Elena- “¿Quién eres? y ¿Dónde está mi hija?”- la respuesta de mi padre tras soltarle, entre lágrimas, mis miserias, cortó todo mi torrente de quejas contra cierto intransigente playboy.Me paralizó, deje de llorar, de la impresión por sus pregunta. Lo miré sin entender que quería decir con esas preguntas.- “¿Por qué, tanto Michael, como mi padre se dedicaban a hacer pregunta tan estúpidas?, “¿Qué soy para ti?, ¿Quién eres?”, ¿no es obvio?”- pensé mientras miraba a mi padre con incomprensión.Él entendió mi expresión de desconcierto, y con una mirada severa, sentándose en su silla, cruzó los brazos, como cuando era niña, e iba a regañarme por algo que había hecho mal. Con esa postura procedió a darme mi primera reprimenda en mi edad adulta.- “Nunca hubiera pensado, que eras tan egoísta e insegura. Siempre me había preciado de que, entre tu madre y yo, tu heredaste la comprensión y la inteligencia de tu madre, pero, veo que también heredaste mi inseguridad, y mi soberbia.”- miré a mi
Elena. - “¿Está segura de es lo que quieres hacer, Dogos?”- le dije a nuestra alocada Miriam - “Déjala no vez que prácticamente tiene ya la maleta hecha, ya solicitó al personal el puesto de secretaria de dirección en Seattle, va a trabajar con el número dos de la empresa que dirige su marido.”- me respondió Pontos, ósea Arianna. - “¿Y vosotras que vais a hacer para recuperar a vuestros maridos?”- nos preguntó abrazándonos Dogos. - “Yo tengo que acompañar al jefe del departamento de logística internacional al evento que se realiza en las empresas de Nueva York. Los chicos se quedan con el abuelo Powell.”- nos dijo Arianna sería, como si ya no tuviéramos claro que el imperturbable Keanu Powell ya estaba en esa ciudad, en este momento y, además, tenía que dirigir ese evento y hacer de anfitrión. Las tres no pudimos evitar sonreír, ya que su actitud era más que evidente. - “Pues yo tengo que acompañarte.”- dijo Emily seria - “Tu marido a secuestrado al mío, hoy me acabo de enterar qu
Michael. Mientras miraba por el gran ventanal de uno de los despachos que me habían asignado en la Torre de las empresas Powell en Auckland, en Nueva Zelanda. Me puse a pensar, en cómo había sido mi vida esta últimas semanas y me di cuenta de que, sinceramente, cada día me costaba más viajar de una lado para otro, echaba horriblemente de menos a mi mujer, pero sabía que no podían por un tiempo, estar con ella. ¿Cómo podría? Elena, aunque decía que me amaba, no confiaba en mí, por lo menos no tenía la suficiente confianza, para hablar primero conmigo, antes de tomar su decisiones, las cuales afectaban a nuestra vida, como por ejemplo la de querer o no tener hijos, no deseaba ser padre pronto, pero por lo menos poder hablarlo y decidir en común como seria nuestra vida, pero al parecer no estaba dentro de esta categoría, la persona de confianza, para la m*****a señora Powell. Y la verdad, es que ya me estaba hartando de tener que pagar en mi matrimonio, por mi pasado, ni siquiera la co
Elena.- “¿Me puedes decir a que está jugando el idiota de tu jefe?”- le pregunté a Barbara cuando salimos del despacho, asombrada por que la reacción de la secretaria al cerrar la puerta fue partirse de risa.- “Desde luego, que ustedes dos están para que los pongan de actores en una serie o una película, nunca me había divertido tanto, ni siquiera con la novelas turcas que veo al mediodía, ¡Por dios, si sigo riéndome me voy a o…, hay dios mío!”- me decía la secretaria agarrándose el estómago de la risa.A mi nada de esto me parecía gracioso, las ganas que tenía de entrar y decirle al Ceo gilipollas, donde se podía meter su puesto de secretaria, eran en estos momentos muy elevadas. - “Es que sois incorregibles…los dos, tú te disfrazas para que no te reconozca, y cuando él finge no reconocerte, te enfadas, ¡Es que yo me parto!, de verdad, la lástima es que tengo que irme de vacaciones forzadas, sino me sentaría en ese sillón con chocolate y palomitas, y me lo pasaría…. Lo mismo hasta
