Desperté totalmente desorientada y por un momento entré en pánico al no reconocer dónde me encontraba. Intente levantarme, pero dos manos me sujetaron para que estuviese quieta en la cama. Levante la vista, encontrándome con unos ojos negros que me observaban con amabilidad. Pertenecían a un hombre mayor, unos cincuenta años.—Solnyshka. —Una figura que si se me hacía conocida vino hasta mí. Sonreí con lentitud al reconocer el rostro de Alexey. —¿Cómo te sientes? —preguntó sentándose a mi lado, tomándome de la mano. —Estaba muy asustado. —admitió débilmente.—Me duele la cabeza y estoy un poco mareada. —explique lentamente, tenía la garganta seca. La luz que entraba por la ventana me provocaba entrecerrar los ojos para evitarlas. —¿Podían cerrar las cortinas, por favor? —interrogue señalándolas en la esquina.Alexey asintió y le hizo una seña a la sirvienta que se encontraba ahí, de la cual a penas había reparado en su presencia, para que se encargara de mi petición. No hubo que repet
Tal y como lo prometió Alexey, partimos a la mañana siguiente después de que el doctor me checase por última vez y confirmara que estaba perfectamente bien para viajar. Nos despedimos de su socio, que afirmó que siempre éramos bienvenidos en su hacienda.Lo que menos disfrutaba era el viaje por tierra hasta la pista de aterrizaje, pero en cuanto vi el jet del ruso estacionado, no pude evitar emocionarme. Quería estar en Rusia cuanto antes y mientras más pronto nos marcháramos, más pronto estaríamos de ese lado.Una vez montada en el avión, observe que no estaba igual que la última vez. Le habían agradado algunos cambios en la parte de atrás, el lado derecho ya no parecía una fila de asientos, pues estos fueron sustituidos por una especie de sofá cama muy moderno.Me voltee hacía Alexey quien venía justo detrás de mí. Enarque una ceja en su dirección, solicitándole la debida explicación por aquello. Era cuando menos, muy extraño.En toda mi vida, jamás pensé ver a Alexey sonrojado, apa
En cuanto aterrizamos en la pista de Alexey, sentí que volvía a respirar. No creía que pudiese extrañar tanto este helado clima. Caía una fuerte nevada, que por lo visto endurecería la nieve más tarde. Lo único que deseaba era llegar a mi habitación y descansar.Le echaba la culpa a la anemia en mi cuerpo. Me sentía más fatigada que de costumbre. Ahora entendía porque quería dormir todo el tiempo y los constantes mareos que me atacaban. Esperaba que con la dieta que me recetaron pronto estaría como nueva.—¿Te sientes bien? —interrogó Alexey ofreciéndome su mano para ayudarme a bajar. Había descubierto un lado realmente caballeroso del Boss, que quedaba cubierto por la enorme cantidad de violencia en la que se veía envuelto constante o diariamente.—De repente sentí nauseas, pero supongo que se debe al nuevo medicamento y al hecho de que veníamos en el aire. —explique tratando de restarle importancia. Alexey asintió, pero igual no soltó mi mano hasta que llegamos a mi habitación. Un l
A estas alturas ya me había acostumbrado a las repentinas y muy extrañas muestras de afecto por parte del Boss. En Colombia quería estar tocándome todo el tiempo, siempre buscaba mi mano o quería estuviese sentada en su regazo. Incluso me abrazaba al dormir.Por supuesto que, no había intentado tener relaciones conmigo en ningún momento. Llegue a pensar que probablemente tenía una amante en otro lugar. Si no fuese porque no había visto de nuevo a las sumisas, creería que era con alguna de ellas, pero se marcharon.Aunque claro, los hombres cuando querían ser infieles solamente necesitaban las ganas. Porque hasta creativos se ponían, eso ya lo descubría por las malas. Y a pesar de que la simple idea me revolviese el estómago, no podía descartarla. Ni un siquiera un poco.Después de todo, nuestro matrimonio era una farsa de proporciones épicas. Por lo tanto, no podía exigirle fidelidad. De haber sido más inteligente lo hubiese puesto en el contrato, pero ya no lo hice y debía lidiar con
