Hanna Becker
Las Vegas
Hacía un buen rato que Devin se había salido del departamento y lo que era peor que me tocó pedir que fuera ahí mi amiga Susan, para llevarme algo de desayunar, pues el muy desconsiderado de mi “esposo” no me había dejado las llaves del departamento, para en caso de que yo tuviera hambre como era lo más lógico, saliera por algo de comer, porque en su refrigerador no había nada para poder preparar algo.
Tomo el teléfono celular y es un milagro que todavía tenga algo de batería, así que busco el nombre de mi amiga, Susan y doy a la tecla de llamado. Suena por espacio de unos cuantos tonos y toma la llamada.
–Hola, Susan, amiga, te toca traerme de desayunar, Devin se ha largado y me ha dejado aquí en su departamento y si me salgo no voy a poder entrar.
–Hola, Hanna, apenas me voy despertando también, pasaré a llevar el desayuno para las dos.
–Consigue lo que sea amiga, ya es tarde, imagínate como está mi estómago. – Dije famélica.
–En un momento ya estoy allá, Hanna, pásame la ubicación, por favor. – Dijo aún un poco adormilada.
–Ya te la paso. – Le di a la tecla de enviar. – Listo.
Escucho que Susan, se levanta de la cama, pues ya es tarde para ella también, me imagino que estuvo toda la noche con Daniel, el supuesto amigo de Devin, que causalidad que él no se casó también. Pero me hubiera gustado que eso que nos pasó a Devin y a mí, les hubiera pasado a ellos también, no se vale estar metidos en este lío, sin que ellos no lo estén.
–Muy bien, ya salgo para allá.
–Gracias, Susan, te debo una. – Diciendo esto, colgué.
Estuve buscando alguna pastilla que aliviara mi malestar, tenía dolor de cabeza y ganas de devolver, pero parecía que en este lugar no vivía nadie, solo había unas botellas de agua, tomé una y me la acabé de inmediato, me sentía bastante deshidratada, y no era para menos, si nos acabamos casi todo el licor entre Devin y yo. Me volví a recostar un rato en la cama, en lo que llegaba el desayuno tardío. Apenas estaba empezando a cerrar los ojos, cuando llamaron a la puerta.
–Hanna, soy yo. – Dijo Susan, y de inmediato le abrí.
–Pasa, es que ya me estaba volviendo a quedar dormida.
–Pensé en todo, pasé a la farmacia y te traje esto. – Dijo sonriendo.
Me dio una bolsa y saqué unas pastillas que eran las que estaba necesitando, ahora no me importaba comer, necesitaba calmar este dolor de cabeza infernal.
–Gracias, Susan, aquí no encontré nada.
–Me lo imaginé, así que pensé que estarías de muy mal humor. –
Lo clásico en mí, después de haber ingerido, quien sabe cuántas bebidas. Susan, sabía cómo terminaba todo esto al día siguiente, así que le agradecía su buen tino, después que me tomé dos de las pastillas, desayunamos unas deliciosas hamburguesas, con papas y refresco, era lo que mi estómago estaba necesitando. Porque ya ni me acordaba a qué hora fue mi última comida del día anterior. Bueno, no me acordaba de muchas cosas.
Pasé un buen rato en la compañía de mi amiga, lo que me hizo olvidar el disgusto que pasé por la mañana con Devin, cuando él negó totalmente el conocerme, y que olvidara por completo todo el show que se montó para que me casara con él, nada más de acordarme me daba coraje, Susan apenas terminó su hamburguesa y comenzó a hablarme.
–Hanna, es que se me hace increíble que Devin te haya dejado sola y a las pocas horas de haberse casado – Obviamente estaba sorprendida – No lo puedo creer, luego que fuera él quién te ha insistido tanto en que se casaran.
