Los ojos de Evan se fijaron en los de su esposa, y una sonrisa ladeada se dibujó en su rostro. Sin embargo, el gesto provocó en ella una mirada de desconcierto, como si de repente hubiera aparecido un tercer ojo en su cara. No lograba entender el motivo de esa expresión, ni por qué parecía un marido cariñoso. Pero en su interior, una sensación de inquietud comenzó a crecer, un cosquilleo que invadía su vientre sin que ella pudiera explicar su origen. Sorprendentemente, no le resultó desagradable; al contrario, era placentera y cálida.—Buenas tardes —pronunció Evan, apartando la vista de su esposa para dirigirse a Kenia—. Espero no haber interrumpido sus planes, pero también deseo pasar tiempo con mi esposa.Volvió a centrar su mirada en la castaña, quien lo observaba con una mezcla de confusión y sorpresa ante sus palabras. Se preguntaba qué pretendía Evan al afirmar aquello. ¿Acaso quería aparentar ser una pareja de recién casados enamorados frente a los demás?La idea le parecía ab
Minutos más tarde, después de llevar a su madre a casa, Evan se dirigió hacia su residencia junto a Hayley. La incomodidad y la tensión entre ambos eran palpables, intensificándose apenas se encontraron a solas en el auto. Pero Hayley rompió el silencio para aligerar el denso ambiente.—He dejado el local —anunció la joven, sorprendiendo a Evan con su revelación. Aunque tal vez no le interesara en lo más mínimo, sentía la necesidad de compartir con alguien aquella inesperada noticia.Evan no esperaba que Hayley le hablara de eso, pero se sintió complacido al escucharla discutir sobre la editorial como si ya hubiera tomado una decisión. Reprimió la sonrisa triunfal que amenazaba con asomarse a sus labios. En su lugar, adoptó una expresión de indiferencia, aunque sus ojos delataban la curiosidad que sentía.—¿Ah, sí? ¿y puedo saber por qué? Hasta hace días parecía que disfrutabas estando en aquel local —preguntó, fingiendo ignorar el asunto. Ella encogió un hombro.—Jade me sugirió un l
La editorial Whitten Infinite se encontraba a tan solo treinta minutos de su residencia, un trayecto que le permitía prepararse mentalmente para su nuevo día en aquel lugar de ensueño. Hace pocos días había sido admitida en la empresa, y no podía sentirse más emocionada y ansiosa por haber logrado ese primer paso que la acercaba un poco más a su sueño de convertirse en una escritora reconocida.Sin embargo, era consciente de que el camino no sería fácil, y que necesitaba esforzarse al máximo. Pero el simple hecho de que Nathan Bennett, su escritor favorito, la hubiera elegido para formar parte de su equipo, significaba que él había visto su talento y creía en su potencial como escritora.Bajó del taxi tras pagar al conductor y se dirigió a la entrada del imponente edificio. En una esquina bulliciosa del centro de la ciudad, la moderna fachada de vidrio oscuro del edificio reflejaba las luces del entorno, creando un contraste llamativo con los edificios más antiguos que lo rodeaban. Se
Evan se encontraba en el comedor, disfrutando de su tarta como era habitual en él. Conversaba con Noelia, quien terminaba de lavar los trastes antes de marcharse a casa. No pasó mucho tiempo antes de que la señora recogiera su cartera y cambiara su uniforme por ropa de calle.—Nos vemos mañana, señor Evan —se despidió la empleada, y él la acompañó hasta la puerta, asegurándose de que subiera al taxi que la llevaría a su hogar.—Que llegues bien, Noe —dijo, mientras ella asentía y se encaminaba hacia el auto que la aguardaba.Evan estaba a punto de cerrar la puerta cuando una figura que bajaba de un automóvil llamó su atención. Al reconocerla, una sonrisa se dibujó en su rostro, pero esta se desvaneció al notar que otra persona también había salido del coche. ¿Quién era y por qué traía a su esposa a casa? Se cuestionó, sintiendo una extraña sensación en su interior, algo que invadía su cuerpo y no eran precisamente mariposas. Más bien, una oleada de celos.¿Pero por qué sentía aquello
