Problemas y más problemas.

Al día siguiente, intenté mantener la normalidad mientras desayunaba con Perla. Le sonreía y conversaba con ella, fingiendo que todo estaba bien, pero en mi interior sentía una profunda preocupación. Estaba tratando de no pensar en lo que había sucedido la noche anterior, pero entonces mi teléfono sonó, y al ver que era del hospital, un nudo se formó en mi estómago.

—Familiares de Rodolfo Salvatierra —escuché la voz de una enfermera al otro lado de la línea.

—Soy su hija —respondí, sintiendo que algo malo estaba por venir.

—Su padre fue encontrado inconsciente y herido anoche. Está en el hospital ahora —dijo la enfermera, su tono era profesional, pero no pudo ocultar completamente la gravedad de la situación.

El mundo pareció detenerse por un momento. Sentí que el aire me faltaba y las palabras se atascaban en mi garganta. Perla, al ver mi expresión, dejó de comer y me miró con preocupación.

—¿Qué ha pasado, Esme? —preguntó, su voz temblorosa.

—Es papá... —logré decir, con
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