Diana estaba muy ocupada en los últimos detalles. En el último día de la prueba del vestido, Heather le realizó los últimos detalles.
―Se ve maravillosa ―la halagó la diseñadora.
―Gracias, Heather, hiciste un hermoso trabajo. ―La abrazó.
―Gracias, señorita. ¿Quiere que le deje sus vestidos en su habitación ahora o se los llevo mañana?
―Lo que te sea más cómodo ―respondió mientras se quitaba el vestido.
―Es como usted prefiera.
―Mejor déjalos aquí, me voy a poner más nerviosa si los veo allá y no voy a poder dormir.
―Es cierto.
―Ahora tengo que ir a que me hagan el tratamiento facial para estar lista mañana en la mañana y tengo que ir a ver los últimos detalles. Gracias, Heather por todo lo que has hecho por mí. ―Le dio un nuevo abrazo y salió
Baltazar abrió los ojos y los nervios se apoderaron de él. Aquel era el día de su boda y pensó en si Diana se arrepentía a última hora no sabría qué hacer. Sacudió su cabeza para sacarse esos pensamientos estúpidos de la cabeza. No podía dudar de que Diana llegara. Estaba en la casa, ¿no?Se levantó y se dio una ducha muy larga, necesitaba relajarse. Los nervios se lo estaban comiendo vivo.Salió de allí y vio su terno encima de la cama. Era un traje que, se suponía, iba acorde al de su futura esposa. También se encontraba uno de los fotógrafos oficiales y quien le iba a ayudar con su imagen aquel día.¿Cómo estaría ella? ¿Sentiría también los nervios por la boda? Quería mucho verla. Se la imaginaba bella, pero no lograba vislumbrar el vestido, solo sabía que era
La pareja recién casada salió del lugar en una hermosa limusina blanca adornada con un hermoso y gigante moño blanco. Fueron a la escuela, un lugar emblemático para ellos como pareja y tras varias fotografías y recuerdos de ese lugar, se fueron a diferentes sitios turísticos de la ciudad para las imágenes del recuerdo. Volvieron a la fiesta, donde los invitados los esperaban para el brindis. Las mesas estaban distribuidas por el jardín y la mesa de los novios, padrinos, damas de honor y Hamilton se ubicaba frente a todas las otras mesas. Hamilton se levantó y ofreció el primer brindis. ―Quiero brindar por mi hijo y su esposa, desde el momento en el que los vi, sabía que terminarían juntos, la forma en la que se miraron me recordó mucho a mi esposa y a mí, sé que ella estaría muy feliz en este momento. Espero que sean muy felices y que la vida recompense todos sus sufrimientos, que el amor sea siempre el bálsamo qu
No terminaban de cortar el pastel y posar para la foto, cuando de la nada apareció Francesca.―¡Maldita zorra, no te saldrás con la tuya!Uno de los guardaespaldas se acercó a la mujer y la detuvo del brazo.―Suéltame, imbécil ―gritó desaforada.―Le ruego que se vaya, señorita, usted no tiene nada que hacer aquí.―Yo debía estar aquí, yo debía ser la novia, pero claro, yo no le servía, pero este matrimonio es una farsa, ya lo verán cuando se separen en un tiempo más.―Cállate, Francesca y sal de aquí ―le ordenó Baltazar.―No, tú cállate, porque no quieres que exponga tu plan delante de todos, ¿o sí?―No sabes nada.―Lo sé todo, querido, tú estás utilizando a esta mujer para que se case contigo y consigan la herencia, pero no podrá
