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Capítulo III. Los miedos y los sentimientos, el inicio de una vida juntos.

Michael.

La miré dormir después de horas agotadoras, nunca imaginé que mi primera vez con ella me afectaría tanto. A pesar de que Elena me llame playboy, y haya tenido en mi vida una gran cantidad de relaciones sexuales, es la primera vez que me enamoro, y nada me ha preparado, para lo que he sentido con esta mujer esta noche. Todo era diferente, me sentí por primera vez nervioso, ansioso, y un miedo que no había sentido nunca, se había apoderado de mí, pero no por mí, sino por no ser lo que ella se merece.

En mis relaciones anteriores, todo era más físico, más mecánico, me esforzaba en que la mujer que estaba conmigo, esa noche, disfrutara, pero no había implicación sentimental, era más un toma y daca, y muchas veces, con idea de que eso no se repitiera. Era un juego de caza, iba tras la mi pieza que me hubiera tentado en ese entonces, que muchas ocasiones ni se resistía, un breve disfrute momentáneo y luego hacia otra pieza.

Pero desde que entre en aquella habitación de hospital, y puse mis ojos en esa gitana bajita y morena, con ojos como lagos profundos, mientras ella me devolvía su mirada con desagrado, como diciéndome, que yo no era nadie para mirarla así, mi parte de cazador se sintió retada, fue como ponerle un pañuelo rojo delante un toro. La palabra "Mia" me estalló en la cabeza por primera vez.

Así que cuando mi abuelo anuncio que tenía el derecho a tenerla, que ella podía pertenecerme, si la conquistaba, al contrario que mi hermano y mi primo, yo sentí que me había ganado la lotería. Y cuando huyó, sentí que mi cabeza estallaba de felicidad, no me iba hacer fácil, no era como las otras, que con una mirada me bastaba para desnudarlas, la diosa gitana era especial.

Y vamos que, si lo fue, la m*****a futura heredera me lo puso difícil, nada de lo que hacía funcionaba con la otras, error de mi parte. Aún recuerdo cuando acabe en la piscina totalmente vestido, después de que la morena, tras acercarse a mí con una mirada sensual, me empujó por molestarla en uno de los eventos que ella organizaba.

En fin, nada servía con esa gitana de ojos de hielo, pero cuando mi abuelo la ato a mí, estuve a punto de levantarme de mi silla en la junta, donde las tres herederas desplegaron su poder, y chocarla con mi abuelo.

Aunque por otro lado no me gustó que mi abuelo revelara, que mi gitana era virgen, eso nadie debía saberlo, nada que tuviera que ver con esa mujer, debía conocerlo nadie, sino yo, sólo yo tenía ese derecho, me volví posesivo con ella, y eso nunca me había pasado.

Yo, el playboy de la familia Powell, que rehuía de cualquier tipo de compromiso, ya sea mujer, relaciones personales o trabajo, cuyo lema era "Disfruta de la vida y no te compliques", me encontraba totalmente entregado a una mujer, a la mujer más difícil que me había costado conquistar, que se había atado a mí, por su propio deseo sino por una obligación de su conciencia.

Pero sólo cuando la tuve en mis brazos todo se confirmó, ella era mía, ni ella lo sabía, pero era mía, lucharía por ella como fuera, con quien fuera, por primera vez desee algo por encima de todo. Nacer con una cuchara de oro, me había hecho presuponer muchas cosas en ni vida, además de ser el más joven de la familia Powell, era el más consentido de los herederos.

No estaba preparado para luchar por lo que deseaba, simplemente lo tomaba, tuvo que venir una m*****a gitana dominante y segura de sí misma , sin contar que es la persona, a parte de mi hermano, que tiene las ideas más claras, y con una carácter de mil demonios, a dejarme claro que no podía presuponer nada en la vida, prueba de ello había sido como había tenido que autocontrolarme, para no comerte la locura de secuestrar a mi mujer y llevármela bien lejos, y así disfrutar de ella, antes de nuestra boda.

La miré moverse en mis brazos y sonreí. Resistí hasta anoche, donde mi paciencia tuvo su última gota, muestra de ellos fue la alucinante noche que pasamos, que mereció cada unas de las duchas, ejercicio hasta altas horas de la noche, un coche que estrellé, e incluso una sumergida en un rio helado, tras una paseo en barco, a altas horas de la noche.

Entonces, ¿por qué sentía miedo?, ¿por qué si ya el circulo se había cerrado?

Volví a sentirla moverse, y poco a poco sus ojos se abrieron, mirándome, una sonrisa, que se me clavó en el alma, se dibujó en sus labios.

- "Debiste avisarme que estabas despierto, mi querido playboy."- me dijo con una voz que sentí como música en mis oídos.

- "Y eso ¿por qué?, señora Powell, debe de estar agotada, le recuerdo, que anoche hicimos más ejercicio del que es estrictamente recomendable para una primera vez, hoy su cuerpo se encargara de recordarle que se excedió a sobre manera."- le dije atrayéndola hacia mí, aun mas y besándola en los labios.

La muy provocadora, se río, y estirándose en mis brazos para pegar su cuerpo desnudo contra el mío, mientras sus manos hicieron un recorrido por mi cuerpo también desnudo, hasta que las sentí sobre mi sexo, que automáticamente se irguió para saludar.