—No puedo creer que fuiste capaz de decirles eso. —afirme enojada, tomando asiento en mi silla. Alexey le restó importancia con la mano, mientras imitaba mi acción y sentaba frente a mí. Sus manos fueron directamente a la base dónde estaban los postres.—Hasta dónde yo sé, todos ahí saben que estamos casados. —comentó tomando uno de los pedazos de torta y llevándose una cucharada a la boca. —¿Piensas que no se imaginan lo que hacemos a solas? —interrogó de forma sugestiva, enarcando una ceja.Aprete con fuerza el cubierto en mi mano para evitar lanzárselo a la cabeza. Era inútil discutirle, su gran ego no le permitía ver más allá de sus narices. Ignoré momentáneamente su comentario y me dispuse a disfrutar del delicioso sabor del pastel de chocolate. Nos quedamos varios minutos en silencio, comiendo mientras fingíamos.—Me da igual, entre nosotros no ocurre nada y me niego a que los demás piensen lo contrario. No seré otra mujer en tu grupo de sumisas. —asegure terminando mi porción y
Pase casi toda la mañana en eso y a las once nos llamaron a todos a la sala de juntas. Supuse que anunciarían la fotografía que estaría en la portada y las nuevas asignaciones para cada quién. Theo y yo íbamos conversando con otros dos compañeros de trabajo, sobre una película extranjera que estaba en carteleras. Ellos lo hicieron el fin de semana.No la había visto, pero si leí algunos comentarios sobre ella en internet y las críticas que recibió por parte del público en general. Sorprendentemente, todas eran buenas y eso era algo muy poco usual. Seguramente debía darme la oportunidad de pasar por el cine en cuanto tuviese un momento libre. Así se los hice saber y ellos se mostraron complacidos.—Deberíamos salir todos juntos algún día. En Moscú hay sitios increíbles para visitar. Te aseguro que no nos aburriríamos en ningún momento. —comentó Mariana. Era una chica pelinegra, de ojos castaños y miembro de la parte editora de la revista.—La verdad es que si sería bueno distraerse en
—¿Quieres ir a almorzar? —preguntó Theo mientras se colocaba un abrigo por encima de la camisa. Observe el reloj por encima de su hombro. Eran las 3:00 pm, nuestra hora de salida. Con tanto trabajo sobre los hombros me había olvidado por completo. —¿Tu esposo no se enojará? —Solté una carcajada al ver la expresión de miedo en sus ojos.Negué moviendo la cabeza de un lado al otro. La coleta en la que había recogido mi cabello me golpeó el hombro. Todavía estaba a medio risa. Entendía que estuviese un poco receloso, pues la última vez que ambos se vieron, no terminó bien para él. Me levante de la silla y tome mi chaqueta, pase por su lado, dándole una palmada en el brazo. Sonreí.—No te preocupes por eso, Alexey no se aparecerá de nuevo. Te lo aseguró. —Le guiñe un ojo a modo burlón. Camine directamente hacía el ascensor y detrás de mi escuche un bufido por parte de Theo, antes de que se me uniera. —Parece que se te fue el miedo.Otro bufido, esta vez más irónico, junto con un gesto de
La cena fue deliciosa, yo pedí un risotto de zanahoria y Theo una pasta a la carbonara. Pasamos todo con una buena copa de vino y quedamos tan llenos, que tuvimos que rechazar el postre. Luego de pagar la cuenta, nos despedimos en la entrada del local. Iba a montarme en el auto, pero entonces me di cuenta que faltaba algo en mi cuerpo.—¡Deje en mi bolso en el restaurante! —exclame para mí misma, volví rápidamente a buscarlo y respire aliviada cuando lo vi en la mesa que usamos. Con cuidado lo cruce sobre mis hombros. Miré de un lado a otro y fui directamente hasta la parte trasera.Para mi buena suerte, la puerta estaba abierta y pude salir con facilidad. Inspecciones varias veces el entorno, para asegurarme que no había voyekivis por ninguna parte. Aparentemente solo se quedaron la puerta de enfrente. Armándome de valor, salí del restaurante en una carrera. Levante la mano con la intención de detener un taxi en breve.Comencé a desesperarme cuando el tiempo pasaba y ninguno se deten