Había pasado un buen rato y Evan parecía no tener intenciones de moverse de allí. Era consciente de las miradas fulminantes que le dedicaba la castaña; podía percibir su enojo y la incomodidad que provocaba su presencia.Jade, la dueña del local, había presenciado la tensión entre ambos. Aunque no tenía idea de la relación que existía entre ellos, sospechaba que se conocían. Su curiosidad la llevó a preguntar de dónde su nueva empleada conocía a Evan Bourousis, el arquitecto más codiciado y apuesto de la ciudad.—¿Son amigos? No ha dejado de mirarte desde que llegó —comentó la morena, con sus oscuros ojos fijos en Hayley.—Quizás me ha confundido con alguien más —respondió Hayley, intentando evadir el tema de manera evidente.—A mí me parece que te conoce, o quién sabe, tal vez le has llamado la atención —continuó Jade, disimulando una sonrisa en su rostro.Nada le resultaba más entretenido que las historias que comenzaban en su local. Ya había sido testigo de numerosos romances entre
El trabajo había mantenido a Evan ocupado hasta muy tarde. Al llegar a casa a las diez, pensó que la joven que residía con él ya debería estar sumida en un profundo sueño. Su habitación se encontraba justo al lado de la de ella, por lo que no pudo evitar detenerse frente a la puerta y acercar su oreja a la madera, tratando de averiguar si, por casualidad, se encontraba despierta.Sin embargo, no percibió ningún ruido, lo que confirmó su sospecha de que ella ya había caído en el sueño. Entró a su habitación y se dirigió al baño, urgido por la necesidad de sumergirse en la bañera y relajarse en el agua tibia. Se deshizo del traje, dejando un charco de ropa a su alrededor, y sin perder tiempo, se zambulló en la tina.Mientras se dejaba envolver por el calor del agua, su mente divagó hacia Copito, su perro. Le pareció extraño que no hubiera salido a recibirlo. Tal vez estaba con la joven, pensó.Por su parte, Hayley se despertó sobresaltada. Estrujó los ojos mientras soltaba un bostezo y,
Horas más tarde, después de haber cenado en un silencio palpable, Hayley permanecía sentada en aquel vasto comedor, el cual se sentía desolado a pesar de la presencia de ambos. La tensión que flotaba en el aire era casi tangible, y la expresión seria e inescrutable de Evan solo intensificaba su incomodidad. Deseaba levantarse de la silla y escapar a su habitación, donde al menos podía encontrar un refugio de la incomodidad que la envolvía.Sin embargo, no se atrevió a romper el silencio. Esperaba que, en algún momento, él daría el primer paso. Tenían una conversación pendiente, y aunque su instinto le decía que debía evadirla, sabía que Evan no se lo permitiría.—Primero que nada, quiero disculparme contigo por lo de ayer —dijo Evan, su voz revelando un atisbo de conciencia acerca de su comportamiento inadecuado—. No fue mi intención ofenderte o presionarte, ni mucho menos hacerte sentir que tu opinión no importa.“Un completo cretino”, pensó Hayley, sin poder evitar que esa palabra s
Lo que más odiaba Hayley era llegar tarde a algún lugar, y aquella mañana se había despertado con retraso, lo que la hacía llegar tarde al trabajo. Bajó las escaleras a toda prisa, intentando recoger su desordenado cabello en una coleta alta. Atravesó la sala sin poder desviarse hacia la cocina para agarrar algo de comer en el camino, y salió de la casa, obligando a sus piernas a moverse más rápido.Maldijo en voz baja al buscar su móvil y no encontrarlo en el bolsillo de su pantalón; lo había olvidado. Pero no tenía tiempo de regresarse y buscarlo. Sin perder tiempo, se dirigió a la entrada de la residencia, donde el guardia de seguridad le abrió el portón. Sacudió su mano en señal de saludo y se encaminó por la acera.Para su mala suerte, debía caminar varias cuadras hasta llegar a la estación. Cada paso que daba le recordaba que el transporte podría retrasarse, lo que la haría llegar aún más tarde. Era su segundo día de trabajo y lo último que quería era ser irresponsable e impuntu
