El aire dentro de la villa era denso, cargado de un peligro silencioso.Axel y Stella se miraban fijamente.Ella con la certeza de quien acaba de descubrir la verdad.Él con la desesperación de quien está a punto de perderlo todo.—Habla. —Stella cruzó los brazos—. Quiero escucharlo de tu boca.Axel suspiró, pasando una mano por su cabello, se sentó en el escritorio. Ya no tenía sentido seguir negándolo.—Lo siento, no quise jugar con Alicia.La incredulidad se mezcló con la furia en los ojos de su hermana.—¡Pero lo estás haciendo! ¡¿Cómo pudiste hacer algo tan bajo?! ¡Engañarla, manipularla así! ¡¿Acaso te volviste loco?! —vociferó, clavándole una mirada que mezclaba rabia y lágrimas—. ¿Jugar a ser otro hombre para acercarte a ella? ¡Es enfermizo! Axel apretó la mandíbula, las manos apoyadas en el escritorio, los hombros hundidos bajo el peso de meses de mentiras. —¡No entiendes! No me quedaba otra opción. Cada vez que intentaba ser yo mismo, la alejaba más. Ella odia a Axel. En
Stella sostuvo el cuerpo inconsciente de Guillermo, su corazón latiendo desbocado. —¡Alicia! ¡Ayúdame, por favor! —gritó desesperada.Alicia salió corriendo de la casa, sus ojos se abrieron con sorpresa al ver la escena.—¡Dios mío! ¿Qué pasó? —preguntó mientras ayudaba a Stella a sostener a Guillermo.—No lo sé, lo encontré así en el jardín. Está ardiendo en fiebre.Entre las dos lograron sostenerlo, hasta que llegaron el par de guardaespaldas y las ayudaron a subirlo a la habitación de Stella y tenderlo en la cama.—Hay que bajarle la fiebre —dijo Alicia.Alicia corrió por toallas y agua fría mientras Stella le quitaba la camisa empapada.La habitación olía a alcohol y menta. Stella ajustó la compresa en la frente de Guillermo, cuyos labios temblaban entre escalofríos. —Quédate quieto —murmuró, evitando que su mano temblara al tocar su piel ardiente—. Estás hecho un desastre.Guillermo abrió los ojos vidriosos, la fiebre nublando su mirada. —Stella desde la primera vez que te v
En la villa de Alicia, Guillermo comenzaba a despertar de su delirio febril. Abrió los ojos lentamente, encontrándose con la mirada preocupada de Stella.—¿Dónde... dónde estoy? —murmuró confundido.—Shh, tranquilo —respondió Stella, colocando una mano en su frente—. Estás en mi habitación. Te encontramos inconsciente en el jardín.Los recuerdos comenzaron a inundar la mente de Guillermo. Había venido a buscarla, a explicarle todo.—Stella, yo... —comenzó a decir, pero ella lo interrumpió.—Ahora no, Guillermo. Necesitas descansar.Él negó con la cabeza, incorporándose con dificultad.—No… necesito que me escuches, por favor. Vine a explicarte que no tengo nada amoroso con Andrea, ella es parte de mi pasado. La rechacé y le dije que no puedo estar con ella… porque te amo a ti, Stella.Ella sintió que su corazón se aceleraba. Quería creerle, pero el miedo a salir lastimada de nuevo la paralizaba.—¿Qué estás diciendo? —susurró.—La verdad, Stella. Te amo. Siempre has sido tú.Las lágri
Axel dio otro paso hacia ella, su sombra alargándose bajo la luz tenue de la habitación y aunque sus palabras le impactaron. No quiso creerle.—Tú… ¿Me amas? —Alicia rio con ironía, pero su voz se quebró en el último segundo—. No me hagas reír, Axel. Los hombres como tú no aman. Poseen, controlan, manipulan… pero no aman.Axel sintió que algo se rompía dentro de él con esas palabras, estaba haciendo su mayor esfuerzo, nunca se había confesado en su vida, era de poco demostrar emociones, pero lo estaba haciendo por ella, porque no deseaba perderla.—¿Eso es lo que piensas de mí? —su voz era grave, contenida, pero con un filo de dolor—. Que no te amo.Alicia lo miró con ojos llenos de rabia y decepción.—Demuéstrame que me amaste, Axel. Dime cuándo… dime cómo.El silencio cayó como una losa. Axel cerró los ojos por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Pero no las había. Él no era un hombre de discursos románticos, nunca lo había sido. Así que solo dijo la verd
