Alicia miró a Axel con indignación ante su tono autoritario.—¿Qué no admite discusión? ¿Quién te crees que eres para decidir por mí? — espetó, colocando los brazos en su cintura. Axel suspiró, pasándose una mano por el cabello en señal de frustración. —Lo siento, no quise que sonara así —se disculpó —. Pero estoy preocupado por ti y por los bebés. Quien sea que esté detrás de estas amenazas podría hacerte daño.Alicia sintió que su determinación flaqueaba un poco al ver la genuina preocupación en los ojos de Axel. Aun así, se mantuvo firme.—Aprecio que te preocupes, puedo cuidarme sola. No necesito que me protejas.—Por favor, Alicia —insistió Axel, acercándose un paso más. — Hazlo por los niños. En mi casa estarás más segura, con guardaespaldas las 24 horas. Solo hasta que descubramos quién está detrás de esto.Alicia se negó; sin embargo, una hora más tarde estaba llegando a la villa de Axel.Él cerró la puerta con un golpe seco y se giró hacia Alicia, quien lo miraba con eviden
Alicia rodó los ojos, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa se formara en sus labios.—Eres incorregible.—Solo contigo —respondió él, guiñándole un ojo.Otro trueno resonó, cercano, esta vez. Alicia se tensó instintivamente. Axel, notando su reacción, se sentó a su lado en el sofá.—Ven aquí —dijo suavemente, extendiendo su brazo.Alicia dudó por un momento, debatiéndose entre su orgullo y el deseo de sentirse protegida. Finalmente, cedió y se acurrucó contra él.Axel la envolvió en sus brazos, su calor reconfortante contrastando con el frío de la tormenta afuera. Alicia cerró los ojos, permitiéndose por un instante disfrutar de la sensación.—Esto no cambia nada —murmuró contra su pecho.—Lo sé —respondió Axel, acariciando suavemente su espalda—. Pero es un comienzo.Sin embargo, alzó su mentón, la vio por unos segundos y besó sus labios con suavidad. Alicia sintió una descarga recorrer su cuerpo, pero no se apartó. En cambio, cerró los ojos y dejó que sus labios se fundieran
La mañana estaba envuelta en un manto de niebla densa, como si el destino intentara ocultar lo que estaba a punto de suceder. Alicia y Axel salieron juntos de la villa, envueltos en un silencio tenso, cada uno perdido en sus propios pensamientos.Axel había insistido en llevarla a la fundación, con el argumento de que no permitiría que anduviera sola con las amenazas latentes. Alicia, aunque molesta por su actitud dominante, aceptó sin discutir demasiado. Algo en su interior le decía que ese día sería diferente.Él conducía con calma, sus manos firmes en el volante, sus ojos fijos en la carretera. Alicia, a su lado, mantenía la mirada perdida por la ventana, luchando contra los sentimientos encontrados que Axel despertaba en ella.—No tienes que hacer esto —murmuró de repente.Axel no apartó la vista del camino.—¿Hacer qué?—Actuar como si de repente fueras mi sombra —respondió ella, girándose hacia él—. Estoy acostumbrada a manejar mis propios problemas.Axel apretó la mandíbula.—T
El hospital apestaba a desinfectante y desesperación.El frío de la madrugada se colaba por los ventanales de la sala de espera, pero Axel apenas lo notaba. No podía apartarse de la puerta de la UCI, como si su sola presencia pudiera mantener a Stella y a su bebé con vida.Su hermana estaba adentro, luchando por sobrevivir. Y él...Él estaba atrapado en la antesala del infierno, con los puños cerrados hasta que los nudillos se volvieron blancos y la mandíbula trabada en un intento de contener la furia y la impotencia que lo consumía.Axel sacó el teléfono con manos temblorosas y marcó el número de Guillermo. Cada tono que sonaba en la línea era una aguja clavándosele en el corazón. Finalmente, escuchó la voz al otro lado.“Axel” La voz de Guillermo sonó alerta.—Es Stella —dijo Axel sin rodeos, su tono afilado como una navaja—. Ha tenido un accidente. Alguien intentó hacerle daño. Estamos en la clínica cercana a la villa.Un silencio cargado de amenaza se filtró a través del teléfono.
