Elena.- “¿Me puedes decir a que está jugando el idiota de tu jefe?”- le pregunté a Barbara cuando salimos del despacho, asombrada por que la reacción de la secretaria al cerrar la puerta fue partirse de risa.- “Desde luego, que ustedes dos están para que los pongan de actores en una serie o una película, nunca me había divertido tanto, ni siquiera con la novelas turcas que veo al mediodía, ¡Por dios, si sigo riéndome me voy a o…, hay dios mío!”- me decía la secretaria agarrándose el estómago de la risa.A mi nada de esto me parecía gracioso, las ganas que tenía de entrar y decirle al Ceo gilipollas, donde se podía meter su puesto de secretaria, eran en estos momentos muy elevadas. - “Es que sois incorregibles…los dos, tú te disfrazas para que no te reconozca, y cuando él finge no reconocerte, te enfadas, ¡Es que yo me parto!, de verdad, la lástima es que tengo que irme de vacaciones forzadas, sino me sentaría en ese sillón con chocolate y palomitas, y me lo pasaría…. Lo mismo hasta
Michael.Cuando la vi salir del despacho, me di cuenta de que mi esposa, era especial, llevamos tiempo que nos conocíamos, y como unos tres meses viviendo juntos, y aun así cada día me sorprendía más, cuando le puses esas estúpidas tareas lo hice para que se enfadara, y en una arrebato de ira, se desenmascara, así poner las cosas cada una donde tenía que estar, y ella en mi cama. Hasta que no la tuve delante no me había dado cuenta como la había echado de menos, los enfados, la ira, todo me pareció nimio ante volver a tenerla en mis brazos, así que me fastidió que ella quisiera jugar a este juego estúpido de los desconocidos.Por eso le di esa lista tan grande de tareas para que, en un arrebato de ira por mis manifiestos abusos de autoridad, ella me pusiera en mi sitió, algo que mi gitana de ojos de hechicera sabía hacer mejor que nadie.Pero como siempre esa mujer hacía algo para sorprenderme, no sólo no reaccionó, sino que se mostró diligente, así que lo único que conseguí, que en v
Elena.Mientras los escoltas nos abrían la puerta del coche, para que saliéramos delante de todas las cámaras y reporteros que esperaban en la puerta junto a la alfombra roja que nos lleva al interior del centro comercial, miré hacía mí alrededor, era la primera vez que asistía estos eventos, y no sabía que podía esperar, y cómo reaccionar, sobre todo porque en estos momentos sólo era la secretaria, no la esposa.Estaba tan centrada en lo que ocurría que no noté la sonrisa de burla de mi esposo, decidí mantener la pose de secretaria anegada y complaciente, cuando en mi interior, después de todo lo que me había hecho pasar ese maldito hombre durante todo el día, quería darle una buena patada en la espinilla a cierto prepotente playboy.Enseguida nos vimos sorprendida por los flases y las preguntas de los periodistas, que sin saber porque comenzaron a disparar y hacernos preguntas, mientras, el equipo de seguridad del centro comercial, y nuestros escoltas, mantenían a esa multitud a cie
Michael.Mientras miraba al maldito de Dylan, deposité a mi esposa en el suelo, sabía por el móvil que el idiota de Davis tenía en la mano, que nos había hecho una foto o un video. Así que por los años de rivalidad que teníamos los dos, y conociendo como conocía a la defensora a ultranza de las causas injustas que era mi esposa, hice lo único que podía hacer en este momento, mientras agarraba con una mano el brazo de Elena para que permaneciera a mi lado y no dijera nada, miré a los ojos a Dylan con todo el reto de años en mi retina, era como dos pistoleros del oeste, antes de enfrentarnos en un duelo, un OK Corral moderno. Cogí mi móvil y llamé al jefe de escolta de Elena, apartar mi mirada.- “Brandon, la señora Cazorla baja ahora mismo por el ascensor.”- sentí como mi mujer se removía a mi lado enfada, y comenzaba a quejarse.- “Yo de aquí no me muevo, y menos te dejo solo con esta rata altanera”- decía, pero yo sin soltarla y sin quitar ojo de ese despojo de la sociedad, ni le hic