Diana y Baltazar se miraron y rieron.―Creo que debemos volver con los invitados, la fiesta es allá ―le dijo él.―Sí, estamos aquí como dos novios a escondidas.―¿Estás más tranquila?―Sí, algo. Esa mujer tiene el poder de ponerme nerviosa.―No le des ese poder, es una pobre niña caprichosa, no le hagas caso.―Trato, de verdad que trato, pero me cuesta no tomarla en cuenta, es tan… No sé…―Ya, no sigas pensando en eso o te beso otra vez ―la amenazó con cariño.―Es que Francesca… ―dijo ella en broma.―Ah, quieres un beso, fresca, te voy a dar todos los besos que quieras, pero después, ya nos están mirando mucho y me cohíbo cuando hay público.―Bueno. Ya estaremos solos para besarnos todo lo que queramos.―Así es, tenemos todo un mes solo para nosotros dos.<
Los invitados se fueron, la celebración terminó. Todos se fueron a acostar, dormirían apenas unas cuantas horas antes del viaje del matrimonio.Baltazar dejó a Diana en la puerta de su habitación.―Buenas noches, bonita ―le dijo y le dio un suave beso.―Buenas noches, que descanses.―Tú también.―Tienes todo listo, supongo.―Desde hace días, ¿y tú?―También, las chicas me ayudaron con todo.―Llevas bikini supongo.―No había pensado en llevar traje de baño.―Vamos a la playa, bonita, en esos lugares se usa traje de baño, de dos piezas.―Yo iba a usar un traje de baño que heredé de mi abuelita.Él largó una risotada.―Espero que sea broma.―Ya vas a ver si es broma o no.―Eres una malvada, ¿te lo habían dicho?―Jamás
Diana se apoyó en el torso de su marido.―Bien, Baltazar Walsh, ¿me vas a decir cómo es que pasó esto si eres gay?Él sonrió algo avergonzado.―Esa fue una mentira que le inventé a mis padres.―¿Por qué?―Mi madre era una mujer muy especial, testaruda y dominante, ella quería a toda costa que me quedara con Francesca, según ella, esa mujer era la persona ideal para ser mi esposa.―O sea, no estaría feliz con nuestro matrimonio.―Yo creo que sí, lo que pasa es que mi mamá no veía la maldad en Francesca, si estuviera aquí, se habría dado cuenta de lo mala que es.―¿Hace cuánto falleció tu mamá?―En un par de meses cumplirá un año.―Estaba enferma. ―No fue una pregunta, fue una afirmación.―No, fue un accidente, su auto se estrell&
Hamilton los esperaba para salir a almorzar a un lujoso restaurant. Se ducharon y se vistieron para la ocasión. Al padre le llamó la atención que ambos se arreglaron en la habitación de su hijo. ¿Qué había pasado en la Luna de Miel? Se veían muy contentos, parecía que el amor al fin los había tocado.En el camino al local, le contaron algunas de las actividades que habían realizado.―Nunca había andado a caballo ―contó Diana―, no pensé que fueran tan altos.―Pero ¿te gustó?―Me fascinó, ahora quiero tener un caballo para mí solita.―Te compraré una yegua para que la montes cuando vamos a la finca.―No, si lo decía en broma ―replicó ella con timidez.―No, yo ya lo había pensado, pero quería ver si te gustaba primero.―Me encantó.―Y anduvo en
Los días pasaron sin novedad. Diana se trasladó al dormitorio de Baltazar, pero estaban pensando en cambiarse a la casa de él.―¿Quieres ir a ver la casa ahora? ―le preguntó Baltazar un día a su mujer.―Bueno, ¿queda lejos?―No, a menos de cinco minutos de aquí, en realidad, es la casa de al lado.―¿La casa de al lado? Ah, claro, con el tamaño de esta casona, es lógico que el vecino más próximo quede a cientos de kilómetros.―Tampoco son tantos. ¿Quieres ir?―Sí.Salieron, Sergei los hizo escoltar por tres de sus hombres. No quería que sufrieran ningún contratiempo.Salieron en el automóvil de Baltazar y lo siguieron sus guardaespaldas en otro vehículo. La casa de Baltazar era muy similar a la de su padre, solo que era un poco más pequeño el terreno.―&iex