Precisamente ese era mi enojo, yo me acuerdo que estaba tomada, pero no estaba completamente perdida en el alcohol y eso lo tomé como un juego, cómo que algo que no tenía importancia, pero ya al despertar a su lado, me cayó como balde de agua fría, pues sí nos habíamos casado de verdad, pues el anillo en mi dedo lo decía todo.
–Ya ni me digas Susan, que hubieras visto en el plan insoportable en el que se ha puesto está mañana, cómo si yo lo hubiera metido a él en este asunto – Iba a contarle todo – Pero, lo peor no es eso, él resultó ser también de New York.
Íbamos a estar más cerca de lo que nos hubiéramos imaginado, en la misma ciudad, y tendríamos que ver de qué manera íbamos a coincidir. Ya fuera que intercambiáramos números telefónicos.
–Sí, eso lo sabía – Susan estaba más enterada de todo que yo – Su amigo Daniel, me contó eso y que tanto Devin cómo él, viven y trabajan allá. Eso me encanta, podré seguir viendo a Daniel.
Bueno, sí estaba bien por ella, que podía seguir viéndose con Daniel, yo la verdad, no sabía qué terreno pisaba con Devin.
–Nosotras nos tenemos que ir esta misma noche a New York, pero ahora falta arreglar eso con “mi esposo” – Dije molesta – Porque, yo tengo que presentarme en el estudio de arquitectos el lunes, es mi primer día de trabajo.
–Eso ya lo sé amiga, llevas días con lo mismo y no sabes la felicidad que tengo que te hayan dado el puesto. Eres la mejor arquitecta que conozco, Hanna.
–Muchas gracias, Susan, me emociona mucho eso y por ese lado que bueno que, a Devin, no se le ocurrió que tuviéramos una luna de miel porque, no iba a perder ese empleo por nada del mundo – Admití – Luego de todo lo que me ha costado, que me aceptaran para el puesto.
–Lo sé, pero hay que esperar ahora a que venga tu esposo, amiga – Susan se reía divertida – Para que le digas que, debes volver a New York, después de su boda, no creo que quiera que vuelvas sola.
–No te rías Susan, que me da igual lo que él piense o no – Declaré decidida – Si él no quiere volver hoy mismo por la noche, nosotras nos vamos con los boletos que ya tenemos comprados. Faltaba más.
–Está bien, aunque yo no quisiera eso. Quisiera conocer y estar más cerca de Daniel, es que me ha encantado.
Mi amiga y yo, estábamos hablando justamente de ese par, cuando ambos llegaron al departamento como si los hubiéramos invocado. Cuando apenas entraron, Susan abrazó a Daniel y él encantado la recibió, lo que parecía hasta gracioso, parecía que los recién casados eran ellos y no Devin y yo. Me acerqué a Devin para desafiarlo, de inmediato. Tenía que saber, en dónde estaba parada.
–Hola, de nuevo, mi amado esposo – Lo saludé – Ya que me has dejado mucho rato sola, quiero informarte que esta misma noche yo, debo de volver a New York. Tengo que alistar todo mañana, porque el lunes entro a trabajar.
