Zayn
No debería estar aquí.
No debería haber entrado a la casa de Jared tan temprano en la mañana, pero la invitación a desayunar era una excusa válida. No debería haberme encontrado con Mayhem en la cocina, vestida de esa manera, descalza, con el cabello húmedo y esa sonrisa que me está jodiendo la cabeza.
Maldición.
Me paso una mano por el rostro, intentando sacudirme el efecto que ha dejado en mí, pero sigue ahí. Ese vestido suelto, esos shorts que apenas cubrían lo necesario. Y lo peor de todo: la forma en que me miró.
Como si supiera exactamente qué está haciendo. Como si estuviera probándome.
Aún puedo oler su perfume en el aire. Algo dulce y fresco, algo que se me quedó impregnado en la piel.
Tengo que largarme de aquí.
Pero justo cuando estoy por salir al jardín, Jared aparece por la puerta trasera con dos tazas de café en la mano. Me extiende una y se sienta en una de las sillas de la terraza.
—¿Ya desayunaste? —pregunta con tono casual, como si mi mundo no estuviera desmoronándose por culpa de su hija.
Me obligo a asentir.
—Sí, solo pasé a saludarte antes de irme.
—Bien. Aunque te perdiste de ver a Mayhem antes de que saliera. Seguramente aún estaba en pijama. No sé qué haré con ella, sigue siendo la misma niña desordenada de siempre.
Trago saliva. Si supiera.
—¿Salió? —pregunto, más para distraerme que por interés real.
—Sí, tiene clases en la universidad. Ya sabes cómo es, nunca se queda quieta. Está metida en mil cosas. A veces siento que no tengo idea de qué hacer con ella.
Jared suspira, removiendo el café con la cuchara antes de mirarme.
—Es raro verte aquí otra vez. Pero se siente bien.
Intento sonreír, aunque la sensación de incomodidad no me abandona.
—Sí, bueno, necesitaba un cambio de aire. Nueva York se estaba volviendo… monótona.
—¿Monótona? Vamos, Zayn, no me jodas. Tu vida allá era puro lujo y excesos. Seguro que no te aburrías.
Me encojo de hombros. Claro que tenía todo lo que un hombre podría desear. Dinero, mujeres, poder. Pero en algún punto dejó de significar algo.
—Digamos que necesitaba volver a mis raíces —digo finalmente.
Jared asiente y bebe de su café.
—Bueno, sabes que esta casa siempre será tuya también. No dudes en venir cuando quieras. Mayhem estará feliz de tenerte por aquí. Se le veía emocionada anoche.
M****a.
Me obligo a mantenerme impasible, a ignorar el peso de sus palabras.
—Sí, parece que ha crecido bastante.
—Oh, créeme. Lo ha hecho. No sé en qué momento mi niña se convirtió en esa fuerza de la naturaleza. A veces siento que no la reconozco. Es independiente, demasiado decidida. A veces me preocupa que se meta en problemas por su forma de ser.
Demasiado tarde, amigo.
Jared no tiene ni la más mínima idea de lo que está pasando en la cabeza de su hija. Ni en la mía.
Termino mi café rápido y me levanto.
—Tengo que irme, hermano. Nos vemos después.
Jared me da una palmada en la espalda y asiente.
—Nos vemos, cabrón. No desaparezcas otra vez.
Me largo de ahí antes de que mi mente me traicione. Antes de que mi cuerpo reaccione a la sola idea de Mayhem en esa casa, en su habitación, en mi cabeza.
Debería estar en mi oficina. Debería estar en reuniones, planeando estrategias para la inversión que vine a hacer en Los Ángeles. En cambio, estoy conduciendo sin rumbo fijo, intentando sacarme de la cabeza el sonido de su voz, la imagen de su sonrisa, el calor que dejó en el ambiente cuando salió de la cocina moviendo esas malditas caderas.
Esto no está bien. Nada de esto está bien.
Aparco en un bar de la zona alta de Beverly Hills, pidiendo un whisky solo para calmar mis nervios. No he bebido antes del mediodía en años, pero hoy se siente necesario.
—Mala mañana, ¿eh? —comenta el bartender cuando me sirve.
—Más de lo que me gustaría admitir.
El alcohol baja caliente por mi garganta y cierro los ojos por un segundo, tratando de alejar de mi mente la imagen de Mayhem con esa expresión de desafío, con esa sonrisa de superioridad, con esos labios que me han estado torturando desde anoche.
No es una niña. No es la hija de Jared. No es un problema.
Me repito esas mentiras mientras termino mi trago y pido otro. Pero en el fondo sé la verdad.
Lo es.
Es todo eso y más.
Es la tentación que no puedo permitirme. Es el incendio que va a consumirnos a los dos.
Y lo peor de todo es que una parte de mí ya está esperando el momento en que me queme.
