El sábado siguiente, Baltazar la invitó a salir a tomar algo. Ella no supo qué responder. Al final, decidieron ir con todo el grupo. Gabriella con Ralph, que estaban iniciando algo; Fran invitó a Christian, quien aceptó; Eliana con Sergei, quien tenía el día libre, y Bettina llevaría a alguno de sus salientes.
Llegaron a un restaurant donde cenarían.
―Así que ustedes dos están juntos ahora ―les dijo Bettina―. Pobre de ti que hagas sufrir a mi amiga.
―Jamás haría eso, pensé que ella nunca se fijaría en mí ―respondió Ralph con sinceridad.
―Más te vale ―le advirtió―, si no, te corto las pelotas.
―¡Oye!
―¿Qué? Es verdad, nadie lastima a mis amigas.
―No lo voy a hacer, ya te lo dije.
―En ese caso, tienes mi aprobación.
―No sabía que tenía qu
Diana no se pudo dormir de inmediato, pensó en aquella noche. En el beso que le dio al terminar la canción, en la forma en la que tomó su mano cuando tocaron la canción para Sergei y Eliana. Pensó que quizá Baltazar la quería seducir para conquistarla y tener un hijo. ¿Y si en el testamento sí se exigía tener descendencia?Recordó sus casi besos, sus miradas, sus coqueteos. ¿Por qué lo hacía si él era gay? Él no esperaría que ella se enamorara de él, ¿o sí? Claro que ella no caería en sus redes, no podía hacerlo, por muy atractivo que fuera. Además, no podía olvidar que aquello solo era un contrato. No hubo petición de mano, no hubo anillo… Anillo sí, pero solo como un mero trámite.Pensó en la bala que podría haberla matado si no hubiera sido que e
Los dos hombres se miraron con culpa en sus ojos. Hamilton se acercó a ella y la tomó de los hombros.―Siéntate, hija, ¿a qué te refieres con que si debes tener un bebé?―Por el contrato, ¿necesito tener un bebé?―¿Quién te dijo eso? ―preguntó Baltazar.Diana se sentó en el sofá, Hamilton y Baltazar lo hicieron frente a ella.―Quiero saber si el contrato obliga a que tengamos un hijo.―¿Alguien te hizo algún comentario al respecto? ―insistió Baltazar.―¡No! ¿Acaso no puedo pensar por mí misma?―No se trata de eso, Diana, pero no entiendo qué te hizo cambiar. Anoche estábamos bien.―Eso fue anoche.―¿Es por lo que ocurrió esta mañana?―No.―¿Entonces?―¿Por qué no me responden?―¿Pi
Hamilton tocó la puerta de la habitación de su futura nuera.―¿Diana?Unos segundos después, la joven abrió la puerta.―¿Podemos hablar? ―le preguntó el hombre.―Está bien.Ella se hizo a un lado y lo dejó pasar. Se sentó en la cama y él lo hizo en la silla.―¿Qué pasa, mi niña?―Perdón.―No me pidas perdón, prefiero que me digas lo que te sucede, nunca te había visto así. ¿Mi hijo te hizo algo, te lastimó de algún modo?―No, la verdad es que no. O sí. No lo sé.―¿Cómo es que no lo sabes?Ella bajó la cara.―Si mi hijo hizo o te dijo algo, quiero saberlo.―No.―No ¿qué? ¿No quieres decírmelo o no te hizo nada?Ella miró a Hamilton con los ojos como plat
Días más tarde, se trasladaron a la hacienda. Varios invitados se fueron con ellos. Realizaban juegos, actividades y fiestas previas.Las damas de honor también se fueron con ella. Faltaban solo un par de semanas para el matrimonio.―¿Cómo me veo? ―preguntó Fran mirándose al espejo.―Te ves igual que nosotras ―le respondió Bettina con una risa.―Nos vemos ma-ra-vi-llo-sas ―agregó Gabriella.―Sí, los vestidos quedaron hermosos ―acotó Eliana.―La única que nos opacará un poco será la novia ―dijo Gabriella mirando a Diana.―Heather, tu trabajo es fantástico, de verdad, yo no sé ni qué decir ―agradeció la novia.―Y todavía falta el tocado y la capa que están en proceso.―No puedo creer que falten menos de dos semanas para el gran día ―repuso Diana.