Hanna BeckerLas Vegas–No me digas – Él metió las manos en sus bolsillos como riéndose de mí – Apenas tenemos pocas horas de habernos casado y ya estás con tus exigencias.–No son exigencias, yo tengo obligaciones allá – Le advertí – No puedo quedarme a perder el tiempo aquí.–Sintiéndolo mucho, querida esposa – Se burló de mí – No me pienso ir hoy, porque Daniel y yo tenemos un compromiso esta noche y lo más que podemos hacer por ustedes dos, es invitarlas.–Lo siento Devin, son muy amables al invitarnos – Agradeció Susan – Pero, la verdad, yo tampoco me puedo quedar, tengo que volver a mi trabajo el lunes.Las dos, bueno, ella volvía a su trabajo y yo entraba a uno nuevo, no me podía dar el lujo de faltar a mi primer día de trabajo. Porque lo más probable era que al día siguiente no me permitieran la entrada y mucho trabajo que me costó conseguirlo.–Muy bien, yo lo que diga Susan lo acepto con agrado – Sonreía Daniel – Buscaré boletos de primera clase para esta misma noche.Devin,
Devin BeckerLas VegasTuve todo el tiempo mientras me bañaba, para pensar las cosas con un poco más de claridad, pues a medida que el alcohol había salido de mi cuerpo, podía pensar un poco mejor en lo que había pasado, ya sabiendo también no solo la versión de Hanna, sino la de Daniel quién era imparcial a esto.Estaba secando mi cuerpo con una toalla, cuando me llené de coraje y entonces lo decidí, que le comunicaría a Hanna, mi decisión, pero antes tenía que hablar con Daniel, teníamos que hacer algo y eso era a la voz de ya, no podía perder más tiempo.–Mi amor – Dijo Hanna con ironía – Susan y yo, necesitaremos ir a nuestro hotel donde estamos instaladas, para recoger nuestras pertenencias antes de volar a New York.Eso sí que no, ellas se podían quedar en su hotel e irse a New York a la hora que quisieran, yo de aquí no me iba a mover.–No hagas planes todavía de que volemos juntos a New York, no cantes victoria Hanna Dixon – Dije tajante – Aún queda algo por hacer y lo haremos
Devin BeckerLas VegasEse cuento se lo podía contar a otro, porque me daba la impresión que esta mujer buscaba algo, y yo había caído redondito en su telaraña.–Muy bien amigo, no se diga más y vámonos entonces. Les aviso a las chicas, que ya nos vamos – Se ofreció Daniel – Si eso no te molesta claro.–Está muy bien, avísales y mientras pido quien alguien nos lleve, somos muchos para irnos en la moto.–Está bien. – Dijo resignado.Llamé a un servicio de transporte privado que llegó, en cuestión de minutos a mi departamento vacacional. Hanna y Susan salieron riendo y felices del departamento, como si ya se hubieran salido con la suya de volver con nosotros hoy en la noche a New York, pero no contaban con lo que yo, estaba por hacer a continuación.Nos subimos al vehículo, los cuatro y cuando le di la dirección al chofer, tanto Hanna como Susan, voltearon a verse con un signo de interrogación en sus caras, se tendrían que aguantar unos minutos más.–Creo que te has equivocado de direcc
Hanna BeckerLas VegasLa molestia de Devin, se podía sentir en el ambiente. Tanto así que, cuando nos subimos al auto, de vuelta. El estaba bufando, sin importarle que estuviera incomodando a todos los que ahí estábamos, eso era de mala educación.–Chicas, ¿En que hotel están hospedadas? – Daniel nos preguntó a Susan y a mí – Les pregunto para ir por sus pertenencias.Era lo que más me estaba preocupando, esta había sido una perdedera de tiempo, pues el sitio quedaba lejos y nos estábamos retrasando para el acomodo de nuestras cosas.–Estamos hospedadas en el Planet Hollywood – Respondí – Debemos ir rápido o nos sacarán las cosas de la habitación.Si no hubiera sido por este desvío, ya estuviéramos saliendo del hotel, pero no se le podía decir nada al señorito, venía con cara de mírame, no me toques, venía con cara de Grinch. –Es cierto – Susan miró el reloj – Estamos a menos de dos horas que se venza el tiempo de la habitación.Me tenía que aguantar las ganas de decirle sus cosas