El sonido de la puerta cerrándose resonó en la habitación como un eco dentro del pecho de Alicia. El clic del pestillo sonó a sentencia, a un adiós que Axel no había pronunciado, pero que se colaba entre las grietas de su corazón hecho añicos. Se quedó inmóvil, los dedos enterrándose en el tejido de su vestido hasta que los nudillos palidecieron. La seda, fría y resbaladiza bajo sus manos, le recordó la distancia que Axel había tejido entre ellos durante años: elegante, impenetrable, y tan frágil como una tela que podía rasgarse con un solo gesto."Voy a destruir a Miranda. Y cuando lo haga… voy a demostrarte que nunca debiste dudar de mi amor por ti."Sus palabras la perseguían, cada sílaba un latigazo que le quemaba las entrañas. “¿Amor?”, pensó, mordiendo el interior de su mejilla hasta sentir el sabor metálico de la sangre. ¿Cómo llamar amor a tres años de silencios en habitaciones vacías, a cumpleaños y aniversarios olvidados, a noches en las que él prefería un sofá en su despac
Un murmullo de asombro recorrió la sala, ahogando incluso el zumbido de los focos. Los flashes de las cámaras se dispararon frenéticamente, iluminando el perfil de Axel como si fuera una estatua tallada en hielo. Alicia, sentada en primera fila, sintió cada destello como un pinchazo en la piel. Las palabras de él resonaban en sus oídos, pero era su cuerpo el que traicionaba su calma: las uñas clavándose en las palmas, el pulso acelerado bajo las mangas del vestido, la garganta cerrada como si el aire se hubiera vuelto veneno. —Tenemos grabaciones —continuó Axel, deslizando un USB sobre la mesa con dedos que jamás titubeaban— donde Miranda Sullivan manipula documentos en mi oficina. Y no solo eso: contrató a persona para alterar correos, fotografías y fabricar pruebas de una infidelidad que nunca existió. Y filtrando información a la prensa.Alicia escuchaba atentamente cada palabra, su rostro impasible, aunque por dentro sentía una mezcla de emociones. Alicia contuvo la respiración
La limusina circulaba por las lluviosas calles de la ciudad mientras Axel y Alicia permanecían sentados en un tenso silencio. Ninguno de los dos se miraba, ensimismados en sus propios pensamientos sobre los dramáticos acontecimientos que acababan de producirse.Alicia miraba por la ventanilla, con la mano apoyada sobre el vientre de embarazada. Aún estaba asimilando la declaración pública de amor y compromiso de Axel con su familia. Una parte de ella quería creerle, pero los años de distancia emocional la hacían recelar.Axel miraba a su mujer, deseando desesperadamente cogerle la mano, pero respetando el espacio que había entre ellos. Sabía que tenía un largo camino por delante para recuperar su confianza.Cuando se acercaban a su casa, Alicia rompió por fin el silencio. —Lo que dije fue en serio, Axel. Un día a la vez. Es todo lo que puedo ofrecerte ahora.Él asintió solemnemente. —Lo comprendo. Y haré lo que haga falta, el tiempo que haga falta.El motor de la limusina se apagó s
La tensión en la fundación era palpable, un choque de egos que resonaba en cada esquina. Axel, con la chaqueta de seda negra arrugada en los hombros, observaba a Mario como un tigre al acecho. Las luces del salón reflejaban el brillo frío de sus ojos azules, clavados en el rival que se atrevía a sonreírle. —Axel, todos somos un poco fans de Alicia, ¿no crees? —Mario sostuvo la mirada de Axel, los dedos jugueteando con un bolígrafo de oro. Axel apretó la mandíbula hasta que los músculos saltaron bajo la piel. El aroma a café amargo llenaba la sala, pero nada podía disipar el sabor metálico de su rabia. —Voy a ayudar con la organización —declaró, deslizando una mano posesiva sobre el respaldo de la silla de Alicia. Ella alzó la vista, el ceño fruncido dibujando una sombra entre sus ojos. —Axel, no creo que…—Insisto —Cortó él, la voz, un rugido contenido. Mario soltó una risa suave, como el rumor de un arroyo burlón. —Perfecto. Más manos trabajando. Los días siguientes fueron un