Michael.Cuando la vi salir del despacho, me di cuenta de que mi esposa, era especial, llevamos tiempo que nos conocíamos, y como unos tres meses viviendo juntos, y aun así cada día me sorprendía más, cuando le puses esas estúpidas tareas lo hice para que se enfadara, y en una arrebato de ira, se desenmascara, así poner las cosas cada una donde tenía que estar, y ella en mi cama. Hasta que no la tuve delante no me había dado cuenta como la había echado de menos, los enfados, la ira, todo me pareció nimio ante volver a tenerla en mis brazos, así que me fastidió que ella quisiera jugar a este juego estúpido de los desconocidos.Por eso le di esa lista tan grande de tareas para que, en un arrebato de ira por mis manifiestos abusos de autoridad, ella me pusiera en mi sitió, algo que mi gitana de ojos de hechicera sabía hacer mejor que nadie.Pero como siempre esa mujer hacía algo para sorprenderme, no sólo no reaccionó, sino que se mostró diligente, así que lo único que conseguí, que en v
Elena.Mientras los escoltas nos abrían la puerta del coche, para que saliéramos delante de todas las cámaras y reporteros que esperaban en la puerta junto a la alfombra roja que nos lleva al interior del centro comercial, miré hacía mí alrededor, era la primera vez que asistía estos eventos, y no sabía que podía esperar, y cómo reaccionar, sobre todo porque en estos momentos sólo era la secretaria, no la esposa.Estaba tan centrada en lo que ocurría que no noté la sonrisa de burla de mi esposo, decidí mantener la pose de secretaria anegada y complaciente, cuando en mi interior, después de todo lo que me había hecho pasar ese maldito hombre durante todo el día, quería darle una buena patada en la espinilla a cierto prepotente playboy.Enseguida nos vimos sorprendida por los flases y las preguntas de los periodistas, que sin saber porque comenzaron a disparar y hacernos preguntas, mientras, el equipo de seguridad del centro comercial, y nuestros escoltas, mantenían a esa multitud a cie
Michael.Mientras miraba al maldito de Dylan, deposité a mi esposa en el suelo, sabía por el móvil que el idiota de Davis tenía en la mano, que nos había hecho una foto o un video. Así que por los años de rivalidad que teníamos los dos, y conociendo como conocía a la defensora a ultranza de las causas injustas que era mi esposa, hice lo único que podía hacer en este momento, mientras agarraba con una mano el brazo de Elena para que permaneciera a mi lado y no dijera nada, miré a los ojos a Dylan con todo el reto de años en mi retina, era como dos pistoleros del oeste, antes de enfrentarnos en un duelo, un OK Corral moderno. Cogí mi móvil y llamé al jefe de escolta de Elena, apartar mi mirada.- “Brandon, la señora Cazorla baja ahora mismo por el ascensor.”- sentí como mi mujer se removía a mi lado enfada, y comenzaba a quejarse.- “Yo de aquí no me muevo, y menos te dejo solo con esta rata altanera”- decía, pero yo sin soltarla y sin quitar ojo de ese despojo de la sociedad, ni le hic
Narrador.Dakota llegó al hotel donde había quedado, con la persona que le había enviado la foto, en donde se veía a su Mike siéndole infiel a su esposa con su secretaria. Mientras subía en el ascensor hacia la habitación donde estaba citada, se sentía realmente furiosa, haría lo que fuera por vengarse de esa maldita advenediza de secretaria.En su fuero interno, arrebatarle a Mike a su esposa, a una mujer que por lo menos era bella, aunque no perteneciera a la clase social de los Powell y los Allen, lo veía como algo que la sociedad de su entorno aceptaría. Otra cosa era que ese ser feo, sin clase, casado y mayor, hiciera que su adorado Mike perdiera el norte de esa manera. Que tanto la señora Powell, como ella, fueran desechadas por algo así, eso era algo que no se lo podía permitir.La ira volvió a ahogarla mientras caminaba por el pasillo en dirección a la habitación novecientos quince. Cuando estuvo delante de la habitación, le extraño que la puerta estuviera entreabierta, pero p