Era evidente que a Dominika no le hacía ninguna gracia ver a otra persona en lugar de su padre y menos si esta era una completa extraña. Por lo poco que me había comentado la directora y lo que había logrado captar en las reacciones de la niña, descubrí que Alexey venía regularmente. También observaba que existía una buena relación entre ambos.—¿Por qué padre no vino, señorita Amaranta? —Parpadee escuchando la formalidad con la que se dirigía a mí. Eso era algo bastante extraño en un niño y más a su edad. Dominika enderezó la espalda y me miró con atención, esperando por mi respuesta.No me tenía miedo y a pesar de ser una desconocida para ella, se desenvolvía con elegancia y soltura. Incluso sus manos estaban cruzadas sobre su regazo. Claramente no era extrovertida, pero tampoco poseía el nivel de timidez que no le permitiese socializar.Tuve que contener una risa al ver que parecía una pequeña damita en esa posición tan ceremoniosa. Definitivamente en este internado daban una educa
—Estoy de acuerdo con mi esposo, prefiero que Dominika lleve una vida normal y que disfrute cada una de sus etapas. —afirme caminando de nuevo a la salida del internado. La directora me seguía muy de cerca, mi respuesta tampoco la había complacido del todo. —De acuerdo, aunque es una pena… —admitió entre dientes. Ignore lo que decía para evitar una discusión en este lugar. Entonces recordé algo más que debía decirle. —Todavía Dominika no debe enterarse que su padre está casado, solo él debe decidir cuando hacerlo. ¿Entendido? —Eurena bajó la cabeza en señal de respeto y asintió. —Por supuesto, jamás nos tomaríamos el atrevimiento de hacer tal cosa. Ya habíamos llegado a las enormes rejas. Nos despedimos rápidamente con un apretón de mano y un beso en la mejilla. Lo mejor sería mantenerla de mi lado si quería seguir viendo a Dominika en un futuro próximo. Salí de las instalaciones y me monté en el taxi. Por suerte el conductor obedeció y no esperó pacientemente a que regresara. El
—¿Qué es lo que quieres? —jadee cansada. Los pulmones me ardían y quizás pronto necesitaría tomar aire fresco. Todo a mi alrededor olía pantanoso, apestaba a suciedad.Yukata estiró una mano hacía mi mejilla, la simple visión de su rostro me daba asco. Aparte mi rostro de un halón, ni siquiera soportaba su tacto. Una sonrisa irónica apareció en sus labios. No le di el gusto de apartar mi mirada. La mantuve firme, retadora. Él fue el primero en apartarla. Sonreí ante la pequeña victoria que obtenía. Más me valía tenerlas.—Tus ojos son impresionantes, jamás había visto un color semejante. —siseó poniéndose de pie, me observaba con admiración. —No sabes lo emocionado que estoy. Tengo a la joya de la Bratva en mis manos. —declaró. Su rostro poseía una expresión psicótica que introdujo el terror en mi sangre. Detestaba la forma en cómo me miraba.Debo reconocer que se veía muy desmejorado. No le había sentado bien la persecución de La Esfinge. Llevaba el cabello y la barba mucho más larga
Maldigo la hora en la que decidí volver a este mundo. Inocentemente creí que si mantenía un perfil bajo no llamaría la atención. ¿Pero quién demonios puede hacerlo en una organización como la mafia roja o la mafia en general? En medio de mis divagaciones he llegado a la conclusión que todos son unos cobardes de mierda, pero les duele admitirlo.Buscan a las esposas e hijos en lugar de asesinarse entre ellos mismos, porque por alguna extraña razón, su hombría es más fuerte si someten a un débil. Eso, o realmente tienen miedo de encontrarse cara a cara con su verdugo personal: La humillación.Los corrientazos eléctricos ya me habían atrofiado el cerebro si perdía mi tiempo pensando en eso. Hacía bastante rato que no me aplicaban electricidad, pero la última descarga fue tan potente, que valía por tres sesiones. Ya había vomitado varias veces y en algún punto deje de sentir mis manos y pies a causa de las torturas y cuerdas que me ataban.Algo captó mi atención en el suelo, un montón de