Axel sintió un frío recorrerle la espalda, un presagio gélido que se coló por sus huesos. Sus puños se cerraron con tal fuerza que las venas de sus brazos se marcaron con violencia.—¿Qué significa eso? —su voz, normalmente inquebrantable, tenía un temblor apenas perceptible.El médico inspiró hondo antes de responder, su mirada cargada de gravedad.—Significa que las próximas veinticuatro horas serán críticas. Stella está estable, pero el bebé... es demasiado pronto para saberlo.Guillermo apretó los dientes, cerrando los ojos por un instante, como si la rabia contenida pudiera disiparse con una simple exhalación. Axel, por su parte, sintió un peso ardiendo en el centro del pecho, una furia espesa que amenazaba con explotar.—Quiero verla —dijo con voz ronca.—Todavía está sedada, pero pueden entrar uno a la vez —contestó el doctor con suavidad.Axel fue el primero en entrar. La habitación olía a antiséptico y a frágil esperanza. Stella yacía en la cama, su piel más pálida que nunca,
El sonido ensordecedor de la alarma llenó la habitación, seguido por el frío eco de los monitores que anunciaban la tragedia.El corazón del bebé se estaba deteniendo.Axel sintió como si su propio pecho se partiera en dos.—¡No!— rugió, avanzando hacia la cama de Stella, pero las enfermeras se interpusieron en su camino.—Señor, por favor, necesitamos espacio— dijo una de ellas con firmeza, pero su voz era un eco lejano para Axel.—¡Salven a mi sobrino!— exigió, su voz grave y al borde de la desesperación.Alicia tomó su brazo, su toque fue lo único que lo ancló a la realidad.—Déjalos trabajar— susurró ella.Guillermo golpeó la pared con el puño, dejando una grieta roja en su piel.—Si algo le pasa… —murmuró, pero no terminó la frase. No podía.El médico gritó órdenes, los enfermeros se movieron con precisión quirúrgica. Una jeringa fue inyectada en la vía intravenosa de Stella. El tiempo se dilató.Un segundo.Dos.Tres.El monitor pitó una vez más. Un sonido ahogado, irregular. El
El aire en la sala de espera del hospital estaba tan cargado de tensión que parecía a punto de explotar. Axel no apartaba los ojos del papel que Samuel le había entregado. Cada palabra ardía en su mente como un hierro candente. “La próxima bala será para los gemelos. Atentamente, un viejo amigo.”Alicia sintió un escalofrío, recorrerle la columna, sus manos instintivamente se aferraron a su vientre. No había forma de malinterpretar ese mensaje. La estaban cazando. A ella y a sus hijos.Guillermo maldijo en voz baja, pasando ambas manos por su rostro, tratando de contener la ira que le nublaba el pensamiento. Axel, en cambio, no mostraba ninguna emoción evidente, pero Alicia lo conocía lo suficiente para saber que su frialdad solo significaba una cosa: estaba al borde de la explosión.—Voy a matarlos —murmuró Axel, con voz ronca y controlada.Samuel carraspeó, intentando retomar el control de la situación.—Hemos identificado la ruta de escape del auto —explicó—. Nos llevó hasta un hel
El hospital seguía oliendo a desinfectante y desesperación. El sonido de las máquinas monitoreando el estado de Stella marcaba un ritmo lento y angustiante. Axel se mantenía de pie en la sala de espera, su mente maquinando, su paciencia agotándose con cada segundo que pasaba.Guillermo, en cambio, estaba inmóvil, pero no por la incertidumbre de Stella. Su mirada estaba clavada en la pantalla de su teléfono. La foto de Clara esposada, el cronómetro en cuenta regresiva, el mensaje amenazante. Su corazón latía como un tambor en su pecho, pero su rostro no revelaba nada.—¿Guillermo? —la voz de Axel lo sacó de su trance—. ¿Estás bien? ¿Pasa algo?Guillermo tragó saliva, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos.—Estoy bien… no pasa nada. Solo... necesito un momento. Voy por un poco de aire —dijo en voz baja.Sin esperar respuesta, se alejó por el pasillo del hospital, su mente, un torbellino de pensamientos. Sabía que tenía que actuar rápido, pero cada opción parecía peor que la anter