Los días habían transcurrido, y Hayley se reprochaba haber aceptado la invitación de aquellas mujeres que, a su juicio, no compartían nada en común con ella. Sin embargo, no había podido rechazar la propuesta de Kenia, a pesar de que sabía que no había sido idea de la pelirroja, sino más bien de Eleonor, quien le había solicitado el favor de convencerla. Después de la cena, la insistencia de la mujer en incluirla en sus planes había sido tal que, para no parecer grosera, Hayley se vio obligada a aceptar.Según Evan, su madre deseaba que la acompañara en sus próximas reuniones con sus amigas, buscando así pasar más tiempo juntas. Pero, ¿por qué? No era como si su relación de suegra y nuera pudiera cambiar el acuerdo entre su padre y el señor Bourousis, que había forzado a sus hijos a unirse en matrimonio por motivos que a ninguno de ellos concernían.Tanto ella como Evan estaban atrapados en un matrimonio que ninguno había deseado. No existía afecto entre ellos, lo que hacía aún más ex
Evan había estado ocupado todo el día. Apenas había tenido tiempo de almorzar cuando su secretaria, Susana, entró en su oficina tras golpear la puerta y recibir su respuesta habitual. Sabía que a él le desagradaba que interrumpieran su privacidad de esa manera.—Señor —dijo, levantando la mirada de la pantalla de su portátil y fijándola en la mujer que aún permanecía cerca de la puerta—. Hay un señor que desea hablar con usted sobre un asunto importante.—¿Quién es? —preguntó, tomando el teléfono que le entregaba Susana y colocándolo en su oreja.—El señor Bennett —respondió ella en un susurro, como si temiera que el remitente pudiera escucharla.—Nathan, ¿qué te trae por aquí? —dijo Evan, dejando lo que estaba haciendo y recostándose en su silla, sintiendo cómo los músculos tensos de sus brazos empezaban a relajarse.Sospechaba la razón detrás de la llamada de su amigo. Si no se equivocaba, se trataba del favor que le había solicitado, a cambio del cual Evan se encargaría de diseñar
Los ojos de Evan se fijaron en los de su esposa, y una sonrisa ladeada se dibujó en su rostro. Sin embargo, el gesto provocó en ella una mirada de desconcierto, como si de repente hubiera aparecido un tercer ojo en su cara. No lograba entender el motivo de esa expresión, ni por qué parecía un marido cariñoso. Pero en su interior, una sensación de inquietud comenzó a crecer, un cosquilleo que invadía su vientre sin que ella pudiera explicar su origen. Sorprendentemente, no le resultó desagradable; al contrario, era placentera y cálida.—Buenas tardes —pronunció Evan, apartando la vista de su esposa para dirigirse a Kenia—. Espero no haber interrumpido sus planes, pero también deseo pasar tiempo con mi esposa.Volvió a centrar su mirada en la castaña, quien lo observaba con una mezcla de confusión y sorpresa ante sus palabras. Se preguntaba qué pretendía Evan al afirmar aquello. ¿Acaso quería aparentar ser una pareja de recién casados enamorados frente a los demás?La idea le parecía ab
Minutos más tarde, después de llevar a su madre a casa, Evan se dirigió hacia su residencia junto a Hayley. La incomodidad y la tensión entre ambos eran palpables, intensificándose apenas se encontraron a solas en el auto. Pero Hayley rompió el silencio para aligerar el denso ambiente.—He dejado el local —anunció la joven, sorprendiendo a Evan con su revelación. Aunque tal vez no le interesara en lo más mínimo, sentía la necesidad de compartir con alguien aquella inesperada noticia.Evan no esperaba que Hayley le hablara de eso, pero se sintió complacido al escucharla discutir sobre la editorial como si ya hubiera tomado una decisión. Reprimió la sonrisa triunfal que amenazaba con asomarse a sus labios. En su lugar, adoptó una expresión de indiferencia, aunque sus ojos delataban la curiosidad que sentía.—¿Ah, sí? ¿y puedo saber por qué? Hasta hace días parecía que disfrutabas estando en aquel local —preguntó, fingiendo ignorar el asunto. Ella encogió un hombro.—Jade me sugirió un l
