Mayhem
La noche no debería estar tan cargada de electricidad. No debería estar acostada en mi cama con el corazón latiéndome contra las costillas, la piel caliente y la mente girando en un solo nombre.
Zayn.
M****a.
Nunca pensé que el simple hecho de que regresara removería tantas cosas en mí. Me pasé la cena fingiendo que todo estaba bien, sonriendo como si no sintiera su presencia quemándome la piel con cada mirada, con cada palabra dicha en su tono bajo y rasposo. Pero en el fondo, todo en mí estaba alerta. Cada célula de mi cuerpo, cada pensamiento en mi cabeza, cada latido de mi corazón, todo estaba enfocado en él.
Lo vi. Lo vi realmente. No como el amigo de mi padre, no como el hombre mayor que solía ignorarme cuando era niña. Lo vi como lo que es ahora: un hombre demasiado peligroso, demasiado atractivo, demasiado tentador para mi propio bien.
Me doy la vuelta en la cama, mi almohada ya no es cómoda, las sábanas se sienten pesadas, y todo lo que puedo hacer es cerrar los ojos y recordar.
Zayn entrando por la puerta.
Zayn sosteniéndome la mirada.
Zayn tomando mi mano con esa fuerza controlada, como si no quisiera tocarme demasiado, pero incapaz de evitarlo.
El calor de su palma contra la mía. La forma en que su mandíbula se tensó cuando sonreí.
Nunca antes lo había visto así. Nunca antes lo había sentido así.
Crecí rodeada de su sombra. Siempre estuvo allí en las historias de mi padre, en los recuerdos de sus borracheras juntos, en las fotos viejas de cuando ambos eran jóvenes y creían que el mundo les pertenecía. Pero Zayn nunca fue más que un fantasma en mi vida. Un hombre que existía, pero que no tenía importancia.
Hasta hoy.
Muerdo mi labio y cierro los ojos, tratando de borrar su imagen de mi mente. No funciona. Me atormenta la forma en que me miró cuando pensó que yo no estaba mirando. Me persigue el modo en que sus ojos recorrieron mi cuerpo antes de obligarse a apartar la vista.
Apretó la mandíbula. Lo vi. Vi la lucha en su mirada. Vi el problema que represento para él.
Y eso me excita más de lo que debería.
Me siento en la cama, frustrada. Mi habitación está en silencio, la casa está en calma, pero mi cabeza es un caos. Me levanto y camino hasta la ventana, mirando hacia la noche de Los Ángeles. Mi reflejo se ve en el vidrio: mi cabello revuelto, mi piel todavía tibia por la cena, mis labios hinchados de tanto morderlos en un intento por controlar lo que siento.
No puedo evitar preguntarme cómo sería que Zayn me mirara sin miedo. Cómo sería si, en lugar de apartar la mirada, la sostuviera. Si, en lugar de mantenerse a raya, se inclinara hacia mí.
La idea me hace temblar.
Dios, esto es un desastre.
Pero, ¿acaso no nací para el caos?
Me rio para mí misma y me alejo de la ventana. Esto es solo el principio. Lo sé. Lo siento en cada centímetro de mi cuerpo. Algo cambió esta noche. Algo que ni Zayn ni yo podremos ignorar.
Y si él cree que puede escapar de esto, que puede evitarlo, se equivoca.
Voy a convertirme en su problema. Y él aún no tiene idea de cuánto.
A la mañana siguiente, la sensación de inquietud sigue conmigo. Me ducho con agua helada, tratando de disipar el calor persistente en mi piel, pero es inútil. Cada vez que cierro los ojos, veo su rostro. Su mandíbula tensa. Sus ojos oscuros y serios recorriéndome como si estuviera viendo algo que no debería.
Bajo a la cocina vestida con unos shorts diminutos y una camiseta suelta, con el cabello aún húmedo. Mi padre ya no está, probablemente en alguna reunión matutina. Sus hábitos son predecibles. Es temprano, pero el sol de Los Ángeles ya calienta lo suficiente como para que me dé igual la ropa que llevo. Abro la nevera, sacando una botella de jugo, y entonces escucho la puerta principal abrirse.
No me molesto en voltear. Asumo que es alguna de las empleadas hasta que su voz llena el espacio detrás de mí.
—¿Siempre te paseas así por la casa?
Me congelo. Mis dedos se aprietan sobre la botella, mi respiración se entrecorta por un segundo antes de que me obligue a girar lentamente.