- "Me decepciona, señor Playboy, pensé que, como experto monitor, sabía que la mejor manera de superar los dolores musculares, por el exceso de ejercicio, era seguir practicando, así la agujetas se van solas, y después de una larga y reconstituyente ducha de agua caliente y como nuevos. Un magnífico profesor como usted debería saberlo, así ¿continuamos con la clase?"- me dijo haciéndome gruñir por las caricias que me estaba provocando mi atrevida esposa. Esto me pasa por subestimar a mi tentadora diosa gitana.

-"No sé cómo lo haces, señora Powell, pero siempre termina teniendo la razón."-le dije-" Excepto por una cosa, que le explicare en la siguiente lección, m*****a gitana de ojos de hielo"- le dije levantándola de la alfombra donde disfrutamos toda la noche, y llevándola entre mis brazos hacia el gran baño, donde había aparte una gran ducha, una aún más enorme bañera redonda, con yacusi.-" Se puede hacer dos cosas a la vez, relajar su cuerpo bajo el agua caliente, mientras le arranco, los mejores gritos de placer, que nunca he escuchado, y como soy un buen profesor no hay mejor manera de aprender que practicando."- la carcajada que mi esposa soltó, la guardé en mi memoria, como uno de los mejores sonidos, que me encargaría de escuchar el resto de mi vida, era otro de los compromisos que me autoimpuse desde ese momento.

Elena.

Tras el más gloriosa noche, y mañana que he tenido en mi vida, estaba hablando con la dos recién casada, y Emy, por el móvil, mientras hablamos de lo que debimos haber practicado ya hace tiempo, quejándonos del maldito tiempo desperdiciado. Mientras un agotado Michel dormía en esa enorme cama, donde me había llevado, después del mejor baño que he tenido en mi vida, para continuar con la practicas deportivas.

-" Debería avisar a todas las vírgenes que practicar sexo con el hombre que amas es altamente aditivo"- me quejó Miriam.

-" Pues yo después de lo de anoche, comprendo porque playboy las trae locas, aún estoy temblando."- dije intentado no moverme muy rápidamente mientras mi cuerpo se quejaba deliciosamente. Las oí reír, en especial a Miriam.

- " ¿Sabéis alguna cuanto hay que esperar para repetir una sesión completa de sexo como la de anoche?"-dijo Arianna y esa era la precavida del grupo.

Emy sólo se reía, ella ya llevaba dos meses casada, en fin, ella aun lo disfrutaba a diario, comprensible que siempre estuviera con una sonrisa en la cara. Con lo que nos hicieron nuestros marido, nos habían convertido en unas pervertidas, locas por el sexo, decididamente yo ya había encontrado mi deporte favorito, y el mejor de los entrenadores personales.

-" ¿Quiénes sois y dónde están mis amigas?"- pregunto Miriam.

-" Creo que la antigua Elena murió desmayada bajo tanto placer, y lo siento tengo que despertar a un agotado playboy para que siga haciendo honor a su nombre, no estaré disponible en tres o cuatro días."- dije y colgué, no sé lo que me ha pasado, pero mi yo racional, él que me había gobernado toda la vida, se había tomado unas largas vacaciones.

Llegué a la habitación, donde aún dormía boca abajo abrazado a mi almohada, el hombre que me alteraba la sangre, el hombre que amaba con una fuerza que me asustaba. Acostado así, no puedo evitar observarlo, su pelo despeinado, que durante toda la noche yo acaricié, y desordené, la musculatura de sus espalda donde se veían marcas de pequeños arañazos, provocados por mis uñas que, en los momentos de éxtasis, se clavaban sin piedad en su cuerpo. Mientras él sin quejarse, se encargaba de enviarme al paraíso.

La perfección de su cara, con esos preciosos ojos cerrados, que mientras me hacia el amor, se habían oscurecido a un tono azul mar profundo, como los del diablo, cuando te seduce hasta robarte el alma.

No podía estar más enamorada de él, si verdaderamente Michael Powell era la reencarnación del diablo, de un diablo pervertido y seductor, creo que yo hubiera sido la primera virgen voluntaria que, con premeditación, alevosía y nocturnidad, se hubiera entregado, para su sacrificio, y hubiera ido a su cama con una sonrisa de satisfacción, por ser la primera.

- "Y la única no lo olvides, ese hombre es tuyo ahora, y te tienes que encargar que siempre sea así, confía en vuestro amor, él te ama y tú lo amas, con eso será suficiente"- me dijo mi conciencia.

Mi corazón aceptó esa verdad, pero inconscientemente sin yo saberlo mis miedos se escondieron tras la gran satisfacción de mi primera noche con el hombre que amo, sin saber que saldrían más adelante.

- "Despierta Playboy, que debemos seguir entrenando."- le dije al oído. Un gruñido y un movimiento hizo que quedara apresada en la cama sobre una gran y tentador cuerpo masculino.

- "Tenemos toda una vida para practicar, gitana, ahora descansa mientras nos traen alimento para tener energía, o ¿pretendes alimentarte sólo de amor, señora Powell?, quédate quietecita, que tengo que descansar, o me vas a matar en la primera semana."- me dijo y me aprisionó con su cuerpo, así que no me quedó nada más que obedecer a mi marido, y dormir a su lado, así se inició mi primer día de casada, abrazada al hombre que amo, tras descubrir que lo era todo para mí, y mientras el sueño me vencía, decidí que no podía ser más feliz, junto a un reconocido, y esperaba rehabilitado playboy, se podía encontrar la felicidad.

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