Diana estaba muy ocupada en los últimos detalles. En el último día de la prueba del vestido, Heather le realizó los últimos detalles.―Se ve maravillosa ―la halagó la diseñadora.―Gracias, Heather, hiciste un hermoso trabajo. ―La abrazó.―Gracias, señorita. ¿Quiere que le deje sus vestidos en su habitación ahora o se los llevo mañana?―Lo que te sea más cómodo ―respondió mientras se quitaba el vestido. ―Es como usted prefiera.―Mejor déjalos aquí, me voy a poner más nerviosa si los veo allá y no voy a poder dormir.―Es cierto.―Ahora tengo que ir a que me hagan el tratamiento facial para estar lista mañana en la mañana y tengo que ir a ver los últimos detalles. Gracias, Heather por todo lo que has hecho por mí. ―Le dio un nuevo abrazo y salió
Baltazar abrió los ojos y los nervios se apoderaron de él. Aquel era el día de su boda y pensó en si Diana se arrepentía a última hora no sabría qué hacer. Sacudió su cabeza para sacarse esos pensamientos estúpidos de la cabeza. No podía dudar de que Diana llegara. Estaba en la casa, ¿no?Se levantó y se dio una ducha muy larga, necesitaba relajarse. Los nervios se lo estaban comiendo vivo.Salió de allí y vio su terno encima de la cama. Era un traje que, se suponía, iba acorde al de su futura esposa. También se encontraba uno de los fotógrafos oficiales y quien le iba a ayudar con su imagen aquel día.¿Cómo estaría ella? ¿Sentiría también los nervios por la boda? Quería mucho verla. Se la imaginaba bella, pero no lograba vislumbrar el vestido, solo sabía que era
La pareja recién casada salió del lugar en una hermosa limusina blanca adornada con un hermoso y gigante moño blanco. Fueron a la escuela, un lugar emblemático para ellos como pareja y tras varias fotografías y recuerdos de ese lugar, se fueron a diferentes sitios turísticos de la ciudad para las imágenes del recuerdo. Volvieron a la fiesta, donde los invitados los esperaban para el brindis. Las mesas estaban distribuidas por el jardín y la mesa de los novios, padrinos, damas de honor y Hamilton se ubicaba frente a todas las otras mesas. Hamilton se levantó y ofreció el primer brindis. ―Quiero brindar por mi hijo y su esposa, desde el momento en el que los vi, sabía que terminarían juntos, la forma en la que se miraron me recordó mucho a mi esposa y a mí, sé que ella estaría muy feliz en este momento. Espero que sean muy felices y que la vida recompense todos sus sufrimientos, que el amor sea siempre el bálsamo qu
No terminaban de cortar el pastel y posar para la foto, cuando de la nada apareció Francesca.―¡Maldita zorra, no te saldrás con la tuya!Uno de los guardaespaldas se acercó a la mujer y la detuvo del brazo.―Suéltame, imbécil ―gritó desaforada.―Le ruego que se vaya, señorita, usted no tiene nada que hacer aquí.―Yo debía estar aquí, yo debía ser la novia, pero claro, yo no le servía, pero este matrimonio es una farsa, ya lo verán cuando se separen en un tiempo más.―Cállate, Francesca y sal de aquí ―le ordenó Baltazar.―No, tú cállate, porque no quieres que exponga tu plan delante de todos, ¿o sí?―No sabes nada.―Lo sé todo, querido, tú estás utilizando a esta mujer para que se case contigo y consigan la herencia, pero no podrá