Luego de nuestra charla, Alexey se marchó de mi habitación. Tenía asuntos que resolver con respecto a Yukata, pues La Esfinge quería castigarlo por su propia cuenta. Me contó que pudieron encontrarme gracias al rastreador que estaba implantado en mi anillo de matrimonio y que ahora se encontraban en el sótano todos los que capturaron.Prometió que enviarían a las sirvientas para que me atendieran y que subiría cuando el medico viniera a verme de nuevo. No asentí ni negué. Él podía hacer lo que quisiera, pero estaba demasiado adolorida como para pronunciar otra palabra. Nuestra reciente conversación había mermado las pocas fuerzas que logré acumular anteriormente.De mi mano colgaba una manguera que estaba conectada a una enorme bolsa de suero. Supuse que colocaron vitaminas en él, junto con los antibióticos para que sanaran las heridas. Lo que menos soportaba era la constante punzada en mi cabeza. Nunca había sentido un dolor parecido y también me provocaba ganas de vomitar cada poco
Lamentablemente la muerte se negó a llevarme. Y eso de que no discrimina entre santos y pecadores no sé si sea del todo cierto. Habían pasado dos semanas desde el secuestro y aún tenía pesadillas y lagunas mentales en mi mente. Lo que, si podía recordar claramente, fue todo lo que hizo el doctor para salvarme de mi intento de suicidio.Luego de que Alexey me sacó del baño, comenzó a hacer presión en mis cortes y suturó con cuidado, dejando varios puntos que me negaba a ver cuando los limpiaban. A causa de mi anemia, me colocaron dos bolsas de sangre para reponerme. La primera semana me había sentido muy débil, pero poco a poco fui recuperándome de mis heridas.Al menos de las físicas, porque las internas no sé cuándo sanarían por completo, probablemente nunca. Ojalá no me hubiesen salvado. Tenían que haberme dejado morir en ese instante. No valía la pena tanto esfuerzo por alguien al que se le habían menguado las ganas de vivir por completo. Un desperdicio de dinero y recursos médicos
—Por fin llegas, hace como cuatro horas que te estamos esperando. —afirmó Alexey quitándome al tigre de encima. Rodé lo ojos, ignorando su sarcasmo. Apenas hacían treinta minutos desde que había ido a buscarme en mi habitación para que bajara.—No creo haya sido tanto tiempo como crees. —asegure levantándome del suelo. Sacudí mi ropa para retirar la tierra que se había adherido a esta. Sonreí, muy divertida.Alexey se quedó mirándome durante algunos segundos, los suficientes para hacerme sentirme incomoda. Escondí mis manos en los bolsillos de la sudadera. Me sentía más segura de esa forma. Aparte la vista, negándome a enfrentar su expresión de reproche. Escuche un bufido por parte de Alexey y me prepare para la ola de insultos que se vendría.—Me alegra que vuelvas a sonreír… Hace mucho no lo hacías y ya empezaba a extrañarlo. —admitió encogiéndose de hombros. Giró sobre sus talones, dejándome ahí parada, muy confundida por lo que acababa de decir. Nunca pensé oír esas palabras.Espa
—A partir de ahora te dejo en sus capaces manos. —dijo Alexey sin más. Antes de que se retirara lo tome por al brazo, deteniéndolo. Esto debía ser una especie de broma.—¿En serio piensas dejarme aquí? —pregunte sin molestarme a ocultar mi miedo. Ya había sufrido lo suficiente como para tener que pasar ahora por eso. Lo único que quería era regresar a mi habitación y esconderme debajo de las sábanas hasta para siempre.Alexey me observó con seriedad. Y antes de que hablase ya sabía que no estaba dispuesto de ceder por ninguna razón. Tomó una decisión y la seguiría hasta las ultimas consecuencias. Contuve el grito que pugnaba por salir de mi garganta. Solo tomaba en cuenta lo que él deseaba, como siempre y esperaba que todos la acatáramos a la brevedad.—Pongámoslo de esta forma: Si no quieres entrenar, perfecto. —Casi suspiro de alivio al escuchar sus palabras, pero me detuve al ver que continuaba. —Puedes marcharte, pero ten por seguro que no vuelves a ver a Dominika. —aseguró con to