Narrador.Dakota llegó al hotel donde había quedado, con la persona que le había enviado la foto, en donde se veía a su Mike siéndole infiel a su esposa con su secretaria. Mientras subía en el ascensor hacia la habitación donde estaba citada, se sentía realmente furiosa, haría lo que fuera por vengarse de esa maldita advenediza de secretaria.En su fuero interno, arrebatarle a Mike a su esposa, a una mujer que por lo menos era bella, aunque no perteneciera a la clase social de los Powell y los Allen, lo veía como algo que la sociedad de su entorno aceptaría. Otra cosa era que ese ser feo, sin clase, casado y mayor, hiciera que su adorado Mike perdiera el norte de esa manera. Que tanto la señora Powell, como ella, fueran desechadas por algo así, eso era algo que no se lo podía permitir.La ira volvió a ahogarla mientras caminaba por el pasillo en dirección a la habitación novecientos quince. Cuando estuvo delante de la habitación, le extraño que la puerta estuviera entreabierta, pero p
Elena.- “¿Se pude saber en qué demonios estás pensando estúpida Aramis?, y eso que tú eres la ecuánime, ¡maldito playboy manipulador!”- me quejé mientras regresaba a mi suite del hotel.En mi retina aún estaba la cara de mi esposo, cuando tras entregarnos a la pasión, y pasar otras de esa noches, en esa limusina, que deberían estar entre los anales, de la mejores escenas sexuales de la historia que se centran en la seducción masculina, me di cuenta, en medio de esa fiebre delirante, que de nuevo ese maldito había hecho lo mejor que sabía hacer para salirse con la suya, seducirme.Así tras recriminar al CEO, por ser celoso, manipulador, no hablar conmigo sobre Dylan Davis, sobre todo haberme dejado toda una noche y parte de una día preocupada por él, cuando me había prometido que vendría mí, para luego aparecerme totalmente golpeado, y alguna que otra recriminación menor, lo único que recibí de respuesta fue la siguiente frase, que vino acompañada de una sonrisa irónica.- “¡Esto no e
Elena. - “No te olvides llamarme cuando, llegues y recuerda que, si alguna vez decides denunciar, yo estaré de tu lado.”- le dije a Dakota Allen, mientras me despedía de ella, antes de que dos de mis escoltas la llevaran al aeropuerto.Para ella era urgente regresar, no deseaba permanecer en Nueva Zelanda ni un minuto más. Después de la noche que permanecí cuidándola, se mostró mucho más tranquila, y le hice prometer que cuando regresara pediría ayuda psicológica.- “Gracias, señora…”- la interrumpí con la mirada, varias veces en la noche le dije que me llamara por mi nombre. - “perdón Elena, pero no creo que denuncie. En mi mundo las apariencias lo son todo, si denunció, yo también me vería perjudicada, y no deseo que esto se sepa. Cuando llegue, te llamaré, y por favor guárdame el secreto.”- la vi adentrarse en el ascensor, aunque aún miraba a los escoltas con aprensión, ellos mantenían la distancia como Brandon les había advertido¡, hasta dejarla en el avión, rumbo a Los Ángeles.
Elena.Me dirigía al apartamento que tenía Michael en Nueva York, tras aterrizar en el aeropuerto JFK.La verdad que el hecho de no tener que fingir quien era me había liberado de muchas cosas, podía mostrar abiertamente el afecto hacia mi marido, o poner en su sitio a las pesadas Adoradoras cuando se hacían ilusiones. Pero por otro lado nos habíamos convertido en el centro de atención, y salíamos en la prensa por cada maldita cosa que hacíamos, así que nada más aterrizar, mi marido fue solicitado por la junta, y tuvo que volar a España, casi de manera inmediata.Me ofrecí acompañarlo, pero él me dijo que como sabía las ganas que tenía de ver a mis amigas, y como él regresaría al día siguiente, mejor me quedara, y disfrutara la tarde con las dos mosqueteras.No había entrado al apartamento cuando mi teléfono sonó con el tono de emergencias del 112. Algo grave pasaba.- “Acabo de llegar ¿podéis esperar a que deje mis maletas? ¿no?, ¿dónde está Emy? no la veo en la llamada”-les dije a l