Zayn está ahí. Apoyado contra el marco de la puerta de la cocina, con los brazos cruzados sobre su pecho, sus ojos oscuros paseándose sin prisa sobre mis piernas desnudas, mi camiseta holgada.
Me sostiene la mirada, y esta vez no la aparta.
Algo se enciende dentro de mí.
Sonrío con lentitud, apoyando mi cadera contra la encimera mientras llevo la botella de jugo a mis labios. Tomo un sorbo antes de hablar.
—Es mi casa. No veo por qué no.
Su expresión es ilegible, pero hay algo en su mandíbula, en la forma en que sus manos se aprietan contra sus bíceps, que me dice que no está tan relajado como parece.
—Tu padre está en su oficina —dice finalmente, con voz grave.
Me encojo de hombros.
—Lo sé.
Un tenso silencio cae entre nosotros. Puedo sentirlo en el aire, ese estúpido magnetismo que no debería existir. No puedo evitarlo. Me deleito con la forma en que sus ojos siguen mi movimiento cuando dejo la botella sobre la encimera y cruzo los brazos bajo mi pecho, empujándolo ligeramente hacia arriba.
Zayn se tensa aún más, como si estuviera a punto de maldecir. Pero no dice nada. Solo aprieta la mandíbula con más fuerza y me fulmina con la mirada.
—Vístete, Mayhem.
—¿Por qué? —ladeo la cabeza, fingiendo inocencia.
—Porque no quiero tener que explicarle a Jared por qué su hija está medio desnuda en la cocina mientras yo estoy aquí.
Sonrío aún más.
—¿Eso es todo?
Su mirada se endurece.
—Mayhem.
Dios, adoro cómo dice mi nombre. Con ese tono de advertencia, con esa lucha interna evidente en sus ojos. Me dan ganas de provocarlo más, de ver hasta dónde puedo empujarlo antes de que deje de contenerse.
Pero sé que no lo hará. No aún.
Así que simplemente me inclino un poco hacia él, lo suficiente para que vea la burla en mis ojos, el desafío en mi sonrisa.
—Bien, Zayn. Me iré a vestir… por ahora.
Tomo mi jugo y camino hacia la escalera, asegurándome de que mis caderas se balanceen justo lo suficiente para que lo note. No me giro para ver su reacción, pero sé que me está mirando. Sé que está luchando consigo mismo.
Y sé que esto apenas comienza.
ZaynNo debería estar aquí.No debería haber entrado a la casa de Jared tan temprano en la mañana, pero la invitación a desayunar era una excusa válida. No debería haberme encontrado con Mayhem en la cocina, vestida de esa manera, descalza, con el cabello húmedo y esa sonrisa que me está jodiendo la cabeza.Maldición.Me paso una mano por el rostro, intentando sacudirme el efecto que ha dejado en mí, pero sigue ahí. Ese vestido suelto, esos shorts que apenas cubrían lo necesario. Y lo peor de todo: la forma en que me miró.Como si supiera exactamente qué está haciendo. Como si estuviera probándome.Aún puedo oler su perfume en el aire. Algo dulce y fresco, algo que se me quedó impregnado en la piel.Tengo que largarme de aquí.Pero justo cuando estoy por salir al jardín, Jared aparece por la puerta trasera con dos tazas de café en la mano. Me extiende una y se sienta en una de las sillas de la terraza.—¿Ya desayunaste? —pregunta con tono casual, como si mi mundo no estuviera desmoron
MayhemEl día se me hace eterno.Las clases en la universidad pasan como un borrón sin sentido. No puedo concentrarme. Los profesores hablan y yo asiento, tomo notas mecánicamente, pero mi mente está en otra parte. O más bien, en otra persona.Zayn.Desde que lo vi esta mañana en la cocina, con esa expresión entre irritación y deseo mal contenido, mi cabeza no ha dejado de girar en torno a él. Me obsesiona la forma en que me miró, el modo en que su mandíbula se tensó, su tono de voz, la manera en que casi gruñó mi nombre como si quisiera advertirme de algo.Advertirme de él.Pero lo que Zayn no entiende es que a mí no me asustan las advertencias. Nunca lo han hecho.Cuando termino mis clases, salgo del campus con mi mejor amiga, Camille. Ella habla sobre algún problema con su novio, pero apenas la escucho. Me limito a asentir y hacer ruidos de afirmación cuando parece que espera una respuesta. En mi cabeza, la única pregunta que realmente importa es: ¿dónde está Zayn ahora?Lo busco e
MayhemEl día siguiente pasa en un estado de inquietud latente. Mi cuerpo sigue recordando la forma en que Zayn me miró anoche, la tensión en su voz, el deseo reprimido que casi podía tocarse en el aire. Pero no cedió. No todavía.Y eso solo me hace querer más.Necesito hablar con alguien. Necesito desahogarme antes de que esta obsesión me vuelva loca. Así que, en cuanto salgo de la universidad, arrastro a Camille a nuestro café favorito en West Hollywood.Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, y ella me mira con el ceño fruncido mientras revuelve su café con demasiada energía.—Okay, ¿qué demonios te pasa? Has estado distraída todo el día y, para ser honesta, es irritante.Dudo por un segundo, pero luego decido que no puedo guardármelo más. Me inclino sobre la mesa y bajo la voz.—Es Zayn.Camille deja la cuchara y parpadea.—¿Zayn? ¿El mejor amigo de tu papá? ¿Ese Zayn?Asiento, mordiéndome el labio. Sus ojos se agrandan antes de que su boca se curve en una sonrisa incrédula.