Hanna BeckerLas Vegas–Huy, que fuerte – Se reía Daniel – Yo les ayudo chicas, si no cabe en sus maletas Devin y yo, bajaremos a comprar unas. Debe haber tiendas aquí en el hotel.–No te molestes Danielito – Susan lo abrazó – Eres tan lindo, pero si cabrán en nuestras maletas, si ustedes nos ayudan claro que, será más fácil.Daniel empezó a ayudar a Susan a meter las cosas en las maletas, Devin muy molesto y todo tuvo que, ayudarme a mí con la pena. Si quería que nos fuéramos, y no perdiéramos el vuelo, más le valía cooperar. Cuando terminamos de empacar todo, bajamos todos juntos a recepción, Devin y Daniel tuvieron que cargar las cosas de Susan y mías.–Buenas tardes, venimos a entregar la llave de nuestra habitación – Dije al chico de recepción – Es la habitación 322.–Buenas tardes señoritas, muchas gracias – Respondió – Espero que hayan disfrutado de su estancia con nosotros.–Claro que sí, nos la hemos pasado increíble, esperamos volver pronto – Dijo Susan.A Susan, le gustaba
Devin BeckerLas VegasAfortunadamente casi no estuvimos en la sala de espera, por el retraso que “mi esposa” y Susan nos ocasionaron. Yo seguía con mi cara de molestia y apenas nos íbamos a montar en el avión, cuando recibí una video llamada de mi madre, quién estaba más que encolerizada, sus ojos me miraban con enfado.–Hola Devin, ¿Cómo te va en Las Vegas, hijo? – Preguntó ella – Supe que te andas divirtiendo de lo lindo, tanto que hasta me han enviado unos videos, unos amigos tuyos.La gente que no podía dejar pasar las cosas, ya mi madre se había enterado de mi boda y todo lo que había sucedido.–Hola mamá, escucha ya pronto te veré en New York – Respondí – Porque, ahora estoy por abordar un vuelo para salir para allá.Si se podía dar cuenta yo estaba regresando dos días antes, le podía dar gracias a su “nuera” de que pronto nos vería las caras.–Apenas aterrices acá, quiero verte hijo, a ti y a tu esposa – Dijo mi madre dejándome perplejo – Y no te hagas tonto, que sé de todas l
Devin BeckerLas VegasEra desordenada, irreverente y muy altanera ¿Qué jefe en su sano juicio quisiera a una empleada cómo ella? Pero bueno, ya me había dado sueño y me dormí, con la última visión de ella, leyendo un libro y oyendo música, una vez que ya estábamos en el aire.–Devin, Devil, mi demonio –Soñaba que Hanna me decía tonterías –Despierta, que ya vamos a bajar del avión o además de todo ¿quieres que te llame también holgazán?Escuché de fondo las risas de mi amigo Daniel. Lo que indicaba que no soñaba, que había dormido todo el vuelo de Las Vegas a New York y que ya habíamos llegado y ni cuenta me había dado.–Vamos arriba, Devin –Daniel me quitó el cinturón de seguridad –Te pegó dura la trasnochada, ya están viejos los pastores.–Deja de reírte también tú– Reclamé a mi amigo –Según ustedes, es pecado ya hasta quedarse dormido.–Sí lo es – Hanna, de nuevo – A Susan y a mí, nos urge bajar del avión para recoger nuestro equipaje.–Ohh, pobres de ustedes, a lo mejor ya se han
Hanna BeckerNew YorkCuando ya teníamos todo nuestro equipaje con nosotras, Daniel amablemente había tomado un taxi de los del aeropuerto, al que subimos encantadas Susan y yo, hasta el mismo Daniel estaba contento y sobraba decir quién no lo estaba. Tan guapo que estaba mi marido, pero ese pésimo carácter del que era poseedor, no le ayudaban para nada y yo, no me iba a amargar la vida. Ya me había propuesto domarle ese carácter y eso haría.–Chicos, Susan y yo tenemos que ir a nuestro departamento, yo tengo que dormir hoy ahí al menos, unas ocho horas de corrido, tengo muchas cosas que hacer antes de mi primer día de trabajo – Dije orgullosa – Espero que eso no te moleste, amorcito.–Por mi no hay problema – Dijo un Daniel sonriente – Sirve que veo, dónde vive Susan.–Claro para cuando quieras ir, Dany – Susan le sonreía con coquetería – Pero bueno ya vámonos que yo también tengo que arreglar cosas para trabajar mañana.Nos subimos todos al taxi del aeropuerto, Devin iba sumido en e