Descendió las escaleras con cuidado, evitando saltar un escalón. Le resultaba una tarea difícil andar con aquellos tacones de unos cuantos centímetros; apenas podía mantener el equilibrio. Logró llegar a la sala con éxito y suspiró de alivio al estar intacta, sin un miembro de su cuerpo lastimado. Por fortuna, no se había tropezado ni caído, como su mente había reproducido en su cabeza mientras se disponía a bajar. No recordaba cuando había sido la última vez que había usando tacones, pero no pensaba que fueran así de incómodos.Hayley estaba a punto de atravesar la estancia cuando lo vio. Evan se encontraba enfundado en un elegante traje gris, acompañado de una camisa del mismo tono, sin corbata, lo que le daba un aire desenfadado. Los tres primeros botones de su camisa estaban desabrochados, dejando entrever un destello de piel que acentuaba su atractivo. Su cabello, tan oscuro como la noche, estaba cuidadosamente peinado hacia atrás, aunque algunos rebeldes rizos se escapaban, desa
Durante la cena, Hayley sintió la penetrante mirada de Alexander Hughes, quien le dedicaba furtivas observaciones, tratando de disimular, aunque sin mucho éxito, la curiosidad que despertaba en él. Su actitud extraño la desconcertaba, pero decidió ignorarlo y concentrarse en la conversación que mantenían los demás en la mesa.El padre de Evan sostenía una amena charla con el señor de bigotes rojizos, Gregory. La conversación giraba en torno a negocios, cuando la esposa de Gregory intercedió, claramente interesada en la joven.—Y dime, Hanna, ¿cómo les va como recién casados? Debe ser difícil acostumbrarse en los primeros años, pero luego uno se adapta a los cambios —dijo Ágata, interrumpiendo sin ningún tipo de delicadeza la conversación que mantenían los hombres.Los caballeros guardaron silencio, atentos a la atrevida pregunta de la señora, quien parecía más interesada en Evan y Hayley que en lo que discutían los varones.—Supongo que es así. En nuestro caso, nos ha ido bien a pesar
Los días habían transcurrido, y Hayley se reprochaba haber aceptado la invitación de aquellas mujeres que, a su juicio, no compartían nada en común con ella. Sin embargo, no había podido rechazar la propuesta de Kenia, a pesar de que sabía que no había sido idea de la pelirroja, sino más bien de Eleonor, quien le había solicitado el favor de convencerla. Después de la cena, la insistencia de la mujer en incluirla en sus planes había sido tal que, para no parecer grosera, Hayley se vio obligada a aceptar.Según Evan, su madre deseaba que la acompañara en sus próximas reuniones con sus amigas, buscando así pasar más tiempo juntas. Pero, ¿por qué? No era como si su relación de suegra y nuera pudiera cambiar el acuerdo entre su padre y el señor Bourousis, que había forzado a sus hijos a unirse en matrimonio por motivos que a ninguno de ellos concernían.Tanto ella como Evan estaban atrapados en un matrimonio que ninguno había deseado. No existía afecto entre ellos, lo que hacía aún más ex
Evan había estado ocupado todo el día. Apenas había tenido tiempo de almorzar cuando su secretaria, Susana, entró en su oficina tras golpear la puerta y recibir su respuesta habitual. Sabía que a él le desagradaba que interrumpieran su privacidad de esa manera.—Señor —dijo, levantando la mirada de la pantalla de su portátil y fijándola en la mujer que aún permanecía cerca de la puerta—. Hay un señor que desea hablar con usted sobre un asunto importante.—¿Quién es? —preguntó, tomando el teléfono que le entregaba Susana y colocándolo en su oreja.—El señor Bennett —respondió ella en un susurro, como si temiera que el remitente pudiera escucharla.—Nathan, ¿qué te trae por aquí? —dijo Evan, dejando lo que estaba haciendo y recostándose en su silla, sintiendo cómo los músculos tensos de sus brazos empezaban a relajarse.Sospechaba la razón detrás de la llamada de su amigo. Si no se equivocaba, se trataba del favor que le había solicitado, a cambio del cual Evan se encargaría de diseñar