MayhemNo puedo dejar de sonreír.Lo vi. Vi la forma en que Zayn luchaba contra sí mismo anoche en la parrillada. Vi cómo me miraba, cómo intentaba resistirse. Vi la guerra en sus ojos, la frustración en su mandíbula tensa, la manera en que sus manos se apretaban en puños cuando me acerqué demasiado.Y lo mejor de todo es que sé que está perdiendo la batalla.Me recuesto en mi cama, mirando el techo, repasando cada interacción, cada roce, cada palabra. Me encanta cómo se esfuerza en fingir que no me desea, que esto no lo está consumiendo tanto como a mí. Pero su cuerpo lo delata. Su respiración, su postura, la forma en que su voz se vuelve más grave cuando dice mi nombre.Cierro los ojos y dejo que mi mente vuele. Imagino qué pasaría si, en lugar de alejarse anoche, hubiera cedido. Si me hubiera tomado por la cintura, me hubiera arrastrado a la oscuridad del jardín y me hubiera besado hasta dejarme sin aliento.Dios, lo quiero. Lo quiero de una manera que es peligrosa, adictiva, prohi
Mayhem No puedo dejar de sonreír. Lo vi. Vi la forma en que Zayn luchaba contra sí mismo anoche en la parrillada. Vi cómo me miraba, cómo intentaba resistirse. Vi la guerra en sus ojos, la frustración en su mandíbula tensa, la manera en que sus manos se apretaban en puños cuando me acerqué demasiado. Y lo mejor de todo es que sé que está perdiendo la batalla. Me recuesto en mi cama, mirando el techo, repasando cada interacción, cada roce, cada palabra. Me encanta cómo se esfuerza en fingir que no me desea, que esto no lo está consumiendo tanto como a mí. Pero su cuerpo lo delata. Su respiración, su postura, la forma en que su voz se vuelve más grave cuando dice mi nombre. Cierro los ojos y dejo que mi mente vuele. Imagino qué pasaría si, en lugar de alejarse anoche, hubiera cedido. Si me hubiera tomado por la cintura, me hubiera arrastrado a la oscuridad del jardín y me hubiera besado hasta dejarme sin aliento. Dios, lo quiero. Lo quiero de una manera que es peligrosa, adictiva,
ZaynLos Ángeles huele a recuerdos.No importa cuántos años hayan pasado, cuántas mujeres haya tenido, cuántos tragos haya bebido para olvidar. La ciudad sigue teniendo el mismo aroma a nostalgia, a una vida que dejé atrás cuando pensé que nunca volvería.Pero aquí estoy.Mi jet privado aterriza en LAX a las siete de la noche. Afuera, la brisa es cálida, con ese toque húmedo que se cuela en la piel como una caricia. La terminal está llena de gente, rostros desconocidos que no significan nada para mí. Camino con paso firme, el sonido de mis zapatos resonando sobre el suelo de mármol pulido. He vuelto a casa, aunque nunca la consideré del todo mía.Afuera, un chofer me espera con el auto encendido. Subo sin decir palabra y observo por la ventana el paisaje cambiante de la ciudad. Luces de neón, rascacielos iluminados, el tráfico interminable de Sunset Boulevard. La ciudad ha cambiado, pero en el fondo sigue siendo la misma. Una jungla de concreto donde el dinero compra todo, menos el ti