrosa, adictiva, prohi
Mayhem No puedo dejar de sonreír. Lo vi. Vi la forma en que Zayn luchaba contra sí mismo anoche en la parrillada. Vi cómo me miraba, cómo intentaba resistirse. Vi la guerra en sus ojos, la frustración en su mandíbula tensa, la manera en que sus manos se apretaban en puños cuando me acerqué demasiado. Y lo mejor de todo es que sé que está perdiendo la batalla. Me recuesto en mi cama, mirando el techo, repasando cada interacción, cada roce, cada palabra. Me encanta cómo se esfuerza en fingir que no me desea, que esto no lo está consumiendo tanto como a mí. Pero su cuerpo lo delata. Su respiración, su postura, la forma en que su voz se vuelve más grave cuando dice mi nombre. Cierro los ojos y dejo que mi mente vuele. Imagino qué pasaría si, en lugar de alejarse anoche, hubiera cedido. Si me hubiera tomado por la cintura, me hubiera arrastrado a la oscuridad del jardín y me hubiera besado hasta dejarme sin aliento. Dios, lo quiero. Lo quiero de una manera que es peligrosa, adictiva,