Sentada al borde de la cama, Hayley observaba en silencio a Evan mientras él limpiaba con extrema cautela la herida en su palma, como si temiera causarle el más leve dolor. Cada uno de sus movimientos era cuidadoso, casi reverente, y aquel gesto tan simple, pero significativo, despertaba en ella una sensación de extraña calidez. Nunca en su vida había experimentado algo así; su padre jamás le había demostrado este tipo de consideración. Resultaba desconcertante que un completo desconocido –su esposo, aunque solo en nombre– le brindara una atención que le parecía inusitada viniendo de un hombre.No estaba acostumbrada. El hecho de que Evan hubiera reaccionado de aquel modo la dejaba desconcertada, como si no supiera qué hacer con esa genuina preocupación que él mostraba. Todo en su actitud reflejaba interés, un interés sincero que no podía ignorar. Pero ¿por qué? No había entre ellos amor, ni siquiera un vínculo forjado por el tiempo o el afecto. Le costaba procesar cómo alguien que ap
Evan permaneció sentado en el borde de la cama, con la mirada clavada en la puerta que Hayley acababa de cerrar tras de sí. El silencio de la habitación lo envolvía, pero no era suficiente para acallar el torbellino de pensamientos que lo asediaban. Había algo que no podía negar; su esposa, aquella mujer con la que apenas había intercambiado más que palabras necesarias, comenzaba a importarle más de lo que estaba dispuesto a admitir.Se recostó ligeramente hacia atrás, apoyando las manos en la cama y soltando un suspiro pesado. Era consciente de que aquel matrimonio no era más que un acuerdo, una unión sin amor concebida únicamente para asegurar su posición como heredero y cumplir con las expectativas de su familia. Y, sin embargo, desde que Hayley había llegado a su vida, todo parecía diferente. La casa, antes tan silenciosa y vacía, ahora tenía un aire distinto, como si su mera presencia hubiera llenado un vacío que él no había sabido que existía.Evan no era un hombre acostumbrado
Los días habían transcurrido con rapidez, y Hayley, cada vez más inmersa en sus responsabilidades dentro de la editorial, comenzaba a destacar notablemente. Nathan, su jefe, había observado con detenimiento su esfuerzo y desempeño, además de identificar en ella un potencial que no estaba dispuesto a ignorar. Consciente de su talento, decidió darle la oportunidad que creía que merecía.Aquella mañana, mientras contemplaba la ciudad desde el enorme ventanal de su oficina, Nathan meditó sobre las posibilidades que ofrecía la obra de Hayley. El borrador que ella le había enviado recientemente tenía algo especial, algo que podía ser un éxito rotundo para la empresa. Con esa convicción en mente, apartó la mirada del paisaje urbano y volvió a fijarla en la pantalla de su portátil, donde el documento permanecía abierto. La decisión era clara. Sin titubear, tomó el teléfono y pidió a su asistente, Emily, que le dijera a Hayley que se reuniera con él de inmediato.La castaña, al recibir el mens
Horas más tarde y tras un largo día de trabajo, Hayley se dirigía hacia la estación de transporte público. La brisa nocturna acariciaba suavemente su rostro mientras esperaba el autobús que la llevaría a casa. Sin embargo, no tuvo que esperar mucho. Un automóvil se detuvo junto a ella, el ronroneo del motor interrumpiendo el silencio de la calle. La ventanilla del vehículo descendió lentamente, revelando a Jared, su compañero de trabajo, quien la observaba con una sonrisa ladeada y un brillo divertido en sus ojos grises.—Parece que el destino insiste en que coincidamos de nuevo —dijo Jared con un tono juguetón.Hayley lo miró, notando una vez más lo atractivo que era. Su piel bronceada contrastaba con el cabello castaño oscuro que caía ligeramente desordenado sobre su frente. Sus rasgos faciales bien definidos le conferían una apariencia madura, aunque apenas tenía veintisiete años. Jared sabía el efecto que causaba en las personas, y ese gesto seguro y coqueto era prueba de ello.—A