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Capítulo I Secuestrando a los Señores Powell.

Michael.

Por fin la he hecho mía, sólo queda esta noche y todo estará donde debe de estar, ella en mi vida, en mi corazón, en mi casa y en mi cama, no sé cómo he aguantado todo este mes, sin volverme loco. No entiendo, como antes miraba a otras mujeres, esto no tiene nada que ver, las ansias locas, la tentación inaguantable, las ganas de gritar a los cuatro vientos que la amo, y que nadie la tendrá sino yo. Todo eso, y más, nunca lo he sentido con nadie, nunca me he tenido que retener a mí mismo, incluso recurriendo, a los escoltas de mi mujer para que la protejan de mis ansias de tenerla.

Creo que desde que conozco a esa preciosa mujer, mi mundo se ha vuelto patas arriba. Pero no cambiaría nada de lo que hemos vivido, cuando la vi entrar a la iglesia, todo cobró sentido, esa preciosidad, esa diosa etérea, era lo que siempre había estado buscando, yo al contrario que mi hermano y mi primo, no luché contra mi destino, desde que puse lo ojos en ella, me enamoré, a pesar de que sé que a ella no le pasó lo mismo, fue duró conquistarla, y aún más convencerla de que yo la amo, incluso hoy en día pienso que aún no lo sabe, piensa que sigo siendo ese playboy. Pero me esforzare si hace falta el resto de mi vida para demostrárselo. Cuando su padre me la entregó, me dijo:

- "Te entrego lo más importante que tengo en mi vida, mi mayor tesoro, el fruto del amor de la mujer que amé más que a mí mismo, hasta que dios se me la llevó, por eso, no espero menos que la ames igual y la cuides como lo más valioso que tienes, y cuando dios te dé una hija, para que sientas lo que yo siento ahora el día que la entregas a la persona que ella ama, no lo olvides porque, esta promesa, yo no la olvidaré."- sentí como me emocionaba, y sentía el peso de los que iba a hacer en ese momento.

Cuando al fin la besé después de que nos declaran marido y mujer, fue como beber agua cuando estas sediento, no tienes suficiente y encima esa m*****a mujer no hace más que agarrarse a mí, y besarme con las mismas ansias, mientras sus gemidos amortiguados por mis labios se dejaban oir por encima del sonido de mi celerado corazón.

Y aquí estábamos en el banquete de boda aguantado felicitaciones y la etiqueta del evento, mientras los seis lo único que deseamos era desaparecer a un lugar donde sólo pudiéramos estar solos con nuestras parejas, con nuestras mujeres o nuestros maridos, sin tanta pompa y obligaciones sociales, la verdad es que me estaba hartando de todo, mi madre se estaba pasando contacto brinde tanto coctel tanto baile y tanto de todo que para mí hacia una hora que me sobraba.

- "Brandon, ¿qué tal se te da los secuestros exprés? le pregunté a al jefe de seguridad responsable de la ya señora Elena Powell, a través de mi móvil una vez que pude esquivar algunos invitados, e ir a la terraza mientras mi madre presentaba a sus nuevas nueras al resto de los invitados.

Había visto la cara de ira de mi hermano así que sentí lo que él sentía, y el maldito Keanu, había conseguido escapar de su madre y de todos, y por lo que vi a señora Miriam Powell también había desaparecido, así que imaginé que salvar a las novias del banquete dependía de nosotros los novios, antes de ir a la terraza me había acercado a mi hermano, y le había dije:

- "Búscate una excusa, Kevin ya se fue, saca a tu mujer de aquí y desaparece."- al parecer mi frase funciones, porque el humor de mi hermano empeoró esos sólo podía significar. Que mi hermano pronto sacaría su esposa de allí, sin importar nada ni nadie.

Yo mientras continuaba mi llamada en la terraza. Brandon ya estaba acostumbrado a mis locuras, así que ni se inmutó ante mi pregunta.

- "Depende señor si hay una buen distracción podremos secuestrar a su mujer y a usted en tres minutos...y creo que la está habiendo ahora gracias a su hermano, señor corra hasta su mujer, y llévela hacia la puerta lateral que da al invernadero, en breve serán...secuestrados."- así me dijo mientras yo oía un escándalo y varios gritos en el interior.