La editorial Whitten Infinite se encontraba a tan solo treinta minutos de su residencia, un trayecto que le permitía prepararse mentalmente para su nuevo día en aquel lugar de ensueño. Hace pocos días había sido admitida en la empresa, y no podía sentirse más emocionada y ansiosa por haber logrado ese primer paso que la acercaba un poco más a su sueño de convertirse en una escritora reconocida.Sin embargo, era consciente de que el camino no sería fácil, y que necesitaba esforzarse al máximo. Pero el simple hecho de que Nathan Bennett, su escritor favorito, la hubiera elegido para formar parte de su equipo, significaba que él había visto su talento y creía en su potencial como escritora.Bajó del taxi tras pagar al conductor y se dirigió a la entrada del imponente edificio. En una esquina bulliciosa del centro de la ciudad, la moderna fachada de vidrio oscuro del edificio reflejaba las luces del entorno, creando un contraste llamativo con los edificios más antiguos que lo rodeaban. Se
Evan se encontraba en el comedor, disfrutando de su tarta como era habitual en él. Conversaba con Noelia, quien terminaba de lavar los trastes antes de marcharse a casa. No pasó mucho tiempo antes de que la señora recogiera su cartera y cambiara su uniforme por ropa de calle.—Nos vemos mañana, señor Evan —se despidió la empleada, y él la acompañó hasta la puerta, asegurándose de que subiera al taxi que la llevaría a su hogar.—Que llegues bien, Noe —dijo, mientras ella asentía y se encaminaba hacia el auto que la aguardaba.Evan estaba a punto de cerrar la puerta cuando una figura que bajaba de un automóvil llamó su atención. Al reconocerla, una sonrisa se dibujó en su rostro, pero esta se desvaneció al notar que otra persona también había salido del coche. ¿Quién era y por qué traía a su esposa a casa? Se cuestionó, sintiendo una extraña sensación en su interior, algo que invadía su cuerpo y no eran precisamente mariposas. Más bien, una oleada de celos.¿Pero por qué sentía aquello
Sentada al borde de la cama, Hayley observaba en silencio a Evan mientras él limpiaba con extrema cautela la herida en su palma, como si temiera causarle el más leve dolor. Cada uno de sus movimientos era cuidadoso, casi reverente, y aquel gesto tan simple, pero significativo, despertaba en ella una sensación de extraña calidez. Nunca en su vida había experimentado algo así; su padre jamás le había demostrado este tipo de consideración. Resultaba desconcertante que un completo desconocido –su esposo, aunque solo en nombre– le brindara una atención que le parecía inusitada viniendo de un hombre.No estaba acostumbrada. El hecho de que Evan hubiera reaccionado de aquel modo la dejaba desconcertada, como si no supiera qué hacer con esa genuina preocupación que él mostraba. Todo en su actitud reflejaba interés, un interés sincero que no podía ignorar. Pero ¿por qué? No había entre ellos amor, ni siquiera un vínculo forjado por el tiempo o el afecto. Le costaba procesar cómo alguien que ap
Evan permaneció sentado en el borde de la cama, con la mirada clavada en la puerta que Hayley acababa de cerrar tras de sí. El silencio de la habitación lo envolvía, pero no era suficiente para acallar el torbellino de pensamientos que lo asediaban. Había algo que no podía negar; su esposa, aquella mujer con la que apenas había intercambiado más que palabras necesarias, comenzaba a importarle más de lo que estaba dispuesto a admitir.Se recostó ligeramente hacia atrás, apoyando las manos en la cama y soltando un suspiro pesado. Era consciente de que aquel matrimonio no era más que un acuerdo, una unión sin amor concebida únicamente para asegurar su posición como heredero y cumplir con las expectativas de su familia. Y, sin embargo, desde que Hayley había llegado a su vida, todo parecía diferente. La casa, antes tan silenciosa y vacía, ahora tenía un aire distinto, como si su mera presencia hubiera llenado un vacío que él no había sabido que existía.Evan no era un hombre acostumbrado