MayhemEl día se me hace eterno.Las clases en la universidad pasan como un borrón sin sentido. No puedo concentrarme. Los profesores hablan y yo asiento, tomo notas mecánicamente, pero mi mente está en otra parte. O más bien, en otra persona.Zayn.Desde que lo vi esta mañana en la cocina, con esa expresión entre irritación y deseo mal contenido, mi cabeza no ha dejado de girar en torno a él. Me obsesiona la forma en que me miró, el modo en que su mandíbula se tensó, su tono de voz, la manera en que casi gruñó mi nombre como si quisiera advertirme de algo.Advertirme de él.Pero lo que Zayn no entiende es que a mí no me asustan las advertencias. Nunca lo han hecho.Cuando termino mis clases, salgo del campus con mi mejor amiga, Camille. Ella habla sobre algún problema con su novio, pero apenas la escucho. Me limito a asentir y hacer ruidos de afirmación cuando parece que espera una respuesta. En mi cabeza, la única pregunta que realmente importa es: ¿dónde está Zayn ahora?Lo busco e
MayhemEl día siguiente pasa en un estado de inquietud latente. Mi cuerpo sigue recordando la forma en que Zayn me miró anoche, la tensión en su voz, el deseo reprimido que casi podía tocarse en el aire. Pero no cedió. No todavía.Y eso solo me hace querer más.Necesito hablar con alguien. Necesito desahogarme antes de que esta obsesión me vuelva loca. Así que, en cuanto salgo de la universidad, arrastro a Camille a nuestro café favorito en West Hollywood.Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, y ella me mira con el ceño fruncido mientras revuelve su café con demasiada energía.—Okay, ¿qué demonios te pasa? Has estado distraída todo el día y, para ser honesta, es irritante.Dudo por un segundo, pero luego decido que no puedo guardármelo más. Me inclino sobre la mesa y bajo la voz.—Es Zayn.Camille deja la cuchara y parpadea.—¿Zayn? ¿El mejor amigo de tu papá? ¿Ese Zayn?Asiento, mordiéndome el labio. Sus ojos se agrandan antes de que su boca se curve en una sonrisa incrédula.
MayhemNo puedo dejar de sonreír.Lo vi. Vi la forma en que Zayn luchaba contra sí mismo anoche en la parrillada. Vi cómo me miraba, cómo intentaba resistirse. Vi la guerra en sus ojos, la frustración en su mandíbula tensa, la manera en que sus manos se apretaban en puños cuando me acerqué demasiado.Y lo mejor de todo es que sé que está perdiendo la batalla.Me recuesto en mi cama, mirando el techo, repasando cada interacción, cada roce, cada palabra. Me encanta cómo se esfuerza en fingir que no me desea, que esto no lo está consumiendo tanto como a mí. Pero su cuerpo lo delata. Su respiración, su postura, la forma en que su voz se vuelve más grave cuando dice mi nombre.Cierro los ojos y dejo que mi mente vuele. Imagino qué pasaría si, en lugar de alejarse anoche, hubiera cedido. Si me hubiera tomado por la cintura, me hubiera arrastrado a la oscuridad del jardín y me hubiera besado hasta dejarme sin aliento.Dios, lo quiero. Lo quiero de una manera que es peligrosa, adictiva, prohi
Mayhem No puedo dejar de sonreír. Lo vi. Vi la forma en que Zayn luchaba contra sí mismo anoche en la parrillada. Vi cómo me miraba, cómo intentaba resistirse. Vi la guerra en sus ojos, la frustración en su mandíbula tensa, la manera en que sus manos se apretaban en puños cuando me acerqué demasiado. Y lo mejor de todo es que sé que está perdiendo la batalla. Me recuesto en mi cama, mirando el techo, repasando cada interacción, cada roce, cada palabra. Me encanta cómo se esfuerza en fingir que no me desea, que esto no lo está consumiendo tanto como a mí. Pero su cuerpo lo delata. Su respiración, su postura, la forma en que su voz se vuelve más grave cuando dice mi nombre. Cierro los ojos y dejo que mi mente vuele. Imagino qué pasaría si, en lugar de alejarse anoche, hubiera cedido. Si me hubiera tomado por la cintura, me hubiera arrastrado a la oscuridad del jardín y me hubiera besado hasta dejarme sin aliento. Dios, lo quiero. Lo quiero de una manera que es peligrosa, adictiva,
ZaynLos Ángeles huele a recuerdos.No importa cuántos años hayan pasado, cuántas mujeres haya tenido, cuántos tragos haya bebido para olvidar. La ciudad sigue teniendo el mismo aroma a nostalgia, a una vida que dejé atrás cuando pensé que nunca volvería.Pero aquí estoy.Mi jet privado aterriza en LAX a las siete de la noche. Afuera, la brisa es cálida, con ese toque húmedo que se cuela en la piel como una caricia. La terminal está llena de gente, rostros desconocidos que no significan nada para mí. Camino con paso firme, el sonido de mis zapatos resonando sobre el suelo de mármol pulido. He vuelto a casa, aunque nunca la consideré del todo mía.Afuera, un chofer me espera con el auto encendido. Subo sin decir palabra y observo por la ventana el paisaje cambiante de la ciudad. Luces de neón, rascacielos iluminados, el tráfico interminable de Sunset Boulevard. La ciudad ha cambiado, pero en el fondo sigue siendo la misma. Una jungla de concreto donde el dinero compra todo, menos el ti
MayhemLa noche no debería estar tan cargada de electricidad. No debería estar acostada en mi cama con el corazón latiéndome contra las costillas, la piel caliente y la mente girando en un solo nombre.Zayn.Mierda.Nunca pensé que el simple hecho de que regresara removería tantas cosas en mí. Me pasé la cena fingiendo que todo estaba bien, sonriendo como si no sintiera su presencia quemándome la piel con cada mirada, con cada palabra dicha en su tono bajo y rasposo. Pero en el fondo, todo en mí estaba alerta. Cada célula de mi cuerpo, cada pensamiento en mi cabeza, cada latido de mi corazón, todo estaba enfocado en él.Lo vi. Lo vi realmente. No como el amigo de mi padre, no como el hombre mayor que solía ignorarme cuando era niña. Lo vi como lo que es ahora: un hombre demasiado peligroso, demasiado atractivo, demasiado tentador para mi propio bien.Me doy la vuelta en la cama, mi almohada ya no es cómoda, las sábanas se sienten pesadas, y todo lo que puedo hacer es cerrar los ojos y