Al entrar comprendí porque, mi hermano había cogido a su mujer en sus brazos, pese a las protestas de esta ante, según oía, el ridículo que estaba haciendo y los de mi madre, que recriminaba el comportamiento nada apropiado de su primogénito. Mientras mi padre y mi abuelo se reían a carcajadas. Keanu la sacaba de la sala rodeados de sus escoltas que le hacia un pasillo para facilitarle el escape.

- "Eso es hermano tú como siempre a lo grande, que todos sepan cómo será el futuro CEO general de Powell S.L. Holding."- dije y aproveché que todos estaban distraídos mirando la escena para acercarme a mi mujer, y sin pararme a hablar tiré de ella del brazo hacia el invernadero.

- "¿Se puede saber qué haces, playboy? Deja de tirar de mí que, nos va..."- no la deje terminar de un tirón fuerte, la derribe en mis brazos, y comencé a besarla como si mi vida se fuera en ello, dejándola totalmente desconcertada y callada, me la subí al hombro y corrí hasta la terraza que daba al invernadero.

El beso debió de funcionar, porque mi esposa estaba totalmente silenciosa, sólo faltaba poco para que ese silencio pasara a gemidos de placer, sólo me faltaba muy poco. Mi mente ya lo estaba anticipándolo todo.

Elena.

Me sentía agobiada de tantas presentaciones, aunque sabía que podía ser futuros clientes de mi empresa, así que lo aguantar con estoicismo, de vez en cuando miraba con una sonrisa a mi esposo, mientras en realidad lo que quería decirle era que me sacara de allí, por otro lado, el miedo a la primera vez, y el miedo principalmente a no saber estar a la altura para satisfacer a mi hombre, me ponía más nerviosa y me hacía alargar lo inevitable.

Todo iba bien hasta que oí unos grito detrás mío. Y vi como Keanu se llevaba a mi amiga en sus brazos, rodeado de escoltas, mi amiga avergonzada al principio grito, pero el rubor y la forma que miró a su marido supe que estaba totalmente encantada.

No me dio tiempo de observar mucho, pronto sentí a mi marido a mi lado, y sin decirme nada comenzó a arrastrarme fuera de la sala, mientras yo en un momento, sin gritar para no llamar más la atención, le dije:

- "¿Se puede saber qué haces, playboy? Deja de tirar de mí que, nos va..."- no me dejó acabar me beso con esos pecadores labios apropiándose de mi boca, llevándose toda mi cordura, y con ella, mi resistencia. Así que cuando me colocó en su hombro como si fuera un saco de papas, estaba como hipnotizada, y cuando por fin ya reaccioné ya estaba metida en la parte de detrás de una limusina, sentada en el regazo de mi prometido, que volvió a besarme.

Así que, si tenía algo que objetar algo, uno se me olvido, y dos no tuve ni tiempo, ni ganas, ni deseos, más bien mi mente, mi cuerpo y mi corazón colaboraran en el secuestro de la señora Elena Powell, la cual quedó totalmente deseosa de que su marido la llevara a conocer todo eso que ella desconocía del placer carnal, entre dos seres que se aman, y que la mejor manera de aprenderlo desde luego es con un maestro a la hora de amar, con un auténtico playboy, ¿tenía yo algo más que pedir?

Narrador.

Mientras todo esto ocurría en Estado Unidos, en Seattle, llegaban las noticias de los compromisos y de la bodas. Todas las revistas de la prensa amarilla se hacían eco del gran evento de la boda de los tres herederos Powell con tres españolas de origen humilde, muchas eran las conjeturas que se barajaban, pero, además, había restos de información de que, sólo el primero de los Powell que tendré un hijo con una de las tres, podrá optar al presidencia general del grupo Powell.

Una hermosa mujer mientras leía esto, no estaba para nada contenta, había arrojado, infinida de revistas al suelo, y grita histérica, por no haber conseguido sus objetivos.

- "¿Como puedes ser, esas gitanas babosas?, como pueden ellas haber conseguido, el favor del abuelo de los herederos, ¡No tienen nada de especial!"- se dijo.

Y ahora en vez de revistar arrojaba jarrones y diferentes objetos de cristal de sus habitación.

El personal de la casa conocía el carácter de la señorita de la casa, por eso siempre se sustituía todos los originales por copias.

- "¡Y esa se ha atrevido a coger a mi príncipe al más guapo de todos, al único de verdad era educado con nosotras, la herederas, a las únicas que debían mirar!"- desató de nuevo su rabia con la figuras de cristal que había sobre la mesa, mientras el personal de servicio esperaba tranquila que acabara una de sus pataletas.

Finalmente se tranquilizó, dejando la mayoría de los objetos frágiles rotos por el suelo.

- "Pero esto no les saldrán tan fácil señoras Powell, en especial a ti, Elena. Se ha atrevido a robarnos al único de los tres que nos volvía locas. "Las Adoradoras" no lo vamos a dejar pasar, no sabes con quien te has metido, usurpadora gitana."- dijo finalmente llamo al resto de las herederas que formaban parte del grupo, las auténticas seguidoras de los herederos Powell para ponerlas en antecedentes, prometiéndose a sí misma, que usarían todos los medios para que el matrimonio de las señoras Powell, el especial el de Elena no fuera tan grato como ella se lo habían plateado. Ni se imaginaba lo que le venía encima.

Justamente en ese momento en New York, Dylan Davis, se dirigía al apartamento que tenía para sus amantes, allí estaba su última adquisición, cuando mirando la información social comercial, para ver cuanto afectaría esto a la bolsa que abriría a las ocho, recibió la noticia de la boda de los herederos Powell, entre ellos, estaba el maldito Michael Powell, junto a la mujer más hermosa que él había visto en su vida, ambos se sonríen de manera íntima, y una golpe de ira le atenazó el cerebro, ¿Cómo podía ser que el mayor playboy que había conocido, se haya casado, en menos de un año, con esa tentación de mujer?.

Quiso interesarse por saber más de ella, y sacó toda la información del noviazgo, así como la imposición del abuelo de Michael, ya que ellas serán las verdaderas herederas de Kevin Senior Powell. Luego comenzó a investigar a las herederas.

- "La verdad es que estos malditos Powell, tiene suerte hasta a la hora de tener una mujer, en especial este gilipollas de Michael, ¿Cómo demonios una diosa como esa, se pude fijara en ese hombre sin aspiraciones?"- pensó.

Dylan y sus dos hermanos mayores siempre habían competido en todo con los herederos Powell, con el tiempo sus hermanos se casaron, y se centraron en la empresas familiar, Siderúrgicas Davis Onix, dejando su lucha aparte, pero no fue así para Michael y para él. Y el al ser los más pequeño de la familia y fácilmente los más mimados, continuaron con su lucha personas, compitiendo en todo, en mujeres. en alcohol, en coches rápidos. en deportes de riesgo, en acciones comerciales, el tanteo iba en favor de Michael por tres puntos por eso Dylan enfureció cuando hasta hace tres años, Michael se fue a vivir a Europa, en su preparación para ser CEO de publicidad y relaciones públicas

Y ahora resulta que ellos también se casan, ganándole otra Dylan, y no con cualquiera con una diosa morena de ojos como el mar profundo, y que es la legitima heredera de los Powell, junto a su amigas.

El gen de la lucha comenzó a moverse en su interior, por alguna razón necesitaba esto en su vida, y arrebatarle la mujer a ese maldito sería una gran obra para él, ya que Michael, le arrebató a la mujer que él amaba, sin darle al oportunidad siquiera a decírselo.

En los ojos de Dylan comenzó a brillar las llamas de la venganza, y por esa noche ya no quiso ver a nadie, avisó a su chofer para que regresara, y a su secretario para que sacaran a su última amante del piso que le había comparado para sus escarceos nocturnos con su pasatiempo del momento, deseaba desinfectarlo, y alistarlo para su próxima ocupante, la heredera Elena Powell. 

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